domingo, 29 de enero de 2023

EL EVANGELIO DE LA MISERICORDIA

Monseñor Héctor Aguer

 

Infocatólica, 28/01/23

 

El capítulo 15 del Evangelio de Lucas contiene la respuesta de Jesús a los escribas y fariseos que criticaban su actitud para con los pecadores (hamartōloùs). Es este el contexto de una enseñanza del Señor sobre la misericordia divina, que Él ejerce recibiendo a los perdidos y comiendo con ellos. Notar, de paso, que el comer juntos representa el máximo signo de cercanía e intimidad (synesthíei autóis). La réplica asume el estilo parabólico, tan frecuente en la enseñanza evangélica.

 

La parábola de la oveja perdida y recobrada (parabolēn táuten) va dirigida personalmente a ellos: ¿cómo obraría uno de ustedes, que son también dueños de un rebaño? «Les dijo a ellos» (Eipen de pròs autoùs). Pero esta comparación tiene otra melliza, la parábola de la moneda perdida por un ama de casa. La simetría entre ambas es exacta: el pastor, de las 100 ovejas (hekatòn próbata) pierde una (apolésas ex autōn hèn). Aunque el texto no lo indica, hay que pensar –ya que la oveja extraviada representa a los pecadores- que ella sola se apartó del rebaño guiado por el pastor que cuida de las cien. Para correr en búsqueda de la rebelde, éste abandona en el desierto (en tē erēmō) a las noventa y nueve (¡tanto la aprecia a la culpable!). La oveja extraviada es caracterizada como «perdida» (tò apolōlòs). Al encontrarla se regocija y alegrándose la carga sobre sus hombros (tithēsin epì toùs ōmous autou jáirōn); la alegría es desbordante y debe comunicarse a los amigos y vecinos (synjárēte moi, «alégrense conmigo»). La causa, la razón de ese gozo es el hallazgo (hoti éuron): ¡la encontré!

 

La otra parábola refiere la actitud simétrica de la mujer que pierde una pieza de valor, una dracma (de plata por lo general). También ella posee una cantidad, diez; pero no puede menospreciar la perdida , aunque sea solo una (drajmēn mían). Lo importante es recuperarla, por eso revuelve la casa y busca cuidadosamente (zētei epimelōs) hasta que la encuentra (éurē). Entonces, al igual que el pastor, llama a sus amigas y vecinas (euroûsa synkalêi) para que compartan su alegría: synjarēte moi. La conclusión de estas dos parábolas mellizas es la misma: hay mayor alegría en el cielo (en tō ouranō), o entre los ángeles (enōpion tōn angélōn). Un solo pecador arrepentido vale más que noventa y nueve justos para proporcionar gozo al Dios de misericordia. Esta comparación parabólica quiere justificar la conducta de Jesús ante sus críticos, los seudojustos escribas y fariseos, que no entienden nada. Esta es una constante en la predicación del Señor.

 

El capítulo 15 se cierra con la célebre parábola llamada del «hijo pródigo», que yo prefiero designar de «los dos hermanos». La figura principal es el padre: ánthrōpos tis, que tenía dos hijos: uno es llamado el menor (ho neōteros), que protagoniza la primera parte de la parábola con su aventura de escape y retorno. El hijo mayor (ho presbýteros) representa a los críticos de Jesús; pone a prueba la comprensión, la paciencia y el amor del padre, y su conducta queda expectante, no se dice qué hará. Este rasgo me parece fundamental para el sentido de la argumentación; es esta una parábola de final abierto. El «paterfamilias» accede a la demanda del muchacho que reclama anticipar la herencia y tener ya su parte (méros tes ousías). El texto griego habla de dividir: tòn bíon. Los dos términos se traducen en latín como substantia. La prisa del joven por acceder a una vida independiente está marcada por la indicación temporal met' ou pollàs hēméras, «pocos días después»; reúne o junta «todo» lo suyo (pánta). El vértigo, la rapidez se indican con el resultado: dieskorpisen significa «gastar», lo mismo que dapanēsantos, disipar. En el versículo 13, zōn asōtōs, «viviendo lujuriosamente», anticipa la acusación con la que el hermano mayor caracterizaba la aventura del pródigo: «devoró su herencia» (sou tòn bíon) con prostitutas (pornōn): esa es la descripción que el mayor hace de su hermano (v. 30).

 

La primera parte de la parábola llega a su culminación con la conversión del joven y su acogida por el padre misericordioso. El retorno comienza por un movimiento interior: cae en la cuenta de su penosa actualidad y «entró dentro de sí mismo». No podía haber caído más bajo, cuidar cerdos era una actividad vergonzosa para un judío, ya que este animal era considerado impuro. El colmo de la miseria era desear el alimento de los puercos (v. 16 keratíōn), pero nadie se lo daba. En esa circunstancia «entró en sí mismo» (v. 17 eis heautòn dē elthōn) y su imaginación le presentó la casa paterna, donde los trabajadores (místhioi, v. 17) tienen pan en abundancia, mientras que él se muere de hambre (limō apóllymai). La reflexión lo lleva a la decisión: un humilde retorno. Esta es la imagen de la conversión del pecador, que esboza ya los términos de la confesión: anastàs poréusomai (me levantaré e iré). Un detalle de interés: el padre lo ve cuando todavía está lejos (makràn apéjontos, v. 20), como si hubiera estado en la puerta, esperándolo. Se dice que el padre se movió a misericordia; literalmente, que sus entrañas se conmovieron (esplanjnísthē: este es el término que designa la misericordia, es decir la conmoción que provoca la miseria ajena). La reacción del padre: abrazo, beso, orden de devolverle el vestido y el calzado, el anillo en la mano, no permite al pecador arrepentido completar la confesión. Los rasgos indican que se le reconoce la condición filial. Parabólicamente se expresa la conversión cristiana; el regreso del pecador a la casa paterna merece una fiesta (v. 24 érxanto euphraínesthai).

 

La segunda parte de la parábola contiene la interpretación que Jesús hace de la crítica de escribas y fariseos, y una serena y misteriosa réplica. Ellos están representados en la figura del hijo mayor (ho presbýteros, v. 25) que enterado del festejo se niega a entrar y sumarse. Notemos el contraste: el padre, que sale para intentar convencerlo, le explica que su hermano ha regresado (ho adelphós sou, v. 27), el mayor, en cambio dice: «ese hijo tuyo» (v. 30, ho huiós sou hoútos), negando la fraternidad. La parábola queda misteriosamente abierta; no sabemos qué hará el hijo mayor.

 

El símbolo de esa actitud incierta refleja una situación de la Iglesia al tiempo que Lucas escribe su Evangelio. La Iglesia es todavía Ecclesia ex Judaeis. Recordemos que Jesús es el Mesías, que vino para dar cumplimiento a las promesas hechas por Dios a los Padres, a los patriarcas del Pueblo elegido. En el diálogo con la Samaritana el Señor dice que la salvación viene de los judíos (hē sōtēria ek tōn Ioudáiōn estín, Jn 4, 22). En el Evangelio de Juan, que es cronológicamente posterior, se registra la actitud negativa del «hijo mayor»: vino a los suyos, a su propia casa, eis tà ídia ēlthen (Jn 1,11) y los suyos (hoi ídioi) no lo recibieron».

