lunes, 31 de julio de 2023

ARGENTINOS EN ROMA

¡QUÉ PARADOJA!


Héctor Aguer*

 

Brújula cotidiana,  31_07_2023

 

 

¡Qué paradoja! Un país como la Argentina, sin moneda, con lenguaje inclusivo impuesto por la ignorancia gramatical de los políticos, y con Fuerzas Desarmadas -es decir, casi un NO país, según la caracterización de país ofrecida por el Gral. De Gaulle-, ha colonizado a la Roma papal. El Sumo Pontífice es argentino, y ahora también lo será el Prefecto del más importante Dicasterio, el de la Doctrina de la Fe.

 

La carta del Sucesor de Pedro a su elegido para el cargo, pretende implícitamente rehacer la historia del ex Santo Oficio. Fernández, el destinatario, aseveró en declaraciones que "ese nombre, o el de Inquisición -como también se llamaba- da un poco de miedo, porque era un lugar de persecución de herejes; el Papa Francisco dice que a veces se han usado métodos inmorales, como una suerte de inteligencia y de control y aún en algún momento de torturas".

Lo primero que se me ocurre es que esa lejanísima alusión olvida siglos de historia eclesial. Muy bien podría detenerse, por lo menos en parte, en comentar el todavía presente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, protagonizado por el Cardenal Joseph Ratzinger -luego Benedicto XVI- durante dos décadas del pontificado de Juan Pablo II. Ratzinger es el autor de una obra teológica monumental, en curso de publicación completa, no de unos libritos de espiritualidad. Esta obra aúna el saber teológico, la penetración filosófica, la ascética y la mística y una amplísima cultura. Esta referencia a la obra personal de Ratzinger viene a propósito, pues en ella se encuentran los criterios de su desempeño como Prefecto. El oficio incluye el examen de las ideas difundidas, y la necesidad de ponderar lo que se difunde en la Iglesia a la luz de su Tradición autoritativa.

 

Mons. Fernández -que era hasta ahora arzobispo de La Plata- continúa transmitiendo lo que Francisco le dijo, que "es muy claro. Vos tenés que cuidar la enseñanza de la Iglesia pero no controlando o persiguiendo, sino haciéndola crecer, profundizando las reflexiones, tratando de ir a la profundidad del tema. Eso nos hace crecer a todos. Si hay un problema o acusan a alguien de haber dicho algo fuera de lugar, se charla y se conversa". Indica también el nuevo Prefecto sobre la insistencia del Papa para que aceptara el cargo lo cual "muestra la enorme delicadeza de él, y el respeto que tiene por la conciencias de las personas". Según estas referencias, ponderan la "novedad muy grande", la cual se reflejaría asimismo en el próximo sínodo, en el que "van a salir una multitud de temas porque está planteado con una apertura nunca vista; es un espacio único donde el Papa se sienta, no a bajar línea, sino a escuchar a la diversidad de opiniones y de procurar llegar a algunos consensos".

 

Continúa: "Hay una misión, y es que tengo que procurar que las cosas que se digan tengan coherencia con lo que nos ha enseñado Francisco. Nos dio una mirada, una comprensión más amplia, y no se puede responder hoy lo mismo que se respondía hace 40 años". Traduzco: hay libertad absoluta para todas las invenciones y macaneos; sólo hay que cuidarse de los "indietristas" que siguen pertinazmente la Tradición eclesial. A un buen entendedor, lo dicho explica el sentido de la ideología pontificia, según la cual la monarquía papal persigue y liquida a quienes no se ponen al día del relativismo doctrinal que profesa el oficialismo latinoamericano - argentino, deberíamos decir.

 

La posición que he reseñado basándome en declaraciones auténticas, que han sido recogidas por los periódicos, es absolutamente contraria a la hondura histórica del cuidado eclesial de la Fe, desde tiempos de los Apóstoles. Aún en épocas en que el poder pontificio era ejercido por hombres cretinos, mujeriegos, mundanos, o víctimas de las intromisiones imperiales, siempre cuidó que no se mancillara la Verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia.

