Cómo entender la necesidad de la Iglesia para la salvación.
Artículo original en inglés de James Akín, ex-evangélico.
Traducción de Cesar Granda
La cuestión
Uno de los documentos papales más controversiales que existen es la bula Unam Sanctam, la cual fue escrita en 1302 por el Papa Bonifacio VIII. Hoy en día, la parte más controversial de esta bula es el siguiente pronunciamiento infalible: “Así pues, por eso, nosotros declaramos, afirmamos, definimos, y proclamamos que para toda criatura humana es, en conjunto, necesario para la salvación estar sujeto a la autoridad del Pontífice Romano.”
Esta doctrina es extraordinariamente polémica. Algunos “Católicos” extremistas afirman (contrario a otras enseñanzas de la Iglesia, incluyendo otra definición infalible) que esto significa que todo el que no sea un Católico practicante, completamente consagrado no se podrá salvar. No-Católicos encuentran este argumento ofensivo, sectario, y anti-Cristiano en sentimiento.
La mayoría de los Católicos que conocen la existencia de esta definición la encuentran humillante, especialmente en la edad ecuménica que vivimos hoy en día, y muchos tratan de ignorarla o rechazarla, aunque hasta Católicos liberales admiten que es una definición teológica genuina y que debe tomársela como verdad cuando no se la saca de contexto.
La verdad de esta definición fue reiterada en el Concilio del Vaticano II, el cual afirmó: “[Este] sagrado Concilio … enseña, basado en la Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrina es necesaria para la Salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de la salvación, presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia, y El, inculcando con palabras concretas la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc., 16,16; Jn., 3,5), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una puerta. Por lo cual no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, rehusaran entrar o no quisieran permanecer en ella.” (Lumen Gentium 14).
Muchos estudiosos modernos explican esta doctrina de una manera que le roban su contenido. En 1950, en la encíclica Humani Generis, el Papa Pío XII, quien admitió la posibilidad de salvación para los no-Católicos, se lamentaba que algunos teólogos Católicos se habían “reducido a una visión exclusivista de Salvación”, esta enseñanza no significa que todo aquel que no sea un Católico completamente consagrado no podrá salvarse. De la manera que otras enseñanzas de la Iglesia lo han aclarado, incluyendo otra definición doctrinal, es posible que una persona pueda salvarse sin que sea Católico profesante. Pertenecer formalmente a la Iglesia y formalmente ser sujeto al Pontífice Romano son necesidades normativas en vez de necesidades absolutas.
Una necesidad absoluta es una necesidad que estrictamente se sostiene en todos los casos sin excepciones. Una necesidad normativa es usualmente requerida, aunque hay excepciones. Un ejemplo de necesidad normativa de la vida cotidiana americana es la practica de manejar en el carril derecho de la carretera. Esto se requiere normalmente, pero hay excepciones, tales como situaciones de emergencia. Por ejemplo, si un niño inesperadamente se cruza la calle, puede que sea necesario (y es legalmente permitido) moverse rápidamente al carril izquierdo para evitar atropellarlo. Así que la necesidad de manejar en el carril derecho es una necesidad normativa más que una necesidad absoluta.
El que sea una necesidad normativa o una necesidad absoluta el estar unido a la Iglesia Católica depende del tipo de unidad con la Iglesia que nos estemos refiriendo, porque hay diferentes maneras de estar asociado con la Iglesia Católica.
Una persona que ha sido bautizada y ha sido recibida en la Iglesia es totalmente y formalmente un Católico. El Concilio del Vaticano II afirma: "Están plenamente incorporados a la sociedad que es la Iglesia aquellos que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos los medios de salvación establecidos en ella y están unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontífice y de los obispos, mediante los lazos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión." (Lumen Gentium 14, Catecismo de la Iglesia Católica 837).
Pero es también posible estar “asociado” o “parcialmente incorporado” en la Iglesia Católica. El Concilio del Vaticano II afirma: “La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro.” (Lumen Gentium 15). “Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica'. (Unitatis Redintegratio 3; CIC 838).
Aquellos que no han sido bautizados son también puestos en una comunión imperfecta con la Iglesia, aunque no se den cuenta, si poseen la virtudes de fe, esperanza y caridad o amor (1 Cor 13,13). El Papa Pío XII explica que los. “A estos vínculos jurídicos [de la Iglesia], que ya por sí solos bastan para superar a todos los otros vínculos de cualquier sociedad humana por elevada que sea, es necesario añadir otro motivo de unidad por razón de aquellas tres virtudes que tan estrechamente nos juntan uno a otro y con Dios, a saber: la fe, la esperanza y la caridad cristiana... [si] los lazos de la fe y esperanza que nos unen a nuestro Divino Redentor en su Cuerpo místico son de gran firmeza e importancia, no son de menor valor y eficacia los vínculos de la caridad... Dios es caridad: Y quien permanece en la caridad, permanece en Dios y Dios en él [1 Jn 4,16]… La caridad... es la virtud que -más estrechamente que toda otra virtud- nos une con Cristo” (Mystici Corporis 32, 33).
