domingo, 23 de septiembre de 2018

CELIBATO SACERDOTAL



Eduardo Padilla Quirno

Médico psiquiatra

En su carta, el lector Bastitta Heguy relaciona los casos de pedofilia por sacerdotes de la Iglesia Católica, excepto los del rito oriental –añadimos- con el celibato que eligen comprometerse a cumplir.

Los que hemos tenido una intensa experiencia en este difícil y duro campo hemos comprobado que los abusadores, tanto hombres como mujeres, son predominantemente personas allegadas a los niños, principalmente familiares y luego cuidadores o personas asimiladas a estos o del segundo hogar, que es la escuela. La mayor parte de estos actores tienen vidas sexuales activas, a veces maritales, en las que han crecido y multiplicado y otras hasta promiscuas. Por cierto, la antítesis de mantenerse célibes.

También hemos visto pedófilos entre algunos sacerdotes y religiosas de otras confesiones que no tienen el celibato como norma. Por ello resulta difícil asegurar, desde el punto de vista de la clínica psiquiátrica, que el celibato predispone a la pedofilia. Sería una lectura lineal sobre un tema de gran complejidad.

En cuanto a que esa elección se hace más difícil hoy por la avalancha de tentaciones en el mundo contemporáneo, una novela muy intensa de André Gide, Thais, nos relata las tremendas vicisitudes entre un monje anacoreta y una muy bella bailarina y cortesana de ese nombre en los albores del cristianismo.

Se ve claramente que los demonios más temidos han sido y son siempre los que llevamos dentro.

La Nación, 23-9-18

martes, 11 de septiembre de 2018

SOBRE LAS SANATAS DE ZANATTA



 habló Mons. Aguer

Aica, 11 Sep 2018

El arzobispo emérito de La Plata, monseñor Héctor Aguer, cuestionó afirmaciones que en un artículo periodístico efectuó el historiador Loris Zanatta, quien, dijo el prelado, suele entrometerse con frecuencia y obsesivamente en cuestiones de historia eclesiástica argentina. Lo dijo en su columna editorial del programa televisivo Claves para un Mundo Mejor que se emitió por Canal 9 el sábado 8 de septiembre.

Al mencionar al historiador, monseñor Aguer agregó intencionadamente: "con zeta", haciendo un juego con la palabra "sanata", usada por los porteños para referirse a toda forma de hablar confusa e incomprensible, en la que se expone un argumento sin sentido ni ideas claras; una manera de hablar sin decir nada, pero con el propósito de que el interlocutor piense que se ha dicho algo.

El mito de la "Argentina católica"

“Loris Zanatta, con zeta -comenzó diciendo monseñor Aguer-, es un profesor de Historia de la Universidad de Bologna, Italia, que suele entrometerse con frecuencia en cuestiones de historia eclesiástica argentina y tiene una especie de obsesión: considera que aquí, en la Argentina, los católicos, o la Iglesia, o los obispos, tenemos la manía de aspirar al mito de la “Argentina católica”. Estaríamos aferrados a ese pasado, cuando alguna vez sostuvimos que la Argentina era católica y que queríamos que Cristo venciera impregnando nuestra sociedad con los valores del Evangelio.

"Si uno estudia correctamente la Historia Argentina se da cuenta de que eso no existió nunca. Otra cosa es que puede haber grupos que insisten todavía en la presencia pública de la Iglesia, procuran que la realidad de la Doctrina Social de la Iglesia se haga efectiva en el orden social. Esta postura es posible pero ¿el mito de la “Argentina católica”?” Eso no existe".

Desconocimiento de los textos constitucionales
“Siendo historiador -prosiguió el prelado-, me extraña que Loris Zanatta no haya estudiado correctamente los textos constitucionales. En primer lugar el de la Constitución Argentina donde en el artículo 2° expresa que el Gobierno Federal sostiene el culto católico, apostólico, romano. Tal decisión ha sido una solución intermedia entre el Estado confesional católico y el Estado ateo. De hecho el Estado Nacional sostiene el culto católico, apostólico, romano. El preámbulo de la Constitución Nacional invoca a Dios como “fuente de toda razón y justicia”, las constituciones provinciales con mayor razón afirman el vínculo entre la tradición católica, la fe católica, la Iglesia y la sociedad”.

Monseñor Aguer aclaró que "la fórmula “sostiene” no se refiere al hecho de que el Estado arroja algunos mangos a los curas, una miseria respecto del presupuesto nacional y una parte ínfima de los ingresos y gastos de la Iglesia, que continúa prestando una ayuda supletoria valiosísima en ámbitos en los que el Estado se encuentra ausente, distraído o robando: la atención a los pobres, a los enfermos, y un sistema educativo deficiente”.

