“Benedicto XVI,
doctor de la Iglesia: luchó por la fe de los sencillos”
Nico Spuntoni
Brújula cotidiana,
05-01-2023
Cuando se formó el
nuevo Schülerkreis de teólogos que no habían estudiado con el profesor Joseph
Ratzinger, sino que habían profundizado por su cuenta en su ilimitada obra,
Benedicto XVI quiso que el cardenal Kurt Koch fuera su mentor. El
prelado suizo podía contar con la plena confianza del recién fallecido Papa
emérito, que le consideraba el más fiable a la hora de presentar la
interpretación correcta del Concilio Vaticano II y de la reforma litúrgica. El
Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sin
duda uno de los miembros del Sacro Colegio más cercanos a Ratzinger, nos ha recibido
en su estudio de Via della Conciliazione para una entrevista sobre la figura de
su maestro.
Antes de empezar,
Eminencia, le pido su recuerdo personal de Benedicto XVI.
Mi primer contacto
con él fue a través de los libros. De hecho, al principio de mis estudios leí
todos los libros del profesor Joseph Ratzinger y, en particular, “Introducción
al cristianismo”. Luego, como obispo de Basilea, hablé con él varias veces
cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 2010,
cuando ya era Papa, me llamó para trabajar en Roma. Y esta reunión fue muy
interesante para mí.
¿Nos puede hablar
de ello?
Expresó su deseo
de tenerme en la Curia. Entonces le respondí que después de quince años como
obispo no era fácil dejar mi diócesis. Su respuesta fue la siguiente: “Sí, te
entiendo, pero quince años son suficientes, así que ven”.
¿Le explicó por
qué quería que usted dirigiera el Consejo Pontificio para la Promoción de la
Unidad de los Cristianos?
Sí. Me dijo que
tras el mandato del cardenal Walter Kasper quería de nuevo un obispo que
conociera las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma no sólo por los
libros, sino también por experiencia personal. Esta motivación me hizo darme
cuenta de que el ecumenismo estaba muy cerca del corazón de Benedicto XVI. Como
presidente del Consejo Pontificio tuve una estrecha colaboración con él y todas
las audiencias fueron muy agradables porque estaba muy interesado en la
progresión del ecumenismo. Luego, cuando fue Papa emérito, tuve la alegría de
encontrarme con él algunas veces y siempre fue una riqueza para mí.
Tras su dimisión,
¿siguió interesándose por su labor en favor de la unidad de los cristianos?
Principalmente
siempre hablábamos del trabajo de los grupos de alumnos, porque él me había
querido como mentor. Pero está claro que también se interesaba por el resto y
sus preguntas eran: “¿Cómo es la relación con Constantinopla? ¿Cómo te va con
Moscú? ¿Cómo van las cosas con las iglesias luteranas?”. Siempre estuvo muy
interesado, sí.
En un texto que escribió
con motivo del 90 cumpleaños del Papa emérito, señaló la coincidencia de que su
nacimiento se produjera en Sábado Santo. Su muerte, en cambio, se produjo
durante las vacaciones de Navidad. ¿Qué lectura le da a esta circunstancia
temporal?
Sí, tuvo lugar
precisamente en la época navideña, muy querida por Benedicto XVI. Pero creo que
hay otro hecho a destacar: su elección al trono pontificio tuvo lugar el mismo
día que la de León IX, mientras que murió el mismo día que el papa Silvestre.
Por otro lado, el Sábado Santo era muy importante para él porque este día
indica la situación de todo cristiano: estamos en camino hacia la Pascua, pero
aún no tenemos la experiencia de la Pascua. Y hoy Benedicto XVI puede celebrar
la Pascua, la Resurrección y el encuentro con su Maestro.
¿Qué encontramos
en el pensamiento y magisterio de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI sobre la vida
eterna?
La meta de la vida
cristiana es la vida eterna. El profesor Joseph Ratzinger decía que su libro
más estudiado era “Escatología. La muerte y la vida eterna”. Por otro lado, la
segunda encíclica que escribió como Papa versaba sobre la esperanza. La
esperanza cristiana es la esperanza de la Resurrección. Este es el objetivo de
todo cristiano: convertirse en la vida terrenal para alcanzar la vida eterna.
Hay quienes piden
su canonización inmediata. ¿Cómo veía Benedicto XVI a los santos y qué lugar
les concedía en la vida de la Iglesia?
Estaba convencido
de que los verdaderos reformadores de la Iglesia son siempre los santos, porque
la santidad es la meta de la vida cristiana. Hay una hermosa homilía en la que
el Papa Benedicto decía que la santidad no es propiedad exclusiva de unos
pocos, sino una vocación para todos, porque hay muchas flores en el jardín de
Dios. Comparó el asombro que causa la visión de un jardín con variedad de
flores con el asombro que nos embarga ante la comunión de los santos con
pluralidad de formas de santidad. La comunión de los santos era un tema tan
importante para él que ya lo mencionó en la homilía de la misa al comienzo de
su ministerio petrino. Pero igualmente importante era la comunión de los
hombres: su prioridad, en efecto, era reflexionar sobre la fe de la comunidad
eclesial, no sobre la teología.
A este respecto,
¿por qué seguimos oyendo estos días en los comentarios a personas que lo
describen como un pastor incapaz de hablar a los simples fieles, a pesar de que
siempre se concibió a sí mismo y al papel del obispo como el de un defensor de
la fe del Pueblo de Dios?
Siempre luchó por
la fe de los sencillos. La teología era secundaria, la fe era lo primero. La
teología, sostenía, debe estar orientada por la fe y no la fe debe estar
orientada por la teología. No puede decirse en absoluto que estuviera alejado
del pueblo. No privilegió la relación con las masas, sino la relación con el
individuo. De hecho, siempre prestaba mucha atención a las personas con las que
hablaba.
¿Es correcto
afirmar que la eclesiología de Ratzinger nos enseña que la Iglesia no es sólo
una organización social?
Sí. Hay una
hermosa definición de Iglesia ya en su tesis doctoral sobre san Agustín. En ese
texto se dice que la Iglesia es el Pueblo de Dios que vive del Cuerpo de
Cristo. La suya es una eclesiología eucarística: la Iglesia es el lugar donde
los creyentes celebran, presidida por el sacerdote, la Eucaristía.
¿Sus últimas
palabras, “Jesús, te amo”, representan el núcleo de su espiritualidad
teológica?
En el centro de su
teología está la cuestión de Dios, pero no de un Dios cualquiera, sino de un
Dios que quiere tener contacto con el mundo, que quiere relacionarse con el
hombre, que ama al hombre, y que se reveló en la historia de la salvación
primero en Israel y luego especialmente en Jesucristo. En Jesucristo, Dios
mostró su rostro. Estoy convencido de que el Papa Benedicto quiso escribir su
libro sobre Jesús de Nazaret, quitándole tiempo y energía a su pontificado,
para convertirlo en su legado. La centralidad de la cuestión de Dios y el
cristocentrismo fueron los dos puntos fuertes de su teología. Y esas últimas
palabras, “Jesús te amo”, son la conclusión perfecta de toda la vida y la
teología de Benedicto XVI.
¿Es legítimo
esperar ver un “santo subito”?
En primer lugar
está Dios, que es quien juzga quién es santo, así que tengo que dejarle el
juicio a Él. En segundo lugar, es el Papa quien decide. Creo que Benedicto XVI
ha sido un gran maestro, un doctor de la Iglesia con su teología y su
magisterio, y esto es lo que más cuenta para mí. Pero todos estamos llamados a
ser santos.
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