 

Repasemos la enseñanza apostólica registrada en el Nuevo Testamento. Me limito a una sola cita: "Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansables y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas (el texto griego dice mitos). Tú, en cambio, vigila atentamente..." Así escribió el Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo (2 Tm 4, 1-5).

 

Los Padres de la Iglesia asimismo lucharon contra los errores; en los seis primeros siglos se multiplicaron los catálogos de herejías, reprobándolas. Recordemos, por ejemplo, el Adversus haereses, de San Ireneo de Lyon, el De haeresibus, de San Agustín, y otras obras homónimas de distintos autores. Los concilios incluían en sus decisiones la condenación de personajes que difundían errores. Es una actitud constante. No solo corresponde profundizar, iluminar, y difundir la Verdad; se la debe vindicar cuando es menoscabada, como se ha hecho siempre, para lo cual es preciso vigilar. En la cita de 2 Tm 4, 5 se dice, en griego: sy de nēphe en pasin; es una ocupación laboriosa y totalizante.

 

Como complemento hago referencia a un caso no católico. El filósofo de la existencia Soeren Kierkegaard, luterano en busca continua del Cristianismo auténtico, en su Diario, que ocupa 19 volúmenes de su obra, la emprende contra el mundo moderno y sus errores, que implican la abolición del Cristianismo.

 

Argentinos en Roma. En un reciente comentario sobre la situación de nuestro país, Francisco ha dicho que "el problema somos los argentinos". ¡Sí, pero hemos colonizado la Roma papal! Una última noticia: el Sumo Pontífice ha convocado a un joven sacerdote argentino para que lo ayude como secretario personal.

 

*Arzobispo emérito de La Plata

viernes, 21 de julio de 2023

QUIÉN SALVA A LA IGLESIA

 

Luisella Scrosati

 

Brújula cotidiana,  20_07_2023

 

El nombramiento de Mons. Víctor M. Fernández como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe fue definitivamente una bofetada del Papa a aquellos cardenales que intentaron evitar el colapso de la situación, oponiéndose a la asignación del cargo a Mons. Wilmer. Y fue un peso más sobre los hombros de quienes tratan de permanecer de pie en esta situación de gran sufrimiento de los católicos que tratan de ser fieles, a pesar de todo, a las enseñanzas de la Iglesia.

 

Cada paso hacia la catástrofe claramente exacerba el sufrimiento y magnifica la preocupación. ¿Qué haremos si Fernández deja pasar la bendición de las parejas homosexuales? ¿O si aboliera por completo la liturgia antigua? ¿O si convirtiera recomendable el celibato sacerdotal, pero ya no obligatorio? O si… así sucesivamente y así sucesivamente. Hipótesis que parecen de todo menos un espejismo y que, dada la dramática aceleración de esta última parte del presente pontificado, se advierten muy cercanas.

 

Ante los tiempos que realistamente se avecinan, la tentación de encontrar un refugio tranquilizador, a cualquier precio, es cada vez más fuerte. Se busca la posibilidad de continuar la propia vida sacramental, de encontrar un ambiente sereno y de fe para los propios hijos, de asegurar celebraciones litúrgicas dignas e incluso de salvar a la Iglesia de la deriva. El resultado es que, en menos de diez años, miles y miles de fieles han decidido incorporarse a comunidades cismáticas, que a sus ojos representan un refugio en la tormenta actual, un ambiente a salvo de las persecuciones que claramente provienen de esa autoridad que debería custodiar y promover la fe, pero que en cambio parece hacer todo lo posible por disiparla y destruirla.

 

La solución puede tener su propia lógica humanamente comprensible, tanto en la línea del “modo supervivencia” como en la de intentar “salvar a la Iglesia”. El verdadero problema de los cristianos de todos los tiempos, sin embargo, es la dificultad de entrar en la lógica de la cruz, de creer que la muerte no es el fin, sino la condición de una nueva fecundidad.

