al Papa legítimo
no es una opinión
Luisella Scrosatti
Brújula cotidiana,
30_08_2024
Un reciente
artículo publicado en LifeSiteNews por Matthew McCusker sostiene la tesis de
que la aceptación universal y pacífica del Papa por parte de la Iglesia no
prueba que Francisco sea el Papa legítimo. Según el autor, esta tesis teológica (que admite que
recibe el apoyo de un “número impresionante de teólogos católicos”) llevaría a
una contradicción: “Por un lado, la aceptación pacífica universal [universal
peaceful adherence, ed.] no es una prueba de la legitimidad de Francisco. Por
otra parte, un hombre que posea la aceptación pacífica universal podría, según
Billot y otros, dejar de ser el Papa”.
Correctamente, el
autor muestra que los mismos teólogos -con particular referencia a Louis
Billot- que propugnan la aceptación pacífica universal como criterio decisivo
para entender quién es el Papa, admiten, sin embargo, que el Papa puede dejar
de serlo por herejía notoria. Por tanto, nos podríamos encontrar con la
siguiente contradicción aparente (ya veremos por qué se utiliza el adjetivo
aparente): el Papa que es “consagrado” como tal por aceptación universal, en
realidad no sería Papa por ser hereje; Fulanito sería por tanto Papa según el
primer criterio y no sería Papa considerando el segundo.
Para salir de la
contradicción, el autor cree que hay que profundizar en el significado de la
“aceptación pacífica universal”, que se basa en considerar al Papa como “regla
viva de la fe”. Ahora bien, McCusker afirma que en realidad no existe una
adhesión universal a Francisco como “regla viva de la fe”, lo que demostraría
que, por tanto, tampoco existe una adhesión pacífica universal. Para apoyar su
tesis, el autor enumera las muchas ocasiones en las que parte del episcopado se
ha opuesto a las enseñanzas de Francisco, concluyendo que se puede ver “con
gran claridad” que “Francisco se está distanciando públicamente de la regla de
fe propuesta por el Magisterio de la Iglesia católica” y que “partes
significativas del episcopado se niegan a seguirle como ‘regla viva de fe’”.
Por tanto, al no seguir los obispos al Papa Francisco como regla viva de fe,
faltaría la aceptación pacífica universal.
Lamentablemente,
sin embargo, las consideraciones del autor están llenas de inexactitudes y non
sequiturs, que le llevan a ver una contradicción donde no la hay en absoluto y
a idear una salida que tergiversa por completo el significado de la adhesión
pacífica universal.
Primer punto:
la adhesión pacífica universal no es una tesis sostenida por muchos teólogos,
sino un hecho dogmático, como recuerda expresamente la Nota Doctrinal de 1998.
Remito al lector a los artículos dedicados al tema para comprender bien de qué
estamos hablando. Baste recordar el hecho de que de la adhesión pacífica
universalmente aceptada se pasa al Papa como regla viva de la fe, y no al
revés: si la elección de Fulanito como papa es universalmente aceptada,
entonces hay que seguir a Fulanito como regla viva de la fe (explicaremos lo
que significa esto a continuación), pero al revés no vale. Es decir, si hay
obispos que luego se niegan a seguir al Papa como regla viva de la fe, esto no
significa que no haya aceptación pacífica universal, ya que ésta se refiere a
la elección, no a hechos posteriores. De lo contrario, sucedería que cualquier
impugnación del magisterio del Papa pondría en duda la legitimidad de su
elección.
Segundo punto: la
contradicción evocada por el autor simplemente no existe. La aceptación
universal afirma, de hecho, que un Papa cuya elección no es impugnada por los
obispos es el Papa legítimo. Y tal aceptación pacífica universal disipa
cualquier posible duda sobre supuestas irregularidades en el cónclave o
cualquier duda sobre su persona. Pero de ningún modo afirma que no pueda caer
posteriormente en herejía. Un Papa puede ser universalmente reconocido en
el primer sentido, y luego caer en la herejía y dejar de ser Papa. ¿Dónde
estaría la contradicción? En el libro Gamma de la Metafísica, Aristóteles
enunció el principio de no contradicción de la siguiente manera: «Es imposible
que el mismo atributo, al mismo tiempo, pertenezca y no pertenezca al mismo
objeto y en el mismo sentido." En este caso, el mismo atributo (ser Papa)
se atribuye al mismo sujeto, pero en momentos diferentes.
En cuanto a la
cuestión del Papa herético, me remito a las importantes aclaraciones realizadas
aquí, que en esencia muestran cómo incluso para san Roberto Belarmino el
Papa sólo caería por herejía cuando interviene un juicio (declarativo, no
coercitivo) de la Iglesia y no cuando simplemente pronuncia herejía y menos aún
si se trata de un error doctrinal.
