jueves, 21 de diciembre de 2023

MÜLLER

 


 «Las bendiciones a parejas homosexuales son blasfemas»

 

Brújula cotidiana, 21_12_2023

 

Publicamos el documento con el que el cardenal Gerhard L. Müller, Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se posiciona claramente y realiza una crítica radical a la declaración Fiducia Supplicans con la que el recién nombrado Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor M. Fernández, da la posibilidad de bendecir a parejas irregulares, incluidas formadas por personas del mismo sexo.

 

LA ÚNICA BENDICIÓN DE LA MADRE IGLESIA ES LA VERDAD QUE NOS HARÁ LIBRES

 

El Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la fe (= DDF), con la declaración Fiducia supplicans (=FS) sobre el sentido pastoral de las bendiciones, ha realizado una afirmación inaudita en la enseñanza de la Iglesia católica. Pues este documento afirma que es posible a un sacerdote bendecir, no litúrgicamente sino privadamente, parejas que viven la sexualidad fuera del matrimonio, incluidas parejas del mismo sexo. Las múltiples preguntas de obispos, sacerdotes y fieles laicos que han surgido ante estas afirmaciones merecen una respuesta clara y distinta.

 

¿No está esta afirmación en directa contradicción con la doctrina católica? ¿Está obligado el fiel a aceptar esta nueva enseñanza? ¿Está permitido al sacerdote cumplir este tipo de bendiciones privadas recién inventadas? ¿Y puede prohibirlas el obispo diocesano en caso de que se dieran en su diócesis? Para responder, veamos qué enseña exactamente este documento quisiera que creyéramos y en qué argumentos se apoya.

 

El documento en cuestión, que la asamblea general de cardenales y obispos de este Dicasterio no discutió ni aprobó, reconoce que la hipótesis (¿o enseñanza?) que propone es completamente nueva, y que se basa sobre todo en el magisterio pastoral del Papa Francisco. Según la fe católica, el Papa y los obispos pueden poner ciertos acentos pastorales y relacionar de forma creativa la verdad de la revelación con los nuevos desafíos de cada época, por ejemplo en el campo de la doctrina social o de la bioética, respetando los principios fundamentales de la antropología cristiana. Pero estas innovaciones no pueden ir más allá de lo que les ha sido revelado de una vez por todas por los Apóstoles como Palabra de Dios (Dei verbum 8). De hecho, no se encuentran textos bíblicos o textos de los padres o doctores de la iglesia ni documentos anteriores del Magisterio que apoyen las conclusiones de FS. Además, se trata de un salto doctrinal. Pues sólo se puede hablar de desarrollo de la doctrina si la nueva explicación está contenida, al menos implícitamente, en la revelación y, ante todo, no contradice las definiciones dogmáticas. Y un desarrollo doctrinal que alcanza un sentido más profundo de la enseñanza tiene que haberse producido gradualmente, a través de un tiempo largo de maduración (cf. Dei verbum 8). Ahora bien, el último pronunciamiento magisterial sobre este tema lo dio la misma Congregación para la Doctrina de la Fe en marzo de 2021, hace menos de tres años, negando categóricamente la posibilidad de bendecir estas uniones. Esto se aplica tanto a las bendiciones públicas como a las bendiciones privadas sobre personas en condiciones de vida pecaminosas.

 

¿Cómo justifica FS que, aun proponiendo una doctrina nueva, no se niega con ella cuanto afirmaba el anterior documento de 2021?

 

FS reconoce, en primer lugar, que tanto el Responsum como la doctrina valida y vinculante tradicional sobre las bendiciones no permiten que se bendigan situaciones que son contrarias a la ley de Dios y el Evangelio de Cristo, como es el caso de las uniones sexuales fuera del matrimonio. Esto es claro para los sacramentos, pero también para otras bendiciones que Fiducia supplicans llama “litúrgicas” y que se encuentran entre los ritos que la Iglesia ha llamado “sacramentales”, como se describen en el Ritual Romano posterior al Vaticano II. En estos dos tipos de bendiciones tiene que darse consonancia entre la bendición y la enseñanza de la Iglesia (FS 9-11).

 

Por eso, para poder aceptar la bendición de situaciones que son contrarias al Evangelio, el DDF propone una solución original: ampliar el concepto de bendición (FS 7,12). Esto se justifica de la siguiente forma: “Se debe también evitar el riesgo de reducir el sentido de las bendiciones solo a este punto de vista [las bendiciones “litúrgicas” de los sacramentos y de los sacramentales], porque nos llevaría a pretender, para una simple bendición, las mismas condiciones morales que se piden para la recepción de los sacramentos” (FS 12). Es decir, es necesario un nuevo concepto de bendición, que llegue más allá de los sacramentos, para poder acompañar también el camino de quien vive en pecado.

 

Ahora bien, esta expansión más allá de los sacramentos ya se daba, de hecho, a través de los sacramentales. La Iglesia no ha pedido las mismas condiciones morales para una bendición que para recibir un sacramento. Esto ocurre, por ejemplo, ante un penitente que no quiere abandonar su situación de pecado, pero que puede humildemente pedir una bendición personal para que el Señor le de luz y fuerza para llegar un día a entender y seguir las enseñanzas evangélicas. Para esto no haría falta un nuevo tipo de bendición.

 

¿Para qué es necesario entonces ampliar el sentido de una bendición, si ya las bendiciones como las entiende el ritual romano van más allá de los sacramentos?

