jueves, 16 de diciembre de 2021

ESTE SÍNODO

 


ya es un triunfo para el lobby LGBTQ


Riccardo Cascioli


Brújula cotidiana, 16-12-2021

 

 

Un link vale más que cien documentos teológicos y magisteriales. Esta es la lección que estamos sacando en estos días del Sínodo sobre la Sinodalidad, cuya preparación comenzó el 9 de octubre. El link al que nos referimos es el de un webinar (seminario celebrado en Internet) de New Ways Ministry, una organización estadounidense de católicos LGBTQ, que se encuentra en la sección de recursos de la página web del Sínodo. O mejor dicho: que estaba, luego no estaba y ahora vuelve a estar. Todo un truco de marketing.

 

El caso es que estaba ahí pero nadie se había dado cuenta (los visitantes de la web oficial del Sínodo no deben ser especialmente numerosos) hasta que un tuit del 6 de diciembre del sempiterno padre James Martin, máximo promotor de la agenda LGBTQ de la Iglesia, lo puso de manifiesto: el webinar de la web del Sínodo es “un pequeño pero histórico paso adelante en las relaciones de la Iglesia con las personas LGBTQ”, escribió. No nos referimos al contenido del seminario web -una larguísima y agotadora disertación del “teólogo” Robert Choiniere sobre el tema del Sínodo y la Iglesia Sinodal y la contribución que pueden hacer los grupos LGBTQ-, sino que la importancia de la operación radica en la presencia de una organización LGBTQ en la página web del Sínodo.

 

Y no cualquier organización LGBTQ: a New Ways Ministry, fundada en 1977 por la hermana Jeannine Gramick y el padre Robert Nugent, se le ha negado el reconocimiento como organización católica en varias ocasiones, la última en 2010 por el entonces presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Francis George. Anteriormente, el cardenal Joseph Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, había prohibido “permanentemente” a los dos religiosos “cualquier actividad pastoral que implique a los homosexuales”. Es precisamente la Notificación del 31 de mayo de 1999, firmada por Ratzinger con la plena aprobación del Papa Juan Pablo II, la que interesa para comprender el núcleo del problema y la naturaleza y finalidad de la New Ways Ministry.

 

El documento da cuenta del largo e infructuoso diálogo promovido por la Santa Sede con la hermana Gramick y el padre Nugent para hacerlos volver a las posiciones ortodoxas. Imposible conseguir nada: los dos religiosos rechazaron la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad, es decir, el reconocimiento de que los actos homosexuales son intrínsecamente un mal y que la inclinación homosexual es un trastorno objetivo. Desde el principio quedó claro que el verdadero objetivo del New Ways Ministry era -y es- cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad. Al igual que la organización Catholics for a Free Choice (ahora Catholics for Choice), fundada en 1973 y también con sede en Washington, lo hacía paralelamente en el frente del aborto y la anticoncepción. Está claro que el entonces cardenal Ratzinger se refería también a la New Ways Ministry cuando en 1986 denunció un poderoso lobby gay dentro de la Iglesia, pero con “estrechos vínculos con los de fuera”, que quiere “subvertir” la enseñanza de la propia Iglesia.

 

Se puede entender entonces por qué algunas personas se alarmaron por el tuit del padre Martin. Así, el pasado 7 de diciembre el link desapareció de la página web del Sínodo. Y en ese momento Francis DeBernardo, director ejecutivo de New Ways Ministry, soltó el as que tenía guardado en la manga: dos cartas enviadas a DeBernardo por el propio Papa Francisco en mayo y junio pasados: una de agradecimiento por la dolorosa historia de New Ways Ministry y otra de gran participación en la labor pastoral del grupo LGBTQ y exaltación de la figura de la hermana Jeannine Gramick (“una mujer de valor que toma sus decisiones dentro de un clima de oración”).

 

Es de imaginar la conmoción que esta revelación provocó en la sede de la Secretaría del Sínodo. De hecho, unos días después, el domingo 12 de diciembre, el responsable de Comunicación de la Secretaría del Sínodo, Thierry Bonaventura, se sacrificó “en el altar de la hipocresía” (como diría el Papa Francisco) y escribió una carta de disculpa a la comunidad LGTBQ, asumiendo toda la responsabilidad por la eliminación del enlace debido a “razones de procedimientos internos” no especificadas.

 

Bonaventura, en un estilo que recuerda a las sesiones de autocrítica de la época de la Revolución Cultural china, se da cuenta de que con ello ha “causado sufrimiento a toda la comunidad LGBTQ”. “Siento que debo pedir disculpas -continúa la carta- a todas las personas LGBTQ y a todos los miembros de la New Ways Ministry por el dolor causado, testimoniando la firme voluntad -no sólo mía, sino de toda la Secretaría General del Sínodo- de no excluir a quienes desean llevar a cabo este proceso sinodal con un corazón sincero y un espíritu de diálogo y discernimiento real”. A continuación, se invita a los grupos LGBTQ a enviar sus contribuciones al Sínodo por una vía preferente, una dirección de correo electrónico directa. Y, por supuesto, el link al seminario web se reubicó inmediatamente en los recursos del sitio web del Sínodo.

