la ilusión de una Tradición sin Iglesia
Luisella Scrosati
Brújula
cotidiana, 22_06_2024
Dos truenos han
anunciado tormenta en el cielo tradicionalista los días 19 y 20 de junio. El
primero está relacionado con la citación por parte del Dicasterio para la
Doctrina de la Fe del arzobispo Carlo Maria Viganò, ex nuncio apostólico en
Estados Unidos, arzobispo titular de la suprimida sede de Ulpiana.
En una carta
fechada el 11 de junio y firmada por el secretario de la Sección Disciplinaria,
el arzobispo John J. Kennedy, el Dicasterio notificaba al interesado el inicio
de un proceso penal extrajudicial contra él por el delito de cisma y le
invitaba a comparecer en el mismo edificio del Dicasterio el 20 de junio, “para
que pueda tomar nota de las acusaciones y de las pruebas”. En la misma carta,
el Dicasterio enumeraba la falta de ciertos “elementos necesarios para mantener
la comunión con la Iglesia católica: negación de la legitimidad del Papa
Francisco, ruptura de la comunión con él y rechazo del Concilio Vaticano II”.
El Dicasterio también ha confirmado la facultad necesaria para ser defendido o
representado por un abogado o procurador.
Aparte de la
genérica “ruptura de la comunión”, que podría significar cualquier cosa, las
otras dos acusaciones son desgraciadamente ciertas. Y monseñor Viganò las ha
confirmado en su respuesta publicada en el blog editado por Aldo Maria Valli,
que mientras tanto está recogiendo cartas de solidaridad con el arzobispo y de
aprobación de su postura. Estas manifestaciones externas son sin duda sinceras,
pero en su tono y en su contenido ponen desgraciadamente de relieve hasta qué
punto se ha ido ya más allá de una legítima oposición a los errores que cunden
por doquier, incluso dentro del propio Dicasterio. Y en la tradición de la
Iglesia, este “más allá” significa cisma.
En esta respuesta
fechada el 20 de junio, por tanto el mismo día en que el arzobispo debía
comparecer en Roma para su defensa, monseñor Viganò considera las acusaciones
contra él “un motivo de honor”: “Creo que la formulación misma de las
acusaciones confirma las tesis que he sostenido una y otra vez en mis
discursos. No es casualidad que la acusación contra mí se refiera al
cuestionamiento de la legitimidad de Jorge Mario Bergoglio y al rechazo del
Vaticano II: el Concilio representa el cáncer ideológico, teológico, moral y
litúrgico del que la ‘iglesia sinodal’ bergogliana es una metástasis
necesaria”.
La reacción de
Viganò es un copy-paste de la que tuvo el arzobispo Marcel Lefebvre, a quien
evoca explícitamente: “Hace
cincuenta años, en ese mismo Palacio del Santo Oficio, el arzobispo Marcel
Lefebvre fue convocado y acusado de cisma por haber rechazado el Vaticano II.
Su defensa es mía, sus palabras son mías, sus argumentos son míos, argumentos
ante los que las Autoridades romanas no pudieron condenarle por herejía,
teniendo que esperar a que consagrara obispos para tener el pretexto de
declararle cismático y revocar su excomunión cuando ya estaba muerto”. Una
posición que conduciría inevitablemente a la excomunión.
Y la Fraternidad
San Pío X, fundada por el propio arzobispo Lefebvre, también está dando que
hablar, después de que el Superior del Distrito de Francia, Abbé Benoît de
Jorna, empezara a advertir de que se avecinan nuevas consagraciones
episcopales. En su Lettre aux Amis et Bienfaiteurs, publicada el 19 de junio,
el abate de Jorna escribe en efecto: “El 30 de junio de 1988, el arzobispo
Lefebvre realizó una ‘operación-supervivencia’ sobre la Tradición católica
consagrando cuatro obispos auxiliares. Estos obispos, que entonces eran
bastante jóvenes, lo son menos (evidentemente) treinta y seis años después.
Como la situación de la Iglesia no ha mejorado desde 1988, se ha hecho
necesario considerar la posibilidad de darles asistentes, que un día serán sus
sustitutos. Cuando el Superior General anuncie esta decisión, es de esperar una
explosión mediática contra los ‘fundamentalistas’, ‘rebeldes’, ‘cismáticos’,
‘desobedientes’, etcétera. En ese momento, tendremos que hacer frente a
contradicciones, insultos, desprecio, rechazo y tal vez incluso rupturas con
nuestros allegados”.