 

Lucas, en el segundo tomo de su obra (los Hechos de los Apóstoles) señala un momento del paso de la Ecclesia ex Judaeis a la Ecclesia ex Gentibus. Pablo y Bernabé, en el primer viaje del gran Apóstol de las Naciones, llegaron a Antioquía de Pisidia; como lo hacía Jesús y después de él los discípulos-misioneros, se dirigieron a la sinagoga. Es oportuno recordar en este momento que el Señor vino en primer lugar para los judíos, como el Mesías que era, anunciado por los profetas y prometido a los patriarcas. Pablo habló con elocuencia en la sinagoga de Antioquía y anunció a Jesús el Resucitado, en quien Dios ofrecía el perdón de los pecados y el ingreso en el Reino. En dos sábados consecutivos el Apóstol proclamó la Palabra; en la segunda ocasión toda la ciudad prácticamente acudió a escucharlo (sjedòn pâsa hē pòlis, Hch. 13, 44). Los judíos reaccionaron negativamente y pretendieron contradecirlo; entonces Pablo, con segura confianza, constatando la misteriosa decisión del pueblo elegido –parrēsiasámenoi, 13, 46, el plural incorpora a Bernabé- comunica la decisión de «pasar a los Gentiles»: idoù strefómetha eis tà éthnē, advirtiendo que era esa una decisión del Señor de la historia, que Él mismo les había encomendado: 13, 47: oùtos entétaltai hemîn.

 

Desde esta perspectiva, en una relectura de la parábola de «los dos hermanos», diríamos que el hijo mayor rehusó sumarse a la fiesta: no quiso entrar; abroquelado en una mezquina y extraviada justicia, despreció la misericordia.

 

A lo largo de la historia de la teología se ha planteado la cuestión de la justicia y la misericordia de Dios: el problema–misterio de la vinculación recíproca de esos atributos. En la actual etapa del pensamiento, hemos conocido el amplísimo desarrollo del tema de la misericordia, expuesto sobre todo en el magisterio de Juan Pablo II. Es claro que no se debe oponer esos dos atributos divinos; Dios es justo y misericordioso, es lo uno porque es lo otro, o sea: es misericordioso porque es justo y es justo porque es misericordioso. Esta formulación paradojal –se trata del misterio divino- no es una tautología ni un mero juego de palabras, sino la expresión del ser mismo del Creador y Redentor del hombre, a cuya historia se asoma según la altura y profundidad de su sabiduría y su amor. Él es el padre de la parábola, que consiente – permite- la escapada del pródigo porque aguarda su regreso que será la alegría de toda la corte celestial; es el padre que sale a rogar al hijo mayor para que con su reconocimiento se sume y acreciente esa alegría.

 

En mi opinión, en la última década se ha cultivado un engañoso «misericordismo» como cobertura de decisiones arbitrarias. Esa adulteración del misterio de la misericordia divina ha inspirado un relajamiento de la moral cristiana que descarta la realidad de los mandamientos en los que se refleja y se cumple la justicia de Dios.

 

La formulación clásica de las relaciones entre los dos atributos en cuestión se encuentra en la Primera parte de la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Después de estudiar la voluntad y el amor de Dios, en la cuestión 21 enfoca conjuntamente la justicia y la misericordia. La justicia divina constituye el orden de las cosas en razón de su sabiduría, que es la Verdad. Le compete asimismo la misericordia, no como una pasión, sino en cuanto que obra de dios «supra iustitiam», liberalmente, por ejemplo perdonando, como una especie de «plenitud de la justicia». El Aquinate cita el Salmo 24, 10: «todos los caminos del Señor son misericordia y verdad», para afirmar que la acción de la justicia divina presupone la obra de su misericordia y se funda en ella. Todo lo que hace el Señor muestra como raíz primera su misericordia, que del no ser produce el ser.

 

Esta argumentación teológica ilumina la figura del padre en la parábola de «los dos hijos» y permite comprender su actitud, que se brinda a ambos paternalmente, es decir, con misericordia.

sábado, 28 de enero de 2023

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN ROMA?

 Cardenal Kasper: «La resistencia a la carta romana conduce inevitablemente al borde del cisma»

 

(CNAd/InfoCatólica) 28-1-23

 

«La carta, detrás de la cual está la autoridad del Papa y, en última instancia, del Concilio Vaticano II, es completamente clara», dijo Kasper. «A cada obispo se le confirió el oficio pastoral en su diócesis en su ordenación episcopal en la sucesión de los apóstoles. No puede renunciar posteriormente, en todo o en parte, al ejercicio de esta autoridad sacramentalmente conferida sin violar la responsabilidad que se le confiere personalmente al vincularse a un Concilio sinodal»

 

En una declaración publicada el viernes por la iniciativa «Nuevo Comienzo», el cardenal Kasper declaró:

 

«La teoría de la autorrenuncia de los obispos es en realidad una superchería deshonesta y autocontradictoria. La resistencia a la carta romana o su tramposa reinterpretación y elusión, en contra de todas las protestas bienintencionadas, conducen inevitablemente al borde del cisma y sumen así al pueblo de Dios en Alemania en una crisis aún más profunda.»

 

Kasper se refirió explícitamente a las cartas paulinas a Timoteo y Tito en el Nuevo Testamento. Allí se habla de «un tiempo en que la gente ya no soporta la sana doctrina y ya no quiere escuchar la verdad, sino que busca siempre nuevos maestros que halaguen sus oídos según sus propios deseos». Pero sobre todo en una situación así es verdad: «Proclama la palabra, defiéndela, la oigan o no la oigan» (2 Tim 4,2).


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Bätzing advierte al Papa

 que es cuestionable liderar la Iglesia a través de entrevistas

 

(Agencias/InfoCatólica) 28-1-23

 

En una entrevista concedida el viernes al diario «Die Welt», Bätzing dijo que durante la visita ad limina el Papa tuvo ocasión de hablar directamente con los obispos alemanes sobre el Camino Sinodal.

 

El periodista Lucas Wiegelmann recordó a Bätzing que el Pontífice acaba de decir en una entrevista que el camino sinodal en Alemania «no era útil» y que era un evento de «élites». Y añadió: «Usted, en cambio, ha sostenido durante años que Francisco apoya el camino sinodal. ¿Por qué ha engañado a los fieles en Alemania durante tanto tiempo?». Bätzing respondió con otra pregunta: «¿Por qué el Papa no nos habló de esto cuando estuvimos con él en noviembre?» y añadió que no tenía un canal directo de comunicación con Francisco.

 

Bätzing también comentó la carta de los cardenales Pietro Parolin, Marc Ouellet y Luis Ladaria, con la que la Santa Sede ha rechazado la intención de establecer un Consejo Sinodal en el que obispos y laicos consultaran y decidieran juntos. En opinión de Bätzing, las críticas no son totalmente erróneas. Es cierto que hay ideas fundamentalmente distintas de la sinodalidad: «El Papa la entiende como una amplia recolección de impulsos de todos los rincones de la Iglesia, luego los obispos la discuten más concretamente, y al final hay un hombre en la cúspide que toma la decisión. No creo que ese sea el tipo de sinodalidad sostenible en el siglo XXI», afirmó el obispo de Limburgo. Los obispos alemanes, por su parte, buscan una posibilidad de «consulta y toma de decisiones conjuntas reales» en el marco del derecho eclesiástico vigente. Quedaría por discutir cómo conseguir que no se invaliden las normas relativas a la autoridad del obispo.

 

Opción alternativa a la vía sinodal

 

Bätzing está abierto a una vía intermedia: La «Asamblea Conjunta» de la DBK y el Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK), que se remonta al Sínodo de Würzburg (1971-1975), podría ser mejorada en sus funciones. Hasta ahora, ha sido principalmente un órgano de intercambio de pareceres entre obispos y laicos. «Así que la opción alternativa es: nos quedamos con este modelo y simplemente le añadimos tareas importantes que son factibles en términos de derecho eclesiástico», dijo el presidente de la DBK. Ya ocurría de hecho que los órganos consultivos, por ejemplo en el ámbito de las finanzas, adoptaban resoluciones importantes a las que los obispos «sólo enganchaban formalmente».