Entender esta distinción entre comunión perfecta e imperfecta con la Iglesia es esencial para entender la necesidad de ser Católico. Es una necesidad absoluta – sin ninguna excepción – estar unidos a la Iglesia de alguna manera, por lo menos a través de las virtudes de fe, esperanza y caridad. Sin embargo, es solamente normativamente necesario estar completamente incorporado o comunión perfecta con la Iglesia Católica. Hay excepciones a ese requerimiento, como lo enseñó el Concilio de Trento (ver abajo), aunque aun en ese caso es normativamente necesario.
En nuestra discusión a continuación, la palabra “necesario” va a significar “normativamente necesario,” no “absolutamente necesario.”
Necesidad de Medio y Precepto
Los teólogos también diferencian entre cosas que son necesarias por precepto y cosas que son necesarias como medio. El mismo ejemplo de conducir en el carril derecho de la carretera sirve para ilustrar ambas instancias. En América conducir en el carril derecho es una necesidad de precepto porque la ley así lo requiere. Sin embargo, también es necesario como un medio porque si uno desea tener un viaje seguro por las autopistas en América entonces uno debe conducir en el carril derecho de la carretera. Si deseas llegar de una manera segura a tu destino, los medios para eso es conducir en el carril derecho.
Así que manejar en el carril derecho de la carretera es una necesidad normativa por precepto (porque así lo requiere la ley) y un necesidad normativa de medio (porque es necesario normalmente manejar en el lado derecho para llegar de manera segura a nuestro destino). Sin embargo, no es una necesidad absoluta de precepto (porque la ley tiene sus excepciones) o una necesidad absoluta de medio (porque para llegar de manera segura a nuestro destino a veces requiere que nos cambiemos de carril como una maniobra de emergencia).
Con respecto a que ser Católico es una necesidad de precepto y una necesidad de medio, es una necesidad de precepto porque Dios así lo ordena, porque “la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria,” Lumen Gentium 14, (CIC 846) y es una necesidad de medio porque la Iglesia Católica es el sacramento de salvación para la humanidad, la cual contiene todos los medios de la gracia."Como sacramento, la Iglesia es instrumento de Cristo. Ella es asumida por Cristo 'como instrumento de redención universal', 'sacramento universal de salvación', por medio del cual Cristo 'manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios por el hombre'" (CIC 776, citando Vaticano II en Lumen Gentium 9:2, 48:2, y Gaudiam et Spes 45:1).
La Ofensa del Evangelio
Para muchos esta enseñanza suena extremadamente ofensiva, sectaria, y anti-Cristiana. ¿Pero lo es? Mientras que Cristianos no-Católicos se escandalizan cuando se dice que se deber ser Católico para ser salvado, muchos no se escandalizan cuando se dice que se debe ser Cristiano para ser salvado. Evangélicos y Fundamentalistas se los conoce por afirmar precisamente esto. Muchos hasta dicen que es una necesidad absoluta – sin excepción – y critican a los Católicos por decir que algunos no-Cristianos puedan entrar al Cielo. Ellos afirman que al permitir esto la Iglesia ha denigrado el evangelio.
Usando las Escrituras podemos refutar esto citando pasajes como Hechos 10,34-35, en la cual Pedro declara que cualquiera que tema a Dios y que obre justicia es aceptable a Dios. En Hechos 17,23, Pablo dice que algunos Griegos adoraban al Dios verdadero en ignorancia. En Rom 2,13-16, Pablo afirma que algunos gentiles no tienen la ley de Moisés – refiriéndose a gentiles no-Cristianos, ya que ellos son los que no tienen la ley de Moisés – pueden ser exentos por sus conciencias y declarados justos en el día del juicio.
Evangélicos y Fundamentalistas encuentran ofensiva la afirmación de que uno debe ser Católico para ser salvado, pero esta afirmación es igual de ofensiva para los no-Cristianos que la afirmación Evangélica que uno debe ser Cristiano para ser salvado. No-Cristianos se quejan regularmente de que esta afirmación es ofensiva, sectaria y hasta “anti-Cristiana”. Sin embargo, Protestantes argumentan que esta afirmación de ninguna manera es ofensiva o sectaria; sino que es simplemente verdad. Uno debe ser Cristiano (por lo menos normativamente) para ser salvado.
Para reforzar esto, ellos citan versos tales como Juan 14:6 y Hechos 4:11-12. En el primero, Jesús declara, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino es por mí”. En el segundo, Pedro declara que Jesús es “la piedra rechazada de vosotros los edificadores, la cual se ha convertido en la cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos ser salvos”. Ambos pasajes enseñan la necesidad (normativa) de ser Cristianos para ser salvados, y Protestantes están en lo correcto al citarlos.
Esto significa que la afirmación Católica de que nosotros debamos ser parte de un grupo particular no es más ofensiva, sectaria o anti-Católica que la correspondiente afirmación Protestante. Simplemente incluye un grupo de cierto modo más pequeño – Católicos – en vez de un grupo de cierto modo más grande – Cristianos (la mayoría de los cuales son Católicos para empezar [1000 millones de Católicos en comparación con 400 millones de Protestantes]). Esta afirmación es parte de la “ofensa” del evangelio, ya que el evangelio demanda un compromiso radical a Cristo (y correspondientemente a su Iglesia). No-Cristianos naturalmente encuentran este llamado a una realineación radical y renovación de compromiso ofensivo, pero no hay nada irracional al respecto. Es parte de la “ofensa” del evangelio.
