la hostia que se convirtió en carne humana
Cintia Suárez y
Nunzia Locatelli
Infobae, 08 May,
2024
El Padre Eduardo
Pérez del Lago, de apenas treinta años, estaba recién ordenado como sacerdote
cuando aquel 1° de mayo de 1992 se encontraba en la parroquia Santa María,
ubicada en el barrio porteño de Almagro. Así relata los hechos a Infobae:
“Después de la misa, el párroco Juan Salvador Carlomagno y el ministro de la
comunión que lo estaba ayudando, al reservar las hostias en el Sagrario,
encuentran que en el corporal, que es el pañuelo blanco que se pone delante del
Sagrario, había dos pedacitos de hostia. Probablemente habrían caído cuando se
traspasó de un copón a otro y blanco sobre blanco no se habrían dado cuenta.
Entonces el párroco hizo algo que tenemos costumbre de hacer que es ponerlo en
un vaso de agua”. Así recuerda el sacerdote Pérez del Lago el procedimiento
habitual que prevé la Iglesia ante estos sucesos.
Y continúa la
descripción de los hechos: “En este caso era una tinaja de cerámica con un
poquito de agua donde se pusieron los dos pedacitos y se esperaba que se
diluya. Normalmente con los días se diluye y el agua se tira en una planta
porque ya no hay presencia eucarística y se limpia o se purifica el vaso. Pero
eso no pasó en toda esa semana. Llegado el 8 de mayo, el día de la Virgen de
Luján, el párroco, luego de terminar la misa, miró como estaba el recipiente
para ver si había que purificarlo y encontró algo que era muy extraño. El
párroco nos llamó al diácono y a mí para que lo viéramos y era como si la
hostia hubiera explotado, se veía que era una explosión porque había esquirlas
contra las paredes del vaso”.
El sacerdote
resalta que le llamó la atención el color de la hostia, ya que “tenía como
colorcito oscuro”. Y completa: “Pero había otras esquirlas que estaban en el
agua y mantenían el color rojo, pero muy subido y después de adentro era como
una masa de carne. A la vista era como carne lustrosa, pero como la carne del
hígado”.
Silencio y
discreción
Ante este
escenario impactante, el párroco Carlomagno y los sacerdotes testigos del
Milagro de la Hostia Sangrante se comunicaron con el arzobispado e informaron
del extraño suceso al Cardenal Antonio Quarracino, por entonces arzobispo de Buenos
Aires.
Las primeras
indicaciones que recibieron los sacerdotes, además de contactar a un médico,
fueron las de ser prudentes y mantener el hecho en secreto.
“Aprovechamos el cierre de la iglesia durante el mediodía y le mostramos la hostia a una médica oncóloga que vivía cerca y ella dijo que era sangre. Entonces dijo que iba a sacar una muestra para analizarlo. Cuando trajo la jeringa no succionaba porque era carne y entonces ella con un portaobjeto tomó una de las esquirlas de esas que estaban en el agua y la llevó a un sanatorio y el primer resultado que dio fue que era sangre humana”, recuerda el Padre Peréz del Lago.
Continúa
explicando el sacerdote: “Entonces decidimos ese mismo día colocar la hostia
sangrante en un sagrario móvil y lo pusimos en mi escritorio. Llegado el fin de
semana las patenas se mancharon con sangre inexplicablemente, en una, que era
una patena de bronce y la otra era una patena de estaño, la parte de estaño
absorbió la sangre. Posteriormente se pudo analizar y resultó que la sangre que
había en esa patena correspondía a la misma que estaba en mi cuarto, sin
embargo, ninguna había tenido contacto”.
“Habrá sido
nuestra juventud quizás, no sé exactamente qué, pero el cardenal Quarracino
cuando supo del milagro muchas veces nos preguntó si alguno de nosotros había
dudado acerca de la presencia viva de Jesús en la Eucaristía. Porque en la
historia de los Milagros eucarísticos ha habido sacerdotes que han tenido dudas
y Jesús, para confirmar, realiza un acto extraordinario. Eso a nosotros nos
mortificaba mucho porque no teníamos dudas de que Jesús estuviera en la
Eucaristía y teníamos que explicar que creíamos y el cardenal lo comprendió, lo
aceptó”, explica el sacerdote.
“Era llamativo, ya
que un pedazo de carne a los tres días tiene que empezar a tener olor, ¿cierto?
y esto estaba en un Sagrario que es una chapa de bronce con una puertita, sin
ningún tipo de refrigeración. Estuvo así 40 días, sin secarse, había agua
alrededor. En un momento el párroco le agregó un poquito de agua porque el agua
se iba evaporando, hasta que el obispo le dijo que no le agregara más agua y lo
dejara con su transcurso natural”. Así detalla lo ocurrido el último testigo
vivo del Milagro Eucarístico de 1992.