 

El presidente de la DBK no se mostró comprensivo con la acusación romana de un debate ideológico en Alemania, que ilustró con el ejemplo del celibato. La cuestión se ha discutido durante 60 años, dijo, y el Papa Francisco ha permitido el debate incluso en el Sínodo de Amazonas: «Llamar ahora a eso un debate ideológico, donde el Espíritu Santo sale de la habitación como volando, por así decirlo, ¿a qué viene?»

 

Bätzing subrayó que el Papa también le animó personalmente a que fuera la Iglesia en Alemania la que sacara las consecuencias del escándalo de los abusos sexuales. Sin embargo, dijo que la última carta del Vaticano, al igual que las conversaciones en Roma, le hacen sospechar «que simplemente ya no quieren ver las causas sistémicas, los antecedentes y los factores de este escándalo».

LO QUE TODAVÍA SEGUIMOS DEBIENDO


 a Marko I. Rupnik

 

POR PABLO CERVERA Y JUAN ROSADO

 

Por Redaccioninfovaticana | 28 enero, 2023

 

(Publicado originalmente en El Debate)-Ojalá los católicos sigan profesando su fe ante los mosaicos repartidos por todo el mundo, orando por Rupnik, por aquellos contra los que Rupnik y cada católico hayan pecado, y por la Iglesia universal.

 

Vistas las noticias de las últimas semanas, a algunos les podrá parecer escandaloso llegar a plantear la siguiente idea: que los católicos seguimos debiéndole mucho a Marko I. Rupnik. Pero los mismos que se escandalizan tendrán que poner a prueba la veracidad de su propia experiencia espiritual, que en buena medida, lo quieran o no, llegó a ser posible gracias al servicio del artista y del Centro Aletti. Por desgracia, la actitud de los católicos ante el llamado caso Rupnik sorprende y mucho, especialmente por su pésimo sentido eclesial.

 

La primera cosa sorprendente es la manera en la cual la prensa católica se ha prestado al juego del enredo, ofreciendo información más bien confusa —veraz o no, a pesar de tanta confusión, lo juzgue cada cual— sin ningún tipo de criterio ni de responsabilidad. Sin espíritu claustral y sin nobleza, la prensa católica se ha convertido en un patio de teólogos envilecidos, entretenidos en curioseos y en relatos policiacos para asuntos que les sobrepasan por completo, en ausencia de una sentencia concluyente por parte de la Iglesia. En la prensa católica hay, además, como un extraño disfrute por ventilar los males de la Iglesia, pero con la incapacidad de interpretarlos sub specie Christi venturi, en la espera de la venida del Señor.

 

Entre toda esta confusión, ¿nadie se ha parado a pensar que el gran dañado es el pueblo cristiano? ¿Acaso la prensa católica no se da cuenta de que está sembrando la semilla de la desconfianza y del odio en el alma del creyente que se acerca a un mosaico (que realmente es una obra sagrada) obstaculizando un encuentro verdadero con Dios?

 

Otra cosa enervante es la incapacidad de la comunidad católica de volverse una unidad aún más compacta y unida, cuando la crisis se cierne sobre uno de sus miembros. Allá por el siglo II, san Ignacio de Antioquía recomendaba: «Poned, pues, empeño en reuniros más estrechamente para rendir a Dios acciones de gracia y de glorificación; porque cuando vosotros os reunís con frecuencia, las potestades de Satanás son abatidas y su obra de ruina destruida por la concordia de vuestra fe» (A los efesios, XIII). Los católicos no siempre comprendemos que la vida de la Iglesia es una.

 

Ignorando esa vida, es fácil trazar la línea de una moralidad abstracta, entre «ellos» y «nosotros», puros e impuros. Esto no significa relativizar ninguna obra mala; al contrario, su consecuencia es un aumento del fervor, de la sobriedad, de la atención y de la vigilancia. Si lo acusado a Rupnik al final resulta cierto, igual de cierto es el principio escrito por Benedicto XVI en Spe Salvi: «Nadie peca solo, nadie se salva solo». Si yo pertenezco a la Iglesia, todo el mal de la Iglesia está dentro de mí. Sea la violencia, la calumnia o el vicio, lo que cae sobre un bautizado, cae también sobre mí. Habría sido de esperar que, ante la crisis generada en torno a una de las vanguardias de la Iglesia (culpable o no), se hubiera exhortado a aumentar la temperatura espiritual, con el ayuno y la metanoia de cada creyente, con el fin de poner a la luz el bien real de la Iglesia, manifestado en el bien particular de su miembro en crisis. Hacía falta un gran esfuerzo sapiencial para responder, mediante todo el bien que Rupnik ha ofrecido a la Iglesia, al mal que el propio jesuita esloveno haya podido cometer.

 

Se da la «casualidad» de que la concepción comunional de la Iglesia ha constituido la enseñanza fundamental de Rupnik y del Centro Aletti, a través de sus publicaciones, de sus predicaciones y de su arte. Y es precisamente esto lo que ahora muchos católicos quieren poner en cuestión, es aquí donde se siembra la desconfianza para el corazón de quien recibe toda esta tradición custodiada durante décadas. Algunos, con gran mezquindad, han sugerido la imposibilidad de acercarse a al arte y a la enseñanza del Centro Aletti. No saben que así se sentencian a sí mismos: han perdido la mirada humilde, que todo símbolo exige para ser abierto. Sin embargo, la cuestión es más grave, porque no se trata de que la belleza de una obra artística pueda empañarse por motivos morales. De lo que se trata es de que esa belleza y la palabra que revela sean verdad. Lo que los católicos no advierten es que la manida «falta de credibilidad» se vierte hacia la posibilidad misma de evangelización. ¿Dónde están poniendo los católicos el criterio para discernir si una evangelización puede ser asumida como verdad?

 

Es superficial decir que el arte de Rupnik pueda «gustar» más o menos: el arte de Rupnik es verdad, porque es eclesial. Sabemos bien que su arte no es mero decorativismo, sino la proyección de la interioridad del espacio sagrado. Como en la tradición de la iconografía o del románico, su arte no se debe a la intención individual de un genio inspirado; más bien sigue el principio del anonimato, anonimato espiritualmente entendido. Como sucede con la obra vital de cada cristiano, Rupnik no ha hecho arte para la Iglesia, es la Iglesia quien ha hecho arte para Rupnik y para todos. Y Rupnik ha sabido testimoniar esta conciencia profunda de la Iglesia, que toca las fibras de la memoria de tantos creyentes. En un siglo en el que a las generaciones jóvenes se nos quiso formar con una teología setentera y de tebeo, Rupnik se ha atenido exclusivamente a conceder al creyente la posibilidad de vivir de los símbolos que realmente pertenecen a la Iglesia. La oportunidad de sentirse acogido por el Pantocrátor dulcemente sonriente, no por un Dios enclenque. La oportunidad de acoger una dignidad regalada, la dignidad de pertenecer a la Jerusalén celeste, de santos y de pecadores, a diferencia de cualquier «opción social». La oportunidad de acoger la misericordia de un Cristo que desciende a cada infierno, para que nada en el hombre se pierda, en lugar de intentar unirse imaginariamente a un Dios desconocido.