 

Es que la bendición entendida en forma tradicional, aunque va más allá de los sacramentos, solo permite bendiciones de “cosas, lugares o circunstancias que no contradigan la norma o el espíritu del Evangelio” (FS 10, citando el ritual romano). Y este es el punto que se quiere superar, pues se quieren bendecir circunstancias, como una relación estable entre personas del mismo sexo, que contradicen la norma y el espíritu del Evangelio. Es verdad que la Iglesia puede añadir „nuevos sacramentales“a los ya existentes (Vaticano II: Sacrosanctum Concilium 79), pero no cambiar su significado de tal manera que trivialicen el pecado, sobre todo en una situación cultural cargada ideológicamente que además induce a error a los fieles. Y este cambio de significado es precisamente lo que sucede en FS, que inventa una nueva categoría de bendición más allá de la que está ligada a un sacramento o a los sacramentales como los había entendido hasta ahora la Iglesia. FS dice que se trata de bendiciones no litúrgicas, propias de la piedad popular. Tendríamos así estos tres niveles:

 

Oraciones ligadas a sacramentos, que piden que la persona esté en gracia para recibirlas, o que se quiera apartar del pecado.

Bendiciones como las que recoge el Ritual Romano y como las ha entendido siempre la doctrina católica, que se pueden dirigir a personas, incluso cuando viven en pecado, pero no a “cosas, lugares o circunstancias contrarias a la norma o al espíritu del evangelio” (FS 10, citando el Ritual Romano). Así, por ejemplo, podría bendecirse a una mujer que ha abortado, pero no una clínica abortista.

Las nuevas bendiciones que propone FS serían bendiciones pastorales, no litúrgicas ni rituales. Por tanto, ya no tendrían tampoco la limitación de las bendiciones descritas en el Ritual Romano (tipo “b”). No sólo podrían aplicarse, como en las bendiciones del Ritual Romano, a personas en pecado, sino también a cosas, lugares o circunstancias contrarias al Evangelio.

La novedad está en estas bendiciones de tipo “c”, o “bendiciones pastorales”, que por no ser litúrgicas sino más bien de “piedad popular”, no comprometerían, según FS, la doctrina evangélica, y no tendrían que guardar coherencia ni con las normas morales ni con la doctrina católica. ¿Qué decir de esta nueva categoría de bendiciones?

 

Una primera observación es que no se encuentra base para este nuevo uso en los textos bíblicos que se aducen, ni tampoco en ninguna declaración anterior del Magisterio. Incluso los textos que se ofrecen del Papa Francisco tampoco ofrecen pie a este nuevo tipo de bendiciones. Pues ya las bendiciones de acuerdo con el Ritual Romano (tipo “b”) permiten bendecir a alguien que vive en pecado. Y este tipo de bendiciones puede aplicarse sin problema a quien está en la cárcel o en una casa de rehabilitación, como dice Francisco (citado en FS 27). Las nuevas bendiciones pastorales (tipo “c”) van más allá de lo dicho por Francisco, pues con estas bendiciones se podría bendecir también una realidad contraria a la Ley de Dios, como la relación extramatrimonial. De hecho, según el criterio de estas bendiciones pastorales se llegaría al absurdo de poder bendecir, por ejemplo, una clínica abortista o un grupo mafioso.

 

A partir de aquí surge una segunda observación: es siempre arriesgado inventar nuevos términos contrarios al uso corriente del lenguaje. Pues este modo de proceder da lugar a ejercicios arbitrarios del poder. En nuestro caso, la bendición tiene una objetividad propia, y no puede ser redefinida para que se amolde a una intención subjetiva contraria a la esencia de una bendición, pues se caería en la arbitrariedad. Viene a la mente la famosa frase de Humpty Dumpty en Alicia en el País de las Maravillas: “Cuando yo uso una palabra significa lo que yo elijo que signifique, ni más ni menos”. Alicia responde: “la cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”. Y Humpty Dumpty sentencia: “la cuestión es quién es el que manda aquí; eso es todo”.

 

La tercera observación se refiere al concepto mismo de “bendición no litúrgica”, con la que no se pretende sancionar nada (FS 34), y que sería la bendición pastoral (tipo “c”). ¿En qué se diferencia de la bendición contemplada en el Ritual Romano (tipo “b”)? La diferencia no es la espontaneidad, que ya es posible en bendiciones de tipo “b”, pues no es imprescindible que estén regladas o aprobadas en el Ritual. Tampoco está la diferencia en la piedad popular, pues las bendiciones de acuerdo con el Ritual Romano son ya aptas para tal piedad popular, que necesita la bendición de objetos, lugares y personas diversas. Parece que esta bendición pastoral (tipo “c”) está creada ad hoc para poder bendecir situaciones contrarias a la norma o espíritu del Evangelio.

 

Esto nos lleva a una cuarta observación, que se refiere al objeto de esta bendición pastoral, que la diferencia de la bendición de acuerdo con el Ritual Romano, pues la bendición pastoral se imparte sobre situaciones contrarias al Evangelio. Nótese que aquí no se bendicen solo a personas pecadoras, sino que, al bendecirse a la pareja, se bendice a la relación pecaminosa en sí misma. Ahora bien, Dios no puede enviar su gracia sobre una relación que se opone directamente a Él, y que no puede ordenarse en un camino hacia Él. La relación sexual extraña al matrimonio, qua relación sexual, no puede acercar a los hombres a Dios, y no puede por tanto abrirse a la bendición de Dios. Por eso, aun cuando se realizara esta bendición, su único efecto sería confundir a las personas que la reciben o que asisten a la bendición, que pensarían que Dios ha bendecido lo que Él no puede bendecir. Es verdad que el cardenal Fernández, en declaraciones al medio Infovaticana, ha aclarado que no se está permitiendo bendecir a la unión, sino a la pareja, pero esto es jugar con los conceptos, pues la pareja se define precisamente por su unión.

