domingo, 28 de enero de 2024

LA VIDA ESPIRITUAL

 

 de Santo Tomás de Aquino

 

Frailes Dominicos, enero 27, 2024

 

"Bene scripsisti de me, Thoma"

 

La vida espiritual de Santo Tomás de Aquino, lo que él llamaría su “amistad” con Dios, tal como lo relatan sus hagiógrafos, se centró en Cristo y, en particular, en Jesús presente en la Eucaristía y en el Crucifijo[1]. Esto es puesto de manifiesto por un episodio del final de su vida, narrado por la Historia de Santo Tomás de fray Guillermo de Tocco. Allí se nos dice que durante el último año de su vida, cuando estaba escribiendo acerca de la pasión y la resurrección de Cristo en la Suma de teología, un testigo oyó un diálogo milagroso entre Jesús en el Crucifijo y el santo. El que venía siendo el objeto de su reflexión y enseñanza le dice al teólogo: “Thoma, bene scripsisti de me, quam recipies a me pro tuo labore mercedem?”, es decir, “Tomás, has escrito bien acerca de mí, ¿qué recompensa recibirás de mí por tu labor?” La respuesta del fraile dominico nos descubre el velo de su corazón para mostrarnos lo que era el objeto principal de su amor: “Domine, non nisi te”, esto es, “Señor, nada sino a ti”[2] . Este breve intercambio nos da a entender tres cosas: Jesús es lo único que busca alcanzar Tomás con sus escritos; que Tomás ha escrito sobre Jesús; y que lo ha hecho bien.

 

“Nada sino a ti, Señor”

 

Para rubricar lo primero podemos acudir a la última confesión pública de fe del santo poco antes de morir. Según múltiples testigos, cuando le trajeron el viático y tras adorarlo largo rato y con muchas palabras, santo Tomás se dirigió a Cristo como al objeto de su actividad como investigador, predicador y docente[3]: “por el amor de quien he estudiado, me he mantenido en vela (vigilavi) y he trabajado y predicado y enseñado”[4]. Es un guiño de la providencia el que él último tema tratado integralmente por el aquinate en la Summa haya sido justamente la Eucaristía (ST III, 73-83), como si todo lo que precediera se ordenara a ella[5]. En estas dos expresiones en los últimos meses de su vida terrena el santo dominico nos revela que su obra literaria ha sido una obra de amor a Jesús y que todo en ella se ordena a Jesús.

 

Como confirman los estudios bíblicos contemporáneos, es el amor que Cristo nos tiene el que enciende el amor que nosotros le tenemos[6]. Ambos amores, el suyo y el nuestro, mueven la lengua y la pluma del maestro. También el discípulo requiere ser encendido por el amor de Cristo para poder aprovechar en esta disciplina ya que, como explica el aquinate en su Comentario al Evangelio de Juan, la marca del discipulado de Cristo es la adhesión (inhaesio) a él y la observancia de la caridad[7]. Este amor de Cristo no sólo da alas al teólogo, sino que rodea e impregna todo lo que éste estudia.

 

 

Imagen de Santo Tomás de Aquino del convento Santo Domingo de Cuenca (Ecuador).

 

 

Apoteosis de Santo Tomás de Aquino con los doctores de la Iglesia (Barroco). Francisco de Zurbarán. Museo de Bellas Artes, Seville, Spein (bridgemanimages.com).

 

“Has escrito acerca de mí”

 

El amor de Cristo como motor de la escritura se percibe en que Santo Tomás escribe sobre él, no sólo de manera explícita, sino también de manera implícita, es decir, cuando los contenidos no inmediatamente cristológicos se insertan en una estructura que sí lo es. Así, el prólogo de la Tertia Pars de la Suma de teología señala que “para consumar todo el quehacer teológico es necesario… que siga la consideración del Salvador de todos y de sus beneficios”[8]. Si la Sacra doctrina entera se completa en el estudio de Cristo es porque toda ella se ordena a él y lleva su sello. En su Comentario al Evangelio de Juan, el aquinate propone que la composición de este Evangelio sigue una organización centrada en Cristo: primero, en cuanto que es Dios; segundo, en cuanto es el ejemplar de la creación, y especialmente del ser humano; tercero, como santificador del hombre a través de la gracia por su encarnación[9].

 

Volviendo a la obra que estaba componiendo Santo Tomás al momento de escuchar esas palabras desde el Crucifijo, como se ha indicado ya, cada una de las partes y secciones de la Suma de teología puede ser referida al Verbo. Por eso, aunque el tratamiento per se de Cristo aparece en la última parte de la Summa, todo su plan tiene un innegable “carácter cristiano.”[10] Por todo ello, aunque el que Jesús dijese que Tomás escribió bien acerca de él se puede atribuir principalmente a los desarrollos propiamente cristológicos, el mismo Tomás probablemente escuchó tales palabras como también atinentes al resto de su obra.

 

“Has escrito bien acerca de mí”

 

El amor de Cristo que lo impulsaba e iluminaba, así como su propio amor a Cristo encendido por aquel, se percibe en todas sus obras. Respecto de Cristo, hay varios desarrollos originales. Entre ellos podemos mencionar: el cuidado de la condición de misterio de Cristo y de la prioridad absoluta de la Revelación para poder acceder a él; la profundización de la comprensión de la generación del Verbo eterno; la clarificación de las opiniones de Pedro Lombardo sobre la encarnación a la luz de las actas de los Concilios; la capitalidad de Cristo en cuanto hombre por la plenitud singular de gracia en su humanidad; el estudio sistemático de los misterios de la vida de Cristo y su múltiple causalidad soteriológica[11].

 

El “bene” de las palabras de Cristo evoca también la armonía y belleza de la escritura de Tomás. El estilo despojado y conciso de su prosa tiene la virtud de ceder lugar y transportar rápidamente al lector a la belleza de los temas tratados. Sin embargo, lo que ella no tiene en juego y armónicos literarios lo tiene en conexiones de los misterios, que hacen gozar en cada tema la hondura de la verdad manifestada en Jesucristo. En una pequeña parte de su obra literaria, empero, el fraile dominico echa mano del lenguaje poético. Lo hace justamente para honrar al mismo Jesús en la Eucaristía. La fina y original destreza en el uso del ritmo y la rima en los himnos del oficio de Corpus Christi que le fuera encargado por el Papa Urbano IV ha hecho dudar a más de un estudioso de que se tratara de la misma persona que había escrito los sobrios tratados filosóficos y teológicos[12].