Similarmente, no hay irracionalidad acerca de la demanda del Evangelio porque el compromiso a Cristo implica un correspondiente compromiso con Su Iglesia. Cuando ellos encuentran esto ofensivo, Evangélicos y Fundamentalistas están teniendo la misma reacción emocional que otros tienen a su propia afirmación. Esto no tiene nada que ver con que la afirmación sea verdad; simplemente es parte de la “ofensa” del Evangelio.
El Argumento
¿Cómo puede un Católico entonces probar que es necesario ser Católico y estar sujeto al Papa? La respuesta es que ambas cosas son refinamientos de lo que significa ser Cristiano. Para ser Cristiano es normativamente necesario ser miembro formal de la Iglesia que Cristo fundó. Esta es, por Sucesión Apostólica, la Iglesia Católica y ninguna otra. Y para ser miembro formal de la Iglesia Católica es necesario estar formalmente sujeto al líder terreno que Cristo mismo estableció para su Iglesia: El Papa.
Así un Católico puede construir un argumento para la definición de Unam Sanctam de la siguiente manera:
1) Para ser salvado es necesario ser Cristiano.
2) Para ser Cristiano es necesario ser miembro de la Iglesia de Cristo.
3) Para ser un miembro de la Iglesia de Cristo es necesario ser miembro de la Iglesia Católica.
4) Para ser miembro de la Iglesia Católica es necesario estar sujeto a las Pontífice Romano.
5) Por eso, es necesario para la Salvación estar sujeto al Pontífice Romano.
En este argumento, las necesidades son todas normativas y el tipo de membresía siendo discutida es membresía formal. El argumento tiene una forma lógicamente válida (de hecho, expresa una variación en lo que se conoce como forma argumentativa de “silogismo hipotético”), lo que significa que la verdad de esta conclusión depende solamente en la verdad de las bases que esta contiene.
La primera base podemos tomarla como establecida. Los versos citados anteriormente, Juan 14:6 y Hechos 4:11-12, muestran que es (normativamente) necesario ser Cristiano para ser salvados.
Protestantes y Católicos también están de acuerdo en la Segunda base, aunque difieren en la naturaleza de la Iglesia de Cristo. Protestantes dicen que es necesario ser miembro de la Iglesia de Cristo porque en su punto de vista todos los Cristianos verdaderos son automáticamente miembros de la Iglesia de Cristo, la cual ellos definen como la invisible comunión espiritual de todos los verdaderos Cristianos.
Católicos dicen que es normativamente necesario para los Cristianos ser miembros de la Iglesia de Cristo por dos razones. Primero, porque el bautismo automáticamente nos incorpora en la Iglesia Católica (Rom 6:3, Gal 3:27) a menos que algún asalto a la unidad de la Iglesia – tales como herejía o cisma – evite que uno sea o que permanezca totalmente incorporado en ella. (cf. Rom 11:19-23, Col 2:18-19). Porque bautismo es el medio por el cual uno se hace Cristiano, hay la necesidad de medios para un Cristiano para que sea Católico.
Segundo, porque Cristo también demanda que Sus seguidores estén sujetos a los líderes de la Iglesia que El ha establecido (incluyendo el papa). Esto significa que es una necesidad de precepto para un Cristiano que sea miembro de la Iglesia Católica (1 Tes 5:12-13, Heb 13:7, Heb 13:17; cf. Mat 16:18, Lucas 10:16, Hechos 20:28).
La Naturaleza de la Iglesia
Cuando un Protestante objeta al argumento dado anteriormente, es a la tercera proposición – que la Iglesia Católica es la Iglesia que Cristo fundó. Ambos partidos están de acuerdo en los dos puntos anteriores. Aunque está fuera del ámbito de este artículo dar una prueba completa de la tercera proposición (esta es una de las mayores tareas de la apologética Católica), podemos ofrecer una prueba minúscula.
Protestantes y Católicos están de acuerdo que Cristo fundó alguna Iglesia y que esta Iglesia va a permanecer para siempre (Mat 16:18). La pregunta es que si esta Iglesia es una comunión visible que puede ser identificada o si es que es puramente una comunión espiritual constituida por todos los que van a ser salvados. Si es una comunión visible, la Iglesia Católica es el único candidato plausible, ya que esta es la única iglesia que se extiende en sucesión a los Apóstoles y a Cristo mismo (la comunión de la Iglesia Ortodoxa del Este con Roma no se dio finalmente sino hasta los 1450’s, solamente 50 años antes de la Reforma Protestante). Nosotros podemos entonces dar un argumento reducido para la tercera proposición al mostrar que la Iglesia que Cristo fundó es una comunión visible.
