lunes, 26 de agosto de 2019

VÍCTIMAS DE FALSAS VÍCTIMAS




 Santiago MARTÍN, sacerdote FM

Católicos on line, agosto 2019

El miércoles me desperté con la noticia de que el tribunal que juzgaba la apelación del cardenal Pell, había fallado en contra de él y había sido de nuevo encarcelado. Una profunda sensación de disgusto y de malestar me invadió, no sólo por el cardenal sino también por la propia Iglesia. Luego leí el voto particular del juez que había apoyado la inocencia del cardenal (fueron dos contra uno) y me di cuenta de que yo no era el único en considerar totalmente imposible que Pell hubiera cometido dicha fechoría.

Incluso los dos jueces que fallaron en contra, reconocieron que el jurado podía haber tenido dudas ante las dificultades de credibilidad que presentaba la denuncia, pero no consideraron -como sí hizo el otro juez- que esas dudas eran obligatorias, sino sólo posibles. Curiosamente, uno de los principios básicos de toda condena es que se produzca dejando de lado toda duda razonable, lo cual fue obviado por los dos jueces que rechazaron la apelación del cardenal.

Luego recordé que, días antes, el actual arzobispo de Melbourne (Pell ocupaba ese cargo cuando supuestamente ocurrieron los hechos) había declarado que estaba dispuesto a ir a la cárcel antes de romper el secreto de confesión. Eso se debía a que el Estado de Victoria -cuya capital es Melbourne- ha publicado una ley que obliga a los sacerdotes a informar de los abusos a menores cuando sepan de ellos en el confesonario. Es decir, que el Estado australiano en el que se juzga al cardenal Pell es el más agresivo contra la Iglesia y eso creo que ayuda a entender el por qué del veredicto de los jueces.

Después de eso me enteré del comunicado del Vaticano a propósito de la sentencia. Seguía apoyando a Pell y reivindicaba su inocencia, recordando que aún tiene la posibilidad de apelar al Tribunal Supremo. Si no hubiera sido así, si no hubiera creído la versión del cardenal, tendría que haber puesto en marcha de forma inmediata el proceso administrativo que hubiera reducido al cardenal al estado laical. Agradezco profundamente al Papa Francisco que esté dando su apoyo al cardenal australiano en un momento tan difícil para él. Es algo que le honra y no me parece que se trate de hacerle un favor a un amigo, sino de reconocer que la acusación es absurda como, por otra parte, ha dicho también el arzobispo de Melbourne.

Pero no todo ha sido el “caso Pell” esta semana. El mismo día, el miércoles, se supo que el obispo más anciano del mundo, con 103 años, el chileno Bernardino Piñera, había sido denunciado por una supuesta víctima de un abuso que, supuestamente, ocurrió hace más de cincuenta años. Y más: el fiscal del Estado de Nueva York ha pedido que se aplique a la diócesis de Búfalo el mismo criterio de investigación que se aplica a las organizaciones criminales mafiosas, por no haber denunciado a tiempo los abusos de sacerdotes. Y por si fuera poco otro obispo norteamericano, el de Charleston, ha sido denunciado por un supuesto abuso que habría cometido hace cuarenta años.

Todo esto es como un conjunto de puntos que, unidos, forma una línea que va en una dirección: destruir a la Iglesia a base de minar su credibilidad y arruinarla económicamente. Pero junto a la Iglesia, está siendo destruido un principio jurídico básico: el de la presunción de inocencia. Ambos, la Iglesia y la Justicia, están siendo por igual víctimas y posiblemente a manos de los mismos. ¿De verdad se puede acusar a alguien por algo que, supuestamente, cometió hace decenas de años y de lo que no hay ninguna prueba, como es el caso levantado contra el anciano obispo chileno? La aceptación de las denuncias de adultos que alegaban haber sido molestados cuando eran menores, se basaba en la necesidad de darles la oportunidad de que se les hiciera justicia dando por supuesto que no podía haber pruebas de aquello de lo que acusaban y de que habían quedado tan traumatizados que tardaron muchos años en poder decir públicamente lo que les había sucedido. Ese argumento tiene valor y debe seguir teniéndolo, pero hay que reconocer que puede ser utilizado con otros motivos distintos de la búsqueda de justicia y por personas que no han sido agraviadas en absoluto. Esto es aún más evidente cuando los denunciantes eran mayores de edad en el momento del supuesto agravio, como puede estar pasando con la cantante que denuncia al tenor Plácido Domingo.