 

La dificultad de bendecir la unión es especialmente clara en el caso de la homosexualidad. Pues la bendición, en la Biblia, tiene que ver con el orden creado por Dios, que Él vio que era bueno. Este orden se apoya en la diferencia sexual de hombre y mujer, llamados a ser una sola carne. La bendición de una realidad que se opone a la creación, no solo no es posible, sino que constituye una blasfemia. Pues, de nuevo, la cuestión no es bendecir a personas que “estén en una unión que en modo alguno puede parangonarse al matrimonio” (FS n.30), sino bendecir esa misma unión que no puede paragonarse al matrimonio. Para eso precisamente FS quiere crear un nuevo tipo de bendición (FS 7; FS 12).

 

Algunos argumentos aparecen en FS para intentar justificar estas bendiciones. En primer lugar, la posibilidad de condiciones que eximen de la culpabilidad moral. Pero estas condiciones se refieren a la persona, no a la relación misma. Se habla también de que solicitar la bendición es el bien posible que estas personas pueden realizar en sus condicionamientos, como si pedir la bendición constituyese ya una apertura a Dios y a la conversión. Pero eso puede ser verdad de la persona que pide la bendición para sí, no de la que pide que se bendiga su relación o su pareja, pues esta persona quiere entonces justificar ante Dios la relación misma, sin percibir que, como tal relación, aleja a la persona de Dios. Finalmente, se alega que en la relación hay elementos positivos, y que estos pueden bendecirse, pero estos elementos positivos (por ejemplo, que se ayude a la otra persona en una enfermedad) son accidentales a la relación misma, cuya naturaleza es compartir la sexualidad, y no cambian la naturaleza de esta relación, que en ningún caso puede dirigirse hacia Dios, como ya indicaba el Responsum de la Congregación para la Doctrina de la fe de 2021. También en una clínica abortista hay elementos positivos, desde los anestesistas que evitan el dolor físico de la persona, hasta el deseo de los médicos de proteger el proyecto de vida de la mujer que aborta.

 

Una quinta observación toca la coherencia interna de esta misma bendición pastoral (tipo “c”). ¿Puede darse una bendición no litúrgica? ¿O una bendición que no represente oficialmente la doctrina de Cristo y de la Iglesia? La clave para responder no está en saber si los ritos han sido aprobados oficialmente o, por el contrario, se improvisan espontáneamente. La cuestión es que quien realiza la bendición es un sacerdote, representante de Cristo y de la Iglesia. FS afirma que no hay problema en que el sacerdote se una a la oración de las personas que se encuentran en esta situación contraria al Evangelio (FS 30), pero en esta bendición pastoral el sacerdote no se une a la oración de ellos, sino que invoca el descenso de los dones de Dios sobre la relación misma. En cuanto que el sacerdote obra en nombre de Cristo y de la Iglesia, pretender separar esta bendición de la doctrina es postular un dualismo entre lo que la Iglesia hace y lo que la Iglesia dice. Pero la revelación, como enseña el concilio Vaticano II, se da con signos y palabras intrínsecamente unidos entre sí (Dei Verbum 2), y la predicación de la Iglesia no puede tampoco separar signos y palabras. Precisamente la gente sencilla, a la que el documento quiere favorecer fomentando la piedad popular, es la más vulnerable a ser engañada por un signo que contradice la doctrina, pues capta intuitivamente el contenido doctrinal del signo.

 

A la vista de esto, ¿puede un fiel católico aceptar la enseñanza de FS? Dada la unidad entre signo y palabra en la fe cristiana, la única forma en que se puede aceptar que sea bueno bendecir, en cualquier modo, estas uniones, es porque se piensa que tales uniones no son objetivamente contrarias a la Ley de Dios. De aquí se sigue que mientras el Papa Francisco siga afirmando que las uniones homosexuales son siempre contrarias a la Ley de Dios, está afirmando implícitamente que tales bendiciones no se pueden dar. La enseñanza de FS se encuentra, por tanto, en contradicción consigo misma, lo cual pide una clarificación ulterior. La Iglesia no puede celebrar una cosa y enseñar otra, porque, como escribió san Ignacio de Antioquía, Cristo fue el Maestro “que dijo y se hizo” (Efesios 15,1), y no se puede separar su carne de su palabra.

 

La otra pregunta que nos hacíamos era si un sacerdote puede aceptar bendecir estas uniones, algunas de las cuales coexisten con el matrimonio legítimo o en las que no es infrecuente cambiar de pareja. Lo podría hacer, según FS, con una bendición pastoral, no litúrgica ni oficial (tipo “c”). Esto significaría que el sacerdote tendría que dar estas bendiciones sin actuar en nombre de Cristo y de la Iglesia. Pero esto implicaría no actuar como sacerdote. De hecho, estas bendiciones tendría que hacerlas, no como sacerdote de Cristo, sino como quien ha renegado de Cristo. Pues el sacerdote que bendice estas uniones está presentándoles, con sus gestos, como un camino hacia el Creador. Por tanto, comete un acto sacrílego y blasfemo contra el designio del Creador y contra la muerte de Cristo por nosotros para llevar a plenitud el designio del Creador. Esto implica también al obispo diocesano. Éste, como pastor de su Iglesia local, está obligado a impedir que estos actos sacrílegos sucedan, o se haría él partícipe de ellos y renegaría del mandato que le dio Cristo de confirmar en la fe a sus hermanos.