En la misma
parroquia de Santa María, durante una misa de niños el 24 de julio de 1994 uno
de los ministros de la Eucaristía observó una gota de sangre en el corporal.
Posteriormente, el
18 de agosto de 1996, otro fenómeno inexplicable sucedería en el mismo templo
porteño. Ese día hallaron una hostia escondida y sucia en un crucifijo de
madera en un ala de la iglesia. Al encontrarla, la reservaron en el sagrario y
una semana después se encontraron con un nuevo milagro.
¿Qué dice la
ciencia?
Pasaron los años y
parecía que el Milagro Eucarístico solo quedaba como un secreto muy bien
guardado entre los protagonistas. Hasta que, en 1999, con la autorización del
por entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, se hicieron
análisis científicos en dos laboratorios forenses de Estados Unidos. Tomaron
dos muestras, una de la hostia sangrante de 1992 y otra de la de 1996. El
estudio fue realizado a doble ciego, es decir, que desconocían de dónde
provenían las muestras. Los informes obtenidos concluyeron en que se hallaron
elementos sanguíneos, resto de la cadena de ADN humana y una sustancia que
genera la piel ante una herida. Los peritos también encontraron la presencia de
glóbulos blancos, que solo existen en una persona viva.
“En 1999 aparece
el doctor Ricardo Castañón Gómez que venía de una fundación de Estados Unidos
con interés de estudiar las hostias de Santa María y se conectó con el cardenal
Bergoglio. Todos sabemos el amor que él tiene por la pobreza y entonces le dice
a este médico ‘¿cuánto sale?’, y el médico le dijo ‘no, nada porque hay una
fundación que se hace cargo de los gastos’ y Bergoglio entonces dio la
autorización para que se haga el estudio”. Así recuerda el padre Eduardo.
“Primero se hizo
un estudio sobre la credibilidad de los testigos y nos hicieron un análisis psicológico
a los testigos y después el doctor Castañón trajo un escribano que certificó
que la muestra que se tomaba en ese momento y se ponían un sobre era la misma
que se iba a abrir en Estados Unidos y lo llevó a un laboratorio de Texas.
Después de un tiempo vuelve a decirle al cardenal Bergoglio el resultado, que
se trataba de tejido del miocardio y del corazón que estaba vivo y que estaba
herido. El doctor le pidió al cardenal Bergoglio poder someter la hostia a más
estudios, pero el cardenal dijo que no. No dejemos que la ciencia diga lo que
tiene que decir la fe”, sostiene el sacerdote.
Posteriormente un
cardiólogo y patólogo llamado Frederic Uribe, que vivía en Nueva York, continuó
con los peritajes. Tras su estudio concluyó que “se trataba de un corazón de
una persona 30 años que está sufriendo un gravísimo estrés, que ha recibido un
golpe en el pecho, que tiene los glóbulos blancos en una forma en que está
defendiéndose de una herida muy fuerte, que está vivo, y que el grupo sanguíneo
es AB . Con lo que coincide con el grupo sanguíneo de Sabana Santa y otros
milagros eucarísticos”, concluye el Padre Eduardo Pérez del Lago.
Desde 1999 el
cardenal Bergoglio autorizó la difusión y narración de los hechos acontecidos,
actividad que se realiza mensualmente en la Parroquia Santa María, ubicada en
Avenida La Plata 286 de la Ciudad de Buenos Aires.
En Italia, en el
siglo VIII, tuvo lugar el llamado Milagro de Lanciano. Un monje que tenía dudas
acerca de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía descubrió en la
consagración durante la misa que el pan y el vino se transformaban en carne y
sangre, la cual coaguló en cinco glóbulos irregulares y de diferente tamaño y
forma, que tienen la particularidad de pesar 15,18 gramos cuando son pesadas
tanto las cinco juntas, como cualquier combinación de las mismas por separado.
La carne es
fibrosa y de color café oscuro y se torna rosada al ser iluminada por atrás.
El examen
científico realizado en 1971 confirmó que era tejido cardíaco humano y la
sangre era tipo AB, la misma que la de la Sábana Santa.
En 1902 la
custodia se colocó en el interior de una estructura de mármol, un tabernáculo
junto al altar mayor y los elementos pueden ser vistos hoy en día en Iglesia de
San Francisco en Lanciano.
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