lunes, 16 de septiembre de 2024

LA CORREDENCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

POR TOMÁS I. GONZÁLEZ PONDAL

La Prrensa, 15.09.2024

 

Hay distintos tipos de envenenamientos. Uno de ellos se llama crónico, y es aquél que no se produce de inmediato, sino que opera más lentamente, diríamos a largo plazo. Los especialistas en el tema afirman que se produce por bioacumulación, por caso, acumulación del gadolinio, del mercurio o del plomo.

 

El modernismo es algo así como un veneno crónico: opera lentamente, destruye lentamente hasta, finalmente, si no se pone un remedio, acaba por matar.

 

La cuestión de la “Corredención de María Santísima” ayudará a comprender y comprobar lo hasta aquí aseverado.

 

Pocos años atrás, el Papa Francisco lanzó un pensamiento de siembra y cosecha propia, afirmando que el único Redentor es Cristo, que María no es Corredentora (https://www.youtube.com/watch?v=tIYh-iZp9kA).

 

Francisco dijo textualmente que “María nos protege como Madre, no como diosa, no como corredentora. Es cierto que la piedad cristiana siempre le da títulos bonitos como un hijo se los da a la madre (…). Pero prestemos atención: las cosas que la Iglesia y los santos le dicen, las cosas bonitas, no quitan nada a la unicidad redentora de Cristo. Es Él el único redentor. Son expresiones de amor que un hijo dice a su madre a veces exageradas, pero sabemos que el amor nos lleva a hacer cosas exageradas.”

 

Así, en contra de lo que siempre se tuvo por una verdad de fe (esa es la nota), desde la catequesis papal dada en una Audiencia General el 24 de marzo del año 2021, se inoculó la moderna opinión de que “María no es Corredentora”.

 

LA TEOLOGIA

 

Que María es Corredentora no es simplemente algo de piedad cristiana, es algo de las más estricta y profunda teología. Que María es Corredentora no es un título exagerado fruto de un amor exagerado, es fruto de la realidad que implicó el misterio de la Salvación. No hay una sola cosa que digan los santos y mucho menos la Iglesia sobre María Santísima que sea una exageración. Ni una sola de las letanías con la que la Iglesia honra a la Bienaventurada Reina del Cielo es exagerada. Que Cristo es el Redentor del mundo es incuestionable, como incuestionable es que María Santísima es Corredentora.

 

Tristísimamente, no es de extrañar que quien niega que María sea Corredentora le rinda homenaje a la Pachamama.

 

Alguien podría decir que el hecho quedó allí, como perdido en el tiempo. Podría decirse: “Ya cayó en el olvido esa opinión, listo”. Pero no. Días atrás compartí con algunas personas unos hermosos textos que dan cuenta de la “Corredención”, textos que prueban la más fiel doctrina católica, y varios me salieron al paso cuestionando con: “eso no es dogma”, “no es así”.

 

Alguien manifestando ignorar el tema preguntó: “¿es dogma de fe?”. Y ahí está: tres años arriba, uno encuentra cómo influyó en la gente la oscurísima y dañina opinión que fuere volcada en el 2021 por el Pontífice aludido.

 

He comprobado lo siguiente: la gente ya casi no habla de “dogma de fe”, pues, entre las cosas que el modernismo quiso liquidar están los dogmas. Ahora, últimamente, con un documento titulado El obispo de Roma, aprobado por Francisco y que ha pasado bastante desapercibido, se ha pretendido reformular el Concilio Vaticano I, todo con aportes luteranos-metodistas-bautistas-ortodoxos y otras yerbas de análogas parcelas. Reformulación del Primado de Pedro, reformulación de la Infalibilidad. Nada queda en pie con el modernismo. No obstante ello, qué notable: para liquidar la doctrina católica de la Corredención de Nuestra Señora, ahí sí se sirven de que “eso no es así, no es dogma”. Y entonces muchos salen repitiendo “no es dogma, no es dogma”, y ya con eso tienen por descartado una verdad de fe bimilenaria.

 

Así, vemos los pasos del modernismo, al que no le importa las definiciones dogmáticas, pero cuando le conviene entra en tema para decir “en este caso no la hay”, y así pretender dejar fuera de camino lo que es una verdad de fe.

 

El modernismo detesta ser dogmático, salvo cuando se trata de liquidar la Tradición Católica. Pero como en definitiva ir contra la Tradición Católica siempre fue su guerra, aunque no lo diga, tiene bien arraigado su deseo de que sus propuestas sean adoradas como dogmas irrefutables.

 

EL ATAQUE

 

Por si alguien no lo ha advertido aún, el ataque a la Corrdención de María, no estriba en una suerte de gran dificultad u oscuridad teológica -y digo esto porque ya veo flotando sobre mi cabeza algunos “nubarrones negros” que pretenderán dar cabida a lo contrario-, sino, lisa y llanamente, porque el modernismo busca afanosamente congraciarse con quienes llama “sus hermanos protestantes”, y son estos los que no menos afanosamente se desviven por eliminar a la Bienaventurada Virgen María de su misión Corredentora.