Creo que es hora de encontrar un equilibrio entre la protección a las víctimas y la protección de los que pueden estar siendo acusados en falso. Y es hora de encontrarlo por el bien de las personas afectadas -cuyo honor y cuya vida puede quedar destruida para siempre aun siendo inocentes-, por el bien de la institución que está siendo más atacada -la Iglesia- y por el bien del mismo concepto de Justicia. Hoy ya no existe la presunción de inocencia. Hoy ya no se exige al que acusa presentar la carga de la prueba. Basta con acusar para ser creído y para que aquel al que es acusado quede manchado para siempre o incluso -como el cardenal Pell- sea enviado a la cárcel. Como escribía el otro día un amigo mío, ¿y si mañana un loco dice que el Santo Padre le tocó indebidamente hace cuarenta años, vamos a meter en la cárcel al Papa?

jueves, 22 de agosto de 2019

SUPERIOR DE LOS JESUITAS


 insiste en negar la existencia del diablo

Aciprensa, 21-8-19

El Superior General de la Compañía de Jesús, P. Arturo Sosa, afirmó en una entrevista publicada este 21 de agosto que “el diablo existe como una realidad simbólica” y “no como una realidad personal”.

El P. Sosa dijo estas palabras en una entrevista con la revisa Tempi, de Comunión y Liberación, en el marco de su participación en el Meeting de Rimini que se realiza en Italia, donde dio su conferencia “Aprendiendo a mirar el mundo a través de los ojos del Papa Francisco”.

Al superior de los jesuitas se le preguntó “¿el diablo existe?”, a lo que respondió que “en diversos modos”.

“Se necesita comprender los elementos culturales para referirse a este personaje. En el lenguaje de San Ignacio es el espíritu maligno que te lleva a hacer las cosas que van contra el espíritu de Dios. Existe como mal personificado en diversas estructuras pero no en las personas, porque no es una persona, es una manera de ejecutar el mal”.

“No es una persona como la persona humana. Es una manera del mal de estar presente en la vida humana. El bien y el mal están en lucha permanente en la conciencia humana, y tenemos los modos para indicarlos. Reconocemos a Dios como bueno, enteramente bueno. Los símbolos son parte de la realidad, y el diablo existe como realidad simbólica, no como realidad personal”, afirmó.


El superior de los jesuitas reiteró de esta manera sus declaraciones de mayo de 2017, cuando dijo al diario español El Mundo que “hemos hecho figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal”.

“Desde mi punto de vista, el mal forma parte del misterio de la libertad. Si el ser humano es libre, puede elegir entre el bien y el mal. Los cristianos creemos que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto Dios es libre, pero Dios siempre elige hacer el bien porque es todo bondad. Hemos hecho figuras simbólicas, como el diablo, para expresar el mal. Los condicionamientos sociales también representan esa figura, ya que hay gente que actúa así porque está en un entorno donde es muy difícil hacer lo contrario”, expresó en 2017.

Estas palabras fueron criticadas en las redes sociales y refutadas por el sacerdote italiano Sante Babolin, conocido como el “exorcista de Padua”, que recordó al P. Sosa que la doctrina de la Iglesia enseña que “el mal no es una abstracción” y que el diablo, Satanás, existe.

A la semana siguiente de sus declaraciones, un vocero del P. Sosa dijo a The Catholic Herald que los comentarios del superior general de los jesuitas debían leerse en contexto. Dijo que la frase “hemos hecho” no debería tomarse fuera del contexto. “Pienso que no es correcto aislar frases particulares del total de la respuesta sobre la cuestión del diablo”, expresó.

“Se le preguntó al padre Sosa que comentara sobre la cuestión del mal. En su respuesta, señaló que el mal es parte del misterio de la libertad. Señaló que si el ser humano es libre, significa que puede hacer el bien o el mal; de lo contrario, no sería libre”.

“El lenguaje humano usa símbolos e imágenes. Dios es amor. Decir que Dios simboliza el amor no es negar la existencia de Dios, el diablo es malo. Del mismo modo, decir que el demonio simboliza el mal no es negar la existencia del demonio", dijo el portavoz.

Así, aseguró que “como todos los católicos, el padre Sosa profesa y enseña lo que la Iglesia profesa y enseña. Él no tiene un conjunto de creencias separadas de lo que está contenido en la doctrina de la Iglesia Católica".


El medio británico preguntó al portavoz si el P. Sosa cree que el diablo es un individuo con alma, intelecto y libre albedrío. El vocero respondió: “Como dije en mi respuesta ayer, el Padre General Arturo Sosa cree y enseña lo que la Iglesia cree y enseña. No tiene otro conjunto de creencias aparte de lo que está contenido en la doctrina de la Iglesia Católica”.

En el numeral 319 del Catecismo, la Iglesia Católica afirma la existencia del diablo al enseñar que Satanás es “un ángel caído” que tentó a “nuestros primeros padres”. “La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios”.

Asimismo, el numeral 395 afirma que “el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios”.

Esta no es la primera vez que el P. Sosa da declaraciones controvertidas. En febrero de 2017 el sacerdote puso en duda la veracidad de los Evangelios.