 

 

Las antífonas de los Salmos dan la clave para gustar los Salmos cuidadosamente elegidos para celebrar el Cuerpo de Cristo[13]. Los responsorios son un crisol de palabras tomadas del Antiguo y Nuevo Testamento. La oración colecta dirigida directamente a Cristo trasluce, dentro de una apretada síntesis teológica, una relación personal con Jesús: “Oh, Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que sintamos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas…”[14]. Es verdad que el conjunto, especialmente con las nueve lecciones o lecturas originales compuestas por el mismo santo, es un incesante estímulo intelectual, pero las piezas poéticas y la suave conexión con los Salmos lo envuelven al fiel en la belleza de Cristo.

 

Nada más apto para concluir aquí que la oración rítmica intitulada Adoro Te devote[15]. Se trata de una composición muy personal, toda ella centrada en Cristo, que el mismo santo usaba para dirigirse al Señor. En las primeras tres estrofas y media, donde se destacan los verbos conjugados en la primera persona del singular[16], se subrayan la fe y la humildad y culminan en la segunda mitad de la cuarta estrofa con el primer pedido dirigido a Jesús[17]: que él sea el objeto de la vida espiritual del fiel, es decir, de sus virtudes teologales[18]. En las dos estrofas que siguen aparecen los verbos en la segunda persona del imperativo y se le pide a Jesús que comunique la vida gustosa y la purificación que brotan de su misterio de redención presente en la Eucaristía[19]. En la última estrofa, en la cual vuelven los verbos en la primera persona del singular, el fraile dominico, creyente, pide a Jesús que haga que su sed se sacie con la visión de su rostro. Esta última oración, eco de aquellas de Moisés (Ex 33, 18) y de David (Ps 26/27, 8), lo asocia a Tomás a los amigos de Dios. En ella su corazón acoge la inspiración de su amigo Jesús que le suscita el deseo de verlo y así unirse ambos en una comunión de actividad y vida[20]. Preguntado, entonces, por su amigo, sobre el anhelo de su corazón, Santo Tomás no tarda en responder: “Domine, non nisi te”.

 

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[1] Ver Jean-Pierre TORRELL, OP, Initiation à saint Thomas d’Aquin. Sa personne et son œuvre, 3ra ed., París, Cerf, 2015; 1era ed. 1993, p. 364–368.

 

[2] Guilelmus de TOCCO, Ystoria sancti Thome de Aquino de Guillaume de Tocco (1323), ed. C. Le Brun-Gouanvic, Studies and Texts 127, Toronto, Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1996, cap. 34, p. 86, lin. 3–14: “…frater Dominicus de Caserta sacrista… audiuit de loco ad quem predictus doctor conuersus erat ad orandum cum lacrimis, huiuscemodi uocem de ymagine crucifixi: ‘Thoma, bene scripsisti de me, quam recipies a me pro tuo labore mercedem?’ Qui respondit: ‘Domine, non nisi te.’ Et tunc scribebat Tertiam partem Summe de Christi passione et resurrectione.”

 

[3] Ver “Proceso de Canonización de Nápoles de Santo Tomás de Aquino,” en Fontes Vitae S. Thomae Aquinatis: Notis historicis et criticis illustrati, ed. D. Prümmer y M.-H. Laurent (Toulouse: sin p., sin fecha; una colección de seis fascículos de numeración continua [“Textes et documents”] publicados por la Revue thomiste de 1911 a 1937; el “Proceso de Nápoles” corresponde a Revue thomiste 37–39 [1932–1934]), p. 265–407, aquí §§ 27, 49 & 80, p. 301, 332, 378–379; Torrell, Initiation, p. 373–374.

 

[4] “Proceso de Nápoles,” § 80, p. 379: “Et stetit in eodem monasterio pluribus diebus infirmus cum patientia et humilitate multa et voluit sumere Corpus Salvatoris nostri; et cum Corpus ipsum fuit sibi portatum, genuflexit et cum verbis mire et longe adorationis et glorificationis salutavit et adoravit ipsum, et ante susceptionem Corporis dixit: ‘Summo te pretium redemptionis anime mee, sumo te viaticum peregrinationis mee, pro cuius amore studui, vigilavi et laboravi et predicavi et docui; nichil unquam contra te dixi, set si quid dixi ignorans, nec sum pertinax in sensu meo; set si quid male dixi, totum relinquo correctioni ecclesie Romane’.” Transcripto en TOCCO, Ystoria, cap. 58, p. 198. 

 

[5] Las últimas siete cuestiones de la Tertia Pars (ST III, 84-90) que nos han llegado sobre el sacramento del a Penitencia son sólo una fracción del largo tratamiento que estaba previsto dedicarle.

 

[6] Ver E.-B. ALLO, Saint Paul. Seconde épître aux Corinthiens, Paris, Librairie Lecoffre/J. Gabalda et Cie, éditeurs, 1937, p. 165; Ceslas SPICQ, OP, Lexique théologique du Nouveau Testament, J.-M. Poffet, OP, éd., 2da ed., Paris, Cerf, 1991 (1ra ed. 1978), col. 1474–1478; Margaret THRALL, Second Epistle to the Corinthians: Volume 1: 1-7, Londrés, Bloomsbury T&T Clark, 1994, p. 408, n. 1512; Scott J. HAFEMANN, The NIV Application Commentary: 2 Corinthians, Grand Rapids, MI, Zondervan, 2000, p. 240; Murray J. HARRIS, The Second Epistle to the Corinthians: A Commentary on the Greek Text, Grand Rapids (MI), Eerdmans, 2005, p. 418; Anthony C. THISELTON, 2 Corinthians: A Short Exegetical and Pastoral Commentary, Eugene (OR), Cascade Books, 2019, p. 71.

 

[7] Ver Sup. Io. 15, I (v.8; M1996): “Haec enim sunt signa discipulatus Christi, scilicet inhaesio ad Christum… Secundo caritatis observatio… .” Ver también ibid., 13, VII (v.35; M1839); ST III, 63, 3, 3.

 

[8] ST III, prol.: “…necesse est ut ad consummationem totius theologici negotii, post considerationem ultimi finis humanae vitae et virtutum ac vitiorum, de ipso omnium Salvatore ac beneficiis eius humano generi praestitis nostra consideratio subsequatur.”

 

[9] Ver Sup. Io., prol., (M10): “Patet ergo ordo istius Evangelii ex verbis praemissis. Primo enim insinuat nobis Dominum sedentem super solium excelsum et elevatum, in prima parte, cum dicit: ‘In principio erat Verbum’. In secunda vero parte insinuat quomodo omnis terra plena est maiestate eius, cum dicit: ‘Omnia per ipsum facta sunt’. In tertia parte manifestat quomodo ea quae sub ipso erant, replebant templum cum ipse dicit: ‘Verbum caro factum est’.”