 

La oportunidad de descansar en un templo envuelto en oro acrisolado por el fuego de la oración y de la liturgia, en lugar de un templo tan gris y lúgubre como nuestras almas. La oportunidad de volver a entrar en iglesias en las que todavía hay Ángeles protectores, que sirven y anuncian, a pesar de una cultura que hace trizas al misterio. La oportunidad, en fin, de asemejarse a la lógica nueva del Cordero humilde, violable pero no violento, que pone a cada uno en el camino de la ascesis y del arrepentimiento. No es extraño, por cierto, que un arte así y su anuncio del Evangelio hayan sido acogidos con más entereza por quienes han sufrido en los hospitales que cuentan con capillas hechas por Rupnik, que no por los católicos sabios y entendidos.

 

Para un católico, la medida con la que juzgar a una persona y a su obra no ha de ser unívocamente moral-jurídica, sino eucarística. Lo enseña san Ireneo de Lyon: «Nuestra manera de pensar está de acuerdo con la Eucaristía, y la Eucaristía a su vez confirma nuestra manera de pensar» (Contra las herejías, IV, 18, 5). El arte de Rupnik ha seguido este precepto, por eso es realmente integral, en la medida en que es capaz de asumir en su interior la máxima negación de la belleza y de la creación, que esto es el mal, ofreciéndolo no en su inmediatez, ni con máscaras, sino en una versión nueva, según la salvación de Cristo. ¿Por qué? Porque su arte, arte pascual, es una memoria del bautismo. Todo cuanto contradiga a la vida de Dios y del hombre redunda en lo acontecido en el bautismo: lo que importa es que precisamente en la inmersión en la oscuridad permanece siempre encendida la llama de la Pascua, que cada cual podrá aceptar o rechazar. Hay que saber permanecer ahí para entenderlo.

 

Gracias a esta realidad fundamental, el arte y la enseñanza de Rupnik, aunque exijan una purificación continua, resisten a las acusaciones levantadas contra él, sean confirmadas o no. Por lo demás, nada más natural para él, cuando en su enseñanza sobre la eclesialidad siempre había sostenido que aquello que más le pertenece a un creyente es aquello que no procede de él, o sea, lo máximamente acogido. Por eso durante estos años Rupnik y el Centro Aletti han enseñado un concepto fundamental para la vida espiritual, por desgracia casi siempre olvidado: que la libertad ante todo consiste en llegar a verse liberado de sí mismo. Durante estos años, Rupnik enseñaba que todo cuanto pertenece a Cristo y a su Iglesia nos pertenece a cada uno de nosotros, a mí también, para el bien y para el mal. El arte de Rupnik es mío, porque es de la Iglesia, y siendo de la Iglesia también es de Rupnik. Repito: esto se entiende en términos eucarísticos, no jurídicos. Y esta es la versión de Rupnik que la Iglesia, descendiendo con Cristo hasta cualquier infierno posible, debería estar afanándose por salvar. Ahí el arte de Rupnik se manifiesta como verdad.

 

Rupnik también ha enseñado que el arte cristiano, como el amor, no es formal, ideal, ni imaginado, sino: pascual. En esa lógica, irremediablemente sucederá con los mosaicos de Rupnik exactamente lo mismo que sucede con un fresco románico que ha sufrido el deterioro del tiempo, que ha sido despojado del conjunto del templo o que ha sido invadido por otro estilo: quizá solo quedarán fragmentos, pero en ellos permanece intacta una mirada que nos sigue allá a donde vayamos, en la esperanza en que también nosotros seamos transportados a un mundo superior.

 

Ojalá los católicos sigan profesando su fe ante los mosaicos repartidos por todo el mundo, orando por Rupnik, por aquellos contra los que Rupnik y cada católico hayan pecado, y por la Iglesia universal.

 

Juan Rosado es doctorando en filosofía por la Pontificia Universidad de Comillas.

Pablo Cervera Barranco es traductor de Marko Rupnik.

miércoles, 25 de enero de 2023

EL COMITÉ CENTRAL


 de los Católicos Alemanes se une a su Conferencia Episcopal en la rebelión contra Roma

 

(CNAd/InfoCatólica) 24-1-23

 

En una carta al Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana y obispo de Limburgo, Mons. Georg Bätzing, el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin y los cardenales Marc Oullet, prefecto del Dicasterio para los Obispos y Luis Francisco Ladaria, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, advierten que nadie tiene derecho a establecer un Consejo Sinodal a nivel nacional, diocesano o parroquial, tal y como se acordó en la última plenaria de la Asamblea Sinodal de la Iglesia en Alemania. El Papa Francisco ha aprobado la carta «in forma specifica y ordenado su transmisión».

 

Esta es la resolución del Camino Sinodal del 10 de septiembre de 2022 que Roma ha ordenado que no se lleve a cabo:

 

«El Consejo Sinodal, como órgano consultivo y decisorio, deliberará sobre los acontecimientos esenciales de la Iglesia y de la sociedad y, sobre esta base, tomará decisiones fundamentales de importancia supra-diocesana sobre la planificación pastoral, las cuestiones de futuro de la Iglesia y las cuestiones financieras y presupuestarias de la Iglesia que no se deciden a nivel diocesano.»

 

A eso se añade que «el Consejo Sinodal se compondrá de acuerdo con las proporciones de la Asamblea Sinodal en procedimientos transparentes y elecciones respetuosas con el género», afirma además la resolución. El Consejo sinodal se hará realidad «a más tardar en marzo de 2026», tras los preparativos pertinentes del Comité sinodal.

 

Cualquiera puede entender que ese consejo sinodal pretende tener autoridad supra-diocesana. Es decir, más autoridad que los obispos.

 

La reacción de los responsables del sínodo alemán ha sido la esperada: negar la evidencia y ponerse en rebelión contra las disposiciones de Roma.

 

La Conferencia Episcopal Alemana, presidida por Mons .Bätzing publicó un comunicado negando que sean correctas las tesis de los cardenales curiales respecto al quebranto de la autoridad episcopal. Y esta tarde el ZdK ha dicho que el Comité Sinodal no cuestiona la autoridad del Obispado. Su Presidenta, Irme Stetter-Karp, animó en su curso al obispo Georg Bätzing: «El hecho de que el obispo Dr. Bätzing se niegue a aceptar esta acusación es absolutamente correcto».

 

«El episcopado se verá reforzado, no debilitado, por el consejo previsto», explicó Stetter-Karp. «Me alegra ver que la inmensa mayoría de los obispos alemanes se atienen a la Vía Sinodal».

 

«Si los obispos de Colonia, Augsburgo, Passau, Ratisbona y Eichstätt (ndt:que fueron los que solicitaron la intervención de Roma) no desean participar en el Consejo Sinodal, es de lamentar», dijo Stetter-Karp. Son libres de descartarlo, pero la «Iglesia en Alemania» necesita «un futuro en el que se reposicione tras el escándalo de los abusos. Necesitamos reformas estructurales y nuevas formas de dividir los poderes. Necesitamos más participación, una iglesia justa y un claro sí a la diversidad. Precisamente así fortalecemos el episcopado».

 

Por su parte, Thomas Söding, teólogo experto en nuevo Testamento y vicepresidente del ZdK, declaró:

 

«El Consejo Sinodal está más cerca. Y espero de verdad que consiga ganar para ello a todos los obispos alemanes. En este contexto, es irritante que otra señal de baja estima por el compromiso de los laicos venga de Roma»

 

Y además ha añadido:

 

«En estas condiciones, me parece aún más admirable la cantidad de gente que sigue creyendo en la capacidad de cambio de la Iglesia y se compromete con ella. Se lo agradezco mucho a estas personas. Son la columna vertebral de la Iglesia».

 

Falta por ver cómo reacciona la Santa Sede ante este desafío a su autoridad sobre toda la Iglesia Católica.