“La Constitución de la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, en el artículo 199 dice: “Los escolares bonaerenses han de recibir una educación integral, de sentido trascendente, según los principios de la moral cristiana respetando la libertad de conciencia”. Si el señor Zanatta con zeta quiere modificar todo esto, que es lo que intenta en sus escritos, quizá alguien le lleva el apunte y vamos a un cambio de los textos constitucionales. Eso sería otro problema”.

Afirmaciones sin asidero real
Continuó el exarzobispo platense: “Fíjense lo que dice este señor en una nota reciente en un importante matutino porteño bajo el título 'A la Iglesia le falta visión de futuro'. Creo que a él le falta visión de presente, de cercanía, de lo que está ocurriendo aquí. Dice que, en algún momento después de la última dictadura militar “la Iglesia empezó a comprender esto y pareció que se había distanciado de ese antiguo mito que tanto ha contribuido a erosionar la democracia. Varios obispos postularon entonces la necesidad de construir una sociedad más abierta, plural y tolerante en la que nadie invocara a Dios para imponer su opinión como verdad”.

"Estos despropósitos -respondió el arzobispo- no tienen asidero real. La 'democracia recuperada' nos ha regalado el divorcio vincular que destruyó el matrimonio; una educación sexual llamada 'integral' que consiste en la difusión masiva de preservativos y anticonceptivos y que no dio resultado, ya que ahora han recurrido, en nombre de la misma democracia (Macri lo dijo) a intentar la legalización del aborto; el así llamado “matrimonio igualitario” que acaba por destruir la constitución de la familia; otras aberraciones que se han convertido en derechos tutelados por leyes inicuas que vulneran los derechos del niño que necesita de un padre y una madre, y no otras combinaciones”.

“La ideología de género reina abiertamente en los medios oficiales, impulsada por un gobierno sin principios morales, y por el coro casi unánime de los medios de comunicación. La fabricación de bebés no podrá suplir la falta de población de un país en el que 'gobernar es poblar', la consigna de Alberdi fue olvidada. Muchos países, como China, Rusia y Francia, que piensan en su futuro, vuelven a descubrir los valores naturales de la familia”.

“Miren lo que dice Zanatta sobre el aborto: “La cruzada contra el aborto hoy parece animada por el mismo espíritu: trazar límites a los actores políticos, elevar a la Iglesia a tutora del orden social e imponer el mito de la Nación católica”. Yo le diría que, viéndolo de cerca, uno advierte cómo nuestros hermanos cristianos evangélicos han sido mucho más claros y más tenaces que los católicos en manifestar lo dañino, lo antihumano del aborto. Pero Zanatta sigue con sus antigüedades ideológicas. ¿Es ésta la objetividad de un historiador?”

“Respecto de la Doctrina Social de la Iglesia, cree Zanatta que sería imponer a la sociedad las propias enseñanzas católicas. Y no es así. El “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” es un compendio del orden natural, humano y social. Es eso lo primero que hay que buscar, que reconocer, en todo caso: si existe un orden natural en la sociedad o no. Él está confundiendo ese orden natural de la sociedad que se quiere procurar y que tiene su base en una concepción correcta de la persona humana de donde brotan los auténticos derechos humanos. La Doctrina Social de la Iglesia, al proyectar los principios de la fe y la moral católica, esclarece y robustece lo que la razón humana, no deformada por ideologías antihumanas puede reconocer por ella misma, aunque muchas veces con dificultad”.

Lenguaje típico de la masonería
Monseñor Aguer, leyendo directamente del diario partes del artículo escrito por el historiador en cuestión, dijo: Este señor "acusa a la Iglesia “de revanchismo, de nostalgia por un régimen de cristiandad, en cambio la llevan a desencadenar una espiral conflictiva”, y comentó: "Yo no lo conozco a este señor Zanatta con zeta, pero me atrevo a decir que esto que dice es una verdadera “sanata” con ese y tengo la impresión de que detrás está la masonería. 

Yo no sé si él es masón pero este es el lenguaje típico de la masonería: acusar a la Iglesia de lo que ellos hacen, que es infiltrarse en los organismos del Estado, en los medios de comunicación para tratar de dar vuelta la sociedad desde adentro y de eso mismo, luego acusan a la Iglesia”.
“En esta situación estamos. No nos distraigamos porque el actual gobierno nacional, en algunos de sus representantes se ha manifestado como masónico. Lo que quiere decir que están procurando esto. Es decir liquidar lo que queda de presencia humana y cristiana en la legislación y en la vida pública argentina. El sincericidio del diputado fueguino Carlos Gustavo Roma nos autoriza a sospechar que efectivamente es así", concluyó monseñor Aguer.+

martes, 4 de septiembre de 2018

NO HAY CURAS HOMOSEXUALES




" Hay homosexuales curas".