 

[10] GUINDON, “La théologie,” p. 23*: “Le moins qu’on puisse dire dès maintenant semble bien être que, malgré les apparences et malgré les opinions, le problème de la ‘christianisation’ de la Ia et de la IIa pars ne sera pas insoluble. Dans le rayonnement du Prologue de l’Évangile selon saint Jean, la primauté du Verbe n’entraînera sûrement aucun détriment pour le caractère ‘chrétien’ de la doctrine de saint Thomas.” Ver también Roger GUINDON, OMI, “La théologie de saint Thomas d’Aquin dans le rayonnement du ‘Prologue’ de saint Jean (suite),” Revue de l’Université d’Ottawa 29 (1959): 121*–142*, aquí p. 141*: “Quant à la qualité proprement chrétienne de cette théologie, l’omniprésence de la Sagesse et du Verbe la manifeste d’une façon éclatante. La façon dont on a pris l’habitude de la mettre en doute, en certains milieux, soulève, semble-t-il, un pseudo-problème. Si, en effet, saint Thomas ne centre pas sa théologie sur le Christ, c’est-à-dire sur le Verbe pour autant qu’il a pris une chair humaine, c’est qu’il situe l’Incarnation dans le contexte plus vaste de la Geste du Verbe: Sagesse engendrée par le Père… par laquelle tout a été créé… qui illumine tout homme… qui dirige chaque personne humaine vers son destin… qui… prend une chair pour sauver l’homme… .”

 

[11] Estos temas pueden verse respectivamente, p.e., en ST III, 1; ST I, 34; ST, III, 2, 1-6; ST III, 8; ST III, 31-59.

 

[12] Ver Paul MURRAY, OP, Aquinas at Prayer. The Bible, Mysticism and Poetry, Londrés, Bloomsbury, 2013, especialmente p. 157-259; Sisto TERÁN, Santo Tomás, Poeta del Santísimo Sacramento, Tucumán, Ed. Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, 1979. Como ejemplo de las cualidades poéticas de la hímnica de Tomás se puede considerar el empleo de la triple rima alternada del himno Pange lingua, lo cual es algo original en el medioevo.

 

[13] Por ejemplo, nueve antífonas de los salmos de Maitines del Officium Sacerdos (de la Solemnidad del Cuerpo de Cristo) son tomadas de los salmos mismos con un sutil e ingenioso añadido que invita a reinterpretar todo el salmo a la luz del misterio de la Eucaristía.

 

[14] “Deus qui nobis sub sacramento mirabili passionis tuae memoriam reliquisti, tribue, quaesumus, ita nos corporis et sanguinis tui sacra mysteria venerari, ut redemptionis tuae fructum in nobis iugiter sentiamus. Qui vivis et regnas…”

 

[15] Ver nuestra explicación de este “Ritmo” en https://www.youtube.com/watch?v=reAPZMpj0Hg, accedido el 5 de septiembre de 2023.

 

[16] “Adoro” (estrofa primera), “credo” (estrofa segunda), “peto” (estrofa tercera) y “intueor, confiteor” (estrofa cuarta).

 

[17] Desde la primera palabra “adoro” se trasluce la fe y la humildad. Se insinúan ecos armónicos de esta adoración humilde y creyente en “subiicit”, “deficit” (estrofa primera); “fallitur”, “auditu solo creditur”, “credo quidquid dixit”, “nil verius” (estrofa segunda); “latebat”, “latet”, “credens atque confitens”, “latro paenitens” (estrofa tercera); “non intueor” y “tamen te confiteor” (estrofa cuarta).

 

[18] Estrofa cuarta: “Fac me tibi semper magis credere, in te spem habere, te diligere”.

 

[19] “Praesta” (estrofa quinta) y “munda” (estrofa sexta).

 

[20] Estrofa séptima: “Iesu, quem velatum nunc aspicio, oro fiat illud quod tam sitio; ut te revelata cernens facie, visu sim beatus tuae gloriae.”

 

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Fuente: EMERY, Fray John W. OP. “Bene scripsisti de me, Thoma”, ponencia presentada en XLVII Semana Tomista. El legado de Santo Tomás de Aquino a 700 años de su canonización, 14 de septiembre de 2023.

REELECCIÓN DEL PRIOR PROVINCIAL

 

 

Frailes Dominicos

Argentina y Chile


noviembre 29, 2023

 

En la solemnidad de Cristo Rey, fray Juan José Baldini, OP, aceptó continuar por un nuevo cuatrienio como Prior Provincial de la Provincia Argentina de San Agustín de la Orden de Predicadores, para el período 2023-2027.

 

Le elección, que se llevó a cabo el 24 de noviembre por los doce frailes capitulares reunidos en el marco del Capítulo Provincial que se celebra en el convento Nuestra Señora del Rosario en Santiago de Chile, fue confirmada por el Maestro de la Orden, fray Gerard Timoner III, OP y, por último, aceptada por el elegido, conforme al sistema de gobierno comunitario “a su modo” que tienen los frailes dominicos desde su aprobación en 1216 por Santo Domingo de Guzmán, como manera adecuada para promover de modo singular la responsabilidad y la gracia personal de los frailes en miras al propósito de la Orden: la predicación de la Palabra de Dios (LCO 1, VI, 3).

 

Fray Juan José nació en General San Martín (Mendoza, Argentina) el 18 de febrero de 1976. Ingresó a la Orden de Predicadores en 1994, concluyó su noviciado en Mar del Plata con su profesión religiosa el 4 de marzo de 1995, y cursó sus estudios de filosofía y teología en los centros de estudios de la Orden en Argentina (UNSTA en Tucumán y CEOP en Buenos Aires). Fue ordenado presbítero el 22 de noviembre de 2003, e hizo estudios complementarios de licenciatura en Teología en España, en la Pontificia Universidad San Esteban de Salamanca, también de la Orden.

 

De regreso continuó con estudios de grado en psicología en Argentina (UCA), y en Chile (UAH), cuando el 19 de octubre de 2017 fue elegido Vicario del Vicariato Provincial San Lorenzo Mártir de Chile, para asumir la misión de incorporación de Chile a la Provincia, que el Maestro de la Orden solicitó a la Argentina desde diciembre de 2016.

 

Como Vicario Provincial participó en Capítulo Provincial de 2019, en el convento de San Miguel de Tucumán (Argentina), donde fue elegido Prior Provincial, cargo que desempeñó hasta el comienzo del actual Capítulo, confiándosele como tarea en aquel momento, los procesos de reestructuración de la Provincia en ambos países, y la unificación de las etapas de formación de filosofía y de teología en Buenos Aires, entre otras.

miércoles, 24 de enero de 2024

CRÍTICAS AL PAPA

 

Cómo y cuándo son lícitas

 

Tommaso Scandroglio

 

Brújula cotidiana, 23_01_2024

 

“Nadie puede juzgarme, ni siquiera el Papa”. Está claro que lo que divide hoy a la Iglesia no es tanto el error doctrinal, sino la crítica al Papa. Por un lado están los que consideran impensable e  inaceptable criticar al Papa, y por otro los que opinan todo lo contrario. La cuestión de si está permitido o no criticar al Papa es la causa más común de división dentro de la Iglesia, la verdadera espina clavada en el costado de la unidad eclesial.

