viernes, 15 de marzo de 2024

EL LIBRO

 

 que relata el martirio de Larrabure en su cautiverio: el perdón al ERP y los rezos en su celda diminuta

 

Infobae, 15 Mar, 2024

 

La investigación para la posible beatiicación y luego canonización del coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado y asesinado por el ERP en agosto de 1975, avanza con la recopilación de pruebas para presentar en El Vaticano. En ese sentido, el historiador Sebastián Miranda fue el encargado de hacer los estudios sobre la vida del militar que fue capturado por los guerrilleros el 11 de agosto de 1974 en el copamiento de la Fábrica Militar de Villa María, Córdoba.

 

Miranda, de 49 años, es licenciado en historia y especializado en temas militares. “Primero empecé estudiando a los próceres clásicos y luego también me dediqué a investigar la violencia en la década del 70. A esto se agrega mi vocación religiosa”.

 

Cómo fue el ataque

El conscripto Mario Pettigiani era miembro de ERP. Ese domingo, 11 de agosto de 1974, cortó el alambrado que rodeaba a la Fábrica Militar cordobesa. Por allí, entraron alrededor de 70 guerrilleros del ERP. Había una fiesta en el casino de oficiales. “El primer acto heroico de Larrabure fue entregarse a los atacantes y pedirles que no hieran al resto de las personas”, explica Miranda.

 

En el ingreso al cuartel hubo un tiroteo en el que murió un policía y siete militares fueron heridos. El jefe del lugar no estaba presente. Entonces, los guerrilleros decidieron llevarse al segundo al mando, el mayor Argentino del Valle Larrabure y al capitán García, ambos ingenieros químicos. Este último, al intentar huir, fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora.

 

Los miembros del ERP escaparon con 120 fusiles FAL, municiones y Larrabure como rehén. El militar fue encerrado en una “cárcel del pueblo” ubicada en la calle Garay 3254 del barrio Bella Vista, en Rosario. Sobre el sótano donde fue cautivo (en un agujero de 1,10 metros de largo por 60 cm. de ancho) había una mercería. Larrabure estuvo 372 preso. El 19 de agosto de 1975 lo mataron y arrojaron su cuerpo, envuelto en un plástico, a una zanja en Rosario. Lo encontraron unos chicos. Tenía 43 años, estaba casado con María Susana de San Martín (a quien llamaba Marisú y falleció el 4 de septiembre de 2001 a los 69 años) y tenía dos hijos: María Susana, de 17 años, y Arturo, de 16, en ese momento.

 

Pruebas para la beatificación y canonización

Miranda escribió un libro sobre Larrabure, “Argentino del Valle Larrabure: mártir de Dios y de la Patria”, que recopila las pruebas que presentará la Iglesia argentina ante El Vaticano para su posible beatificación y luego canonización. En la actualidad, desde el 14 de marzo del 2023, el militar asesinado por el ERP ya es Siervo de Dios. “Ya en su infancia se veía la vocación de este hombre. De niño jugaba con soldaditos de plomo y solía seguir a la guardia que custodiaba la Casa de Tucumán en su provincia natal -explica el historiador, en diálogo con Infobae-. Además, su nombre tiene un motivo que lo marcó en toda su vida. Según contó su madre, se llamó Argentino porque iba a servir a la patria y Del Valle, porque lo iba a proteger esa virgen. Su familia estaba sensibilizada porque se les había muerto un hijo de 18 meses”.

 

Larrabure se forma en un colegio salesiano en Tucumán y allí nace su vocación religiosa, que luego expresará en el peor momento de su vida. En los 372 días que estuvo secuestrado por el ERP encerrado en una jaula diminuta bajo tierra.

 

Larrabure fue secuestrado en agosto de 1974. Las pruebas indican que al menos desde noviembre de ese año estuvo encerrado en los subsuelos de la mercería de Rosario, en el barrio Bella Vista. Allí, en algún momento compartió el cautiverio con dos empresarios. René Vicari y Erich Breus. En el texto de Miranda hay testimonios de ambos que hablan que Larrabure se pasaba gran parte del tiempo cantando el himno, rezar y pedir por el perdón de sus captores.