Esto es mostrado en Mateo 16:17-19, el pasaje en el cual Cristo prometió que las puertas del infierno nunca prevalecerían en contra de su Iglesia (o sea que siempre existiría). Varios factores en el texto demuestran que Jesús estaba refiriéndose a una comunión visible.
Primero, Jesús hizo a Pedro la cabeza de esta Iglesia (Mat 16:18, Juan 21:15-17), sin embargo Jesús no estaba ciertamente haciendo a Pedro la cabeza de una Iglesia invisible. Es la propia prerrogativa de Cristo de ser la cabeza de la comunión invisible de Cristianos la cual se extiende desde el Cielo a la Tierra (Ef 5:23). Por eso, Jesús tiene que haber hecho a Pedro la cabeza de una Iglesia visible, terrenal. (No vamos a argumentar aquí que Jesús hizo a Pedro la cabeza, aún si alguien no está de acuerdo, los argumentos que quedan prueban nuestro caso.)
Segundo, Jesús le dio a Pedro las llaves del reino de los cielos (Mat 16:19), los cuales son para uso en el gobierno de la Iglesia (Comparar Isaías 22:22 – el paralelo del Antiguo Testamento a este verso). Pero uno no puede gobernar una comunión invisible de creyentes, solamente una visible.
Tercero, Jesús dio a Pedro el poder de atar y desatar (Mat 16:19), el cual Mateo 18:17-18 indica que es usado en la disciplina de la Iglesia. Pero uno no puede ejercer la disciplina de la Iglesia sobre un cuerpo invisible. Efectivamente, Mateo 18:17-18 se refiere a la excomunión pública, en la cual un individuo es tratado por la Iglesia como “un gentil o un recaudador de impuestos” (es decir, un no-creyente) (Mat 18:17).
Cuarto, Jesús explícitamente afirmó que Pedro ejercería el poder de atar y desatar en la Tierra. Esto muestra que su autoridad es una autoridad terrenal, sobre una Iglesia terrenal.
Quinto, Jesús prometió que las puertas del infierno no prevalecerían en contra de su Iglesia (Mateo 16:18), lo que significa que la Iglesia siempre existiría. Pero sería ridículo prometer que una Iglesia invisible no va a dejar de existir ya que algunos de los miembros de la Iglesia están en el cielo y la Iglesia Celestial de Cristo no se puede terminar nunca por su propia naturaleza (2 Cor 4:18). Solamente una comunión visible y terrenal necesita una promesa de que nunca perecerá.
Así, vemos que hay abundantes razones para concluir que la Iglesia a la cual Jesús se estaba refiriendo en Mateo 16:17-19 era una comunión visible de creyentes, y, ya que solamente la Iglesia Católica se remonta a Jesús y a los apóstoles por sucesión, solamente ella puede ser la Iglesia que Jesús fundó y edificó.
Unión con el Papa
Esto nos deja con la cuarta proposición – la cual dice que para ser Católico uno debe estar sujeto al Pontífice Romano. Dos líneas de evidencia demuestran esta proposición.
Primero, si uno es miembro de cualquier organización formal, uno está por naturaleza sujeto a su líder (si es que tiene uno). Los límites de organizaciones formales son establecidos por quienes esta unidos con su líder. Si alguien no está en unión formal con el líder, uno no es miembro de la organización. Esto se mantiene sin importar el grupo en cuestión. Si alguien no se sujeta al rey, uno no es un ciudadano de ese reino. Si uno no está sujeto formalmente al chairman, un no es miembro de ese comité. Ya que Jesús hizo a Pedro el líder de la Iglesia terrenal, alguien que sea miembro de la Iglesia está necesariamente sujeto al papa.
Todos los Católicos tiene por lo menos una sujeción formal al papa por su misma membresía en la Iglesia. En práctica, sin embargo, muchos no viven esta obligación de dar sujeción real, y hasta pueden declarar que encuentran la noción de “sujeción” a cualquiera repulsiva. Esto es similar a como muchos políticos radicales pueden rechazar al presidente de la nación, aunque ellos estén formalmente sujetos a él por su ciudadanía. Si alguien rechaza la sujeción al papa, esta persona es automáticamente excomulgada por haber entrado en cisma, lo cual se define como “rechazo a la sujeción al Pontífice Romano o de la comunión con los miembros de la Iglesia sujetos a él” (Catecismo de la Iglesia Católica 2089.)
Segundo, Jesús le dio a Pedro las llaves del reino. Llaves se utilizan para abrir y cerrar puertas a través de la cuales gente entra. Jesús de esta manera le dio a Pedro el poder de admitir o excluir a alguien de la Iglesia. Este poder es a menudo ejercido en el nombre de Jesús a través del papa por sus sacerdotes, quien por bautismo o profesión de fe traen nuevos miembros dentro de la Iglesia, pero el poder le fue dado al Papa. Cuando alguien es admitido a la Iglesia, es a través del ejercicio de las llaves del reino. Las llaves pueden potencialmente excluir a alguien a través de excomunión. Tanto la ganancia o la pérdida de membresía son funciones del poder de las llaves, la cual lo tiene el Papa.