 

Por eso se abandonan parroquias y asociaciones, por eso se elige asistir a la misa dominical en otra iglesia, por eso se dejan de leer ciertos periódicos (incluido el nuestro), por eso se crean desavenencias en el seno de las familias, por eso se publican mensajes polémicos en las redes sociales. Esto lleva a un planteamiento dicotómico del problema: a favor o en contra del Papa. Pero el criterio del partidismo es erróneo porque la cuestión es otra y parte de dos preguntas: ¿Es lícito criticar al Papa? Y, en caso afirmativo, ¿cuándo criticarle?

 

En cuanto a la primera pregunta, criticar al Papa es lícito desde un punto de vista moral por una razón simple, muy simple: él también puede equivocarse. Si queremos respetar el principio de no contradicción, debemos concluir necesariamente que fuera de la infalibilidad petrina existe la falibilidad petrina. Es la propia constitución dogmática Pastor aeternus la que lo confirma, aunque de forma indirecta: “Nosotros [...] proclamamos y definimos como dogma revelado por Dios que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, es decir, cuando ejerce su supremo oficio de Pastor y Doctor de todos los cristianos, y en virtud de su suprema potestad apostólica define una doctrina sobre la fe y las costumbres [...] goza de aquella infalibilidad con la que el divino Redentor quiso que su Iglesia estuviera dotada para definir la doctrina sobre la fe y las costumbres”. Por tanto, cuando no habla ex cathedra, el Papa es falible. Por supuesto, esto no significa que todo lo que cae bajo este paraguas sea igualmente falible, es decir, todo puede ser criticado. Si un Papa afirma que Jesucristo es Dios sin comprometer su propia infalibilidad, se limita simplemente a reafirmar sin el ropaje formal de la infalibilidad un dogma católico. Si, por el contrario, afirma que todos los emigrantes deben ser acogidos indiscriminadamente, la afirmación, al tratarse de una forma de hacer el bien, es intrínsecamente cuestionable.

 

Incluso la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Nota Doctrinal Ilustrativa de la fórmula conclusiva de la Professio fidei, como ya hemos mencionado recientemente, aclaró que no todos los pronunciamientos del Papa son infalibles. Y el Papa Francisco nunca ha comprometido su propia infalibilidad en sus pronunciamientos. De ello se deduce que el Papa puede ser criticado. El propio Magisterio lo permite. Lumen Gentium: “Conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, [los laicos] tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia. Esto hágase, si las circunstancias lo requieren, a través de instituciones establecidas para ello por la Iglesia, y siempre en veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su sagrado ministerio, personifican a Cristo”. (37). Del mismo modo, el Código de Derecho Canónico regula: “Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas” (canon 212, § 3). El propio Francisco está en la misma línea cuando indica la parusía como método de crítica.

 

Como toda acción buena en sí misma, la opción por la crítica debe, sin embargo, respetar el principio de proporción o de eficacia. Ahí están las referencias a la prudencia, el respeto, la caridad, la integridad de la fe y de las costumbres, la utilidad común y la dignidad de las personas. En resumen, si la crítica causa más mal que bien, es mejor el silencio. Ejemplifiquemos. Estamos cenando con unos amigos que son casi ateos de facto. El discurso recae sobre el Papa actual. Evitaré criticarle para no escandalizar a estos pequeños en la fe. Segundo escenario: estoy cenando con un párroco y pretende bendecir a las parejas homosexuales “porque el Papa lo pide”. Es legítimo y correcto criticar la elección del Papa. Incluso en el primer ejemplo, si me pidieran una opinión sobre las bendiciones, no podría evitar un claro juicio de censura. Precisamente porque de ello depende la fe de mis interlocutores, ya de por sí vacilantes en cuestiones morales. Más en general, hay que observar que la cantidad y calidad de las declaraciones heterodoxas de Francisco han obligado a no pocos a recordar públicamente la sana doctrina precisamente para evitar el engaño de muchos. En definitiva, un estado de necesidad ha empujado a muchos a la crítica, porque cuanto más grave es el ataque a la fe, mayor debe ser la respuesta defensiva.

 

La licitud de criticar al Papa está atestiguada por la Revelación y la historia: Pablo con Pedro. “Cuando Cefas llegó a Antioquía, me opuse abiertamente a él, porque era evidente que estaba equivocado" (Gal 2,11). El Papa Honorio fue excomulgado, aunque póstumamente. Esto ocurrió y puede seguir ocurriendo porque el Papa es el guardián de la verdad, no la verdad. Sólo Cristo es la verdad, no su vicario en la tierra. Por lo tanto, el Papa está, como todos nosotros, sujeto a la lex aeterna en sus dos declinaciones de lex divina positiva y lex naturalis. También él es jerárquicamente inferior a la ley suprema de la Iglesia: salus animarum (pinchar aquí y aquí).

 

Una vez comprobado que el Papa también es falible y, por tanto, criticable, pasemos a la segunda cuestión antes mencionada: ¿cuándo criticarlo? Cuando, de acuerdo con el principio de eficacia antes mencionado, sus palabras o acciones son claramente contrarias a la doctrina arraigada de la Iglesia. Por ejemplo: ¿la homosexualidad está condenada por la Iglesia? Sí. Por lo tanto, ¿están permitidas las bendiciones a parejas homosexuales? No. Por lo tanto, el Papa no debería haber aprobado las bendiciones a homosexuales. No hay nada más que añadir.

 

Dicho todo esto, aquí vienen las objeciones. La primera: esto socava la unidad de la Iglesia. Respuesta: la unidad de la Iglesia es un bien, pero no es el bien supremo y hay otros bienes más importantes, por ejemplo la verdad. ¿O es que todos preferimos callar y avalar así el error para no dividirnos? Jesús también habló claro y, como atestigua el Evangelio de Juan en el capítulo 6, el resultado fue que, en una ocasión, buena parte de sus seguidores se marcharon. ¿Debería haberse callado? Si una hija se viera obligada a prostituirse por culpa de un familiar, ¿acaso no iríamos a discutirlo? Sólo un necio argumentaría que eso divide a la familia en dos y que, por tanto, sería preferible el silencio. Hoy en día, hay quienes prostituyen a la Iglesia y su doctrina: si defenderlos conduce a divisiones, es un precio lícito e incluso adecuado de pagar, tal y como están las cosas.