 

En la enjundiosa, profunda y clarísima obra Teología de San José, el docto dominico Fray Bonifacio Llamera, disertando sobre la Corredención, expresa: “Es verdad de fe que la Santísima Virgen contribuyó a la redención humana, siendo hecha consorte con Cristo Redentor, es decir, compañera suya en nuestra reparación. Esto no admite discusión de los teólogos (…). Teólogos marianos ya habían proclamado esta doctrina, como San Juan Eudes, San Luis María Grignion de Monfort.

 

San Juan Eudes dice: ‘Desde el momento en que la bienaventurada Virgen prestó consentimiento a la encarnación del Hijo de Dios dentro de sus entrañas, contribuyó a la salvación de todos los elegidos (…).

 

San Luis María Grignion de Monfort: ‘Si Jesucristo, cabeza de los hombres, ha nacido de ella, de la Santísima Virgen María, los predestinados, que son miembros de esa cabeza, deben también nacer de ella por consecuencia necesaria. Una misma madre no da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza, de otra suerte produciría un monstruo de la naturaleza” (ed. B.A.C., España, 1953, págs. 148 a 153).

 

SIETE RAZONES

 

Dicho lo anterior, agrego lo siguiente según reflexión personal. María Santísima es Corredentora por siete razones:

 

a. Por disposición de la adorabilísima Trinidad.

 

b. Por consentimiento expreso de ella.

 

c. Por razón de “fruto y árbol”.

 

d. Por razón de la herida del corazón.

 

e. Por razón de la entrega.

 

f. Por razón histórica.

 

g. Por razón de la palabra mariana.

 

a. En primer lugar y antes que nada, afirmo que la Virgen María es Corredentora por disposición de Dios. Él así lo ha querido, y punto. Él no quiso venir a este mundo sino era por medio de Su Madre. De modo que el Salvador dispuso traernos la salvación encarnándose en el purísimo vientre de María, y dispuso llevarnos a la salvación haciendo que nos valiésemos de María. La Reina Inmaculada está entonces ligada inconcusamente a nuestra salvación. Podemos ver dicha “disposición” recurriendo al Profeta Isaías: “Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel” (7, 14). Más claro que el agua: “el Señor mismo os dará una señal”. Él quiso entonces asociar a la Santísima Virgen a la obra Redentora.

 

b. En segundo lugar, la Inmaculada es Corredentora por consentimiento: Ella con su “Fiat” fue Puerta abierta para que ingresase a esta Tierra de llanto la Alegría absoluta, nuestra salvación. Su “Fiat” nos trajo la salvación, pues entonces, ¿en qué cabeza cabe negarle a la más hermosa de las criaturas salidas de la mano de la Trinidad el tener una misión Corredentora?

 

c. En tercer lugar, afirmé que la Bienaventurada Virgen María es Corredentora por razón de “fruto y árbol”. Santo Tomás de Aquino comparte bellísimamente con San Eusebio, lo siguiente: “se afirma que Cristo es fruto del vientre y así se refuta a Eutiqes. En efecto, todo fruto es de la misma naturaleza que la planta de donde procede. De donde se deduce que la Virgen es de la misma naturaleza que el segundo Adán, que quita el pecado del mundo (…). El mismo fruto nace de la misma sustancia del árbol” (Catena Aurea, Tomo IV, San Lucas, ed. Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946, p. 26).

 

HERIDA Y ENTREGA

 

d. En cuarto lugar, dije, por razón de la herida del corazón. Cuando María Santísima y San José presentaron al Niño Dios en el templo conforme lo prescribía la ley judía, el anciano Simeón le dijo a ella: “a ti misma una espada te atravesará el corazón”. Asociación profética que vincula, entre otros dolores, la herida del Sagrado Corazón de María con la herida del Sagrado Corazón de Jesús causada por la lanzada que dio el soldado Longino, pues, a no dudarlo, la lanzada fue también espada que atravesó el Corazón Inmaculado de la Madre. Todo el Corazón de María fue todo Cristo, y como ninguna otra criatura pensante, la inteligencia, la voluntad, los sentimientos, todo en María fue Jesús: por eso lo que traspasó al Hijo traspasó a la Madre, lo que hirió al Hijo hirió a al Madre, lo que hizo sufrir al Hijo hizo sufrir a la Madre.

 

e. En quinto lugar, por razón de la entrega. Sabemos que cuando María Santísima estaba al pie de la Cruz, el Divino Crucificado la entregó por madre a San Juan, entrega en la que, conforme enseñanza católica, también nos la dio a nosotros por Madre para que le amemos y nos lleve a Cristo. De modo que, si Jesús mismo nos da a Su Madre para que nos conduzca a Él, de alguna manera, como se ve, la redención nos llega por ella. Luego, es Corredentora.