En la entrevista publicada el 18 de febrero por el medio italiano Rossoporpora, el religioso –al hablar sobre la indisolubilidad del matrimonio– dijo que si bien nadie puede cambiar la palabra de Cristo, se debe reflexionar “sobre lo que verdaderamente dijo Jesús” y ponerlas en contexto, pues “en esa época nadie tenía una grabadora para registrar sus palabras”.

viernes, 16 de agosto de 2019

DE LA SINODALIZACIÓN AL SOVIET


Artillero: Augusto Padilla

Descripción: CATAPULTA
(sobre las Comunidades Eclesiales de Base y un “experto”)
Descripción: http://catapulta.com.ar/wp-content/uploads/2019/08/jose-marins.jpgDel 2 al 4 de octubre habrá un congreso en la Curia General de los Jesuitas en Roma, al cumplirse 40 años de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla. Se resume la información de ACI Prensa:
“La conferencia tiene cuatro partes. La primera se titula “América Latina y la ‘década de sangre’”, la segunda aborda “La preparación de la Conferencia”, la tercera es “La Agenda de Puebla”, mientras que la cuarta tiene por título “La herencia de Puebla”.
El peruano Gustavo Gutiérrez tendrá a su cargo la ponencia “La opción preferencial por los pobres”. La presencia del sacerdote dominico de 91 años es la más sorpresiva y controvertida del elenco de invitados.
Otro de los participantes en el congreso de octubre es el sacerdote brasileño José Marins, considerado un experto en las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) surgidas en Brasil.
Otro destacado ponente es el sacerdote jesuita y filósofo argentino Juan Carlos Scannone, quien hablará sobre “Teología de la Liberación y Teología popular después Puebla”.
Carlos María Galli, decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), tocará el tema “Las líneas teológico-pastorales desde Puebla hasta hoy”. Este teólogo también integra la Comisión Teológica Internacional”.
Doy por descontado que el lector sabe quiénes son Gutiérrez, Scannone y Galli, tres dañinos personajes, viejos conocidos de CATAPULTA.
Empero, me parece que en este aquelarre de la Casa General, el brasilero Marins jugará un papel relevante, porque es uno de los ideólogos de las Comunidades de Base, a las que el indigerible y latoso Documento de Puebla-un subproducto de la Conferencia de Medellín- concede importancia en razón del compromiso  de la Iglesia ”con los pobres y los oprimidos” (Ver nota catapúltica)
Para Marins la misión de las CEB es:
“reforzar y relanzar redes de luchas solidarias: los movimientos sociales, la economía solidaria, la ecología, la construcción de una nueva  ciudadanía y el compromiso político para  acompañar, con un protagonismo crítico e constructivo, el surgimiento y proceso de los gobiernos populares del continente”.

Descripción: http://catapulta.com.ar/wp-content/uploads/2019/08/67491804_2150849778357276_1430845346522595328_n-1.jpg

Y sigue:
“Por otro lado, las comunidades ahora están más maduras, consiguieron integrar más o menos los elementos más importantes, a lo que ayudó mucho el crecimiento de la fundamentación bíblica. Quedó más clara la reflexión teológica sobre el pobre. No es necesario optar por la Teología de la Liberación, pero ésta realmente ayudó, pues hizo posible reflexionar sobre este camino.
“…nunca hubo un Papa que apoyase de forma tan explícita a las comunidades como el Papa Bergoglio, no tanto por aquello que él dice, sino por lo que hace, que coincide totalmente con aquello que una comunidad sueña con poder realizar”

“La mayoría de los curas están preocupados por lo devocional y el bautismo. Los curas salen del seminario con una mentalidad sacramental, devocional y un poquito de doctrina. Y la doctrina siempre es de arriba para abajo. Él sabe, él enseña y la gente aprende. Y el laico es siempre dependiente del cura”.
La ordenación de la mujer, o cualquier otro ministerio para ella, más que tener alguien más en el ministerio, es un gesto transformador, que es lo que cuenta. No es aumentar el número de presbíteros o de ministros, sino una cuestión de perspectiva”

Por si esto fuera poco,  Marins va más allá:
“Las Comunidades de Base son un acontecimiento profético, misionero, samaritano, ecuménico y dialogante”
Cuando ellas aparecen donde la estructura  eclesiástica no llega de manera habitual y significativa, son la presencia de la Iglesia al lado de los que sufren y los convierte en sujetos en la perspectivas del Reino: la Iglesia como Pueblo Mesiánico”
“En esta nueva sociedad, la Iglesia será una red de comunidades menores: samaritanas e pobres, proféticas y misioneras”.