 

Los sacerdotes deben proclamar el amor y la bondad de Dios a todas las personas y también apoyar con consejos y oraciones a los pecadores y a los débiles que tienen dificultades para convertirse. Esto es muy distinto que señalarles con signos y palabras autoinventados pero engañosos que Dios no es tan exigente con el pecado, ocultando así que el pecado de pensamiento, palabra y obra nos aleja de Dios. No hay bendición no sólo en lo público, sino tampoco en lo privado, para condiciones de vida pecaminosas que contradicen objetivamente la santa voluntad de Dios. Y no es prueba de una sana hermenéutica que los defensores valientes de la doctrina cristiana sean tachados de rigoristas, más interesados en el cumplimiento legalista de sus normas morales que en la salvación de personas concretas. Porque esto es lo que dice Jesús a la gente corriente: „Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas.  Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera“ (Mt 11,28-30).  Y el Apóstol lo explica así: " Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?". (1 Jn 5,4-5). En un tiempo en que una falsa antropología está socavando la institución divina del matrimonio del hombre y la mujer con la familia y sus hijos, la Iglesia debería recordar las palabras de su Señor y Cabeza: „Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos“ (Mt 7,13-14).

 

*Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe

viernes, 8 de diciembre de 2023

LA DISPUTA EN LA SORBONA

 

 donde triunfó la verdad de la Inmaculada

 

Brújula cotidiana, 08_12_2023

 

Publicamos los siguientes extractos del artículo “Sobre el culto a la Inmaculada Concepción”, escrito en 1925 por san Maximiliano María Kolbe (cf. Los escritos de M. Kolbe, Città di Vita, Florencia, 1978, vol. III).

 

Fue en París en el año 1305. Un joven religioso [el beato Juan Duns Escoto, ed.] sale del convento de los frailes franciscanos y con gran recogimiento se dirige a la escuela más famosa de la época, la Universidad de la Sorbona. Piensa en la Inmaculada Concepción y la invoca susurrando jaculatorias para que le ayude a defender su privilegio, tan querido por Ella, de la Inmaculada Concepción. Ese mismo día, de hecho, por orden del Papa y ante sus legados, iba a tener lugar una disputa general entre los partidarios de este privilegio y sus adversarios. Y la disputa la había provocado precisamente él....

 

Recientemente había ocupado la cátedra universitaria que había dejado vacante William Ware, que se había jubilado por ancianidad. Por orden del Procurador General había tenido que abandonar su cátedra universitaria en Oxford, donde había hablado públicamente y con verdadero entusiasmo sobre la “Concepción sin pecado”. Y habían acudido 30.000 estudiantes de todas partes.

 

Ahora acababa de llegar a París. Ni siquiera aquí pierde la oportunidad de defender abiertamente la Inmaculada Concepción. Ha fijado su residencia el 18 de noviembre de 1304 tras haber abandonado Oxford; y sin embargo ya están llegando quejas sobre él al Papa Clemente V en Aviñón, por el hecho de que defiende públicamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, como si enseñara una doctrina contraria a la fe, debido a una exagerada devoción a la Santísima Virgen. Y precisamente hoy tiene que justificarse ante todos los profesores e incluso en presencia de los legados del Papa. ¿Podría hacerlo de otro modo? ¿Él, franciscano, hijo espiritual del santo Patriarca de Asís? [...]

 

El Padre san Francisco... Él, en efecto, enviando a los primeros frailes a la conquista de las almas, les enseñó una oración a la Virgen: “Te saludo, Señora... elegida por el santísimo Padre del cielo, que te consagró con el Hijo santísimo y amadísimo y con el Espíritu Santo Paráclito. En Ti está y estaba toda la plenitud de la gracia y todo el bien”. […] San Antonio, por cierto, uno de los primeros hijos del Padre San Francisco, ¿no llamaba a María en sus sermones con el dulce nombre de “Virgen Inmaculada”? [...] Sí, él [Escoto] tiene el derecho, tiene el deber, como franciscano, de luchar en defensa de tan sublime privilegio de la Madre de Dios.

 

Los profesores de París afirman que se trata de una nueva doctrina. [...] ¿Una nueva doctrina? [...] ¿Tal vez los Padres de la Iglesia no han proclamado con suficiente claridad su fe y la de sus antepasados en la Inmaculada Concepción de María, cuando afirman que Ella es purísima en todos los aspectos y totalmente sin mancha, siempre pura, que el pecado nunca ha dominado en Ella, que Ella es más que santa, más que inocente, santa en todos los aspectos, pura sin mancha, más santa que los santos, más pura que los espíritus celestiales, la única santa, la única inocente, la única sin mancha más allá de toda medida, la única bendita más allá de toda medida? [...]

 

La verdad es que no todos esos señores conocen con exactitud los escritos de los Padres de la Iglesia, especialmente los orientales; que lean, pues, también esos pergaminos. Ellos argumentan que la afirmación de que la Santísima Virgen era inmune a la mancha del pecado original atenta contra la dignidad de Cristo Señor, que redimió a todos sin excepción y murió por todos. Pero, ¿no es precisamente por esto, por los méritos de su futura muerte, por lo que ni siquiera permitió que Ella se manchara con culpa alguna? ¿No es precisamente por esto que Él la ha redimido de la manera más perfecta? [...]

