Héctor Aguer
LA NACION, 15
DE JULIO DE 2017
La aspiración resumida en el título de esta nota puede
considerarse una preocupación universal; nadie -a no ser el masoquista- quiere
sentirse mal, y muchos menos experimenta complacencia al sobrellevar una
desgracia. Actualmente se impone como una moda cultural el recurso a
antiquísimas prácticas orientales, sobre todo la meditación yoga. La función
elemental de atraer el aire a los pulmones indica simbólicamente el intento de
"conectar con el yo interior", como suele decirse, de lograr el
equilibrio interno, superar el estado de "ruido mental", volcarse a
la "espiritualidad".
El ingenio burgués ha inventado variantes
innovadoras: yoga bikram, aeroyoga, acroyoga y otras más extravagantes, el
yogalates (combinación de yoga y pilates), el paddle board o SUP yoga, y hasta
el yoga nudista. La referencia que se invoca como fuente es el budismo. El
actual presidente de la Nación, para sanar la tensión que en su momento le
causaba la campaña electoral, acudió a una "armonizadora espiritual
budista".
Más inocente parece la difusión entre los jóvenes de
"diseños espirituales para pintar". Se trata de las mandalas, dibujos
circulares más o menos complejos que -según los editores- contienen
significados muy profundos y se utilizan hace cientos de años como instrumentos
de meditación en la India y en otras regiones de Oriente. Pintar mandalas sería
otro método para obtener un bienestar y equilibrio totales de la personalidad.
Los modelos propuestos van acompañados de frases de Lao Tsé, Confucio, Buda, el
Bhagavad Gita, Khalil Gibran y proverbios hindúes.
La meta del sentirse bien, implicada en la domesticación
occidental de aquellas viejas prácticas orientales, está marcada por un fuerte
sentido de autorreferencialidad y afirmación narcisista de sí. En cambio, la
orientación filosófico-religiosa del hinduismo incluye una tendencia
panteística y de disolución de la persona. Evidentemente, quienes han adoptado
los métodos mencionados ignoran la gran salida del joven Siddhârta, su
conversión en Buda y su aprendizaje junto a un brahmán ortodoxo.
Según esa
doctrina, el espíritu (purusha) tiene una presencia pasiva; la sustancia
primordial (pakriti) a través de sus energías o modalidades (tres gunas) crea
en el ser humano una noción falsa del yo (ahamkâra), una individuación
ilusoria. La afirmación de la existencia permanente del yo sería fruto de la
ignorancia, que lleva al espíritu a encerrarse en un juego psicomental, fuente
de todo dolor. Las técnicas del yoga estarían ordenadas a vencer esa
ignorancia, acabar con el conocimiento del individuo y darle acceso al
auténtico saber de lo real: es como un despertar en el que se revela el ser
inmutable. Mircea Eliade explicó que en el samâdhi o en-tasis debe desaparecer
la conciencia personal.
En el budismo se acumulan ideas heterogéneas y aun
contradictorias. Subrayo la centralidad del karma, noción que ya aparece en los
Upanishads, escritos de los siglos VII-VI a.C. Se trata de una fuerza sutil,
invisible, que afecta el alma de la persona, es el resultado de sus acciones y
se adhiere a ella como un peso que la acompaña después de la muerte. La noción
de karma se vincula al concepto de metempsícosis o transmigración de las almas,
otra idea ancestral que se incorporó a las diversas formas de gnosis y
reaparece en diverso grado en el espiritismo y la teosofía. El ascetismo y la
práctica del yoga podrían "quemar" el karma, y permitir al alma
escapar a la necesidad para alcanzar la moksha o liberación por unión al ser.
No está de más recordar que estas ideas se oponen totalmente a la revelación
bíblica, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, a la doctrina católica sobre
el alma como forma del cuerpo y a la esperanza de resurrección de los muertos,
verdades teológicas y antropológicas de las que se siguen afirmaciones éticas y
propuestas determinadas de comportamiento.
Occidente ha perdido su identidad cultural, forjada
por la sabiduría griega, el derecho romano y el cristianismo, con el que
entraba también el pensamiento semítico. Ahora mira, deslumbrado y menesteroso,
al Oriente no cristiano, extrabíblico. Desconoce la riqueza humana, ética y
estética del cristianismo vivido durante siglos en aquellas regiones por donde
asoma el sol.
La Filocalia es una colección de textos de la
patrística oriental, recogidos por Nicodemo el Agiorita y Macario de Corinto,
publicada en el siglo XVIII y que sigue siendo traducida, editada y leída.
Presenta las actitudes y los ejercicios que llevan a la meditación (meléte), la
tranquilidad (eremía), el silencio (hesyjía), la libertad interior
(eleuthería), la paz (eirene), el respiro (eispnoe,eknoe) y otros estados
espirituales; todos ellos tienen su fundamental referencia en un Dios personal,
en la relación del hombre con él y en el amor al prójimo. La meditación, para
limitarme a ella, se procura mediante la repetición, en voz alta o en secreto,
de invocaciones o versículos bíblicos; una actividad en la cual el intelecto
queda fijado en el corazón, en la profundidad del hombre interior que adora a
Dios en comunión con sus hermanos. Ni vaciamiento de sí ni abolición de la
conciencia ni autoafirmación egoística de un yo recuperado.
Hablando de la posición de flor de loto, propia de la
religiosidad de la India, el papa Ratzinger comentaba que en ella el hombre
mira dentro de sí mismo; no sale de sí hacia lo alto, sino que quiere hundirse
en la interioridad, en la nada, que es al mismo tiempo el todo. No mira ni a
Dios ni a los demás, sino -interpreto yo- al propio ombligo.
El mismo Benedicto
XVI, en una homilía de Corpus Christi, aludió a la práctica católica de
"estar todos en silencio de manera prolongada ante el Señor presente en el
Sacramento", y añadió: "Comunión y contemplación no pueden estar
separadas, van a la par; el verdadero amor y la verdadera amistad viven de una
reciprocidad de miradas, de silencios, a fin de que el encuentro sea vivido en
profundidad, de manera personal y no superficial".
Existe otra manera de
sentirse bien. Sin yoga ni mandalas.
Arzobispo de La Plata y académico de número de la
Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas
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