 

f. En sexto lugar, por razón histórica. Si, como dice la Iglesia y festejan los santos, fue por medio de Eva que Adán pecó y así entró el mal en el mundo, y fue por medio de María que nos vino el Redentor y la redención, no encuentro nada más justo que declarar a la Inmaculada como Corredentora. Comenta Santo Tomás en su Catena Aurea: “Bendita eres entre las mujeres, a saber una sola entre todas las mujeres; para que también sean bendecidas en ti las mujeres como los hombres serán bendecidos en tu Hijo, o más bien en los dos unos y otros: porque así como por medio de una mujer y un hombre entraron en el mundo el pecado y la tristeza, así ahora por una mujer y por un hombre vuelven la bendición y la alegría y se derraman sobre todos” (Tomo IV, San Lucas, ed. Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946, págs. 16 y 17). Clarísimo, ¿no? “Por una mujer y por un hombre vuelven la bendición y la alegría”. Luego, María es Corredentora.

 

g. En séptimo lugar, por razón de la palabra mariana. ¿Qué es esto? La misma Santísima Virgen María ha dicho en el Magnificat movida por el Espíritu Santo: “Porque me ha hecho grandes cosas, el que es poderoso y santo el nombre”. Sí, amadísima Madre: “Te hizo Puerta de salvación”. Y por si quedase dudas de lo afirmado, comentando San Agustín las palabras marianas indicadas, manifiesta: “¿Qué cosas grandes te hizo? Creo que siendo criatura dieras a luz al Criador, y que siendo esclava engendraras al Señor, para que Dios redimiese al mundo por ti, y por ti también le volviese la vida” (Santo Tomás de Aquino, Catena Aurea, tomo IV, San Lucas, ed. Cursos de Cultura Católica, Buenos Aires, 1946, págs. 16 y 17).

 

¿Se ve? Lo pondremos bien en grande para que no queden dudas de las palabras agustinianas: “Para que Dios REDIMIESE al mundo POR TI, y POR TI le VOLVIESE la vida”. Luego, de rondón ha de afirmarse que María Santísima es Corredentora.

 

Para vergüenza y escándalo de todo el protestantismo y de todo el modernismo, las palabras de San Agustín que cité, fueran pronunciadas en el siglo V.

 

Inicialmente hablé de veneno, luego, como pudo apreciarse, diserté sobre el remedio: con él concluyo ahora. ¿Dónde hoy por hoy se encuentra que María es Corredentora? Una vez más, queridos lectores, solo lo hallarán en la Sana Doctrina de la Iglesia Católica, y que, por tanto, está enraizada en la Tradición Católica, aquella que al modernismo le produce verdadera náusea, al punto de preferir denigrar a la Corredentora para congraciarse con uno de los más grandes enemigos de ella: el protestantismo.

 

Se enseña teológicamente con absoluta precisión que de Maria nunquam satis (“de María nunca se dirá suficiente”). No es una exageración, sino una realidad incuestionable. Siempre quedaremos cortos para expresar las Glorias de María. María Santísima no es una diosa al estilo pagano, porque sencillamente una diosa está muerta, es falsa, no tiene gracia y lleva a la idolatría: la Pachamama es una diosa. María Santísima es Madre de la Vida y vida en la Vida, todo en ella es verdad, está llena de gracias y conduce a la latría: ella no es diosa, es sin exageración y para escándalo del modernismo: Madre de Dios.

sábado, 14 de septiembre de 2024

LA DOCTRINA AUTÉNTICA

 

           

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE


AVISO


sobre el libro

Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso

(Orbis Books: Maryknoll, Nueva York 1997)

del Padre

JACQUES DUPUIS, SJ

 

Prefacio

 

Después de un estudio preliminar del libro Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso del Padre Jacques Dupuis, SJ, la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió proceder a un examen completo del texto mediante su procedimiento ordinario, de acuerdo con el Capítulo 3 del Reglamento para el Examen Doctrinal.

 

Es necesario subrayar que este texto constituye una reflexión introductoria a una teología cristiana del pluralismo religioso. No se trata simplemente de una teología de las religiones, sino de una teología del pluralismo religioso, que pretende investigar, a la luz de la fe cristiana, el significado de la pluralidad de las tradiciones religiosas en el plan de Dios sobre la humanidad. Consciente de los problemas potenciales de este planteamiento, el autor no oculta la posibilidad de que su hipótesis suscite tantas preguntas como las que intenta responder.

 

Después del examen doctrinal del libro y del resultado del diálogo con el autor, el Obispo y los Cardenales Miembros de la Congregación, en la Sesión Ordinaria del 30 de junio de 1999, evaluaron el análisis y las opiniones de los Consultores de la Congregación sobre las Respuestas del autor. Los Miembros de la Congregación reconocieron el intento del autor de permanecer dentro de los límites de la ortodoxia en su estudio de cuestiones hasta entonces en gran parte inexploradas. Al mismo tiempo, si bien notaron la voluntad del autor de proporcionar las aclaraciones necesarias, como se evidencia en sus Respuestas, así como su deseo de permanecer fiel a la doctrina de la Iglesia y a la enseñanza del Magisterio, encontraron que su libro contenía notables ambigüedades y dificultades sobre puntos doctrinales importantes, que podrían inducir al lector a opiniones erróneas o perjudiciales. Estos puntos se referían a la interpretación de la mediación salvífica única y universal de Cristo, a la unicidad y completitud de la revelación de Cristo, a la acción salvífica universal del Espíritu Santo, a la orientación de todos los hombres hacia la Iglesia y al valor y significado de la función salvífica de las otras religiones.