La pedofilia homosexual en la Iglesia. Sermón


P. Javier Olivera Ravasi

Infocatólica,  el 3.09.18

Durante el siglo VI, los bárbaros comenzaron a ingresar en la Iglesia, con sus bondades y sus vicios. El ite et docete se estaba dando; faltaba acristianarlos y hacer que el Evangelio empapara la vida de los hombres.
Durante el siglo X, llamado el siglo de hierro, las costumbres en la Iglesia se habían vuelto insostenibles en ciertos ambientes, incluso en el propio clero. Fue entonces cuando un hombre extraordinario, originario de Ravena, Italia, surgió como una luminaria feroz: San Pedro Damián, monje benedictino que llegó a ser cardenal de la Iglesia y martillo de herejes.

Por entonces, decía:
“Ha arraigado entre nosotros cierto vicio sumamente asqueroso y repugnante. Si no se lo extirpa cuanto antes con mano dura, está claro que la espada de la cólera divina asestará sus golpes, de un momento a otro, para la perdición de muchos (…). El pecado contra natura repta como un cangrejo hasta alcanzar a los sacerdotes[1].

La Iglesia necesitaba de una reforma. Y así lo hizo; con el tiempo, San Pedro Damián se convirtió incluso en doctor de la Iglesia.

*    *    *
Pero analicemos ahora brevemente lo que pasa en la actualidad.
En los últimos años y como una oleada devastadora que ahora sale de nuevo a la luz, varios casos de abusos sexuales han surgido entre los sacerdotes católicos. Y, con toda verdad, hay que denunciarlos y repudiar este pus de la Iglesia, sin negar la realidad.

Pero también, para mantenernos firmes y dignos, es necesario recordar ciertas  verdades que, por ser política o eclesialmente incorrectas, simplemente no se dicen.
Brevitatis causae enunciaremos sólo tres de ellas.

1) La homosexualidad ¿es una enfermedad o una perversión?
Si alguien dijese hoy que la sodomía es una enfermedad, sería rápidamente lapidado por la inquisición “progre”. El mismo Catecismo hace una salvedad a tratar de ella; sin embargo, hasta hace pocos años, el Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales (algo así como la “biblia” de los psiquiatras) la tenía entre las “enfermedades mentales”; fue recién luego de 1973 que, por la presión del lobby gay, la Asociación Psiquiátrica Americana la reclasificó como un “trastorno”: la disforia de género.

Esta verdad hoy “pasada de moda”, hace apenas unos días salió de la boca del mismísimo Francisco en una de esas entrevistas aéreas que gusta dar. Tan eclesialmente incorrecta fue la frase que el obispo de Roma fue censurado por la Oficina de prensa del Vaticano en su publicación oficial escrita…
Es que, hay verdades y verdades…

Pero, ¿qué dice la Biblia sobre el tema? Veamos sólo tres citas:
(Lev 18,22): “No te acuestes con un hombre como si te acostaras con una mujer. Eso es un acto infame”.

(Rm 1,26-27): “Por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Incluso sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra naturaleza; y, de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen actos vergonzosos y sufren en su propio cuerpo el castigo de su perversión”.

(1 Cor 6,9-10): “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”.

Muy bien… pero entonces… ¿En qué quedamos? ¿Es una enfermedad o es una perversión? Una vez le preguntaron esto a un político argentino quien, en otras épocas, respondió
- “Si es una enfermedad, hay que curarla y si una perversión, hay que erradicarla”.

“Ahora… -dirá alguno- ¿qué tiene que ver todo esto con la pedofilia?”.
Pues acá vamos a la segunda verdad olvidada o silenciada.

2) La inmensa mayoría de los abusos sexuales de menores han sido abusos homosexuales
Sí; así de claro. Las estadísticas –incluso las últimas de USA– lo confirman. Los abusos sexuales cometidos por parte de algunos sacerdotes católicos, fueron abusos sodomíticos.

Es decir, y para ser claros: no hay sacerdotes homosexuales, sino homosexuales que “trabajan” de sacerdotes. Para que esta gente llegase al sacerdocio, debió de existir una pésima selección de los candidatos, pasando por alto las cuatro idoneidades el Código de Derecho Canónico ha exigido siempre para los candidatos a las órdenes sagradas: la idoneidad física, psíquica, moral e intelectual

Y en muchos casos, huelga decirlo, hubo una selección o promoción al revés…
Esto viene desde hace décadas, cosa que nos lleva a declarar la tercera verdad silenciada.

3) Hay una extraña relación entre los abusos litúrgico/doctrinales y los abusos sexuales
No queremos decir con esto –valga la aclaración de entrada– que sólo se han dado los casos en ambientes “progresistas”. 

No. La realidad siempre manda y el caso Maciel y los Legionarios de Cristo, Karadima y El Bosque, y Buela, con el Instituto del Verbo Encarnado, demuestran lo contrario, como escribimos al redactar Los “abusos sexuales de los buenos”. Es decir: la sodomía no es exclusiva de los “progres”, pero hay, sí, una relación entre progresismo y abuso homosexual. 