 

Segunda objeción: el Papa Francisco nunca ha emitido juicios contrarios a la sana doctrina. Por ejemplo, en el caso de las bendiciones a los homosexuales, el Papa, en el programa televisivo italiano con el presentador Fazio, ha dicho que “el Señor bendice a todos”, no ha dicho que las parejas homosexuales puedan ser bendecidas. Sobre el acceso de los divorciados vueltos a casar, dijo que la doctrina sobre el matrimonio permanece inalterada. Sobre el hecho de que algunas buenas conductas sean imposibles para algunos, Francisco dijo que “todo es posible para la fe”. Sobre la prohibición del proselitismo, el Papa nos entretuvo largo rato con una de sus catequesis cuyo título ya lo explica todo: La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. En realidad, replicamos, se trata de una táctica “jesuítica”. Decir todo y lo contrario de todo. Promover la herejía y luego recular inmediatamente. De este modo, como el Papa ha admitido repetidamente, se activan procesos: en la confusión, el mal avanza sigilosamente. Y además siempre se puede apelar a declaraciones ortodoxas para salir limpio, pescando entre el batiburrillo de declaraciones contradictorias hasta encontrar una que se ajuste al caso. No es más que astucia. Pero a Dios no se le puede engañar.

jueves, 18 de enero de 2024

¿INFIERNO VACÍO?


 Es Jesús mismo quien lo niega

 

Luisella Scrosati

 

Brújula cotidiana, 18_01_2024

 

 

“Me gusta pensar que el infierno está vacío, espero que así sea”, estas son las palabras del Papa Francisco en el programa italiano Che Tempo Che Fa del domingo por la noche. “Lo que voy a decir no es un dogma de fe, sino algo personal mío”, dijo el Papa.

 

No ha declarado que el infierno no existe, no ha asegurado que esté vacío, no ha abogado por la apocatástasis; sin embargo, en esas palabras aparentemente legítimas se concentra todo el drama que vive la Iglesia desde hace más de medio siglo. En otra entrevista de hace dos mil años, más genuina y menos mediática, cuando Nuestro Señor se dirigía a Jerusalén, “un hombre le preguntó: ‘Señor, ¿son pocos los que se salvan?’” (Lc 13, 23). La respuesta a esta pregunta pone de relieve toda la distancia, no de tiempo ni de espacio sino de sentido, que existe entre Jesucristo y su vicario: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos intentarán entrar por ella, pero no lo conseguirán”.

 

El Señor, que es la misericordia hecha carne, no intenta apagar la inquietud de salvación del corazón del hombre, sino que incluso parece confirmarla: muchos no entrarán. Por eso, vosotros que me escucháis, vosotros que me interrogáis, esforzaos por entrar.

 

El siguiente pasaje del Evangelio de Lucas, considerado el Evangelio de la misericordia por la presencia de las tres parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo, es aún más fuerte: “Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, estando fuera, empezaréis a llamar a la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Pero él os responderá: ‘No os conozco, no sé de dónde sois’. Entonces comenzaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’. Pero él declarará: ‘Os digo que no sé de dónde sois. Apartaos de mí, agentes de iniquidad. Allí será el llanto y el rechinar de dientes cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios y a vosotros os echarán fuera” (Lc 13,25-28). No se trata en absoluto del único pasaje. En el Evangelio de San Mateo encontramos una advertencia similar: “Entrad por la puerta estrecha porque ancha es la puerta y ancho el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!” (Mt 7, 13-14). Una vez más, el contraste es patente: muchos se pierden, pocos encuentran el camino de la vida.

 

Por eso San Pablo, el Apóstol que se desvivió por proclamar que la salvación de Dios es posible no sólo para los judíos sino también para los gentiles, él mismo, en una carta que se distingue por su amor y consolación, exhorta así a los cristianos de Filipos: “Esperad vuestra salvación con temor y temblor” (Flp 2,12). Con temor y temblor: ¿por qué? Porque, fiel a la enseñanza del Señor, sabía muy bien que una amplia categoría de pecados cierra la puerta de entrada en el reino: “No os engañéis: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces heredarán el reino de Dios” (1 Cor 6, 9-12). Nada de ilusiones a este respecto, justificadas por una mal entendida misericordia de Dios, nada de falsa tranquilidad basada en que los condicionamientos de todo tipo harían casi imposible pecar.

 

San Agustín, en el libro XXI de su obra maestra De Civitate Dei, ya se vio obligado a reprender las falsas enseñanzas de los “origenistas misericordiosos” que entendían las palabras evangélicas a su manera, sugiriendo la hipótesis de la salvación universal. Estos, “defendiendo su propia causa, intentan casi ir contra las palabras de Dios con una misericordia, por así decirlo, superior a la suya” (XXI, 24. 1). Misericordia maiore conantur. El siglo XX fue el siglo en el que estos “conatos” se convirtieron en el pensamiento teológico dominante. Ya en 1948, un Louis Bouyer treintañero constataba el hundimiento de la dimensión escatológica en la vida cristiana y, en particular, el vaciamiento de la realidad del infierno y del peligro concreto de condenación eterna: “mantenemos un infierno para legitimarnos con textos incluso demasiado claros; pero, en privado, tranquilizamos a la gente asegurándoles que nadie corre el riesgo de ir allí”.

 

Y ahora ya ni siquiera en privado. Hay una gran diferencia entre la esperanza de que mucha gente se salve y que el infierno esté vacío; la misma diferencia abismal entre trabajar generosa e incansablemente por la conversión propia y ajena, y por otro lado predicar continuamente “excusas” para el pecado. La misión, la predicación sobre la vida eterna, la vida ascética, la lucha sin cuartel contra el mal en todas sus formas, la continua llamada al arrepentimiento y a la penitencia, la indicación de las exigencias de los mandamientos de Dios son consecuencias de lo primero; la continua afirmación de los condicionamientos psicológicos, sociales, culturales, la moralidad de los casos y circunstancias individuales, la búsqueda de soluciones para que todos reciban sacramentos y bendiciones sin apelación alguna a la conversión, son manifestaciones de lo segundo.

 

Un lector siempre muy atento e inteligente ha “desbloqueado” al autor de este artículo el recuerdo de un pasaje de la “Leyenda del Gran Inquisidor” de la novela “Los hermanos Karamazov”. El diálogo entre el Gran Inquisidor y Jesucristo, que regresó al mundo y fue inmediatamente arrestado tras realizar el milagro de la resurrección de una niña, se centra en la pretensión de construir un orden mejor que el que había hecho el Hijo de Dios. Y en ese mundo mejor no podía faltar esa misericordia maiore de la que hablaba san Agustín, una misericordia capaz de una salvación supuestamente más universal que la deseada por Cristo: “Les permitiremos pecar, son débiles, les falta la fuerza y de esta manera nos amarán como hijos, les diremos que todo pecado será redimido si se comete con nuestro permiso, que les permitimos pecar porque les amamos y que cargaremos con el castigo y nos amarán como bienhechores (...). Está profetizado que Tú volverás con Tus elegidos, con Tu pueblo fuerte y altivo, pero diremos que ellos se salvaron sólo a sí mismos, mientras que nosotros los salvamos a todos (...) y diremos: ‘Júzganos si puedes y te atreves’. Yo también aspiraba a estar entre el número de Tus elegidos, los fuertes, pero volví a mí mismo y me uní a los que corregían Tu obra. Dejé a los orgullosos y volví a los humildes, para que los humildes fueran felices”. Así el Gran Inquisidor.