 

Al término del procedimiento ordinario de examen, la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió redactar una Notificación [ 1] destinada a salvaguardar la doctrina de la fe católica de errores, ambigüedades o interpretaciones nocivas. Esta Notificación , aprobada por el Santo Padre en la Audiencia del 24 de noviembre de 2000, fue presentada al Padre Jacques Dupuis y fue aceptada por él. Al firmar el texto, el autor se comprometió a asentir a las tesis expuestas y, en su futura actividad teológica y publicaciones, a mantener el contenido doctrinal indicado en la Notificación, cuyo texto debe ser incluido en cualquier reimpresión o ulterior edición de su libro, así como en todas las traducciones.

 

La presente Notificación no pretende ser un juicio sobre el pensamiento subjetivo del autor, sino más bien una exposición de la enseñanza de la Iglesia sobre algunos aspectos de las verdades doctrinales antes mencionadas y una refutación de las opiniones erróneas o nocivas que, prescindiendo de las intenciones del autor, podrían derivarse de la lectura de las afirmaciones ambiguas y de las explicaciones insuficientes que se encuentran en algunas partes del texto. De este modo, se dará a los lectores católicos criterios sólidos de juicio, coherentes con la doctrina de la Iglesia, para evitar las graves confusiones y malentendidos que podrían resultar de la lectura de este libro.

 

I. Sobre la única y universal mediación salvífica de Jesucristo

1. Es necesario creer firmemente que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y resucitado, es el único y universal mediador de la salvación para toda la humanidad. [2]

 

2. Es necesario creer firmemente que Jesús de Nazaret, hijo de María y único Salvador del mundo, es Hijo y Verbo del Padre. [3] Para la unidad del plan divino de salvación centrado en Jesucristo es necesario afirmar también que la acción salvífica del Verbo se realiza en y por medio de Jesucristo, Hijo encarnado del Padre, como mediador de salvación para toda la humanidad. [4] Por tanto, es contrario a la fe católica no sólo proponer una separación entre el Verbo y Jesús, o entre la actividad salvífica del Verbo y la de Jesús, sino también sostener que existe una actividad salvífica del Verbo en cuanto tal en su divinidad, independiente de la humanidad del Verbo encarnado. [5]

 

II. Sobre la unicidad y plenitud de la revelación de Jesucristo

3. Es necesario creer firmemente que Jesucristo es el mediador, el cumplimiento y la plenitud de la revelación. [6] Por tanto, es contrario a la fe católica sostener que la revelación en Jesucristo (o la revelación de Jesucristo) es limitada, incompleta o imperfecta. Además, aunque el conocimiento pleno de la revelación divina se alcanzará sólo en el día de la venida gloriosa del Señor, la revelación histórica de Jesucristo ofrece todo lo necesario para la salvación del hombre y no necesita ser completada por otras religiones. [7]

 

4. Es coherente con la doctrina católica sostener que las semillas de verdad y bondad que existen en otras religiones son una cierta participación en verdades contenidas en la revelación de o en Jesucristo. [8] Sin embargo, es erróneo sostener que tales elementos de verdad y bondad, o algunos de ellos, no derivan en última instancia de la mediación de Jesucristo. [9]

 

III. Sobre la acción salvífica universal del Espíritu Santo

5. La fe de la Iglesia enseña que el Espíritu Santo, que actúa después de la resurrección de Jesucristo, es siempre el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, que actúa de modo salvífico tanto en los cristianos como en los no cristianos. [10] Por tanto, es contrario a la fe católica sostener que la acción salvífica del Espíritu Santo se extiende más allá de la única economía salvífica universal del Verbo encarnado. [11]

 

IV. Sobre la orientación de todos los seres humanos hacia la Iglesia

6. Es necesario creer firmemente que la Iglesia es signo e instrumento de salvación para todos los hombres. [12] Es contrario a la fe católica considerar las diversas religiones del mundo como vías de salvación complementarias de la Iglesia. [13]

 

7. Según la doctrina católica, los seguidores de otras religiones están orientados hacia la Iglesia y todos están llamados a formar parte de ella. [14]

 

V. Sobre el valor y la función salvífica de las tradiciones religiosas

 

8. De acuerdo con la doctrina católica, se debe sostener que «todo lo que el Espíritu realiza en los corazones humanos y en la historia de los pueblos, en las culturas y en las religiones, sirve como preparación al Evangelio (cf. Constitución dogmática Lumen gentium, 16)». [15] Es, por tanto, legítimo sostener que el Espíritu Santo realiza la salvación en los no cristianos también mediante aquellos elementos de verdad y de bondad presentes en las diversas religiones; sin embargo, sostener que estas religiones, consideradas como tales, son caminos de salvación, no tiene fundamento en la teología católica, también porque contienen omisiones, insuficiencias y errores [16] sobre verdades fundamentales sobre Dios, el hombre y el mundo.