EL CARDENAL PAROLÍN


 prohibe a los alemanes la creación de un consejo sinodal nacional y estos dicen que seguirán adelante

 

(Agencias/InfoCatólica) 24-1-23

 

La carta de Parolin al presidente de la DBK respondía a una carta de cinco obispos alemanes que, tras la visita ad limina de los obispos alemanes a Roma, necesitaban más aclaraciones sobre el controvertido Comité Sinodal. El Santo Padre ha aprobado la carta al Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana in forma specifica y ordenado su transmisión. Los cardenales Ladaria y Ouellet son cofirmantes.

 

Los obispos alemanes que solicitaron la aclaración son el cardenal Rainer Maria Woelki (Colonia) y de los obispos Gregor Maria Hanke OSB (Eichstätt), Bertram Meier (Augsburgo), Stefan Oster SDB (Passau) y Rudolf Voderholzer (Ratisbona).

 

La carta del cardenal Secretario de Estado aifirma «que ni el Camino Sinodal, ni ningún organismo establecido por él, ni ninguna conferencia episcopal tiene competencia para establecer el 'Consejo Sinodal' a nivel nacional, diocesano o parroquial».

 

La resolución del Camino Sinodal del 10 de septiembre de 2022 dice:

 

«El Consejo Sinodal, como órgano consultivo y decisorio, deliberará sobre los acontecimientos esenciales de la Iglesia y de la sociedad y, sobre esta base, tomará decisiones fundamentales de importancia supra-diocesana sobre la planificación pastoral, las cuestiones de futuro de la Iglesia y las cuestiones financieras y presupuestarias de la Iglesia que no se deciden a nivel diocesano.»

 

«El Consejo Sinodal se compondrá de acuerdo con las proporciones de la Asamblea Sinodal en procedimientos transparentes y elecciones respetuosas con el género», afirma además la resolución. El Consejo sinodal se hará realidad «a más tardar en marzo de 2026», tras los preparativos pertinentes del Comité sinodal.

 

Los cardenales Parolin, Ladaria y Ouellet declaran ahora en su carta que los obispos alemanes «no están obligados» a «participar en los trabajos del 'Comité Sinodal'».

 

De hecho, el propio Consejo Sinodal «formaría» «una nueva estructura de gobierno de la Iglesia en Alemania», que «parece situarse por encima de la autoridad de la Conferencia Episcopal Alemana y sustituirla de facto».

 

Análogamente, esto se aplicaría a los consejos sinodales diocesanos, lo que podría adoptarse en un nuevo texto de acción en la próxima Asamblea Sinodal del Camino Sinodal, en marzo de 2023. Tal institución se situaría «por encima de la autoridad del obispo individual dentro de su diócesis».

 

Respuesta de la Conferencia Episcopal Alemana

 

En un comunicado de prensa publicado esta tarde, la Conferencia Episcopal Alemana afirma que la carta ha sido debatida en el Consejo Permanente. Dado que el proyectado Consejo Sinodal no tiene más competencias que la Asamblea Sinodal del Camino Sinodal, el comunicado de prensa remite al texto de la resolución «Fortalecer la sinodalidad a largo plazo: un Consejo Sinodal para la Iglesia católica en Alemania», en el que se hace referencia al Derecho Canónico. Según el comunicado de prensa de DBK, esto deja claro que la preocupación expresada en la carta de que un nuevo organismo pudiera situarse por encima de la Conferencia Episcopal o socavar la autoridad de los obispos individuales no está justificada.

 

Siguen adelante

 

Por tanto, según la Conferencia Episcopal Alemana, el Consejo Sinodal, que será preparado por el Comité Sinodal, se moverá dentro del derecho eclesiástico vigente, de acuerdo con el mandato contenido en la resolución. Según el comunicado de prensa, una gran parte del Consejo Permanente ha afirmado una vez más su voluntad de aplicar la resolución de la Asamblea Sinodal sobre el Comité Sinodal y de retomar las consultas.

lunes, 23 de enero de 2023

LA IGLESIA ESTÁ EN GUERRA CIVIL

 

(CNAd/InfoCatólica) 23-1-23

 

El experto vaticanista Marco Politi ha afirmado que desde hace varios años existe «una guerra civil subterránea» en la Iglesia. En declaraciones a Domradio de Colonia esta semana, Politi dijo: «Desde el momento en que el Papa Francisco autorizó de facto la comunión para los divorciados vueltos a casar después de los dos sínodos sobre la familia, se inició esta guerra civil, y sigue y sigue»

 

El vaticanista mencionó en concreto al cardenal australiano George Pell, fallecido en enero, que «ya había preparado un memorando muy agresivo para un cónclave en primavera», «diciendo que el pontificado de Francisco es una catástrofe, un desastre, y que no le importa la tradición apostólica».

 

«Ahora también ha salido un artículo póstumo en la revista inglesa 'Spectator' en el que habla de este pensamiento neomarxista y de la mentalidad New Age que se ha colado en la Iglesia», dijo Politi. Su conclusión es que «es una señal de este conflicto».

 

Según Politi, en la actualidad «no hay una amplia base reformista» en la Iglesia, sólo «elementos». No es como en la época del Concilio Vaticano II, «donde había una fuerte mayoría a favor de la reforma en la Iglesia universal».

 

«Hay una oposición muy reñida, de al menos el 30%», expresó convencido Politi. «Luego hay una amplia franja intermedia de entre el 30% y el 40% de obispos y teólogos que temen las innovaciones y una supuesta protestanización de la Iglesia. Y luego hay un 20% o 25% que son realmente reformistas».

 

En el futuro, la «batalla» entre los diferentes partidos de la Iglesia continuará, según el experto vaticano, y esto se debe principalmente a que «la oposición conservadora quiere ejercer influencia en el próximo cónclave. Es decir: mira lo que está pasando con Francisco. Necesitamos un Papa mucho más prudente».

jueves, 19 de enero de 2023

BENEDICTO XVI Y LA AUTODESTRUCCIÓN DE OCCIDENTE


Nuestra entrevista exclusiva con Marcello Pera

 

Por Don Samuele Cecotti y Marcello Pera

 

 Observatorio Van Thuan, 19 DE ENERO DE 2023

 

El último día del año civil –día en que la Iglesia celebra a San Silvestre, Papa de Constantino y del Concilio de Nicea–, el Papa Benedicto XVI concluyó su peregrinación terrena.

 

Con la muerte de Benedicto XVI no sólo nos deja un gran teólogo y un gran intelectual europeo, sino que se cierra una era, la del Concilio Vaticano II (y el convulso posconcilio) y quizás la era de la Iglesia también termina como el alma de una civilización. Con San Silvestre I la Iglesia se convirtió en el alma del Imperio Romano desde Britania hasta Egipto, desde la Península Ibérica hasta Siria, desde el Atlántico hasta el Mar Negro, hoy la Iglesia dirigida por Jorge Mario Bergoglio ha renunciado por completo a la idea de ir moldeando, informando y guiando una civilización. La idea misma de societas christianao de Civiltà Cristiana es ajena a la deriva teológico-ideológica y pastoral encarnada por el pontificado de Francisco que parece proponer el paradigma inverso con el mundo, sociológicamente entendido, elevado al lugar teológico al que se conforman la Iglesia, la doctrina y la predicación.

 

Joseph Ratzinger, en cambio, como teólogo y cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, luego como Romano Pontífice, siempre tuvo en el corazón la identidad cristiana de Europa y de la Magna Europa, nunca se rindió a la idea de que el cristianismo la civilización debían archivarse como algo superado, siempre con la intención de reafirmar la inseparabilidad de la fe y la razón, de la fe y la cultura, por lo tanto, la necesaria civilización del cristianismo.