Las Escrituras nos muestran de esta manera que las cuatro proposiciones dadas arriba son verdad. Es normativamente necesario para la salvación estar sujeto al Papa. Esto no es por ninguna cualidad especial del Papa por si solo, sino porque él es el líder que Cristo designó para su Iglesia, y porque membresía total en su Iglesia es normativamente necesaria para ser Cristiano, lo cual es normativamente necesario para la salvación.
Excepciones a la Regla
Es posible en algunas instancias que una persona sea salvada sin que se cumplan estas obligaciones. Si una persona es inocentemente ignorante de su obligación de unirse a la Iglesia entonces Dios no lo responsabilizará por ello, sino permitirá que sea posible que esta persona se salve.
Una persona es inocentemente ignorante si es que no ha visto evidencia suficiente de la verdad de la fe Católica (según sus facultades mentales y/o por alguna evidencia opuesta que se le haya sido dada por anti-católicos). Pero si es que la persona ha visto suficiente evidencia de esta verdad, o si es que ha visto evidencia que le urja investigar más a fondo el tema, pero no lo hace, entonces su ignorancia no es inocente.
Aún para aquellos que son inocentemente ignorantes, la salvación no se alcanza sin algún tipo de unión con la Iglesia. La enseñanza de la Iglesia Católica ponen en claro que uno puede estar unido con la Iglesia de manera que no implica un completa incorporación a ella. Solamente los Católicos están totalmente incorporados, aunque no-Católicos que estén en estado de gracia están parcialmente unidos a ella (usando la terminología del Concilio del Vaticano II), aún cuando no se den cuenta de ello.
Vaticano II afirma: “Aquellos que, sin culpa propia, no conocen el Evangelio de Cristo o su Iglesia, pero que sin embargo buscan a Dios con un corazón sincero, y, movidos por la gracia, tratan en sus acciones de hacer su voluntad como ellos la conocen a través de lo que les dicta su conciencia – aquellos también pueden alcanzar la salvación eterna. La divina providencia no negará la asistencia necesaria para la salvación a aquellos que, sin culpa de ellos, no hayan llegado a un conocimiento explícito de Dios, y quienes, no sin gracia, se esfuerzan en llevar una vida recta … Pero muy a menudo, engañados por el Maligno, los hombres se han envanecido en sus razonamientos, han cambiado la verdad de Dios por una mentira y han servido al mundo en vez de al Creador (cf. Rom 1:21 and 25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: "Predicad el Evangelio a toda criatura (cf. Mc., 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos” (Lumen Gentium 16).
Algunos tradicionalistas radicales “Católicos” no se satisfacen con la enseñanza de Vaticano II y demandan más prueba de que algunos quienes no están en unión formal con la Iglesia pueden ser salvados. Podríamos citar los escritos de muchos papas anteriores a Vaticano II para mostrar esto (Por ejemplo, la alocución de Pio IX, Singulari Quadem, dada el día después de que definiera la Inmaculada Concepción en 1854, o su encíclica de 1863 Quanto Conficiamur Moerore, o la encíclica de Pío XII Mystici Corporis), pero para acortar el desarrollo del tema, veamos a la definición infalible del Concilio de Trento (1545-1563), cuyas enseñanzas fueron formuladas en uno de los periodos más amargamente polémicos y menos ecuménicos en la historia, y el cual para los tradicionalistas radicales “Católicos” es una fuente absolutamente indiscutible.
Trento acerca de Bautismo de Deseo
Canon IV de “Canones en los Sacramentos en General” de Trento afirma, “Si alguien dice que los sacramentos de la Nueva Alianza no son necesarios para la salvación sino que son superfluos, y que aunque no todos son necesarios para todo individuo, sin ellos o sin el deseo de ellos … los hombres pueden obtener de Dios la gracia de justificación, que sea anatema [excomulgado].” Esta es una afirmación infalible porque definiciones dadas por concilios ecuménicos, en las cuales anatemas son pronunciadas, son reconocidas como definiciones infalibles a la doctrina en discusión.
Trento enseña que aunque no todos los sacramentos son necesarios para la salvación, los sacramentos en general lo son. Sin ellos o sin el deseo de ellos los hombres no pueden obtener la gracia de justificación, pero con ellos o con el deseo de ellos los hombres pueden ser justificados. El sacramento a través del cual nosotros recibimos inicialmente justificación es bautismo. Pero ya que el canon enseña que hay la posibilidad de ser justificados con el deseo de los sacramentos, también hay la posibilidad de ser justificado con el deseo al bautismo.
Esto se confirma en el capítulo cuatro del Decreto en Justificación de Trento. Este capítulo define justificación como “una traducción del estado en el cual el hombre nace como un niño del primer Adán al estado de gracia y de la ‘adopción de los hijos’ de Dios a través del segundo Adán, Jesucristo, nuestro Salvador.” Así, Justificación incluye el estado de gracia (salvación). El capítulo también afirma que “esta traducción, después de la promulgación del evangelio, no puede tomar efecto a menos que sea a través del lavado de regeneración o un deseo a este, como esta escrito: ‘A menos que un hombre nazca nuevamente de agua y del Espíritu Santo, no podrá entrar al reino de Dios’ [Juan 3,5].” Justificación, y por ende el estado de gracia, pueden tomar efecto a través del deseo por bautismo (para ejemplos Escriturales de deseo de Bautismo, ver Hechos 10:44-48, también Lucas 23:42-43).