 

He oído muchas y muchas objeciones de diversa índole, pero ninguna resiste la crítica. Sí, Dios tuvo la posibilidad de preservar a su Madre incluso de la mancha del pecado original. Y sin duda quiso hacerlo [...].

 

Escoto levantó la mirada; pasaba junto a un palacio: desde el hueco de una de sus hornacinas la Inmaculada, esculpida en una estatua de mármol, le miraba benévola. Su corazón palpitó de alegría. Recordó los años de su adolescencia, cuando se había presentado a la puerta del convento de los frailes franciscanos de Oxford; cuando, después de haber sido aceptado, tuvo grandes dificultades en los estudios por falta de capacidades y, habiendo rezado a la Virgen Inmaculada, sede de la Sabiduría, había recibido esa gracia en gran abundancia y había prometido a la Virgen Inmaculada consagrar todo su genio y sus conocimientos a su gloria.

 

Por Ella, precisamente, iba a luchar en aquel momento. Se quitó el sombrero e interiormente rezó con fervor: “Hazme digno de alabarte, Virgen santísima. Y dame fuerza contra tus enemigos”. Y vio que la Inmaculada, inclinando la cabeza, le prometía su ayuda. (La estatua de la Inmaculada con la cabeza inclinada permaneció expuesta hasta 1789, cuando los masones la destruyeron durante la Revolución). [...]

 

En la gran sala de la universidad, los numerosos opositores habían ocupado los asientos de ambos lados. Escoto, humilde, acudió también a su asiento y esperó sencillamente a que se le permitiera hablar. Los tres enviados del Papa también hicieron su entrada y se situaron en el centro de la sala, en sus asientos asignados, para escuchar la disputa y presidirla. Los oponentes se presentaron en primer lugar. Con múltiples argumentos, que los contemporáneos enumeraron hasta 200, refutaron las pretensiones del pobre franciscano. Finalmente, agotadas las objeciones, se hizo el silencio.

 

El legado del Papa concedió la palabra a Escoto. [...] Así describe la escena Pelbart de Temesvar, contemporáneo cercano de Escoto: “A éstos (los que negaban la Inmaculada Concepción) se opuso el valiente orador. Se habían presentado contra él sólidos argumentos que sumaban 200. Los escuchó uno tras otro. Los escuchó todos uno tras otro con serenidad y facilidad, pero con atención, y con una memoria asombrosa los repitió en el mismo orden, desentrañando las intrincadas dificultades y demostraciones con gran facilidad, como Sansón había hecho con las ataduras de Dalila [cf. Jue 16,9-14]. Además, Escoto añadió otros numerosos argumentos muy válidos para probar que la Santísima Virgen fue concebida sin mancha de pecado. Su tesis impresionó tanto a los académicos de la universidad parisina que, en señal de aprobación, Escoto recibió el título honorífico de ‘Doctor Sottile”.

 

A partir de entonces, los franciscanos, dispersos por las diversas localidades de Europa, proclamaron cada vez con mayor franqueza la Inmaculada Concepción de la Purísima Virgen a los fieles de todas partes. Cuando, el 8 de noviembre de 1308, el valiente defensor del privilegio de la Inmaculada Concepción abandonó este exilio terrenal en Colonia, en cuya universidad había enseñado en sus últimos años, la fe en la Inmaculada Concepción de María había echado ya raíces tan profundas que el célebre teólogo español Vásquez pudo escribir con razón en el siglo XVI “Desde el tiempo de Escoto [la fe en la Inmaculada Concepción] ha crecido tanto no sólo entre los teólogos escolásticos, sino también entre el pueblo, que ya nadie es capaz de hacerla desaparecer”.

 

[...] La fe en la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora se hacía cada vez más viva. Lo que en el pasado estaba implícito en la fe en la expresión: “plenitud de gracia”, es decir, la santidad y la pureza sin mancha de Nuestra Señora, ahora se manifestaba expresamente, se veneraba en toda su amplitud y se llamaba con nombre propio, hasta el día en que, en los decretos divinos, llegó el momento en que el Papa Pío IX [...] declaró solemnemente que la doctrina –que afirmaba que la Santísima Virgen María en el primer instante de su concepción fue preservada libre de toda mancha de pecado original, por una gracia especial y por un privilegio de Dios Todopoderoso, en consideración a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano- había sido revelada por Dios. [...]

martes, 21 de noviembre de 2023

EL PAPA ASEGURA

 

 estar preocupado por la deriva cismática de la Iglesia en Alemania

 

(Katolisch/InfoCatólica) 21-11-23

 

 En febrero de este año, las cuatro teólogas alemanas anunciaron su intención de abandonar el sínodo de la Iglesia en su país porque suponía alejarse del resto de la Iglesia. Dijeron entonces:

 

«La participación en un proceso en el que se han ignorado repetidas intervenciones y aclaraciones por parte de las autoridades vaticanas y del propio Papa significaría apoyar un curso que está conduciendo obviamente a la Iglesia en Alemania al aislamiento de la Iglesia universal. No podemos compartir ni compartiremos la responsabilidad por ello».

 

Posteriormente, La teóloga Katharina Westerhorstmann, profesora en la Universidad Franciscana de Steubenville (EE.UU), explicó su decisión indicando que las decisiones del sínodo sobre la moral sexual estaban tomadas de antemano.

 

Ya en septiembre del 2019, la teóloga Marianne Schlosser se retiró del síndo al negarse a debatir sobre el sacerdocio de las mujeres, ya que esa es una cuestión zanjada por el Magisterio de la Iglesia.