 

Muy querido para el pensador Ratzinger fue el encuentro providencial entre la Revelación divina y el logos griego (y el ius romano ) o entre la Palabra de Dios y la especulación racional clásica capaz de alcanzar las alturas de la metafísica así como el rigor de la dialéctica y el análisis lógico. , la ley moral natural y una verdadera antropología-psicología. Ratzinger se opuso enérgicamente al proceso de deshelenización del cristianismo que se venía gestando durante más de medio siglo en la Iglesia, más aún, reiteró la providencialidad del encuentro entre el clasicismo grecorromano y la Revelación bíblica, encuentro del cual se desprendió la Civilización Cristiana. Nació.

 

En el plano moral y político, Ratzinger-Benedicto XVI denunció el mal del nihilismo que corroe el Occidente moderno y posmoderno, señaló en la dictadura del relativismo la forma de un nuevo totalitarismo sutil, enseñó con fuerza la no negociabilidad (no sólo en en el plano moral sino también en el público jurídico y político) de principios naturales como la defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, el reconocimiento del matrimonio como unión monógama e indisoluble de un hombre y una mujer abiertos a la vida, la libertad educativa de los padres que ellos (y no el Estado) tienen, por Dios, la tarea de educar a sus hijos. La negativa de Ratzinger a oponerse a la ideología de género y la pretensión de legitimar moralmente y reconocer legalmente las uniones homosexuales también es rigurosa y contundente.

 

En esta obra generosa y grandiosa, en este intento intelectualmente poderoso de detener el derrumbe de la Civilización Cristiana, de apuntalar sus muros y comenzar su reconstrucción, Ratzinger buscó siempre el diálogo con la cultura europea y norteamericana más sensible, aunque fuera no cristiana. católico Ratzinger trató de construir un diálogo fructífero con el mundo secular y no católico sobre la base de un amor común por la verdad, la justicia y la civilización occidental. En este cuadro encaja el encuentro, la discusión, el diálogo y la amistad con Marcello Pera, ilustre filósofo y político liberal italiano.

 

Así, le hacemos al Senador Marcello Pera, agradeciéndole su generosa disponibilidad, algunas preguntas para comprender mejor lo que representó Ratzinger con respecto a la cultura europea y occidental, por tanto, cuál es el vacío que deja la muerte de Benedicto XVI en la Iglesia y en Occidente.

 

Presidente Pera, pocos intelectuales laicos en Italia pueden decir que han conocido y apreciado a Benedicto XVI como usted. ¿Cómo nació su relación y qué le impactó del pensamiento de Ratzinger?

 

El encuentro nació de lo que me impactó en él. Cultivé los estudios epistemológicos (era mi disciplina académica) y siempre había contrapuesto las ideas en las que, tras una larga parábola que comenzaba con el neopositivismo lógico, finalmente se había precipitado la filosofía de la ciencia posterior a Popper. Por ejemplo, la tesis de que la elección de los grandes paradigmas científicos no depende decisivamente de pruebas específicas sino que es el resultado de un proceso de "conversión", que la verdad de las grandes ideas científicas, por ejemplo las de Galileo comparadas con las de Ptolomeo , es interno a cada uno de ellos porque depende de criterios contextuales, que los paradigmas son por tanto inconmensurables, porque dos científicos dentro de dos paradigmas diferentes trabajan en dos “mundos diferentes”, etc. En resumen, estaba familiarizado con el problema del relativismo.

Un día de agosto de 2004, Fe, verdad, tolerancia de Joseph Ratzinger, publicado por Cantagalli, e hice un descubrimiento que para mí, evidentemente ignorante de ese tipo de estudio, fue chocante: que el relativismo era una corriente de pensamiento muy extendida también en la teología cristiana. La autoridad de Ratzinger, cuya Introducción al cristianismo había leído como muchas otras, no me hizo dudar de que tenía razón. Estaba asombrado y perturbado: ¿cómo era esto posible? ¿Qué había pasado, en la religión del Verbo revelado y encarnado, para que la verdad ya no fuera absoluta? Al volver de vacaciones hice más lecturas y pedí visitar a Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Después de conocer a un joven rubio que entonces era su secretario en una pequeña sala de estar, entré en su estudio, que recuerdo que era menos de la mitad del tamaño del mío en el Senado. Empezamos a hablar sin mucho preámbulo o introducción, sobre filosofía, teología, cristianismo.

Recuerdo los argumentos, pero sobre todo me impresionaron los tonos del interlocutor, su figura, su gentil gracia y en particular su mirada. En mi vida había estado familiarizado con figuras como Popper, Kuhn, Feyerabend, pero aunque sentí su autoridad, ninguno de ellos me había impresionado de la misma manera. No tenía dudas: Joseph Ratzinger era genial. No sólo porque sentí la inmensidad y profundidad de su cultura, sino por un rasgo mucho más preciado: un hombre que sabe estar a la altura de los demás, que discute y cuestiona, sin tono profesoral. Los ojos no traicionaron. La sonrisa no mentía.

 

¿Como liberal laica, más aún como "gran liberal [...] sin duda la política liberal-conservadora más ilustre de la Italia actual" para usar las palabras que el arzobispo Crepaldi le reservó en Trieste, lo que encontró estimulante, atractivo y convincente en Ratzinger? ¿Hubo una dificultad inicial para comprender e integrar el pensamiento teológico de Ratzinger en su sistema de pensamiento o hubo una convergencia de ideas inmediata?

 

Ninguna dificultad de comprensión, pero inmediata consonancia de ideas. Me quedó claro que, si el relativismo daña a la ciencia, porque la reduce sólo a una "cultura", a una "tradición", a una "narrativa", el relativismo teológico y religioso tiene consecuencias perniciosas para el cristianismo. Si la verdad es relativa, Cristo Redentor de la humanidad no tiene sentido. No solo. No había pasado mucho tiempo desde el 11 de septiembre de 2001: si el cristianismo fuera sólo una cultura entre muchas, la civilización cristiana no tendría fundamentos ni méritos particulares. Y entonces los terroristas islámicos tenían razón al considerarnos imperialistas y combatirnos como "judíos y cristianos". Recuerda y reflexiona: fuimos considerados culpables no tanto por nuestras acciones, sino por nuestro ser. Ahora, puedes llamarte laico todo lo que quieras, puedes volverte tan sordo e incluso jugar con el mensaje de Cristo tanto como quieras, pero esto era un hecho inaceptable: ¡el cristianismo era un enemigo! Salvo que el cristianismo no es sólo una fe, es una fe que ha bautizado una civilización: la de la dignidad humana, la libertad, la responsabilidad, la igualdad.

Derroca al cristianismo y habrás destruido esta civilización. Relega la fe cristiana al papel de narración y habrás perdido nuestro fundamento. Y también nuestra identidad: porque si los demás te golpean porque eres judío y cristiano y no le das ningún peso a este ser tuyo, entonces los demás son alguien y tú no eres nadie, no teniendo nada que defender. Esta es la lección, totalmente personal, que saqué de la tragedia del 11 de septiembre y que reforcé durante los encuentros con Ratzinger. Tuvo claridad y coraje.