Solamente bautismo con agua lo hace a uno miembro formal de la Iglesia; no así bautismo de deseo. Ya que justificación puede recibirse a través de deseo de bautismo, como lo afirma Trento, justificación y de esta manera estado de gracia puede recibirse sin membresía formal en la Iglesia.
Deseo Implícito
Enseñanzas Católicas posteriores han clarificado la naturaleza de este deseo y han mostrado que pueden ser explícito o implícito. Uno tiene deseo explícito de bautismo si es que uno concientemente desea y resuelve ser bautizado (como con catecúmenos y otros). Uno tiene un deseo implícito si es que uno resolvería ser bautizado si supiera la verdad plena.
¿Cómo funciona el deseo implícito? Consideremos la siguiente analogía: Supongamos que hay una persona que está enferma y necesita una inyección de penicilina para mejorarse. Él le dice al médico, “Doctor ¡tiene que darme algo para que me ayude a mejorarme!” El doctor mira su informe médico y dice, “Oh, lo que quieres es penicilina. Esa es la medicina correcta para ti.” En este caso esta persona tenía un deseo explícito por una medicina para mejorarse – sea cual fuere esa medicina – y la medicina apropiada era penicilina. Así esta persona tenia un deseo implícito por penicilina aun cuando él nunca había oído de ella antes. Así el doctor dice: “Lo que tu quieres es penicilina.” Esto demuestra que es posible querer algo sin saber lo que es.
Una persona que tiene deseo de ser salvada y de llegar a la verdad, sin importar lo que esa verdad termine siendo, tiene un deseo implícito por Catolicismo y por la Iglesia Católica, porque allí es donde la verdad plena y la salvación se obtienen. Entonces al resolver seguir el camino de la salvación y la verdad, esta persona resuelve seguir a la Iglesia Católica, aun cuando esta persona no sepa que eso es lo que esta buscando. De esta manera, esta persona implícitamente añora ser Católico al añorar explícitamente y resolver buscar la salvación y la verdad.
Escritos papales y conciliares en los últimos cien años han clarificado que aquellos que son conscientemente no-Católicos en su teología pueden tener un prevaleciente deseo implícito por la verdad y por ende por Catolicismo. El papa Pío XII afirmó que en lo que concierne a algunos de “aquellos que no pertenecen al organismo visible de la Iglesia Católica, … por cierto inconsciente deseo y aspiración están ordenados al Cuerpo místico del Redentor” (Mystici Corporis 46).
¿Cómo funciona esto? Consideremos nuestro ejemplo del hombre enfermo quien necesita penicilina. Supongamos que él piensa que una sulfa-medicina lo va a curar y él explícitamente la desea. Así que le dice al doctor, “Doctor, estoy realmente enfermo, me tiene que dar una sulfa-medicina para que me mejore.” Pero el doctor nota en su informe médico que el tiene alergia a sulfa-medicinas, y dice, “No, tu no puedes tomar eso; lo que en realidad necesitas es penicilina.” En este caso el deseo principal de esta persona es mejorarse; él simplemente ha confundido lo que lo va a llevar a ello. Ya que su deseo principal es mejorarse, él implícitamente desea lo que sea que va a causar que se mejore. Así que él implícitamente desea la droga correcta y va a desear explícitamente esa medicina tan pronto como se de cuenta que sulfa-medicinas no van a funcionar.
Como lo indican escritos papales y conciliares, lo mismo es posible en religión. Si el deseo principal de una persona es la salvación y la verdad, entonces esta persona implícitamente desea el Catolicismo aun cuando este concientemente equivocado en lo que le va a traer salvación y verdad. Esta persona puede que sea miembro de alguna otra comunidad eclesial, sin embargo desea salvación y verdad tanto que instantáneamente se convertiría al Catolicismo si es que supiera la verdad al respecto. En este caso, su deseo principal sería salvación y verdad – donde sea que se las pueda encontrar – en vez de que su deseo principal sea membresía en una iglesia no-Católica.
Sin embargo, la situación puede ser al revés. Es posible que una persona pueda tener un deseo más fuerte a no ser Católico que a llegar a la verdad. Este es el caso de gente que se resiste a aceptar evidencia de la verdad plena del Catolicismo por su deseo de no ser Católico. En este caso su deseo primordial no sería salvación y verdad si no permanecer siendo un no-Católico. Así, su ignorancia de la verdad no sería inocente (porque ellos desean algo diferente a la verdad), y esto constituiría un pecado mortal (Juan 8:43-44).