De Jorna no es un
“sacerdote cualquiera” en la FSSPX. Ordenado en 1984 por monseñor Lefebvre, fue
nombrado superior del Distrito de Francia, luego rector del Seminario del Écône
en 1996, cargo que ocuparía durante más de 20 años. En 2018, volvió a ser
superior del Distrito de Francia, el más grande junto con el de Estados Unidos,
en sustitución del abate Christian Bouchacourt, que entretanto había sido nombrado
consejero general de la FSSPX.
De Jorna atribuye
a los cuatro obispos consagrados en 1988 el título de “auxiliares”, mostrando
así una de las muchas incoherencias de la FSSPX: en efecto, todo obispo
auxiliar debe recibir de la Santa Sede una carta apostólica que debe mostrar a
su propio Ordinario para tomar posesión de su cargo; y normalmente es el
Ordinario quien constituye al obispo auxiliar, con el permiso de la Santa Sede,
o en todo caso alguien indicado siempre por el Papa. Ninguno de los cuatro obispos
recibió una carta apostólica, ni pueden ser considerados auxiliares de un
obispo (Lefebvre) que, en el momento de sus ordenaciones, no solo no tenía
jurisdicción, sino que incluso estaba suspendido a divinis.
Desde el punto de
vista de la FSSPX, estas ordenaciones eran necesarias precisamente para la
operación “rescate de la tradición”, rescate que sería necesario incluso hoy en
día y que justificaría, por tanto, nuevas consagraciones episcopales. El
abate de Jorna tiene el mérito de poner de relieve la verdadera lógica de la
FSSPX, a saber, la de ser la única Iglesia verdadera, que necesita por tanto
“sus” obispos. Al final de la carta, confirma la necesidad de la virtud de la
fortaleza para ser fieles “a la verdadera Tradición de la Iglesia (...) y
también a la Sociedad de San Pío X, arca de salvación levantada por la
Providencia en medio del diluvio que amenaza con engullir a la Iglesia y a la
civilización”. Una referencia –la del Arca- definitivamente significativa, ya
que los Padres veían en el Arca del patriarca Noé la figura de la Iglesia,
fuera de la cual no hay salvación. Por otra parte, el ex director del Seminario
de Écône no parece tener demasiados escrúpulos en identificar la FSSPX con el
arca y, por tanto, con la Iglesia. Por lo tanto, extra Fraternitatem nulla
salus.
Una actitud
claramente cismática, que se evidencia también en su exhortación, casi un
reproche, a aquellos jóvenes “nacidos” en la FSSPX, que no siguen plenamente
“la línea de fidelidad absoluta a la fe que nos enseñó el arzobispo Lefebvre”:
“¿No es una realidad tangible –se pregunta de Jorna- la de estos jóvenes que
provienen de familias plenamente comprometidas con la batalla de la Sociedad
San Pío X, la de estos jóvenes que sólo han asistido a las capillas y colegios
de la Sociedad San Pío X, y que se descubren cristianos un día y mundanos al
siguiente? ¿Un día Fraternidad San Pío X, un día Ecclesia Dei, o incluso
carismáticos; un día misa tradicional y otro día misa nueva; un día
peregrinación de Pentecostés en un sentido y otro día peregrinación en sentido
contrario?” (la FSSPX promueve una peregrinación de Pentecostés en sentido
contrario a la famosa peregrinación de Chartres). En resumen, chicos
“contaminados”.
Palabras que
demuestran una vez más que la FSSPX desgraciadamente no ha cambiado nada en su
actitud cismática, a pesar de los pasos dados por Benedicto XVI y
posteriormente por Francisco hacia la reconciliación. Queda por ver cuál será
la actitud del actual Papa ante las nuevas consagraciones episcopales: ¿Las legitimará
como ha legitimado las confesiones y el matrimonio, estableciendo por primera
vez un cortocircuito de una jerarquía paralela imposible sin jurisdicción y no
sujeta ni a la Santa Sede ni al Ordinario? ¿O hará como si no hubiera pasado
nada? ¿O impondrá una excomunión? Todo es posible con Francisco.
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