 

Sin embargo, quedaba un problema. Históricamente, soy un hombre de la modernidad: vengo después del cisma protestante, del nacimiento de la ciencia experimental, del cogitode Descartes, el ego de Kant, etc. Y modernidad significa razón. Aunque no esté dispuesto a considerarla "nuestra única regla y brújula", como dijo Locke, no hay duda de que la razón es exigente: no puede admitir nada que le sea contrario. Todavía tiene que dar su opinión. Para entenderlo con un ejemplo (es de Kant): aunque una voz interior, avasalladora, me dijera: "¡Yo soy tu Dios, sígueme!", la razón debe tener una manera de averiguarlo, o más precisamente, de comprobando que no es la voz de un maligno. Por lo tanto, mi fe debe ir junto con mi razón. Después de todo, si Dios me ha dado a ambos, debe haber una manera -oculta, difícil, fatigosa como quieras- de reconciliarlos. Y aquí también Ratzinger estuvo genial: en su pensamiento, que siempre ha defendido la "helenización" del cristianismo, está ellogotipos que se revelan a sí mismos. La fe se reviste de razón, y la razón se pierde si no reconoce que actúa sobre la base de la fe. La fe no es racional, lo racional es la necesidad de fe de la razón. Nunca he podido hacerle creer a Ratzinger que, ni siquiera por esta razón específica, la razón que busca y produce la fe, Kant merece ser reconocido como un cristiano moderno. Cierto, era luterano, pero ¿no es un verdadero luterano un agustino estricto? Sea como fuere, ¡qué tesoro de discusiones he perdido para siempre!

 

Políticamente, el Magisterio de Benedicto XVI podría haber inspirado una renovada identidad cultural cristiana eurooccidental y podría haberse ofrecido como un punto de referencia para quienes no se reconocen en el universo ideológico progresista, en el relativismo ético y en el globalismo apátrida, o más bien por los conservadores e identitarios de Europa, Estados Unidos y América Latina. En su opinión, ¿cómo respondieron las fuerzas político-culturales/identitarias conservadoras europeas y americanas al llamado extremo de Benedicto XVI? ¿Estuvieron a la altura del desafío? En su opinión, ¿qué impidió un despertar político-cultural cristiano en Italia y en Europa que correspondiera al llamado de Benedicto?

 

“Has perdido una gran oportunidad”, me dijo una vez, cuando ya era emérito, y los de centro-derecha habíamos perdido el gobierno. Respondí con sinceridad y hasta con amargura: “es verdad, pero la Iglesia tampoco nos ha ayudado”. Porque ya había dos iglesias cristianas católicas en la época de su pontificado: la suya, del cristianismo como salvación, y la de la mayoría, secularizada, del cristianismo como justicia. Como en el fresco de la escuela de Atenas: una con el dedo y mirando hacia arriba, la otra hacia abajo. Uno que quería corregir el mundo, el otro que iba hacia el mundo y lo absorbía, bajo el pretexto de "actualizar". Benedicto XVI contó con el consuelo de muchos a los que había convocado bajo el nombre de "minorías creativas", fue apoyado por intelectuales laicos, fue apoyado en Estados Unidos por el presidente Bush. Pero el apoyo fue tímido, el miedo, la circunspección, la prudencia serpenteaban en su camino.

Hasta que, tras la lección de Ratisbona, todo se vino abajo. Ningún jefe de Estado o de gobierno se levantó para defender a Benedicto XVI, para decir que no se trataba de la libertad de religión del Islam, sino de los instrumentos violentos que el Islam usó y no negó. ¡Incluso en estos días leí a una señora con el ceño fruncido que dice que Ratzinger citó a Manuel el Paleólogo "fuera de contexto"! Y así por falta de coraje, miedo y cobardía, cálculo y astucia, las cosas salieron mal. El Papa que había llamado la atención de los participantes en el Bernardine College de París, en el Westminster Hall de Londres, en el Reichstag de Berlín, que había llevado al presidente laico Sarkozy a decirle a Roma que Francia es cristiana, que había cuestionado a los laicos sobre las raíces de Europa en una sala del Senado italiano, fue abandonada.

Se vio obligado a explicarse, a justificarse, a añadir notas a pie de página. Si esta fue una guerra de civilizaciones, entonces la civilización cristiana retrocedió. Es difícil explicar por qué las cosas sucedieron de esta manera. Creo que la bomba de relojería desencadenada por el Concilio Vaticano II, y que Woytila ​​y Ratzinger habían tratado de desactivar con su hermenéutica de la continuidad, finalmente ha estallado. Las cataratas se han abierto, al punto que hoy estamos en la Madre Tierra, es decir, en el renacimiento del paganismo y el sincretismo.

 Todavía oigo hablar de Dios, pero poco de Cristo; Escucho que la misericordia y el perdón prevalecen sobre el juicio; Ya no escucho la expresión “pecado original”. Estamos volviendo a los buenos viejos tiempos rusos, del buen hombre angelical, víctima inocente e incorrupta de una cultura pervertida. O en la época de Pelagio, del hombre que lo hace sólo con sus propias fuerzas. Como si la Caída fuera un mito. Con la complicidad culpable de la iglesia, los laicos están ganando.

 

Todas las grandes batallas libradas por Ratzinger-Benedicto XVI, tanto eclesiales como cultural-políticas, parecen hoy perdidas. La Iglesia parece consternada por un proceso revolucionario radical por lo distante que está la enseñanza de Benedicto XVI de lo que dicen hoy las Jerarquías. Es precisamente el sentido de marcha el que se ha invertido a nivel doctrinal, litúrgico, moral, sociopolítico. No menor es la distancia entre las advertencias de Ratzinger en el campo político-cultural y el estado del Occidente actual. ¿Se ve todavía una "re-conversión" de Occidente a Cristo, una nueva unidad de fe y razón, de fe y cultura, de fe y política, o es humanamente imparable la deriva nihilista y posanticristiana de Occidente? ? ¿Fueron las palabras de Benedicto XVI una profecía o un sueño?

 

La historia, disculpe, es una puta. Va con cada cliente que conoce y cambia constantemente de gustos. Así que cambiará de nuevo. Pero tengo mis dudas sobre una reconversión a Cristo de los pueblos de Europa, al menos para las próximas generaciones. Me temo que tendremos que beber la copa amarga durante bastante tiempo todavía. Vivimos en una era descristianizada que piensa que descristianizarse es bueno. Nos creemos cada vez más libres y en cambio la falta de sentido de los límites, de lo prohibido, del pecado, nos hace más esclavos. Nos hemos convertido en creadores de derechos fundamentales: hermosa contradicción para quienes creen en estos derechos, porque si son fundamentales no pueden ser creados por nuestras leyes. Así que nuestros racionalistas seculares tienen que resolver un dilema y tomar una posición:

 

Fruto de largos años de estudio, en 2022 publicó el volumen La mirada de la caída. Agostino y el orgullo del laicismo (Morcelliana, Brescia), un intenso diálogo entre ella y el obispo de Hipona en el que el liberal Marcello Pera busca en el viejo Agustín una respuesta al mal que corroe el Occidente de hoy. Ratzinger puede definirse verdaderamente como un discípulo de Agustín ya que su pensamiento está en la línea agustino-bonaventuriana. ¿Ratzinger y Pera también unidos por Agostino? ¿Y cuál es la cura que ofrece Agustín al Occidente enfermo?

 

Si piensas en una cura política, ninguna. Agustín no cree en la política, sobre todo no cree que la política pueda ser un camino de salvación. No hay recetas políticas en el Evangelio, no las hay en Pablo, excepto "obedecer a las autoridades", un estado cristiano no puede existir, ni siquiera los gobernantes cristianos pueden construir uno. La razón es simple: a la Ciudad de Dios no se puede llegar ni siquiera acercarse con instrumentos seculares. El estado solo sirve para defendernos de nosotros mismos. Tu deber es creer y convertir tu amor. El esfuerzo es individual: cuando se vuelve colectivo, también nos beneficiaríamos políticamente, lo que sin embargo nunca sería estable, porque hasta la mejor sociedad terrenal está plagada de vicios y es perecedera. Pero si nunca hay una certeza positiva de un Reino en la tierra, hay una certeza negativa: si descuidas el esfuerzo de salvación, si te alejas de la verdad, si persigues ídolos seculares, entonces ni siquiera habrá una sociedad decente. Este es el caso de Occidente. Tal como está hoy, está perdido. Me he inspirado mucho y me he beneficiado de Ratzinger. Ciertamente, Ratzinger estuvo muy influenciado por Agustín y Buenaventura. En comparación con el resto, su teología política es pobre, y con razón.