 

Die Welt informó el martes sobre la carta y la publicó en Internet. Una de las destinatarias, la teóloga Katharina Westerhorstmann, confirmó la existencia de la carta a la Katholische Nachrichten-Agentur (KNA).

 

En ella, Francisco invita a «abrirse y salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de aquellos que se encuentran en los umbrales de las puertas de nuestras iglesias, en las calles, en las cárceles, en los hospitales, en las plazas y en las ciudades», en lugar de buscar la «salvación» en comités siempre nuevos «y discutir una y otra vez sobre los mismos temas con cierto egocentrismo».

 

El Papa se refiere al camino sinodal

 

En la carta, escrita en alemán y firmada a mano «Franziskus», el Papa se refiere a uno de los frutos del sínodo alemán. Se trata del Comité sinodal, que se ha constituido desde entonces, debe preparar el establecimiento de un Consejo sinodal. En este órgano, obispos y laicos quieren proseguir sus consultas sobre los temas del poder, el papel de la mujer, la moral sexual y el modo de vida sacerdotal. El comité sinodal inició sus trabajos el 10 de noviembre.

 

Este planteamiento podría alejar a los alemanes de la unidad de la Iglesia, afirma la carta. Un «órgano consultivo y decisorio», como el que se está preparando, «no puede conciliarse con la estructura sacramental de la Iglesia católica». Algo que ya indicó la Santa Sede a los obispos alemanes en enero de este mismo año, sin que los prelados hayan hecho el menor caso.

 

La carta de Francisco del 10 de noviembre es una respuesta a una carta fechada el 6 de noviembre. Además de Westerhorstmann, la teóloga Marianne Schlosser, la periodista Dorothea Schmidt y la filósofa religiosa Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz expresaron su preocupación por la unidad con Roma en vista del curso reformista alemán.

 

Las cuatro mujeres no desean publicar su carta original a Francisco, según ha declarado Westerhorstmann a KNA. Sin embargo, el Papa ha accedido por escrito a la publicación de su carta. La profesora de la Universidad Franciscana de Steubenville en Gaming, Austria, comentó sobre la carta de respuesta:

 

«¡Nos sorprendió mucho la pronta respuesta y agradecemos la claridad expresada en las líneas del Papa!»

 

Admonestación previa al Sínodo alemán

 

No es la primera vez que el Papa hace pública su preocupación por el camino tomado por la Iglesia en el país germano. Antes de que se celebrara la asamblea sinodal, envió una «Carta al pueblo de Dios que peregina en Alemania», en la que advirtió:

 

«...así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia Universal, y si se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y efectiva la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos encierra en nosotros mismos y en nuestras particularidades a fin de poder mirar a los ojos, escuchar o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino». 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

MÁS ENFOQUES RADIOGRÁFICOS

 

Monseñor Héctor Aguer 

 

Infocatólica, 15/11/23

 

1. El 25 de octubre de 2023 debería conservarse como fecha destacada en los anales de la Iglesia Argentina. Ese día, Mons. Gabriel Barba, Obispo de San Luis, reformuló el dogma de la Santísima Trinidad. En la catedral de la diócesis se realizó un acto ecuménico de amplísima convocatoria. Hasta la Superstición Umbanda estuvo presente: fue invitada o «se coló». La ceremonia concluyó con la bendición episcopal. Una bendición inolvidable «en el Nombre del Padre y del Espíritu Santo». El «ecumenismo» del Obispo incluyó también a no cristianos, a quienes no se podía ofender mencionando al Hijo, segunda Persona de la Trinidad, que con el Padre y el Espíritu Santo es un solo Dios. ¿Y el dogma de Nicea? ¡Ha pasado tanto tiempo desde el 325! El progresismo no participó de aquella asamblea porque aún no se había inventado.

 

Conozco muy bien la diócesis de San Luis; en numerosas ocasiones el inolvidable Obispo Juan Rodolfo Laise me solicitó hablar a los jóvenes en conferencias y retiros. Sus dos sucesores inmediatos también me invitaron. Mons. Laise, durante su largo pontificado de treinta años, levantó un magnífico edificio espiritual y pastoral que ahora Mons. Barba se dedica sistemáticamente a destruir.

 

Lo del 25 de octubre fue un desafuero. Desaforar significa quebrantar, privar, descomponerse, atreverse. Un desafuero es algo desmedido, descomedido, un atrevimiento. No puede soslayarse el Nombre del Hijo. Entre cristianos la bendición se hace «en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No puede ofender a nadie.

 

2. En la Argentina la escasez del clero es una realidad histórica que se ha agravado en la última década, en contraste con el aumento de la población. Escasez significa pobreza o falta de lo necesario para subsistir. Actualmente sobreabundan los obispos, pero hay una gran penuria de vocaciones sacerdotales. Esta desgracia es una de las causas de la ineficacia de la Iglesia para cristianizar a la sociedad. Existe una confusión provocada por el periodismo: cuando se dice «la Iglesia» la referencia es a declaraciones del Episcopado. Pero la realidad, la sustancia de la Iglesia son los sacerdotes, en relación inmediata con los fieles laicos y en contacto también inmediato con la realidad social. La falta de sacerdotes es proporcional a la descristianización. Un fenómeno ancestral en la Argentina es que la mayoría de los bautizados no va a Misa. La Dominica dies se ha hecho secular: un mundo sin Eucaristía. Además, la familia fundada en el matrimonio sacramental ha dejado su sitio vacante a otras formas de «emparejamiento» y el número de hijos ha disminuido enormemente; se los reemplaza por las mascotas domésticas, perros y gatos. ¿De dónde han de salir entonces las vocaciones?

