del Misterio litúrgico
Monseñor Héctor
arzobispo Emérito
de La Plata.
Infocatolica,
21/06/24
Una serie de escándalos
se produjo en iglesias parroquiales de Buenos Aires, todos de la misma factura:
cantos en plena Misa, contra el presidente Javier Milei. El tema era «la Patria
no se vende». Evidentemente se trata de una cuestión política, que se entromete
en el sitio más sagrado de la Tradición católica. Ocurrió en Santa Cruz, del
barrio de San Cristóbal, y en Inmaculado Corazón de María, de Constitución.
Quizás olvido algún nombre de este propósito concertado; no es difícil imaginar
de qué rincón de la oposición procede. Algo semejante se había producido, hace
unos años, en tiempos del presidente Macri.
«La Prensa»
registra lo sucedido en la parroquia Inmaculado Corazón de María, del barrio de
Constitución, confiada a los religiosos claretianos. El diario menciona la
disculpa que esbozó el celebrante: «El Obispo Carrara pidió disculpas por los
cantos durante una Misa», tal era el título. Quizá, en este caso, la
circunstancia favorecía discretamente la reacción de ese grupo que hizo oír el
cántico. Se trata de una Misa «por el padre Mauricio Silva, Hermanito del
Evangelio, que mientras trabajaba como barrendero, el 14 de junio de 1977, fue
detenido y desaparecido».
Me permito una
digresión, para señalar otro caso: el del padre Pablo Gazzarri, sacerdote del
clero porteño, que se había incorporado en aquellos días siniestros a los
Hermanitos del Evangelio, y desapareció el 27 de noviembre de 1976. Este
sacerdote, con el que me unió una estrecha amistad, guardaba en la parroquia en
la que era vicario cooperador las armas de los Montoneros. Vale la pena
preguntar: ¿a Silva lo hicieron desaparecer por el solo hecho de trabajar como
barrendero? Según «La Nación», el Obispo Carrara «comentó que en la celebración
recordaban la vocación de Silva de gritar el Evangelio con la vida, ya que tuvo
amistad con los pobres, y fue un obrero más».
Monseñor Carrara
explicó que «antes de la Bendición Final, fui sorprendido por una señora que
empezó a cantar ‘la Patria no se vende’, muchos de los presentes en el templo
continuaron el canto durante un minuto». Su disculpa fue que entiende que
«algún fiel sencillo podría haberse confundido, o incluso molesto por esta
situación, que puede interpretarse como politizar partidariamente la
celebración de la Eucaristía, que es sacramento de unidad».
Leo,
simultáneamente, en «La Prensa», una advertencia de Monseñor Oscar Vicente
Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, previendo la
reiteración de este tipo de actitudes, en una misa de las ‘Madres de la
Patria’, este miércoles 19 de junio, para homenajear a estas personas que
trabajan en comedores y merenderos. Dijo Monseñor Ojea: «No pensamos invitar a
ningún político a esta misa porque no queremos que algo tan propio del ser
humano, que no pertenece a ningún sector político en particular, sea usado de
ningún modo». La cuestión de la presencia de algún político es irrelevante; en
los casos registrados no había ningún político, fue un grupo de fieles --no
excluyo infiltrados kirchneristas- el que protagonizó los cantos, que no eran,
precisamente, sagrados, sino otra vez el tan reiterado «la Patria no se vende».
El arzobispo de
Buenos Aires, Mons. García Cuerva, estuvo en cierto modo algo más cerca de la
explicación correcta. En la parroquia San Ildefonso, del barrio de Palermo,
dijo que «no está bien que se utilicen las ceremonias religiosas para dividir,
fragmentar y partidizar». Y agregó que «la misa es algo sagrado, la misa está
en las entrañas más profundas de la fe de nuestro pueblo».
La argumentación
del arzobispo, lamentablemente, es de orden antropocéntrico: «Es algo sagrado,
nos ayuda a unirnos, a hacernos hermanos, para alimentarnos y ser testigos del
Reino en las calles». Es notable que los actuales obispos ignoren que la Misa
se dirige a Dios, es un Sacrificio de Adoración y de súplica, que contiene
sacramentalmente la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. Este despiste es el que se vive en tantas misas guitarrescas, con
cantos que no constituyen precisamente una alabanza objetiva a la Santísima
Trinidad. En las misas en las que se entonaron cantos contra Milei, el mayor
daño ha sido el menoscabo del Misterio litúrgico: no hay Misterio, como si la
Misa fuera una reunión protestante o evangélica. Toda la Tradición,
unánimemente, protesta contra tal abolición del Misterio del culto, desde la
edad postapostólica hasta el Concilio Vaticano II. ¿No han leído los obispos la
constitución conciliar Sacrosanctum Concilium? En este texto, votado
prácticamente por unanimidad, se presenta la liturgia como representación
sacramental del Misterio Pascual, con la Eucaristía como la celebración por
excelencia de este Misterio.
Los cánticos
políticos constituyen una profanación, un mal uso arbitrario y antropocéntrico
de una realidad teologal, en la que Dios se hace presente. Hay que devolver a
la Liturgia católica la exactitud, la solemnidad y la belleza, que son la dote
que la identifica. Si los cánticos que se oyeron en las parroquias que he
mencionado fueran a favor de Milei, serían igualmente reprobables.
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