 

Las palabras de la víctima

Larrabure, además, escribió 8 cartas y un diario durante los 372 días que pasó secuestrado. “En los textos siempre le miente a su familia diciendo que está bien. Y pide que recen por él y por sus captores para un futuro perdón de lo que estaban haciendo”, resalta el historiador.

 

Los guerrilleros mantuvieron capturado al militar porque sabían de su conocimiento sobre armas y explosivos. “Él se niega en forma sistemática a darle información a sus secuestradores. Sabía que todo eso se iba a usar para atacar a otros argentinos y no estaba dispuesto a participar”, explica Miranda.

 

Encerrado en ese ataúd oscuro, del tamaño de una cama de una plaza, Larrabure escribe y deja testimonio de sus pensamientos de esos momentos. Vive en un catre desvencijado con un baño químico a sus pies. Está vigilado noche y día por un encapuchado.

 

Sus captores le dan hojas de papel para que escriba. El papel tienen una bandera roja y negra en la parte superior, la estrella del ERP y la frase. “¡A vencer o morir por la Argentina! Ejército Revolucionario del Pueblo”. Larrabure pasa por alto todo eso y escribe. “Físicamente estoy bien, de mi asma mejor, dispongo de todos los remedios y soy bien tratado (…) A todos los extraño muchísimo, de noche, antes de dormirme hablo con todos Uds”.

 

Y continúa con la poca luz que tiene durante el día. “Y a mis hijos y mis ahijados especialmente, que no olviden mi mensaje: ‘Aún suceda lo peor, no deben odiar a nadie, y devolver la bofetada poniendo la otra mejilla’. La cartita de mamá muy linda, plena de esperanza, muy alentadora. El domingo fue el día de la madre. (…) Que los chicos no dejen de estudiar”. Firmado: Vasco, su apodo desde los días del Colegio Militar.

 

El último texto tiene fecha del 15 de marzo de 1975, seis meses después sería asesinado por el ERP. “Queridos Marisú, Susanita, Arturo Cirilo, Jorgito y Mita. Les escribo después de casi tres meses para llevarles tranquilidad diciéndoles que estoy bien (…) Tengan fe en Dios y sigan adelante. Contéstenme por La Nación. Marisú querida: no descuides tu salud”.

 

El final de Larrabure

Muchas de las cosas que decía en esos textos era para tranquilizar a la familia. Según la investigación de Miranda, Larrabure no fue tan bien tratado por los guerrilleros que lo mantuvieron cautivo durante 372 días. Según los datos de la autopsia pesaba unos 40 kilos menos que en el momento de su secuestro en la Fábrica Militar de Villa María. “Además, tenía signos de haber sido picaneado con ferocidad en sus genitales”, revela el autor del libro sobre el militar.

 

“Por eso creo que es factible su beatificación y luego canonización -resalta Miranda-. Por su caridad religiosa. Su demostración de amor extremo frente a las personas que lo secuestraron, torturaron y asesinaron. Además, le ocultaron la muerte de su madre que ocurrió durante su cautiverio”.

 

Además, el análisis del cuerpo del militar indica que no se suicidó (el ERP había informado que se había quitado la vida). “Tenía una alta graduación alcohólica en sangre lo que indica que fue adormecido de esa manera. Sus muñecas tenían signos de haber estado atadas durante largo tiempo. Además, le dieron un golpe muy fuerte en la cabeza y luego lo ahorcaron. Esto queda demostrado con la herida profunda que tenía en su cuello. No hay ninguna chance de que Larrabure haya podido colgarse porque estaba muy débil y por su vocación religiosa”, sostiene Miranda.

 

El historiador confía que el Papa tendrá en cuenta cómo vivió el militar con un total espíritu religioso su cautiverio de más de un año en una jaula bajo tierra. Desde allí, pedía que recen por él y por sus captores para que sean perdonados por los tormentos a lo que lo sometían. “Creo que la canonización de Larrabure sería muy importante porque es un símbolo de unidad y reconciliación entre los argentinos. “Su perdón a sus secuestradores y asesinos es un ejemplo de amor extremo por Dios”, sintetiza el historiador.

lunes, 4 de marzo de 2024

¿LOS DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO?