 

Además, el hecho de que los elementos de verdad y de bondad presentes en las diversas religiones del mundo puedan preparar a los pueblos y a las culturas a acoger el acontecimiento salvífico de Jesucristo no implica que los textos sagrados de estas religiones puedan ser considerados como complementarios del Antiguo Testamento, que es la preparación inmediata al acontecimiento de Cristo. [17]

 

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la Audiencia del 19 de enero de 2001, a la luz de los ulteriores acontecimientos, confirmó la presente Notificación, adoptada en Sesión Ordinaria de la Congregación, y ordenó su publicación.

Roma, en la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 24 de enero de 2001, memoria de san Francisco de Sales.

 

+ JOSEPH Card. RATZINGER

Prefect

+ Tarcisio BERTONE, SDB

Arzobispo emérito de Vercelli

Secretario

 

[1]      A raíz de las tendencias que se han manifestado en algunos ambientes y que se han hecho cada vez más patentes en el pensamiento de los fieles cristianos, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó la Declaración « Dominus Iesus » sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia ( AAS 92 [2000], 742-765) con el fin de proteger las verdades esenciales de la fe católica. La Notificación se inspira en los principios expresados ​​en la Dominus Iesus en su evaluación del libro del Padre Dupuis.

 

[2]      Cfr. Concilio de Trento, Decreto De peccato originali : DS 1513; Decreto De iustificatione : DS 1522, 1523, 1529, 1530; Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes , 10; Constitución Dogmática Lumen gentium , 8, 14, 28,49,60; Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 5: AAS 83 (1991), 249-340; Exhortación apostólica Ecclesia in Asia , 14: AAS 92 (2000), 449-528; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus, 13-15.

 

[3]      Cf. Primer Concilio de Nicea: DS 125; Concilio de Chacledon: DS 301.

 

[4]      Cfr. Concilio de Trento, Decreto De iustificatione : DS 1529, 1530; Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium , 5; Constitución Pastoral Gaudium et spes , 22.

 

[5]      Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio , 6; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 10.

 

[6]      Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei verbum , 2, 4; Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, 14-15, 92: AAS 91 (1999), 5-88; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 5.

 

[7]      Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 6; Catecismo de la Iglesia Católica , 65-66.

 

[8]      Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen gentium , 17; Decreto Ad gentes , 11; Declaración Nostra aetate , 2.

 

[9]      Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium , 16; Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 10.

 

[10]     Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes , 22; Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 28-29.

 

[11]     Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio , 5; Exhortación Apostólica Ecclesia in Asia , 15-16; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 12.

 

[12]     Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium , 9, 14, 17, 48; Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 11; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 16.

 

[13]     Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio , 36; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 21-22.

 

[14]     Cf. Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium , 13, 16; Decreto Ad gentes , 7; Declaración Dignitatis humanae , 1; Juan Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio , 10; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 20-22; Catecismo de la Iglesia Católica , 845.

 

[15]     Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 29.

 

[16]     Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen gentium , 16; Declaración Nostra aetate , 2; Decreto Ad gentes , 9; Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi , 53: AAS 68 (1976), 5-76; Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio , 55; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 8.

 

[17]     Cfr. Concilio de Trento, Decreto De libris sacris et de tradicionalibus recipiendis : DS 1501; Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Dei Filius , 2: DS 3006; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dominus Iesus , 8.

EL PAPA DESCONCIERTA

 


 para llegar a Dios una religión es tan buena como cualquier otra

 

Luisella Scrosati

 

Brújula cotidiana, 14_09_2024

 

Un giro de 180 grados respecto a su predecesor, un retroceso de más de dos mil años en la historia de las religiones, y -algo inaceptable en boca de cualquier cristiano- la cancelación del corazón del acontecimiento cristiano. Las declaraciones de Francisco con ocasión del encuentro con los jóvenes en el Catholic Junior College de Singapur no dejan lugar a equívocos: para Francisco, todas las religiones conducen a Dios, como si fuera aquello de que todos los caminos conducen a Roma, sin conceder ni siquiera una pequeña ventaja de favor y de simpatía al cristianismo.

 

La exhortación al diálogo interreligioso realizada ayer, 13 de septiembre, supone la tumba no sólo del diálogo interreligioso en sí mismo tal y como lo concibe la Iglesia católica, sino del sentido mismo del cristianismo: “Una de las cosas que más me ha llamado la atención de vosotros, jóvenes, de vosotros aquí presentes, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si os ponéis a discutir: ‘Mi religión es más importante que la tuya...’, ‘La mía es la verdadera, la tuya no es verdadera...’. ¿A dónde conduce todo esto? ¿A dónde? Que alguien responda. ¿A dónde? [Alguien responde: ‘A la destrucción’]. Es así. Todas las religiones son un camino hacia Dios. Son -hago una comparación- como diferentes idiomas, diferentes modismos, para llegar allí. Pero Dios es Dios para todos. Y porque Dios es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. ‘¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!’ ¿Es eso cierto? Sólo hay un Dios y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos hacia Dios. Algunos sijs, algunos musulmanes, algunos hindúes, algunos cristianos, pero son caminos diferentes. ¿Entendido?”.