Aún cuando algunos tradicionalistas radicales “Católicos” son desobedientes a los documentos papales y conciliares lo cuales enseñan la posibilidad de deseo implícito podría llevar a la salvación, la Iglesia ha de todas maneras enseñado por siglos que una membresía formal en la Iglesia no es una necesidad absoluta para la salvación. Este era el punto expuesto por Trento cuando se refirió al bautismo de deseo como medio de justificación. La materia en cuestión de que si el bautismo de deseo lleva a la salvación, y el hecho de si el deseo puede ser explícito o implícito son dos temas separados los cuales tradicionalistas radicales confunden a menudo. Si los mantenemos separados, es extremadamente claro de los documentos históricos de la Iglesia que membresía formal en la Iglesia no es necesaria para salvación en todos los casos.
Justificación y Salvación
Para evitar esto, algunos tradicionalistas radicales han tratado de insertar una cuña entre justificación y salvación, argumentando que mientras deseo de bautismo podría justificar a alguien, este alguien no se salvaría si es que fuera de morir sin bautismo. Pero esto ha sido demostrado ser falso por numerosos pasajes en Trento.
En el mismo capítulo que afirma que el deseo de bautismo justifica, Trento define justificación como “el tránsito… al estado de gracia y de adopción de los hijos de Dios” (Decreto en Justificación 4). Ya que quien esté en estado de gracia y de adopción por Dios esta en estado de salvación, el deseo de bautismo sí salva. Si alguien muere en estado de gracia, va al cielo y recibe vida eterna.
Como Trento también afirma: “Justificación … no es sencillamente remisión de pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior a través de la recepción voluntaria de la gracias y los dones, por los cuales un hombre injusto se hace un hombre justo, y de ser un enemigo [de Dios] se convierte en amigo, para que pueda ser ‘un heredero de acuerdo a la esperanza de vida eterna’ [Tito 3,7]” (Decreto en Justificación 7). De esta manera, el deseo del bautismo trae justificación y esta justificación hace a uno heredero de vida eterna. Si alguien muere en estado de justificación, esa persona heredará vida eterna y punto. Esta pregunta de si la membresía formal es necesaria para la salvación es de esta manera definitivamente aclarada por Trento: No es necesaria. La membresía informal, el tipo de membresía que uno obtiene con el deseo de bautismo, esa es suficiente.
Esto también era la enseñanza de Santo Tomás de Aquino. Él afirmaba que aquellos que no tuvieran deseo de bautismo “no pueden obtener la salvación, ya que ni sacramentalmente ni mentalmente están incorporados en Cristo, quien es el único a través del cual se puede obtener salvación. En segundo lugar, el sacramento del bautismo puede ser querido por cualquiera en deseo, pero puede que no llegue a ser realidad: Por ejemplo, cuando un hombre desea ser bautizado, pero por alguna razón inesperada, muere sin recibir bautismo en sí, por su deseo de bautismo, el cual es un deseo que es el resultado de ‘fe que obra por la caridad’ [Gal 5,6], Dios, cuyo poder no está atado a sacramentos visibles, santifica a este hombre internamente. Así Ambrosio le dice a Valentino, quien murió siendo todavía un catecúmeno: ‘Perdí a él, a quien yo tenía que regenerar; pero él no perdió la gracia por la cual oró’” (Summa Theologiae III:68:2, citando Ambrosio, Simpatía a la muerte de Valentino [D.C. 392]).
La pregunta de si el Bautismo por deseo necesita ser explícito o implícito es un tema aparte el cual no fue tratado en el Concilio de Trento, pero ha sido lidiado repetidamente por papas y concilios desde entonces. De todas maneras, Trento sin información externa demuestra que la afirmación en Unam Sanctam enseña una necesidad normativa de membresía formal, no una membresía absoluta. Aquellos quienes desean el Bautismo pero no han sido bautizados no son miembros formales de la Iglesia, sin embargo están conectados a la Iglesia por su deseo y pueden ser salvados.
Lo que es absolutamente necesario para salvación es la conexión salvífica al cuerpo de Cristo, no una incorporación plena a ella. Utilizando los términos que la teología Católica ha utilizado clásicamente, uno debe ser un miembro de la Iglesia por deseo (in voto) al menos, si es que no se es un miembro genuino (in actu).
En el año 400 D.C., San Agustín dijo, “Cuando hablamos de estar dentro o fuera con relación a la Iglesia, es la posición del corazón la cual debemos considerar, no la del cuerpo… Todos los que están dentro con el corazón están salvados en la unidad del arca” (Bautismo 5:28:39)
Y en el siglo trece, Santo Tomás de Aquino afirmó que una persona puede obtener salvación si es que está “sacramentalmente [o] mentalmente… incorporado en Cristo, quien es el único a través del cual se puede obtener salvación,” y que “un hombre puede obtener la salvación sin recibir bautismo en sí, por su deseo de bautismo, el cual es un deseo que es el resultado de ‘fe que obra por la caridad’ [Gal 5:6], Dios, cuyo poder no está atado a sacramentos visible, santifica a este hombre internamente” (ST III:68:2).
¿Juicio Privado?
Lo que los tradicionalistas radicales han olvidado es que ellos no son los intérpretes de documentos papales anteriores: quien los debe interpretar es el Magisterio, y sus interpretaciones personales no pueden ir en contra de la enseñanza autoritaria del Magisterio actual.