 

Si el Redentor de los hombres anuncia que muchos acabarán allí donde están el llanto y el rechinar de dientes, ¿por qué declaras que te gustaría pensar que el Infierno está vacío?  Si el Apocalipsis anuncia que los que no estén inscritos en el libro de la vida serán arrojados al estanque de fuego (cf. Ap 20:15), ¿por qué “esperar” que este estanque esté vacío?  La esperanza teologal se basa en la fe, y la fe se basa en las palabras del Señor, en la Revelación de Dios. Por tanto, la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5) se apoya en el anuncio evangélico de la salvación que, en Cristo, se ofrece a todos, de que Dios “quiere que todos los hombres se salven” (1Tm 2,4) y por eso nos ha dado a todos la gracia en Cristo; pero también en el hecho de que “muchos, como ya os he dicho muchas veces, y ahora con lágrimas en los ojos repito, se comportan como enemigos de la cruz de Cristo: pero la perdición será su fin” (Flp 3,18-19).

lunes, 15 de enero de 2024

LOS ARGENTINOS Y LA FE


POR AGUSTÍN DE BEITIA

 

La Prensa, 14.01.2024

 

La secularización de la Argentina, que viene abriéndose camino desde los albores mismos de la organización nacional, es una penosa degradación que parece no tener fondo. Aunque aún no lo reflejen las estadísticas, a nadie puede sorprender lo mucho que este proceso ha avanzado. Hay veces, sin embargo, que el desfondamiento de la fe se impone ante los ojos con mayor claridad. La reciente elección presidencial tuvo algo de ese efecto. Volvió a exponer el divorcio existente entre el número de quienes se dicen católicos y sus decisiones, lo que se tradujo, en este caso, en el criterio con que sopesaban su voto.

 

Hay que ver lo marginal que fue la angustia por la falta de un candidato católico, o las disputas que abrió la elección sobre cuál sería el mal menor o el voto útil dentro de este encuadre.

 

Del resto podrá decirse que aquella disociación mental que demostraron no es, ni más ni menos, que la misma que viene ocurriendo desde hace décadas. Y será cierto. Lo novedoso es que, con la misma impasibilidad, se siguen ahora los pasos de Milei para convertirse en el primer presidente judío de la historia argentina. Triste apostasía, que es personal pero que, por el cargo que detenta, cobra una trascendencia nacional.

 

Para dar una idea de la resonancia que debería tener esto habría que pensar en un presidente israelí que decidiera convertirse al catolicismo. De seguro que los titulares de los diarios y las conversaciones en la calle, en ese caso, no girarían ciertamente en torno a la agenda económica del nuevo gobernante. Por eso lo que ocurre aquí es algo por demás elocuente sobre la falta de arraigo de la fe en los argentinos, o ese catolicismo “mistongo” del que hablaba Castellani y que acaba de recordar el arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, en un imprescindible artículo titulado “¿Es la Argentina un país católico?”.

 

SIGNOS

 

Frente a este desolador panorama que ofrece nuestro país, que por momentos se parece mucho a un terreno yermo, raso y desabrigado, hay también, sin embargo, signos que son reconfortantes y que devuelven el ánimo.

 

Entre la gran diversidad de signos que cada uno podrá tener a la vista, y que por cierto abundan, gracias a Dios, habrá que contar también a los numerosos grupos de formación católica que en los últimos años se han ido diseminando por buena parte del territorio y que actúan en el silencio.

 

Son laicos con sed de una sana doctrina y de una liturgia digna que se esfuerzan por vivir con coherencia su fe. Buscan proveerse de una buena formación, nutrirse de los maestros, crear una vida comunitaria con ambientes católicos sanos donde se pueda respirar aire puro, libre de la intoxicación que viene del mundo. Intoxicación que ahora también baja, por desgracia, de la propia Iglesia.

 

Muchos de los que asisten a esos círculos de formación son jóvenes, y este es un rasgo para tomar nota.

 

Sus actividades apenas llegan a ser conocidas. Tienen algo de furtivo. Pero no es una clandestinidad buscada, porque sus integrantes no tienen mentalidad de gueto. Es más bien la indiferencia ajena la que los confina al ostracismo. Porque el planteo de esos grupos es exigente. Como es exigente la vida de un católico que quiere ser coherente con su fe. Y esto es algo a lo que muchas personas le dan la espalda, encantados de dejarse arrastrar por las mieles de la vida cómoda y placentera.

 

Por eso, al ver el trabajo que estos grupos despliegan, al trabar contacto con ellos y respirar el ambiente que han creado, no sorprende tanto su número como su mera existencia, la profunda espiritualidad que demuestran, los ámbitos de vida católica que han sabido crear y su ambición, que es no desinteresarse del bien común, sino lo contrario: preservar la fe íntegra para irradiarla, defender la doctrina de siempre, confrontar con la cultura dominante. En pocas palabras, trabajar -ni más ni menos, como dicen algunos de ellos- por el reinado social de Cristo.

 

REACCION

 

Luis Britos, de 35 años, quien hace doce años creó el “Círculo de Formación Cristo Rey y María Reina”, en San Miguel de Tucumán, dice que no hay nada nuevo en las ideas que los animan. “Es el espíritu de la Iglesia”, explica. “Tratamos de hacer algo por la recristianización de la sociedad, cada uno en su ámbito. Reaccionar, como decía San Ignacio”.

 

Britos cuenta que, hacia fines de 2007, cuando empezaba a estudiar abogacía en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (Unsta), vio en los jóvenes mucha ignorancia en materia religiosa y mucho también de esa crisis intelectual que parece ser el sello de nuestra época, pero a la vez vio “la necesidad que demostraban algunos de recibir formación católica”. Entonces dice que sintió “que allí había algo por hacer”.

 

La primera actividad, cerca de la fiesta de Cristo Rey (de allí el nombre que adoptaron), fue una charla de contenido formativo, doctrinal, a la que siguieron después otras acciones.

 

Hoy tienen una reunión semanal, generalmente los viernes, con una charla formativa, que es distinta para hombres y mujeres, seguida de una charla espiritual más breve. Y después se quedan todos compartiendo unas pizzas y guitarreando, dice Britos. A veces festejan cumpleaños, a veces hacen alguna convivencia.