 


por Roberto Gorostiaga

 

Periódico El Restaurador, 29 de octubre de 2023

 

 

Los mártires de la revolución francesa

 

Como dijo Rousseau, “para establecerse y subsistir el Estado revolucionario deberá destruir a la Iglesia y los cuerpos naturales de la sociedad”.

Así, la Asamblea Legislativa francesa dijo: “Los males que resultan de las corporaciones han sido expuestos. La tendencia natural que ellas tienen a crecer, la oposición constante de su interés con el interés general se han visto con toda claridad. Los proyectos de los enemigos de la revolución se fundan sobre los bienes del clero... devolvedlos a la Nación y ellos serán destruidos”. (Diario de decretos y debates -9 de abril de 1790- nr 238) Por eso el papa Pío VI enseñó:

 

“La Asamblea Nacional se ha abrogado la potestad eclesiástica, estableciendo tantas y tantas cosas contrarias no sólo a los dogmas sino también a la disciplina eclesiástica y obligando a todos los obispos y eclesiásticos con juramento a la observancia de su decreto. Más esto de ningún modo debe maravillar a aquellos que por la constitución misma de la Asamblea fácilmente comprenden que a ninguna otra cosa se encamina ni de ninguna otra cosa trata que de abolir la religión católica...” (Breve Quod Aliquantum, del 10 de febrero de 1791).

 

Veamos sólo algunos hechos de cómo procedió con la Iglesia la “gloriosa Revolución”, cuyo bicentenario acaba de celebrarse:

El 12 de noviembre de 1789 los bienes del clero son puestos a disposición de la Nación.

El 13 de febrero de 1790 se decreta la secularización de los religiosos, prohibiendo los votos de religión.

El 20 de marzo se decreta se hagan los inventarios de las iglesias y locales del clero. Desde la Revolución las iglesias católicas son del Estado, que —desde el Concordato de 1801 a que fue obligado por la resistencia vandeana— facilita su uso a la Iglesia.

La Asamblea Nacional francesa votó del 9 de abril al 12 de julio de 1790 “la Constitución civil del clero” que instaura una Iglesia nacional.

Allí Robespierre dijo que: “La Nación debe conservar (en sus manos) todo lo que es necesario para el culto, para el sostén de la religión católica...”. Y reclama la supresión del celibato eclesiástico.

El 6 de abril de 1792: la Asamblea Legislativa suprime el hábito religioso.

El 18 de agosto de 1792: supresión de todas las congregaciones religiosas.

El 17 de noviembre de 1792: se aprueba el matrimonio de los clérigos.

El 22 de enero de 1783: Circular del consejo ejecutivo para imponer al clero “constitucional” la obligación de casar a los divorciados y a los sacerdotes.

El 3 de abril de 1789 (14 germinal, año VI): Resolución del directorio relativo al calendario y a los mercados para impedir el ayuno de los viernes.

 

Mártires y víctimas de la Revolución

La Iglesia ha beatificado hasta ahora 374 mártires, asesinados por “odio de la fe” a saber:

Las 16 carmelitas de Compiegne, guillotinadas el 17 de julio de 1794 (beatificadas por la Iglesia en 1906).

Las 15 religiosas de Valenciennes (3 Hijas de la Caridad y 11 Ursulinas) guillotinadas el 26 de junio de 1794 (beatificadas en 1920).

Las 32 religiosas de Bollene, guillotinadas en Orange del 6 al 26 de agosto de 1794 (beatificadas en 1925).

El padre Noél Pinot, guillotinado el 21 de febrero de 1794 (beatificado en 1926).

Los 191 mártires guillotinados en la prisión del Carmelo el 2 de septiembre de 1792 (beatificados en 1926.

El padre Pierre-René Rogue, guillotinado en Vannes el 3 de marzo de 1796 (beatificado en 1934).

Los 19 mártires de Laval, guillotinados el 21 de enero de 1794 (beatificados en 1955).