La idea de que ellos pueden, por conciencia privada, interpretar decretos papales de cientos de años los pone en la misma posición que los Protestantes quienes interpretan bajo su conciencia privada, documentos bíblicos escritos hace cientos de años. El tradicionalista radical simplemente tiene una “Biblia” más grande, pero la noción es la misma: ¡Interpretación privada manda!. Esto hace fútil al propósito divino de tener un Magisterio, el cual es proveer una fuente contemporánea que pueda identificar, clarificar y explicar declaraciones autoritarias dadas anteriormente, ya sea de la Biblia, Tradición Apostólica o de él mismo.
Mucho del tumulto corriente sobre Feeneyismo (Seguidores del Padre Feeney, quien fue excomulgado por rechazar bautismo por deseo) podría ser evitado si Católicos radicales se recordaran ellos mismos del hecho de que es el Magisterio, no ellos y su juicio privado, quien es el intérprete de declaraciones Magisteriales anteriores.
La necesidad de Evangelización
Lo mismo se puede decir de aquellos del otro lado que hacen mal uso de declaraciones papales o conciliares, interpretándolas privadamente de una manera contraria a lo que ellas explícitamente afirman, y sostienen que todas las religiones son iguales, que toda religión lleva a uno a Dios, y que no hay necesidad de evangelización. ¡La Iglesia enseña exactamente lo opuesto!
Mientras que hay elementos de verdad que pueden ser encontrados en otras religiones (por ejemplo, la verdad de que hay un mundo sobrenatural), elementos de verdad no hacen igualdad de verdad.
También, la simple presencia de elementos de verdad no significa que una religión nos lleva hacia Dios. Aunque es raro, el Satanismo contiene elementos de verdad (hay un mundo sobrenatural, Dios existe, Satanás existe, Satanás esta en rebelión en contra de Dios, usar Hostias consagradas en una Misa Negra es ofensivo a Dios, etc.), ¡pero esta religión definitivamente no lleva a uno a Dios!
De hecho, puede ser la presencia de elementos de verdad lo que hacen algo falso creíble y apartan de Dios a la persona. Una mentira no es creíble si no lleva algo que asemeje a la realidad, como es ilustrado por la mentira de la serpiente a Eva, la cual definitivamente si contenía elementos de verdad – Adán y Eva si se hicieron “como Dios, conocedores del bien y el mal” (Gen 3,5 y 22) – pero fue precisamente la credibilidad de la mentira de la serpiente lo que apartó a Adán y Eva de Dios.
Entonces, aunque es posible que una persona sea llevada a Dios por elementos de verdad que son encontrados en una religión falsa, esto no disminuye la necesidad por evangelización.
El Concilio del Vaticano II nos enseña que es posible que “Aquellos quienes, sin que sea por culpa propia, no conocen el Evangelio de Cristo o su Iglesia” pueden recibir salvación; pero inmediatamente continúa afirmando que, a la par de este hecho, “con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el maligno, se hicieron necios en sus razonamientos y cambiaron la verdad de Dios por la mentira sirviendo a la criatura en lugar del Creador (cf. Rom 1,21 y 25), o viviendo y muriendo sin Dios en este mundo están expuestos a una horrible desesperación. Por lo cual la Iglesia, recordando el mandato del Señor: "Predicad el Evangelio a toda criatura” (cf. Mc. 16,16), fomenta encarecidamente las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos”.
Y el Papa Pío XII declaró acerca de “aquellos quienes no pertenecen al Cuerpo visible de la Iglesia Católica … implorando oraciones de toda la Iglesia [invitamos], de lo más íntimo del corazón, a todos y a cada uno de ellos a que, rindiéndose libre y espontáneamente a los internos impulsos de la gracia divina, se esfuercen por salir de ese estado, en el que no pueden estar seguros de su propia salvación eterna; pues, aunque por cierto inconsciente deseo y aspiración están ordenados al Cuerpo místico del Redentor, carecen, sin embargo, de tantos y tan grandes dones y socorros celestiales, como sólo en la Iglesia Católica es posible gozar. Entren, pues, en la unidad católica, y, unidos todos con Nos en el único organismo del Cuerpo de Jesucristo, se acerquen con Nos a la única cabeza en comunión de un amor gloriosisímo” (Mystici Corporis Christi 46).
Estas referencias muestran la insistencia de la Iglesia en la necesidad de que la gente reciba evangelización – escuchar las buena nueva – pero más fundamentalmente la evangelización es necesaria porque Cristo nos llama a esclarecer toda ignorancia acerca de El y los medios de salvación que El ha establecido (incluyendo la Iglesia), ya que Cristo manda, “Por lo tanto id y doctrinad a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mat 28,19-20). Tenemos que esclarecer toda ignorancia, incluyendo ignorancia inocente, porque debemos “Ir por todo el mundo; y predicar el evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).
Aquellos que sugieren, aun cuando se queden callados, que el Magisterio de la Iglesia no requiere o exhorta la necesidad urgente de una evangelización a nivel mundial, están torciendo la enseñanza del Magisterio tanto como aquellos quienes sugieren que absolutamente nadie quien no sea formalmente Católico puede ser salvado.
James Akin
Reproducido de: http://apologetica.org
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