 

Una vez al año, además, organizan las “Jornadas de Fe y Cultura”, un congreso que dura un fin de semana e incluye la Misa, el Rosario, una serie de conferencias formativas a cargo de expositores invitados, la exposición del Santísimo, y también momentos de recreación, porque hay una noche de peña, de fogón, de guitarreada.

 

“Se trata de compartir un lindo clima de amistad, que es lo que tratamos de vivir todo el año”, dice Britos.

 

Y luego tienen, una vez al año, unos ejercicios espirituales ignacianos y una misión a algún pueblito del interior del país antes de la Navidad, actividad, ésta, que es “para jóvenes, netamente espiritual, muy católica, con confesiones, procesiones, imposición de escapularios”, enumera.

 

Britos comenta que la idea es “generar un ambiente católico donde se pueda vivir una sólida formación, una espiritualidad seria y profunda, y un ambiente de sana diversión. Es decir: un ambiente de linda amistad en el que se comprueba que los católicos podemos divertirnos sin boliche, sin descontrol, sin la mundanidad

 

. Hay folklore, buenas conversaciones, mucha alegría”, comenta.

 

“Quiere ser un ambiente también atractivo, donde se pueda charlar tranquilo. Un lugar de resguardo, de cobijo, en medio de una sociedad agresiva o del ambiente tóxico que nos rodea cada día. Un lugar para respirar aire sano”, añade, antes de mencionar que así se formaron varios matrimonios también.

 

 “Lo que queremos mostrar es la belleza de la fe, de ser católico y también la belleza de la liturgia, que es algo que también nos caracteriza”, apunta. “Ya sea con una misa en el rito nuevo o en el rito tradicional, procuramos que sea siempre solemne. Prestando atención a la música, al coro, a los ornamentos del sacerdote”, explica.

 

“Hemos ido armando con el tiempo una pequeña sacristía, comprando elementos dignos, como candelabros, cruces, manteles y cosas así. Siempre tratamos de que haya una linda liturgia, bien celebrada. Y por eso sufrimos bastante el ‘drama litúrgico’, confiesa.

 

Para Britos, “la liturgia es un elemento importante en la formación contrarrevolucionaria. Porque nuestro espíritu es contrarrevolucionario. Estamos contra la Revolución Mundial Anticristiana, ese proceso histórico que viene desde hace siglos, que ha socavado la fe y que trata de confinar la fe al ámbito privado. Nuestra tarea es esa: luchar contra ese orden social”, asegura.

 

EL COMBATE

 

Con el mismo apostolado de la formación católica y el mismo espíritu de trabajo por el Reinado Social de Cristo, hay grupos parecidos en otros lugares. Por ejemplo, el Grupo de Formación Santo Tomás Moro de San Luis, para universitarios, que viene perseverando desde hace veinte años a pesar de las persecuciones. Pero también los hay en La Plata y en Paraná, ciudad donde tuvo asiento el famoso seminario fundado por monseñor Adolfo Tortolo, del cual salieron muchos laicos y sacerdotes de buena formación.

 

En esta última ciudad hay un grupo que trabaja ya desde hace décadas, si se tiene en cuenta la labor de otro conjunto de laicos que los precedió y que se dio a conocer como “La Unidad”, con Alberto Abud a la cabeza, quien era amigo del sacerdote Alberto Ezcurra. Hoy tienen un colegio como centro de actividades, el Colegio El Madero, al frente del cual está su hijo Jordán Abud, a quien acompañan en la tarea más de 150 personas que intentan formar a los jóvenes en la militancia católica, para que entiendan la vida como un combate y se esfuercen por el Reinado Social de Cristo.

 

“La Unidad”, el grupo original, que era una extensión de otras “unidades” formadas por monseñor Roque Puyelli (1926-2012), ex capellán de la Fuerza Aérea, sigue actuando y continúa con sus planes de lectura, charlas, prácticas de piedad y actividades recreativas como la vida de campamento. Mientras que el colegio, que tiene un oratorio con el Santísimo, apunta más a la formación doctrinal, la verdadera historia, la sana teología.

 

Los Abud, identificados con el nacionalismo católico, organizan además un encuentro anual muy conocido en el ambiente, las Jornadas de Formación Católica del Litoral, que nacieron hace 27 años y que duran todo un fin de semana, con Misa y conferencias de primer nivel.

 

Como expositores han pasado por las aulas del colegio y por esas jornadas los mayores intelectuales católicos del país, según relata Jordán Abud. Entre ellos, numerosos sacerdotes, como los jesuitas Alfredo y Ramiro Sáenz o el dominico fray Armando Díaz, el padre Claudio Sanahuja, los filósofos Alberto Caturelli, Rafael Breide Obeid y Daniel Lasa, los prolíficos Mario y Antonio Caponnetto, Héctor Hernández, los historiadores Enrique Díaz Araujo y Sebastián Sánchez, Delia Buisel, y muchos más.

 

“Lo importante -dice Abud- es la corriente espiritual que se genera. Nosotros no le vamos a regalar las calles a la Revolución. No vamos a regalar nada, mientras la Providencia nos dé la gracia y los medios: no vamos a regalar colegios, ni clubes, ni cuerpos intermedios. En el colegio todos, desde los maestros hasta el personal de limpieza, comparten la misma preocupación, que es la salvación de las almas”.

 

LUGAR DE ENCUENTRO

 

Buenos Aires no se queda atrás en ejemplos de laicos así comprometidos. Cuenta con la magnífica obra del Instituto de Filosofía Práctica (Infip), que ofrece conferencias mensuales de gran nivel, y también con la siempre atractiva propuesta del Círculo de Formación San Bernardo de Claraval, que organiza unos reconocidos “Encuentros de Formación Católica de Buenos Aires”, instituidos en 1998. En 2020 sumó unos ciclos de conferencias virtuales por los que han pasado prestigiosos expositores como el obispo Athanasius Schneider o monseñor Nicola Bux.

 

También en Buenos Aires está “Forvm, espacio de cultura y ciencia”, que inició su andadura en 2007 y que tiene un apostolado intelectual igualmente interesante. Ellos organizan su propio ciclo de conferencias mensuales, entre cuyos oradores contaron nada menos que con el escritor español Juan Manuel de Prada.

 

Walter Hack, uno de sus fundadores, explica que Forvm nació por la inquietud de unos veinticinco laicos de entre 30 y 50 años.

 

“Queríamos hacer algo en el campo cultural. Teníamos la certeza de que en el terreno político es extremadamente difícil, si no imposible, hacer el bien sin ceder en los principios, y que casi irremediablemente se cae en la trampa electoralista”, rememora.

 

“Por lo que nos volcamos a la batalla cultural, mucho más lenta, con resultados que pueden tardar decenios en verse, pero con la tranquilidad de no estar negociando en nada y con nadie”, agrega.