 

Palabras que sonarían a tópico desarmante en labios de cualquiera, pero que dejan perplejo cuando las pronuncia el sucesor del apóstol Pedro, cuyo ministerio existe para confirmar a sus hermanos en la fe, no para desorientarlos. Francisco, en cambio, lo reinterpreta a su manera, como si san Pedro hubiera entablado un diálogo con judíos y paganos, diciéndoles que la muerte y resurrección de Cristo no aportaron nada sustancialmente decisivo a la historia de la humanidad, salvo un nuevo camino alternativo hacia Dios. Eso sí, un camino opcional en cualquier caso, y sin la pretensión de ser el único verdadero. Como una carretera alternativa a una autopista.

 

Quizá el Papa cree que la afirmación que salió de la mismísima boca de Jesucristo -“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6)- fue la errata de algún copista; o una reinterpretación de los discípulos del Señor, que aún no habían entendido nada del diálogo interreligioso; o incluso un delirio de omnipotencia del un tal Jesucristo, que se creía Dios. “Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también al Padre” (Jn 14, 6-7): una “perspectiva” diametralmente opuesta a la del Papa.

 

No es exagerado en absoluto afirmar que negar que la religión cristiana es la única verdadera, la única capaz de conducir a Dios, poniéndola al mismo nivel que cualquier otro camino religioso de los hombres, significa sencillamente negar la revelación que Cristo hace de sí mismo en los santos Evangelios, que la Iglesia enseña desde su fundación; significa rechazar que los hombres no pueden en modo alguno llegar a Dios, aunque lo busquen, si no es a través de Jesucristo y de su Iglesia; significa no haber entendido nada sobre la necesidad de ser redimidos por la sangre de Jesucristo mediante el bautismo, e incorporados a su Iglesia. Significa precisamente apostatar de toda la fe católica y no sólo errar en alguno de sus puntos.

 

Resulta incomprensible por tanto la superficialidad con la que resuelve la cuestión de la verdad de la religión. Durante siglos, la principal preocupación de los Padres, de los Doctores y de los teólogos ha sido mostrar cómo el cristianismo es la realización de la religio vera. El cardenal Ratzinger, recordando la comparación entre san Agustín y Varrón, había explicado con extrema claridad que en el cristianismo se había producido algo “asombroso”: “Los dos principios fundamentales del cristianismo aparentemente contrapuestos, el vínculo con la metafísica y el vínculo con la historia, se condicionan y relacionan entre sí; juntos constituyen la apología del cristianismo como religio vera” (La victoria de la inteligencia sobre el mundo de las religiones, “30 giorni”, enero de 2000). Traducido: la verdad, el Logos eterno y primordial, ha entrado en la historia, creando el abrazo entre religión y filosofía; la forma histórica asumida por el Verbo constituye el desvelamiento definitivo de la verdad, estableciendo así definitivamente al cristianismo como la religión verdadera, no simplemente en sus principios o, como decimos hoy, en sus “valores”, sino precisamente en su forma histórica que es la Iglesia católica. La buena noticia está aquí: los hombres ya no están abandonados a sí mismos en su búsqueda de la verdad, ni siquiera en su anhelo de lo divino, anhelo condenado sistemáticamente al fracaso, hasta que Dios sale a su encuentro. Y Dios se dio a conocer al hombre en la persona de Jesucristo, Dios se hizo hombre para que los hombres pudieran participar de la vida divina.

 

Con sus desafortunadas afirmaciones, Francisco borra el sentido del cristianismo, el sentido de la encarnación del Verbo y de su Pasión, reduciendo el cristianismo a una religión como cualquier otra e incluso anulando la búsqueda por parte del hombre de la verdad sobre Dios. Se trata de graves afirmaciones que desbaratan el sentido de la Encarnación y de la Redención y que, por tanto, no deberían pasar desapercibidas ante los ojos del Colegio Cardenalicio y de todos los obispos católicos.

jueves, 5 de septiembre de 2024

HOMENAJE

 

A CARLOS ALBERTO SACHERI

 

Por Juan Marcos Pueyrredón

 

 

Quiero rendir hoy un sencillo homenaje a ese gran católico argentino que fue el Dr. Carlos Alberto Sacheri.

 

En la mañana del domingo 22 de diciembre de 1974, a la salida de misa de la catedral de San Isidro fue asesinado por la espalda en presencia de su mujer y de sus siete hijos (el mayor -mi amigo José- tenia por ese entonces 13 años).

 

Él atentado se lo atribuyó la guerrilla marxista, -EL ERP 22 de Agosto-, aunque también se dijo que había sido la Triple A su verdugo.

 

Su prédica constante contra el marxismo y también contra los vicios y la corrupción del partido peronista gobernante, no le convenía a ninguno de ambos bandos.