Los 99 mártires de Angers (12 sacerdotes; 3 religiosas y 94 laicos, de ellos mujeres) ejecutados entre octubre de 1793 y octubre de 1794.

Otras causas en proceso de beatificación en Roma son los de:

El padre Jean Poulín de Arras ejecutado el 22 de agosto de 1793 y otras 157 víctimas de la misma ciudad, entre 1793 y 1798.

El padre Ignacio José Gosseau, de Valenciennes y 46 sacerdotes y religiosos de la misma ciudad, ejecutados entre 1792 y 1799.

Tomás Merle de Castillon y otras 71 personas ejecutadas en Lyon entre 1792 y 1794.

Los 5 capuchinos ejecutados en Nimes el 14 de junio de 1790, Jean Baptiste Souzy ejecutado en L'Ile Madame el 27 de julio de 1793 y sus 102 compañeros también muertos por la fe entre 1793 y 1795.

Los 110 niños de menos de 7 años masacrados en Lucs-sur-Boulogne en Vendee, por la “columna infernal” del general Cordellier.

No se agota con esto la lista de quienes murieron por causa directa de su fe.

Así, en Nantes, están los 143 sacerdotes ahogados en el río Loira a fines del año 1793.

En Toulouse el padre Duchein, ejecutado el 7 de noviembre de 1793.

En París, Ana Poulain y su criada Margarita, condenadas a muerte el 21 de diciembre de 1793 por haber escondido a un sacerdote proscripto.

El padre Fenelon, sobrino nieto del autor de “Telémaco” guillotinado también en París, julio 1794.

En Puy la señora de Beauzac, madre de un sacerdote refractario a la Constitución civil del clero; y la familia Best (el marido, su esposa y su cuñada) guillotinados en enero de 1794 por ayudar al clero fiel.

En Dax sor Margarita Rustau, Hija de la Caridad, guillotinada el 9 de abril de 1794.

En Montpellier, María Coste, campesina guillotinada el 3 de mayo de 1794 por haber alimentado a un sacerdote proscripto.

Se calculan en 2 millones de personas las víctimas del terror en Francia. A ellos deben agregarse las víctimas de las guerras de la Revolución y el imperio napoleónico en toda Europa, desde España hasta Rusia. Todo ello en nombre de los derechos del hombre y el ciudadano.

viernes, 1 de marzo de 2024

RETRATO ROBOT


del próximo Papa: Las notas de un cardenal

 

Dos años después del texto firmado por "Demos" (cuya identidad se supo más tarde que correspondía al cardenal Pell), sale a la luz un nuevo documento relacionado con aquel, y que define las siete prioridades del próximo cónclave para reparar la confusión y la crisis creadas por este Pontificado.

 

Brújula cotidiana, 29_02_2024

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El Vaticano mañana

 

En marzo de 2022, apareció un texto anónimo -firmado bajo el pseudónimo “Demos,” y titulado “El Vaticano hoy”- que planteaba una serie de graves interrogantes y críticas sobre el pontificado del Papa Francisco. Las condiciones en la Iglesia desde que apareció ese texto no han cambiado materialmente, y mucho menos, mejorado. Por lo tanto, los pensamientos que aquí se ofrecen pretenden basarse en aquellas reflexiones originales a la luz de las necesidades del Vaticano de mañana.

 

Los últimos años de un pontificado, de cualquier pontificado, son el momento de evaluar la situación de la Iglesia en el presente y las necesidades de la Iglesia y de sus fieles en el futuro. Está claro que los puntos fuertes del pontificado del Papa Francisco son su insistencia en la compasión hacia los débiles, el acercamiento a los pobres y marginados, la preocupación por la dignidad de la creación y las cuestiones medioambientales que se derivan de ella, y los esfuerzos por acompañar a los que sufren y están alienados en sus cargas.

 

Sus defectos son igualmente obvios: un estilo de gobierno autocrático, a veces llegando a parecer vengativo; un descuido en cuestiones de derecho; intolerancia incluso frente al desacuerdo respetuoso; y -lo que es más grave- un estilo persistente de ambigüedad en cuestiones de fe y moral que causa confusión entre los fieles. La confusión genera división y conflicto. Mina la confianza en la Palabra de Dios. Debilita el testimonio evangélico. El resultado de esto es una Iglesia más fracturada que en ningún otro momento de su historia reciente.