Tercer punto: el
autor se equivoca sobre el Papa como “regla viva de la fe”. Sin embargo, él
mismo cita un texto del reverendo Sylvester Berry que, bien entendido, habría
evitado este equívoco. Berry explica por qué el hecho dogmático de la adhesión
pacífica universal es tan importante: si la Iglesia pudiera adherirse
universalmente a alguien que no es realmente Papa, entonces siempre sería
posible cuestionar la legitimidad de tal o cual Papa y, por tanto, también de
las enseñanzas infalibles o definitivas que ha pronunciado. En efecto, he
aquí los ejemplos dados por Berry: “¿Fue el Concilio Vaticano [I, ed.]
verdaderamente ecuménico? ¿Fue Pío IX un Papa legítimo? ¿Fue válida la elección
de Pío IX? Estas cuestiones deben decidirse con certeza antes de que los
decretos emitidos por cualquier concilio o Papa puedan aceptarse como
infaliblemente verdaderos o vinculantes para la Iglesia” (la cursiva es
nuestra). Dicho de otra manera: yo podría cuestionar las enseñanzas
infalibles del Vaticano I o la Inmaculada Concepción cuestionando la
legitimidad de la elección del cardenal Mastai Ferretti.
Pero está claro
que Berry habla de enseñanzas infalibles (o al menos definitivas), no de
cualquier enseñanza del pontífice. Seguir al Papa como “regla viva de fe” debe
entenderse según la enseñanza más amplia de los grados de pronunciamiento del
Magisterio, algo que McCusker olvida. De hecho, las objeciones de algunos de
los obispos a los que se refirió no se dirigían a enseñanzas infalibles o
definitivas del Papa (todavía no hay ninguna en este pontificado), sino a
enseñanzas que forman parte del Magisterio auténtico o a otras manifestaciones
no magisteriales. Por tanto, cuando hay resistencia a un Papa que se
equivoca, no se deja en absoluto de adherirse a él como “regla viva de fe”,
sino que se está ejerciendo un derecho/deber previsto por la propia ley de la
Iglesia, precisamente porque el Papa no está cometiendo un grado de magisterio
que exija una adhesión de fe teologal, ni el asentimiento firme y definitivo
que hay que dar a pronunciamientos definitivos.
El autor prosigue:
“La Iglesia católica se ha negado, en efecto, a adherirse a la falsa regla de
fe, como lo demuestra el número de católicos de todos los niveles de la Iglesia
–laicos obispos y cardenales- que han rechazado públicamente las herejías
enseñadas por Francisco, tanto en el Catecismo enmendado, Amoris lætitia, como
en otros documentos publicados con carácter aparentemente oficial”. Pero la
cuestión no es la “oficialidad” (¿qué significa eso?) de un documento, sino el
grado magisterial de sus afirmaciones.
Por tanto, la
conclusión del autor es completamente errónea y engañosa. Veámosla (los números
no están presentes en el texto original, pero se han introducido para hacer más
comprensible el contraargumento): “En resumen, 1. Si la Iglesia se adhiere
pacífica y universalmente a un hombre como Papa, se adhiere a él como su regla
viva de fe. 2. Pero la Iglesia no se adhiere pacífica y universalmente a
Francisco como su regla viva de fe. La Iglesia no se adhiere pacífica y
universalmente a Francisco como Papa. 3. Por lo tanto, el argumento de la
adhesión universal y pacífica no puede utilizarse para llegar a la conclusión
de que Francisco es el Papa”.
En cuanto al punto
1, hemos visto cómo esta adhesión al Papa como norma viva de fe debe entenderse
a la luz de la enseñanza integral de la Iglesia sobre los grados de
pronunciamiento del Magisterio, aspecto que el autor lamentablemente no
considera. Punto 2: no hay un solo obispo legítimo que haya impugnado la
legitimidad de la elección de Francisco, ni hay ningún obispo (Viganò está
actualmente excomulgado) que crea que no es Papa; hay, si acaso, obispos que
impugnan afirmaciones que no son infalibles ni definitivas, por lo tanto
pronunciadas por el Papa no como “regla viva de la fe”. Punto 3: el
argumento de la adhesión pacífica universal conserva plenamente su pertinencia
y contundencia. Tampoco se puede deducir que Francisco no sea Papa por
herejía, ya que la Iglesia no ha emitido (hasta ahora) ningún juicio
declarativo contra él (lo que según algunos autores ni siquiera sería posible o
deseable).
No hay comentarios:
Publicar un comentario