 

Fue uno de los intelectuales católicos argentinos más brillantes de la época. Gran profesor universitario, orador extraordinario, proclamó a diestra y siniestra la verdad cristiana, siempre de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia y los principios del derecho natural como sustento firme de la sociedad política.

 

Predicó y luchó contra la violencia marxista que intentaba tomar el poder y que se había infiltrado en toda la cultura, incluso dentro de la Iglesia.

 

Proclamó siempre la verdad y la defendió con su vida hasta sus últimas consecuencias, costara lo que costara; sostuvo siempre que la lucha armada contra la subversión marxista debía llevarse a cabo conforme a derecho y a través de medios lícitos.

 

Maestro de la verdad y de la paz, Carlos Alberto Sacheri, entregó su vida por Cristo, o sea por la Verdad con mayúscula y se convirtió así en Mártir, o sea en Testigo de la Fé.

 

Como ha sido dicho, la fuerza provocativa que dimana del martirio y que mueve a reflexionar sobre el sentido de la existencia y sobre el significado esencial que hay que dar a la vida es tan evidente que no se necesita ninguna demostración para convencer de ella.

 

La decisión de llegar a una opción coherente y definitiva encuentra aquí su espacio vital. La historia de los mártires manifiesta con toda lucidez que la muerte de cada uno de ellos, si por una parte dejaba atónitos a los espectadores, por otra sacudía hasta tal punto su conciencia personal que se abrían a la conversión y a la fe: sangre de los mártires, semilla de cristianos.

 

Recordaba Juan Pablo II en el 2000, citando a Tertuliano que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos! CCL 1,171). Acordaos de su valor, continuaba, «fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» (Hb 13,7-8).

 

Estoy seguro que la sangre derramada por Carlos Alberto Sacheri ha sido, es y será semilla de conversión y renovación espiritual nuestra y de muchos otros argentinos.

 

Solo basta, como dice Juan Pablo, ¡recordar a Carlos, fijarse en el desenlace de su vida e imitar su fe. ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13,7-8)!

 

Para terminar, quiero recordar a todos las palabras finales de la conferencia que pronunció Caros Alberto Sacheri en la mañana del 9 de junio de 1973 ante más de 1000 universitarios en la Jornada de Estudios sobre Marxismo que organizaran conjuntamente Acción y Misión (instituciones de la Obra del P. Echeverry Boneo), del cual el suscripto formaba parte. Yo tenía por ese entonces 21 años.

 

Hacía menos de un mes, el 25 de mayo Cámpora había asumido la Presidencia de la Nación, se había dictado la ley de amnistía, todos los guerrilleros presos del ERP y Montoneros en Trelew habían sido liberados y el marxismo había tomado por asalto la universidad y toda la educación argentina. Todos los días morían argentinos víctimas de la violencia.

 

Al final de esa extraordinaria conferencia, el Dr. Carlos Alberto Sacheri, hace profecía de su muerte un año después, con estas palabras:

 

“Leía hace unos días, un texto de San Pablo, de esos textos que son tan terriblemente simples de la Escritura y que uno nunca se cansará de meditarlos y dice esto San Pablo hablando de la redención: “Sin sangre no hay redención”.

 

Yo no creo jugar a la fácil profecía –porque son hechos que ya se están dando en la realidad argentina-, en la Argentina de 1973 correrá mucha sangre y si nosotros los católicos, universitarios católicos, no estamos dispuestos a dejar correr nuestra propia sangre en una militancia heroica, la Argentina será marxista y no será católica.

 

En nuestras manos está eso. Sin sangre no hay Redención. Y lo que vale en el orden estrictamente sobrenatural para el cual habla San Pablo de la Redención de Cristo, vale también para la Redención secular de una Argentina, de una sociedad tradicionalmente cristiana, que debe reencontrarse definitivamente a sí misma en el sendero de la cual lo apartó el liberalismo de nuestros abuelos.

 

Todo el mundo marcha a esto, pero no por los postulados gratuitos del marxismo, sino por nuestra inercia, por nuestra fatiga en el combate.

 

Entonces, esto ¿Cómo se supera?, se supera con una militancia nuestra. Y termino recordando un texto muy paulino de las “armas de la justicia”. Recordemos que las armas de la justicia son armas de justicia, pero tienen acero muy afilado en la punta. Nada más. Carlos A. Sacheri"

 

En esta Argentina tan descreída muchas veces con razón de su clase dirigente, el testimonio de la vida y de la muerte de Carlos Alberto. Sacheri es como una corriente de aire fresco, como un canto a la esperanza, que nos mueve a todos a buscar una Patria mejor…


Homenaje

 a Carlos Alberto Sacheri

 

Por Juan Marcos Pueyrredón

 

Academia del Plata, 19-3-2019

 

Quiero rendir hoy un sencillo homenaje a ese gran católico argentino que fue el Dr. Carlos Alberto Sacheri.

 

En la mañana del domingo 22 de diciembre de 1974, a la salida de misa de la catedral de San Isidro fue asesinado por la espalda en presencia de su mujer y de sus siete hijos (el mayor -mi amigo José- tenia por ese entonces 13 años).