 

El ciclo de conferencias es “un medio para generar un lugar de encuentro. Eso es Forvm, un lugar de encuentro. Por eso el convivium que se da en el intervalo -con café y masas- es tan importante como la conferencia. Es importante poder acercarse al expositor e intercambiar unas palabras con él, y también la oportunidad de comprar los libros que exhibe el Club del Libro Cívico”, dice.

 

Pero las conferencias no son lo único. También tienen “cursos semanales para jóvenes y un ciclo de conciertos sin una frecuencia definida”, explica Hack. “Ese ciclo de conciertos terminó decantando en un concierto de Navidad, al que en el futuro tal vez se sume un concierto de Pascua”, desliza.

 

La labor que realizan en Forvm, como en todos los otros grupos, tiene algo de apostolado y algo cultural. “Si no hubiese un mensaje católico en lo que hacemos, no lo haríamos”, reconoce Hack. “Pero no organizamos conferencias católicas”, aclara. “Parafraseando a Chesterton, nosotros organizamos conferencias, a secas. Lo católico se nos nota. Y, si no se nos nota, nos vamos al infierno”, señala.

 

Con un perfil algo distinto está la Peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad. Aunque no están dedicados a la formación intelectual, es un apostolado espectacular el que hacen los organizadores, entre quienes está la familia Stier. Se trata de la peregrinación a Luján de quienes se identifican con el tradicionalismo católico, y que cada vez convoca a más jóvenes. En la última edición participaron más de mil personas, provenientes de distintos rincones del país.

 

Todos estos son focos contrarrevolucionarios. Focos en los que se nuclean jóvenes, familias y matrimonios jóvenes con niños, que tienen buena formación y ganas de mejorarla, que tratan de cultivar una vida espiritual. Son focos de resistencia. “De eso hablaba cierta vez el padre Ramiro Sáenz. El veía ciertos focos de resistencia en la Argentina”, confirma Britos.

 

“Los grupos de formación católica son muchos y están diseminados por gran parte de la geografía de la Argentina. Hay en Buenos Aires, La Plata, Tucumán, Paraná, San Luis, Rosario, Santa Fe, Córdoba, Mar del Plata, Mendoza capital, San Rafael, La Pampa, Santiago del Estero. Ahora mismo se está armando algo en Misiones también”, enumera Cristian Rodríguez Iglesias, fundador del “Centro Pieper” de Mar del Plata.

 

El Centro Pieper, que se fue gestando a partir de conversaciones entre varios profesores, tuvo su primer curso de formación en 2007 y desde entonces hacen uno por año. “Son cursos de historia del pensamiento y la cultura, en los cuales se aborda la vida y la obra de figuras que muchas veces no se conocen de forma suficiente”, explica Rodríguez Iglesias. Al margen de esto han organizado Congresos y Jornadas de formación.

 

“La idea es generar una comunidad donde haya maestros y discípulos con un mismo afán por cultivar la verdad y darla a conocer. Una comunidad, un discipulado, que aspira a perdurar en el tiempo, fortaleciendo los lazos de unión entre personas que de otro modo estarían aisladas y a merced de la intoxicación que baja desde los medios de comunicación”, puntualiza.

 

El curso de este año fue una aproximación a los doctores de la Iglesia.

 

Todos estos círculos de formación tienen espiritualidades muy diversas, pero los une la profesión de una misma fe y el deseo de trabajar por el reinado social de Cristo.

 

MAESTROS

 

En otros países también están surgiendo centros formativos similares. “Lo que sucede es que, en la Argentina, este movimiento es muy notable. Hay una minoría muy lúcida, muy comprometida, que sostiene la fe, y después contamos con maestros de los cuales podemos nutrirnos”, dice Rodríguez Iglesias.

 

“De esa minoría de católicos han surgido estos núcleos formativos. Son pequeñas ínsulas. Pero, en la medida en que podamos acercarlas, formarán un archipiélago y con el tiempo -esa es la esperanza- tendrán más gravitación cultural”, agrega.

 

Un primer paso para acercarse lo dieron a principios del año pasado en Mar del Plata, precisamente. A ese encuentro acudieron más de treinta grupos, incluidos algunos que participaron de manera virtual desde Uruguay, Paraguay, México y Brasil.

 

“En Brasil están organizándose. Ya tienen unos cincuenta centros culturales”, cuenta el fundador del Centro Pieper. “Ellos tienen más ventajas para la impresión de libros, tienen un laicado que se encuentra en mejores condiciones económicas, se han movido muy bien con las redes sociales y, en especial, con los canales de Youtube. Pero los maestros están en Argentina. Por eso vienen acá. Es lo que les falta”, añade.

 

Jordán Abud confirma que lo mismo sucede en Chile y Perú, donde tienen como referentes a los mismos maestros argentinos.

 

Rodríguez Iglesias adelanta que “hay en danza un proyecto para crear una red iberoamericana de centros humanísticos”. La red les permitirá contar con más lugares para conferencias, presentaciones de libros, más intercambio de oradores y difusión de sus respectivas actividades.

 

El primer evento público de la red tendrá lugar en los próximos días. Coincidirá con la presentación de una biografía de Jordán Bruno Genta que escribieron Mario Caponnetto y Lis Genta, y que está a punto de salir de imprenta.

 

¿Cuál es la importancia de esta red? “Dar un testimonio”, responde Rodríguez Iglesias. “Será una evidencia de que no somos tan pocos los que estamos en esto”, acota.

 

“Saber que hay otros trabajando en lo mismo ayuda, estimula”, dice. “Nos hace ver que el espíritu de Dios va inspirando a otros a hacer tareas similares”, concluye.

 

“La realidad es desoladora”, confirma Britos. “A veces golpea y uno se puede sentir solo. Pero no hay que perder la esperanza. No estamos solos. Cristo nos pide el combate, nos pide poner todos los medios para la victoria, pero no nos pide la victoria. Y la verdad es que en estos eventos uno se da cuenta de que no está solo. Hay mucha gente mayor, muchos jóvenes que están en la lucha, que tienen sus núcleos de formación, que organizan sus actividades”, añade.

 

Al pensar en el trabajo que realizan estos grupos, y que se repite en centros de estudios y en algunas cátedras universitarias, es muy difícil no recordar la parábola del grano de mostaza: la más pequeña de todas las semillas, que con el tiempo se convierte en un árbol enorme en cuyas ramas los pájaros hacen sus nidos. Todos ellos son ese grano de mostaza.

 

Hay una nueva generación que está tomando el testimonio de modo silencioso. Es cierto que estos laicos son una minoría dentro de la población y también dentro de quienes se consideran católicos. Pero son parte de la reserva espiritual de la patria y conocerlos es reconfortante, es consolador, e insufla un nuevo ánimo, una nueva esperanza de una posible restauración de la fe en Argentina, con la vista puesta en el bien común.