 

Muchas veces la intención vocacional se perfila cuando el niño o el adolescente se identifica con un sacerdote: «Quiero ser como él». Además, es el sacerdote quien puede acompañar y sostener el proceso vocacional. Puede hacerlo conociendo y viviendo lo que la Iglesia hoy enseña sobre el sacerdocio de segundo grado que es propio del presbítero. Apunto algunos datos sobre el tema.

 

En la sesión IX del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965 fue promulgado el Decreto Presbyterorum Ordinis sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, una exposición amplia y profunda. En varios documentos el Concilio presentó a los presbíteros como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento y colaboradores del Orden episcopal, y señaló su lugar en la Iglesia. Además, en el Decreto Optatam totius abordó el tema de la formación sacerdotal, el itinerario que se propone al candidato a la Ordenación. Los jóvenes con fe e inquietudes vocacionales deberían conocer esta enseñanza. Sin exageración, se puede pensar que en este asunto el futuro de la Iglesia está en juego.

 

3. En nuestro país la Iglesia está ausente de los ámbitos donde se gestan las nuevas vigencias culturales. Este hecho social tiene una vertiente ideológica. No se piensa (¡no se cree!) que sea también misión suya forjar una sociedad cristiana. No siempre fue así. Esta tendencia se fue imponiendo después del Concilio; el progresismo, de un modo silente persuadió a los centros laicales de que aquella tendencia de evangelización de la cultura era un resabio nostálgico de la Cristiandad.

 

Dos momentos históricos quedan como modelos de lo que, con características actuales, los laicos católicos pueden llegar a impulsar. Hacia el final del siglo XIX, en la década de 1880, un grupo de católicos se hizo presente en la política de la época haciendo frente a la masonería dominante. Cito sólo algunos nombres: Estrada, Goyena, Achával Rodríguez, Pizarro… fueron diputados y combatieron lúcidamente por la libertad cristiana, prolongando lo mejor de nuestros orígenes patrios.

 

En el siglo XX, en un amplio período desde los años 20, se desarrollaron los Cursos de Cultura Católica, que reunieron lo mejor de la época: filósofos, escritores, artistas (poesía y pintura, por ejemplo); convocaron aún a personalidades no católicas. Su testimonio quedó muchas veces impreso, y animó la creación de la Universidad Católica, cuyos primeros años fueron brillantes. Small is beautiful; hoy día es una enorme fábrica de títulos, no un centro del pensamiento cristiano en diálogo con el mundo y de cultivo de las artes. Pero el pasado, hecho presente, puede ser futuro.

 

4. No me caben dudas acerca de la legitimidad del bautismo de los niños. Digo esto porque es sabido que, en la antigüedad cristiana, el inicio de la vida en Cristo implicaba una conversión personal: uno se hacía cristiano, elegía el camino del Señor. La historia registra la elaboración de una teología del bautismo como fuente de la vida de la gracia y encaminamiento al Cielo, a la salvación. En este contexto, nada más natural que los padres cristianos desearan ese don sobrenatural para sus hijos. La Iglesia ha establecido las condiciones para que un niño reciba el bautismo, fundamentalmente que haya esperanza fundada de que será educado cristianamente; de allí el compromiso que adquieren sus padres y padrinos.

 

Mi experiencia pastoral como presbítero y como obispo me ha permitido reconocer los problemas pastorales que han surgido en la Argentina, y que se agravan en una sociedad descristianizada. En primer lugar, se puede advertir que el número de bautismos ha disminuido considerablemente. Luego, registremos algunos problemas principales, que son además urgentes, teniendo en cuenta que el cambio de actitudes acostumbradas lleva su tiempo. Se hace necesaria una catequesis de los padres con ocasión del bautismo del niño, con el objeto de que ellos perciban su responsabilidad y puedan asumirla conscientemente. La relación entre bautismo y conversión no puede ser olvidada. En este punto estriba una posibilidad de evangelización progresiva de la sociedad. El padrinazgo se ha desvirtuado; también los padrinos podrían recibir una breve catequesis para recuperar el sentido de su condición. La comunidad debería enterarse y acompañar el bautismo de los niños, de modo que este hecho constituya un acontecimiento eclesial, y no sea recluido en el orden privado o meramente familiar. Esta posibilidad requiere que la predicación actualice el misterio del bautismo y su profundización por los fieles.

 

Estas pocas sugerencias proponen un intento de renovación pastoral que tendrá también, seguramente, efectos culturales y sociales. El ideal es una sociedad cristiana.

 

5. Este enfoque es continuidad y complemento del anterior. Así como era muy frecuente bautizar a los niños, era también común enviarlos a la parroquia para la catequesis preparatoria de la Primera Comunión. Debo decir, más bien, de la Única Comunión, ya que la perseverancia ulterior era un problema que nunca pudo superarse. Este dato no es insignificante: es la incomprensión de la importancia y la centralidad de la Eucaristía. Alguna vez he definido a la Argentina como un país en el que los bautizados en la Iglesia Católica no van a Misa. Efecto cultural y social es la pérdida del sentido religioso de la Dominica dies, del Día del Señor. El defecto es crónico, y marcadamente mayor en las grandes ciudades; señala el ritmo de la descristianización.