 

Él atentado se lo atribuyó la guerrilla marxista, -EL ERP 22 de Agosto-, aunque también se dijo que había sido la Triple A su verdugo.

 

Su prédica constante contra el marxismo y también contra los vicios y la corrupción del partido peronista gobernante, no le convenía a ninguno de ambos bandos.

 

Fue uno de los intelectuales católicos argentinos más brillantes de la época. Gran profesor universitario, orador extraordinario, proclamó a diestra y siniestra la verdad cristiana, siempre de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia y los principios del derecho natural como sustento firme de la sociedad política.

 

Predicó y luchó contra la violencia marxista que intentaba tomar el poder y que se había infiltrado en toda la cultura, incluso dentro de la Iglesia.

 

Proclamó siempre la verdad y la defendió con su vida hasta sus últimas consecuencias, costara lo que costara; sostuvo siempre que la lucha armada contra la subversión marxista debía llevarse a cabo conforme a derecho y a través de medios lícitos.

 

Maestro de la verdad y de la paz, Carlos Alberto Sacheri, entregó su vida por Cristo, o sea por la Verdad con mayúscula y se convirtió así en Mártir, o sea en Testigo de la Fé.

 

Como ha sido dicho, la fuerza provocativa que dimana del martirio y que mueve a reflexionar sobre el sentido de la existencia y sobre el significado esencial que hay que dar a la vida es tan evidente que no se necesita ninguna demostración para convencer de ella.

 

La decisión de llegar a una opción coherente y definitiva encuentra aquí su espacio vital. La historia de los mártires manifiesta con toda lucidez que la muerte de cada uno de ellos, si por una parte dejaba atónitos a los espectadores, por otra sacudía hasta tal punto su conciencia personal que se abrían a la conversión y a la fe: sangre de los mártires, semilla de cristianos.

 

Recordaba Juan Pablo II en el 2000, citando a Tertuliano que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos! CCL 1,171). Acordaos de su valor, continuaba, «fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» (Hb 13,7-8).

 

Estoy seguro que la sangre derramada por Carlos Alberto Sacheri ha sido, es y será semilla de conversión y renovación espiritual nuestra y de muchos otros argentinos.

 

Solo basta, como dice Juan Pablo, ¡recordar a Carlos, fijarse en el desenlace de su vida e imitar su fe. ¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13,7-8)!

 

Para terminar, quiero recordar a todos las palabras finales de la conferencia que pronunció Caros Alberto Sacheri en la mañana del 9 de junio de 1973 ante más de 1000 universitarios en la Jornada de Estudios sobre Marxismo que organizaran conjuntamente Acción y Misión (instituciones de la Obra del P. Echeverry Boneo), del cual el suscripto formaba parte. Yo tenía por ese entonces 21 años.

 

Hacía menos de un mes, el 25 de mayo Cámpora había asumido la Presidencia de la Nación, se había dictado la ley de amnistía, todos los guerrilleros presos del ERP y Montoneros en Trelew habían sido liberados y el marxismo había tomado por asalto la universidad y toda la educación argentina. Todos los días morían argentinos víctimas de la violencia.

 

Al final de esa extraordinaria conferencia, el Dr. Carlos Alberto Sacheri, hace profecía de su muerte un año después, con estas palabras:

 

“Leía hace unos días, un texto de San Pablo, de esos textos que son tan terriblemente simples de la Escritura y que uno nunca se cansará de meditarlos y dice esto San Pablo hablando de la redención: “Sin sangre no hay redención”.

 

Yo no creo jugar a la fácil profecía –porque son hechos que ya se están dando en la realidad argentina-, en la Argentina de 1973 correrá mucha sangre y si nosotros los católicos, universitarios católicos, no estamos dispuestos a dejar correr nuestra propia sangre en una militancia heroica, la Argentina será marxista y no será católica.

 

En nuestras manos está eso. Sin sangre no hay Redención. Y lo que vale en el orden estrictamente sobrenatural para el cual habla San Pablo de la Redención de Cristo, vale también para la Redención secular de una Argentina, de una sociedad tradicionalmente cristiana, que debe reencontrarse definitivamente a sí misma en el sendero de la cual lo apartó el liberalismo de nuestros abuelos.

 

Todo el mundo marcha a esto, pero no por los postulados gratuitos del marxismo, sino por nuestra inercia, por nuestra fatiga en el combate.

 

Entonces, esto ¿Cómo se supera?, se supera con una militancia nuestra. Y termino recordando un texto muy paulino de las “armas de la justicia”. Recordemos que las armas de la justicia son armas de justicia, pero tienen acero muy afilado en la punta. Nada más. Carlos A. Sacheri"

 

En esta Argentina tan descreída muchas veces con razón de su clase dirigente, el testimonio de la vida y de la muerte de Carlos Alberto. Sacheri es como una corriente de aire fresco, como un canto a la esperanza, que nos mueve a todos a buscar una Patria mejor…


Academia del Plata, 19-3-2019