Veamos.
La Iglesia siempre ha sido enormemente delicada en el trato que sus ministros deben tener con el prójimo, varón o mujer; y esto no por jansenista, sino porque sabe que en el hombre (en todo hombre) el pecado original ha dejado marcas. Esta es la razón –entre otras– por la cual existían rejillas en los antiguos confesionarios.

En la vida del genial San Juan Bosco, patrono de la juventud, se lee:
«Con sus mismos alumnos, que tanto le querían y a quienes él correspondía con amor paterno, mantenía siempre un aspecto reservado y digno y nunca se permitió zalamerías de ningún género como besarlos o abrazarlos. A lo sumo, para demostrarles su satisfacción por la buena conducta, ponía un instante su mano sobre el hombro o sobre la cabeza o golpeaba ligeramente su mejilla, acompañando siempre esta caricia con un oportuno consejo (…). 

Formaba a los clérigos asistentes semejantes a él. Les llamaba la atención si advertía que tenían demasiada familiaridad con los alumnos. No permitía que los asieran de la mano, que los dejaran entrar en sus celdas, ni que anduvieran en los dormitorios entre cama y cama, salvo el caso de grave necesidad. Quería que todo entretenimiento o conversación se tuviera en presencia de todos, y bajo ningún pretexto en lugares apartados. Les advertía que en sus gestos, escritos y palabras no hubiese nada que, ni de lejos, ofreciera dudas sobre su virtud”[2].

Es decir: siempre la Iglesia intentó ser extremadamente cuidadosa. La pregunta entonces es obligada ¿cómo pudo ser que tantos hombres de Dios (obispos o cardenales incluidos) hayan caído en el pecado nefando en los últimos años? Quizás podamos arriesgar una respuesta y es esta.
Antiguamente, el sacerdote era un hombre consagrado al sobrio y estricto servicio del altar. Con los vertiginosos cambios del mundo moderno y la nueva liturgia que se impuso de modo abrupta a inorgánicamente luego del Concilio Vaticano II, el sacerdote no tardó en convertirse, poco a poco, en el centro de la “asamblea” y su anfitrión mayor (la misma postura de mirar al pueblo en vez de mirar a Dios en la Santa Misa, ya dice mucho).

Despojado muchas veces de las rúbricas litúrgicas y librado a la libertad de la predicación sin sanciones concretas, los abusos doctrinales y las innovaciones en las misas, llegaron a convertirse en hábitos, es decir, en algo-que-se-tiene-como-propio. Y acá va la pregunta: si no se respetaban las cosas divinas, ¿por qué deberían respetarse las terrenales? Hay quienes llegan incluso más lejos diciendo: “los abusos sexuales cometidos por clérigos están relacionados con los abusos litúrgicos, y la perversión sexual es reflejo de la perversión litúrgica”.

No lo sabemos con certeza. Lo cierto es que, el planteo no resulta irracional. Los abusos perpetrados contra la liturgia y los sacramentos son de los mayores delitos que se pueda cometer contra Dios. Si lo más grande y más santo que existe no merece la máxima veneración, ¿cómo va a serlo nuestro prójimo?

“Si no somos capaces de tratar con respeto el Cuerpo de Nuestro Señor y Salvador, ¿cómo vamos a respetar el cuerpo del prójimo? (…). Cuando la Misa se echa a perder, todo lo demás se estropea también (…). No es casual que el papa (Benedicto) que se está encargando de limpiar la Iglesia de abusos esté también empeñado en limpiar la liturgia. Si no somos capaces de respetar a Dios, no nos respetaremos unos a otros”[3].

*    *    *
Hasta aquí entonces las reflexiones.

¿Qué hacer ante todo esto?
De nuestra parte, penitencia, oración y reparación; sabiendo que, desde el principio, el trigo y la cizaña están mezclados aquí abajo.

Saber que, con esto, aunque se ha exagerado hasta el cansancio para afear el rostro de la Esposa de Cristo, hay casos probados y ciertos que debemos rechazar con todas nuestras fuerzas, condenándolos sin justificativos; éste será un signo de credibilidad.

Promover una verdadera reforma de la Iglesia, desde la verdad y la castidad, sin puritanismos ni laxismos.
Si todo esto es una gran purificación de la Iglesia, entonces pasará.
Y si es un signo del fin de los tiempos, a levantar las cabezas, que está pronta nuestra liberación.

Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi

[1] San Pedro Damián, Tratados (Vol II), Tratado VII: Liber gomorrhianus, traducción y notas de José-Fernando Rey Ballesteros, edición Kindle 2017, 20.
[2] Jean Baptiste Lemoyne, Memorias biográficas.