 

¿Tuvo la oportunidad de hablar sobre sus preguntas a Agustín y las respuestas que le dio Agustín con Benedicto XVI? ¿Coinciden las respuestas de Agostino di Pera con las del agustino Ratzinger?

 

Tuve tiempo de charlar con él sobre Agustín y Kant y mi proyecto de crítica de la razón secular. Gracias de nuevo por animarme. Lo siento, llegué tarde para continuar la discusión. Por eso me comparo con su memoria y sus escritos.

 

En la mirada de la caída hay, en mi opinión, mucho de Ratzinger, incluso lo que podría identificarse como una debilidad/contradicción respecto de la relación con la modernidad política, respecto del juicio sobre el liberalismo. De hecho, si se identifica a Agustín como un maestro y terapeuta del que obtener la receta para curar al Occidente enfermo y la receta de Agustín es decididamente "no liberal", de hecho en puntos fundamentales podría incluso definirse como iliberal (en el sentido de antitético a los postulados de la ideología liberal), ¿cómo podemos esperar mantener unida la liberal-democracia que constituye la identidad política de Occidente con la cura agustiniana "no liberal"? Curar el mal de Occidente con la medicina de Agustín no sería en realidad negar el sistema liberal-democrático y, en general, la idea moderna del individuo, de la sociedad, del Estado, de la política, del derecho, etc.? El cuidado de Occidente ¿no implicaría acaso la necesidad de liberar a Occidente de la prisión ideológica de la modernidad (y por tanto también de la ideología liberal) para devolverlo a la Tradición cristiana?

 

Si se quiere hacer del liberalismo un objetivo, es necesario, para dar en el blanco, identificarlo con precisión. ¿Qué se entiende por liberalismo? Una doctrina política para salvaguardar la dignidad y la libertad del hombre frente a la injerencia de la sociedad y el Estado. El liberalismo, por tanto, se opone al estado absolutista e incluso paternalista, y está a favor de los derechos humanos inalienables. Son derechos, como la igualdad en el valor del hombre, su irreductibilidad a un mero medio, su libertad de pensamiento y de devoción, que son fundamentales en el sentido de que no son creados por ninguna autoridad política, sino respetados por ella como límite. de acción propia. ¿Cómo se justifican? La posición del liberalismo clásico de Locke es conocida:vida , libertad y propiedad ” , algunos hombres eran sumisos a otros o tenían menos valor que otros. ¿Porque? Porque Dios nos ama y debemos ser dignos de su amor. Este liberalismo deriva claramente y se inscribe en un marco cristiano, cuya primera enseñanza acepta: Dios es caritas , amor que se da a sus criaturas, y debemos honrarlo. En este liberalismo prevalece claramente la prioridad del deber (hacia Dios) sobre los derechos . Es tu deber hacia Dios lo que da origen a mi derecho a ser respetado por ti. Es mi deber no reprimir a una criatura de Dios que da a luz mi derecho a la vida. Etc.

 

Ahora, cambiemos algo en este cuadro. Suprimir el papel de Dios o dejarlo de lado. ¿En qué se convierten más los derechos fundamentales del hombre? Nada más que solicitudes de individuos o grupos otorgadas y protegidas por el estado. Puede que todavía las llames fundamentales, pero ya no son las mismas: son libertades o licencias garantizadas. Como tales, se multiplican, porque ya no tienen un límite que los detenga: son deseos, luego demandas, luego reclamos, finalmente leyes. El régimen político que tolera y permite todo esto se sigue llamando liberalismo, pero es una usurpación conceptual. Es lo que está pasando en Europa y en Occidente. Donde desaparece el cristianismo, el liberalismo se transforma en anarquía ética, la verdadera "dictadura del relativismo", como la llamaron el Papa Wojtila y el Papa Ratzinger. Y viceversa. ¿No es esta la mejor prueba de que el liberalismo y el cristianismo están relacionados conceptualmente? ¿Y que un verdadero liberal debería defender el cristianismo? Cuando Agustín dice que el Estado necesita un lazo social religioso, no es como si les dijera a los liberales de hoy: ¿al menos volved a vuestros orígenes?

 

La Iglesia de León XII, Gregorio XVI, Beato Pío IX, León XIII, San Pío X o Pío XI no tuvo ningún problema en condenar la modernidad ideológica y la democracia liberal, con el Concilio Vaticano II la perspectiva cambia y el juicio se vuelve decididamente ambiguo. Todo el posconcilio vive de esta "ambigüedad de juicio" sobre la modernidad política (por lo tanto también sobre la democracia liberal), pensemos sólo en el juicio de la Iglesia sobre la democracia o los derechos humanos. Ni siquiera Ratzinger está exento. Os pregunto, sabiendo que sois capaces de libertad de juicio y de verdadera honestidad intelectual, con un candor un poco provocador: ¿acaso los Papas preconciliares no tenían razón? ¿No es realmente la democracia liberal el problema, la enfermedad que padece Occidente?

 

Entre mis libros hay uno que aprecio: Derechos humanos y cristianismo . Evidentemente, nadie, especialmente entre los hombres de Iglesia, pretende leerlo. No me estoy quejando. Pero si uno lo hojea, allí verá que rindo homenaje a esos Papas por haber sido proféticos. Ya no están de moda, lo entiendo. Pero, ¿cómo llegar al fondo de su argumento, que si los derechos humanos se definen como propiedad del hombre, entonces estos se convierten en derechos positivos de los estados, que dan y niegan? En mi opinión, esto también sucede hoy por responsabilidad de la Iglesia. Cuando la Gaudium et Spes declara que "proclama los derechos humanos en nombre del Evangelio" también toma un atajo peligroso: olvida que primero hay que pasar de los deberes del hombre hacia Dios. Sólo estos deberes hacen la elección de los derechos permisibles.

De lo contrario, no hay forma de detener el aborto, la eutanasia, los matrimonios entre personas del mismo sexo, etcétera. Al respecto, me gusta recordar a Mazzini: “Claro que hay derechos; pero donde los derechos de un individuo entran en conflicto con los de otro, ¿cómo podemos esperar reconciliarlos, ponerlos en armonía, sin recurrir a algo superior a todos los derechos?”. Creo que Ratzinger tenía muy clara esta prioridad de los deberes sobre los derechos, pero no siempre la escribió con claridad.

 

Benedicto XVI intentó la hazaña heroica de salvar a Occidente de sí mismo, intentó impedir su suicidio. También intentó revivir a Europa devolviéndola a su propia identidad cristiana... y no hizo todo esto dentro de un contexto eclesial sólido y seguro, sino con la roca socavada por las arenas movedizas posconciliares. Trató de arrancar a la Iglesia del proceso de autodemolición. Fue una batalla ad intra y ad extra . ¿Qué queda de todo esto? ¿Qué futuro, a su juicio, para el legado ideal de Joseph Ratzinger?

 

Espero que Ratzinger se convierta en santo por haber realizado un milagro colectivo… y si lo es, será solo por esto: haber frenado y revertido la autodestrucción del Occidente cristiano. Era su compromiso, siempre ha sido su misión. Que Dios, cuando y como quiera, le garantice el éxito.

 

¡Gracias, presidente!

 

don samuel cecotti