Las Cebs son sujetos de transformación de la  sociedad: por el análisis estructural de la realidad y la militancia social, por su modo de vivir  comunitaria, que crea alternativas de relaciones humanas; por la relación  con a la sacralidad de la tierra  y de la creación (ecología); por el diálogo ecuménico y con otras tradiciones religiosas; por el servicio a los más necesitados”

Marins es visitante habitual de la Argentina y uno de sus anfitriones es “Cacho” Tissera, obispo de la diócesis de Quilmes, un auténtico foco subversivo.

Nota catapúltica
Número 1147 del Documento de Puebla:

“El compromiso con los pobres y los oprimidos y el surgimiento de las Comunidades de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres, en cuanto la interpelan constantemente, llamándola a la conversión y por cuanto muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios.


martes, 13 de agosto de 2019

SESENTA AÑOS DE GUERRA CIVIL



Santiago MARTÍN, sacerdote FM
Católicos on line, agosto 2019

George Weigel, uno de los más importantes escritores católicos norteamericanos, gran biógrafo de San Juan Pablo II, ha escrito un interesante y duro artículo sobre lo que ha ocurrido en el Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, en Roma, con los cambios que en él se han producido. En el artículo, titulado “Los vándalos saquean Roma… de nuevo”, se refiere a la purga de profesores que eran fieles a la línea anterior del Instituto y a la supresión de algunas asignaturas tan importantes como la Teología Moral Fundamental.

Pero también en el artículo, Weigel habla de la guerra civil que surgió entre los teólogos reformistas a partir de la tercera y cuarta sesión del Concilio Vaticano II. Un sector de esos teólogos, que habían estado unidos en las dos primeras sesiones y en los trabajos preparatorios, defendía la renovación dentro de la fidelidad a la Palabra de Dios y a la Tradición; el personaje más significativo era Joseph Ratzinger. El otro sector, cuyo nombre más conocido era Hans Küng, defendía, por el contrario, la ruptura para comenzar con una nueva Iglesia, casi de cero. Durante la etapa en que estuvieron unidos se creó la revista Concilium, en la que todos participaron. Después, y como expresión de esa ruptura, los que querían una interpretación del Concilio en continuidad con la tradición abandonaron Concilium y crearon Communio.

Tras esto, dice Weigel, y después de quince años de lucha, fue elegido Pontífice uno hombre de la línea de continuidad, Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, que no tardó en llamar a su lado al hombre más representativo de su corriente: Joseph Ratzinger, haciéndole prefecto de Doctrina de la Fe. La decisión que ambos tomaron con respecto al otro sector fue la de respetarles y dejarles en sus cátedras, salvo excepciones que por su notoriedad se habían vuelto clamorosas -Küng, Vidal, Boff-; no se hicieron purgas y los teólogos de la ruptura siguieron controlando la mayor parte de las cátedras de Teología. San Juan Pablo II creyó que había que dar tiempo al tiempo y se dedicó a promover nuevos institutos de Teología -entre ellos el dedicado a la familia. y también a los nuevos movimientos. Ahora ellos, que han llegado al poder, denuncia Weigel, están haciendo las purgas que no hicieron con ellos y la prueba es lo ocurrido en el Instituto Juan Pablo II para el matrimonio y la Familia.

El problema de fondo es la guerra civil postconciliar, que sigue abierta, sobre la interpretación o lectura del Concilio: la continuidad o la ruptura, la fidelidad a la Palabra y a la Tradición o la creación de una nueva Iglesia para la cual todo lo anterior es secundario y debe ser dejado de lado cuando no apoye las características de esa nueva Iglesia, hasta el punto de que ni siquiera la persona histórica de Jesús y el contenido de los relatos evangélicos o la fe en su divinidad son esenciales.

Lo primero que me ha venido a la cabeza al leer este artículo ha sido la constatación de que llevamos sesenta años de guerra civil dentro de la Iglesia, y el recuerdo de las palabras del Señor: Un Reino en guerra civil no puede subsistir, se derrumba casa tras casa. Eso es lo que nos está pasando. Luego me han surgido varias preguntas, a cual más acuciante.

Lo del Instituto es una batalla más dentro de esa guerra civil, porque la nueva Iglesia sólo puede surgir sobre las cenizas de la antigua. La cuestión es si esa nueva Iglesia seguirá siendo cristiana e incluso si seguirá siendo creyente. ¿Creen en Cristo como Dios y hombre verdadero? ¿Creen en las enseñanzas de los Evangelios como algo interpretable pero no traicionable? Más aún, ¿creen en la existencia de Dios, en la vida eterna, en el premio y el castigo final? Y la pregunta definitiva: ¿qué tendremos que hacer ante esta nueva Iglesia si, al final, decide proclamar su existencia jurídica?

Sigamos rezando, luchando y confiando. Honor a los mártires -a los que ven su honor destruido o su vida truncada- y a los confesores -los que, a pesar de todo, no renuncian a confesar su fe en la divinidad de Cristo-.