 

La tarea del próximo pontificado debe ser, por tanto, la de recuperar y restablecer verdades que se han ido lentamente oscureciendo o perdiendo entre muchos cristianos. Estas incluyen, pero no se limitan, a aspectos tan básicos como los siguientes:  (a) nadie se salva sino por Jesucristo, y sólo por Él, como Él mismo dejó claro; (b) Dios es misericordioso pero también justo, y está íntimamente interesado en cada vida humana, Él perdona pero también nos pide cuentas, Él es a la vez Salvador y Juez; (c) el hombre es una criatura de Dios, no una invención propia, una criatura no meramente emotiva y con apetitos sino también con intelecto, libre albedrío y un destino eterno; (d) existen verdades objetivas inmutables sobre el mundo y la naturaleza humana, que pueden conocerse mediante la Divina Revelación y el ejercicio de la razón; (e) la Palabra de Dios, recogida en las Escrituras, es fiable y tiene fuerza permanente; (f) el pecado es real y sus efectos son letales; y (g) la Iglesia tiene tanto la autoridad como el deber de “hacer discípulos a todas las naciones”. No abrazar con alegría esa obra de amor misionero y salvífico tiene consecuencias. Como escribió Pablo en 1 Corintios 9,16 “ay de mí si no predicara el Evangelio”.

 

De la tarea y la lista anteriores se desprenden algunas observaciones prácticas.

 

Primera: La autoridad real se ve perjudicada cuando se usan medios autoritarios en su ejercicio. El Papa es el sucesor de Pedro y quien garantiza la unidad de la Iglesia. Pero no es un autócrata. No puede cambiar la doctrina de la Iglesia, y no debe inventar o alterar la disciplina de la Iglesia arbitrariamente. Gobierna la Iglesia colegialmente con sus hermanos obispos en las diócesis locales. Y lo hace siempre en fiel continuidad con la Palabra de Dios y la enseñanza de la Iglesia. Los “nuevos paradigmas” y los “nuevos caminos inexplorados” que se desvían de una y otra no son de Dios. Un nuevo Papa debe restaurar la hermenéutica de la continuidad en la vida católica y reafirmar la comprensión del Vaticano II sobre el papel propio del papado.

 

Segundo: Así como la Iglesia no es una autocracia, tampoco es una democracia. La Iglesia pertenece a Jesucristo. Es su Iglesia. Ella es el Cuerpo Místico de Cristo, compuesto por muchos miembros. No tenemos autoridad para adaptar sus enseñanzas para que encajen mejor en el mundo. Además, el sensus fidelium católico no es una cuestión de encuestas de opinión, ni siquiera la opinión de una mayoría bautizada. Sólo se deriva de aquellos que creen genuinamente y practican activamente, o al menos buscan sinceramente practicar, la fe y las enseñanzas de la Iglesia.

 

Tercero: La ambigüedad no es evangélica ni acogedora. Más bien engendra dudas y alimenta impulsos cismáticos. La Iglesia es una comunidad, no sólo de Palabra y sacramento, sino también de credo. Lo que creemos contribuye a definirnos y a sostenernos. Así, las cuestiones doctrinales no son cargas impuestas por insensibles “doctores de la ley”. No son tampoco un espectáculo intelectual para la vida cristiana. Al contrario, son vitales para vivir una vida cristiana auténtica, porque tratan de aplicaciones de la verdad, y la verdad exige claridad, no matices ambivalentes. Desde el principio, el pontificado actual se ha resistido a la fuerza evangélica y a la claridad intelectual de sus predecesores inmediatos. El desmantelamiento y reutilización del Instituto Juan Pablo II de Roma y la marginación de textos como Veritatis Splendor sugieren una elevación de la “compasión” y la emoción a expensas de la razón, la justicia y la verdad. Para una comunidad de fe, esto es insano y profundamente peligroso.