 

Al día siguiente, en su gran magnanimidad, Francisco DeBernardo anunció oficialmente su perdón al pobre Thierry Bonaventura: “Esta disculpa sin precedentes de un departamento del Vaticano -escribió DeBernardo- corrige el error cometido y amplifica, con más fuerza si cabe, la acogida que el Papa Francisco ha dispensado a las personas LGBTQ”.

 

Cualquier comentario parece superfluo, los hechos hablan por sí mismos. Este baile en torno a un simple link ha dado como resultado el reconocimiento oficial por parte de la Santa Sede de un grupo cuyo propósito no es la atención pastoral de los homosexuales (que la Iglesia nunca ha

negado) sino promover la agenda LGBTQ dentro de la Iglesia subvirtiendo su enseñanza. Una verdadera obra maestra del marketing, es el triunfo del lobby LGBTQ en la Iglesia. Y empezamos a entender mejor para qué sirve un Sínodo sobre la Sinodalidad.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

SUBSTANCIA Y ACCIDENTE

 


en la sagrada Hostia

 

Por Gonzalo Wilfredo Gomez Olivas.

Tradición   Viva, 30-11-21

 

Cuando nos estábamos preparando para recibir nuestra primera Comunión se nos instruyó ya sea por parte de nuestros padres ya sea por parte de nuestros catequistas, en que Jesús estaba real y verdaderamente presente en cuerpo, sangre, alma  y divinidad  en la Hostia y en el vino consagrado, de acuerdo a lo que Él mismo dijo (Mt XXVI, XXVI.  Ju VI, LVI – LXXI).

Es de entender entonces que estuviéramos tan entusiasmados con la idea de probar que sabor, olor y textura  tenía la Hostia, ya que en nuestra inocencia  esperábamos que tuviera el sabor, el olor y  la textura de Cristo (sonrio  al recordar esto).  Vaya fiasco  que nos llevamos cuando llegó el tan ansiado día y al recibir la Comunión no sentimos otro sabor sino simplemente el sabor del pan.

¿Por qué es esto así?  ¿por que la Hostia no cambia aparentemente en nada luego de la transubstanciación que ocurre en el momento de la consagración, siendo que se convierte en el cuerpo de Cristo?

Bueno, a continuación trataremos brevemente de dar respuesta a esta curiosa e interesante pregunta.

Términos metafísicos

Lo primero que haremos es definir dos términos filosóficos que son fundamentales para entender la posterior explicación,  estos términos son: substancia y accidente.

Se entiende por substancia aquello que es esencial en una cosa, aquello que si se le quitará dejaría de ser lo que es.

Por ejemplo en un vehículo lo substancial sería su motor y sus ruedas, ya que si se le quitara uno de esos dos elementos esenciales dejaría de ser un vehículo  y se convertiría en un simple pedazo de metal.

Se entiende por accidente aquello que no es substancial  en una cosa, aquello que si se le quitara no dejaría de ser por eso lo que es.

Siguiendo el ejemplo del automóvil diremos que lo accidental  o no substancial  en un vehículo es: el color, el tamaño, la forma, el peso…  Ya que sin importar cuanto varíen estos elementos, el vehículo no deja de ser vehículo mientras permanezca en él lo substancial.

Esto mismo se puede aplicar a cualquier otra cosa, por ejemplo  el hombre es unión substancial de alma y cuerpo, de ahí el color de piel, el color de ojos, la altura, el tono de vos… Son todos accidentes.

 

Pasemos ahora a aplicar estos conceptos filosóficos a la Eucaristía.

Se lee en el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: «en  la  Eucaristía  permanecen  el  olor,  color  y  sabor  del  pan  y  del vino;  pero  su  substancia  se  ha  convertido  en  el  Cuerpo  y  en  la  Sangre  de Jesucristo» (nº 1374ss ).

Como vemos lo que permanece en la Hostia y en el vino son los accidentes del pan y del vino, mientras que cesan  las  sustancias  del  pan  y  del  vino  porque  suceden  en  su lugar  el  cuerpo  y  la  sangre  de  Cristo.

El término  transubstanciación significa cambio de sustancia,  así como el término transformación indica cambio de forma,  ya que la raíz «trans» indica cambio.

Cuando alguien pregunta que es algo respondemos haciendo referencia a la substancia de ese algo y no a sus accidentes.

Por ejemplo, si alguien preguntara que es Socrates, no responderemos que Socrates es gripe, solo por que tuvo gripe de vez en cuando, algo que fue accidental en él, sino que responderemos que Socrates es una persona ya que la persona es lo  substancial en él; de igual forma cuando alguien pregunta que es la Hostia luego de la consagración, respondemos que es el cuerpo de Cristo, ya que en substancia eso es, aunque en apariencia sea pan porque permanecen los accidentes: olor, sabor, textura…

 

Conclusión

Llegados a este punto hemos dado respuesta a la pregunta que nos ocupaba,  sobre porque cada vez que comulgamos no sentimos más que simple pan en nuestra boca, a pesar de que por fe sabemos que es el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo que se ha transubstanciado milagrosamente,  ¡Jesús lo dijo y Él no puede mentir!

Digamos pues con Santo Tomás de Aquino: » Praestet fides supplementum

Sensuum defectui»,  «la fe supla la incapacidad de los sentidos» ( Tantum ergo)