 

Asimismo, la Confirmación era olvidada o postergada indefinidamente. En mi opinión, la cuestión principal era –y es aún en muchos lugares- el desconocimiento del orden, histórico y teológico, que estructura la iniciación cristiana. El sacramento que transmite el Espíritu Santo debe recibirse antes de la Primera Comunión. En un ciclo catequístico de tres años, se puede confirmar después del segundo año; es la ocasión de formar sobre el sentido de la Iglesia y de la pertenencia a ella. Resta el asunto de la edad de la Confirmación. Después del Vaticano II fue muy común postergar el segundo sacramento de la iniciación cristiana para bien entrada la adolescencia. Este vicio respondía a un error teológico y pastoral: confundir el don de la adultez espiritual que otorga el sacramento con una presunta madurez que sería propia del joven. Esta confusión era bastante común en la educación en la fe, y como consecuencia muchos católicos quedaban sin confirmar. Una mala teología tiene efectos ruinosos en el orden pastoral. No entiendo cómo muchos católicos entusiastas del Concilio no han comprendido el sentido de la Iglesia reflejado en la Constitución Lumen gentium. La renovación de la vida eclesial supone como necesario un conocimiento de los orígenes, de los acentos inconfundibles de la antigüedad cristiana.

 

Los enfoques aquí presentados corresponden a la realidad argentina, pero valen análogamente para los diversos ambientes de la Iglesia. Responden a mis estudios y a mi experiencia episcopal.

 

Suplemento

Ya estaba concluida la redacción del quinto enfoque cuando me enteré de la insólita destitución de Mons. Joseph Strickland, obispo de Tyler, Estado de Texas, Estados Unidos de Norteamérica. Otra «hazaña» de la monarquía absoluta papal. Se me ocurre recordar ahora que San Pablo enfrentó a Pedro y le echó en cara su hipocresía. ¿Será aplicable hoy día este episodio ejemplar a las relaciones de los Sucesores de los Apóstoles con el Sucesor de Pedro?

 

Sin perjuicio de mi intención de escribir más detalladamente sobre este asunto, deseo ahora manifestar mi solidaridad con Mons. Strickland, a quien prometo mis pobres oraciones por el futuro estado como obispo «cancelado» y por sus intenciones.

 

Rezo, asimismo, por los obispos norteamericanos fieles a la Tradición (que no son pocos). El progresismo es estéril; los jóvenes aspiran a una Iglesia Católica fiel a sus orígenes y a lo mejor de su historia. Ellos son el futuro de la Katholiké.

 

+ Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata.

domingo, 12 de noviembre de 2023

MONSEÑOR SCHNEIDER

 


 sobre la destitución de Strickland: «Asistimos a una flagrante injusticia hacia un obispo que cumplió con su deber»

 

Por Redaccioninfovaticana, 11 noviembre, 2023

 

 

A pedido de InfoVaticana, el obispo Schneider nos ha remitido su valoración sobre la insólita decisión del Papa de destituir a Joseph Strickland como obispo de la diócesis de Tyler.

 

A continuación, les ofrecemos la valoración de monseñor Athanasius Schneider:

 

«La única acusación que ahora seguramente asegurará un castigo severo es el de guardar cuidadosamente las tradiciones de los Padres». Estas palabras de San Basilio (Ep. 243) son más apropiadas para ilustrar la deposición del Obispo de Tyler, TX/EE.UU., Su Excelencia Joseph E. Strickland. La deposición del obispo Joseph E. Strickland significa un día negro para la Iglesia católica de nuestros días. Asistimos a una flagrante injusticia hacia un obispo que cumplió con su deber de predicar y defender con parresía la inmutable fe y moral católicas y de promover la sacralidad de la liturgia, especialmente en el inmemorial rito tradicional de la Misa. Todos lo comprenden, e incluso los enemigos declarados de este obispo confesor, que las acusaciones formuladas contra él son, en última instancia, insustanciales y desproporcionadas y fueron utilizadas como una buena oportunidad para silenciar una incómoda voz profética dentro de la Iglesia.

 

Lo que les sucedió a los obispos durante la crisis arriana en el siglo IV, quienes fueron depuestos y exiliados sólo porque predicaban intrépidamente la fe católica tradicional, está sucediendo nuevamente en nuestros días. Al mismo tiempo, varios obispos que apoyan públicamente la herejía, los abusos litúrgicos, la ideología de género e invitan abiertamente a sus sacerdotes a bendecir a las parejas del mismo sexo, no son en absoluto importunados ni sancionados por la Santa Sede.

 

El obispo Strickland probablemente pasará a la historia como un “Atanasio de la Iglesia en Estados Unidos”, quien, pero, a diferencia de San Atanasio, no es perseguido por el poder secular, sino increíblemente por el propio Papa. Parece que una especie de “purga” de los obispos, fieles a la inmutable fe católica y a la disciplina apostólica, que se viene realizando desde hace algún tiempo, ha llegado ahora a una fase decisiva.

 

Que el sacrificio que Nuestro Señor pidió al Obispo Strickland dé abundantes frutos espirituales por el tiempo y la eternidad. Monseñor Strickland y otros obispos fieles, a quienes ya se les pidió su dimisión, que actualmente están marginados o que serán los siguientes en la fila, deberían decir con toda sinceridad al Papa Francisco: “Santo Padre, ¿por qué Usted nos persigue y nos golpea? ¿Intentamos hacer lo que todos los santos Papas nos pidieron que hiciéramos? Con amor fraterno ofrecemos el sacrificio de este tipo de persecución y exilio por la salvación de Su alma y por el buen estado de la Santa Iglesia Romana. ¡De hecho, somos Sus mejores amigos, Santísimo Padre!”

 

+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María en Astana