y el progresismo
papal
Mons. Héctor Aguer
La Prensa,
02.12.2024
La Liturgia
representa la vida íntima de la Iglesia, su esencia: el culto del Dios Trino,
en el que se cumple el Primer Mandamiento; la reproducción del Misterio Pascual
de Jesucristo; la comunicación de la Gracia del Espíritu Santo, en la
celebración de los Sacramentos.
La realización de
la Liturgia se verifica según diversos ritos, de Oriente y de Occidente.
EL RITO ROMANO
El rito romano
incluye el Ordo de la Misa Latina, originado aproximadamente en el siglo VI, y
que nunca ha sido derogado. En 1970, el Papa Pablo VI sancionó un nuevo Ordo
Missae, que se ejerce con alteraciones aquí y allá, y que carece de solemnidad
y belleza. Por eso, muchos jóvenes adhieren a la tradición de la “Misa de
siempre”, donde ésta no es arbitrariamente prohibida. La letra de esa Misa
Tradicional tiene la exactitud del latín eclesiástico.
Los ritos
orientales se mantienen invariables a través del tiempo; a lo sumo adoptan,
siquiera parcialmente, la lengua del lugar donde se los celebra.
El actual Ordo
Missae, en cambio, se caracteriza por su variabilidad, e incluye numerosos
abusos. Un campo de especial experimentación es la música, ámbito en el cual se
ha abandonado el canto gregoriano, y se ha introducido el uso de instrumentos
populares. Es notable que aún allí donde existe un órgano de tubos, éste
permanece callado. El disgusto que provocan esos cambios explica que numerosos
jóvenes adhieran a la “Misa de siempre”. Apunto algo curioso. Se podría pensar
que el actual pontificado adopta en su orientación litúrgica los vicios
populares argentinos.
PASO EN FALSO
Ahora se ha dado
otro paso en falso: la aprobación del “rito maya”, concedido a México. Es una
“incorporación” al rito de la Misa de elementos paganos, abundantes
incensaciones, participación de mujeres que intervienen como si fueran
sacerdotisas, música popular ajena al ámbito religioso, aplausos y danzas. ¿Qué
ha quedado de la Eucaristía cristiana? La formulación de esta instancia
constituye un punto de llegada de la transformación de la Liturgia católica,
despedazada ahora en la abolición del Culto Divino.
La situación
creada por esta fabricación es gravísima; altera la espontánea relación entre
la Liturgia y el Cielo. No se puede aducir una referencia al Concilio. El
primer documento del Vaticano II fue la constitución Sacrosanctum Concilium,
votada casi por unanimidad. En este texto se establecía “que nadie, aunque sea
sacerdote, se atreva a quitar, añadir o cambiar nada por iniciativa propia en
la Liturgia”.
Vale para el caso
que vengo analizando: el Sumo Pontífice, por iniciativa propia, y contra la
Tradición y el sentido litúrgico, promulga un rito inventado para una nación
particular, contra la extensión de la Liturgia a toda la Iglesia. El “rito
maya”, entonces, contradice al Concilio.
AGRAVAMIENTO
La responsabilidad
pontificia en este caso hace pensar en un agravamiento de su progresismo. Motus
in fine velocior: el movimiento se acelera hacia el final. Y otra prueba de
ello es el cambio reciente en el ritual de las exequias papales; con evidente
objetivo de desacralización. “Sinodalmente” parece que donde hay “pompa” como
se la llama, de manera peyorativa-, no tiene cabida el pobrismo. Hay que rezar
mucho por el Papa. Que los santos videntes de Fátima, Francisco, Jacinta y
Lucía, intercedan por la Iglesia.
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