 

Cuarto: La Iglesia católica, además de Palabra, sacramento y credo, es también una comunidad de derecho. El derecho canónico ordena la vida de la Iglesia, armoniza sus instituciones y procedimientos, y garantiza los derechos de los creyentes. Entre las marcas del actual pontificado están su excesiva confianza en el motu proprio como herramienta de gobierno y una despreocupación general y aversión por los detalles canónicos. Una vez más, como ocurre con la ambigüedad de la doctrina, el desprecio por el derecho canónico y el procedimiento canónico adecuado socava la confianza en la pureza de la misión de la Iglesia.

 

Quinto: La Iglesia, como tan bellamente la describió Juan XXIII, es mater et magistra, la “madre y maestra” de la humanidad, no su obediente seguidora; la defensora del hombre como sujeto de la historia, no su objeto. Ella es la esposa de Cristo; su naturaleza es personal, sobrenatural e íntima, no meramente institucional. Ella nunca puede ser reducida a un sistema flexible de ética o a un análisis y remodelación sociológica para adaptarla a los instintos y apetitos (y confusiones sexuales) de una época. Uno de los principales defectos del actual pontificado es su alejamiento de una “teología del cuerpo” convincente y su falta de una atractiva antropología cristiana... precisamente en un momento en que aumentan los ataques a la naturaleza y la identidad humanas, desde el transgenerismo al transhumanismo.

 

Sexto: Los viajes por el mundo sirvieron muy bien a un pastor como el Papa Juan Pablo II, debido a sus dones personales únicos y a la naturaleza de los tiempos. Pero los tiempos y las circunstancias han cambiado. La Iglesia en Italia y en toda Europa -el hogar histórico de la fe- está en crisis. El propio Vaticano necesita urgentemente una renovación de su moral, una limpieza de sus instituciones, procedimientos y personal, y una profunda reforma de sus finanzas para prepararse para un futuro más difícil. No son cosas pequeñas. Exigen la presencia, la atención directa y el compromiso personal de cualquier nuevo Papa.

 

Séptimo y último: El Colegio Cardenalicio existe para asesorar al Papa y elegir a su sucesor a su muerte. Ese servicio requiere hombres de carácter limpio, sólida formación teológica, madura experiencia de liderazgo y santidad personal. También requiere un Papa dispuesto a pedir consejo y luego a escuchar. No está claro hasta qué punto esto se aplica en el pontificado del Papa Francisco. El pontificado actual ha hecho hincapié en la diversificación del colegio, pero no ha logrado reunir a los cardenales en consistorios regulares diseñados para fomentar una auténtica colegialidad y confianza entre hermanos. Como resultado, muchos de los electores que voten en el próximo cónclave no se conocerán realmente entre sí, y por tanto pueden ser más vulnerables a la manipulación. En el futuro, si el colegio ha de servir a sus propósitos, los cardenales que lo forman necesitan algo más que un solideo rojo y un anillo. El actual colegio de cardenales debería activarse para el conocimiento mutuo y para entender mejor las diferentes visiones que cada uno tiene de la Iglesia, las situaciones de sus Iglesias locales y la personalidad de cada cardenal – factores todos importantes para reflexionar sobre el nuevo Papa.

 

Los lectores se preguntarán con razón por qué es anónimo este texto. La respuesta debería ser evidente para todo aquel que conozca el tenor del ambiente romano actual. La sinceridad no es bienvenida y sus consecuencias pueden ser incómodas. Y sin embargo estas reflexiones podrían continuar durante muchas más páginas, señalando especialmente la fuerte dependencia del actual pontificado en la Compañía de Jesús, la reciente problemática actuación del cardenal Fernández, del DDF, y el surgimiento de una pequeña oligarquía de confidentes con excesiva influencia dentro del Vaticano - todo ello a pesar de las pretensiones descentralizadoras de la sinodalidad, entre otras cosas.

 

Precisamente por estas cuestiones, las advertencias aquí apuntadas pueden ser útiles en los próximos meses. Se espera que esta contribución ayude a orientar las conversaciones, muy necesarias, sobre cómo debe ser el Vaticano en el próximo pontificado.