 

«La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección. El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal que hará descender desde el Cielo a su Esposa». Lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en el n. 677. La Iglesia está llamada a seguir a su Señor y Esposo crucificado. Esta afirmación, que puede parecer obvia, tiene consecuencias muy importantes y concretas.

 

Los discípulos, Pedro a la cabeza, no lo abandonaron por miedo. El que tiene miedo no se mete a tirar un cedente matar a la guardia del Sumo Sacerdote, que ha venido a arrestar al Maestro. Lo que desconcierta a Pedro, y que en cierto modo le resta fuerza combativa, lo decepciona, es el reproche del Señor: ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? (Mateo 26, 53-54). A sus ojos, Jesús no quiere hacer nada para salvar su misión, para salvar a la Iglesia naciente, para salvar a sus seguidores.

 

Menos aún se desprende de los Evangelios que Jesús reproche a sus seguidores el no haber tomado medidas para defenderlo, para evitar su captura y muerte. Al contrario, ordena a Pedro que vuelva a envainar la espada (cf. Juan 18,11), tal como le había reprochado antes cuando Pedro había tenido a bien dar lecciones de sentido común al Señor, cuando hablaba de su Pasión y Muerte: «Pedro, apartándolo, comenzó a reprocharle, diciendo: “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16,22). Conocemos la dura y firme respuesta del Señor.

 

En la hora de su Pasión, Jesús parece no querer hacer nada, ni siquiera salvar las almas de los que querrían o podrían creer en Él. “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él” (Mateo 27,42). ¿No vino el Hijo de Dios para que los hombres creyeran en él y, creyendo, tuvieran vida eterna? Pero entonces, ¿por qué no lleva a cabo el gran acto que fortalecería la fe de muchos, sus discípulos en primer lugar? Los escribas y los ancianos le reprochan incluso que sería precisamente el signo de Cristo ser liberado por Dios: “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere” (Mateo 27,43, citando a Sb 2,18).

 

En cambio, el Señor pidió a los discípulos una sola cosa: velar y orar para no caer en tentación (cf. Mateo 26,41). Los discípulos sabían que Jesús resucitaría, que la muerte no sería la última palabra: el Señor se los había dicho tres veces; sabían también que el grano de trigo tenía que morir para dar fruto (cf. Juan 12,24). Pero la tentación de razonar y actuar de manera puramente humana, aunque sea para el propósito más noble imaginable - ¡salvar al Señor, salvar a la Iglesia naciente! ‒ se había apoderado, porque no habían velado ni orado.

 

«La Iglesia seguirá a su Señor...». ¿Entonces qué hay que hacer? Velad y orad, para no caer en la tentación: para tener la fuerza de permanecer quietos, mientras todo se disuelve; para continuar creyendo que la Iglesia es una institución divina y ciertamente no se disminuirá debido a las maquinaciones de los hombres, por poderosas que sean; para evitar soluciones aparentemente eficaces, pero que nos llevan a actuar en contra de lo que Dios ha establecido para su Iglesia.

 

Si “la Iglesia sigue a su Señor” en la Pasión, entonces su muerte no será aparente, sino real. A nuestros ojos todo parecerá verdaderamente perdido, como a los ojos de los discípulos, que han visto a su Maestro realmente muerto, colocado en una tumba, con incluso un sello, que declaraba el “game over” definitivo. Veremos -ya lo estamos viendo- que Pilatos, Caifás y Herodes encontrarán un mezquino entendimiento para deshacerse de los justos; veremos juicios falsos, dominados por la mentira, para acusar a los que están en la verdad, mientras que Barrabás será puesto en libertad; conoceremos la más terrible soledad, provocada por el abandono, la incomprensión y hasta la traición de amigos y familiares; lloraremos mientras los demás se alegran (cf. Juan 16,10); nos echarán mano (cf. Lucas 21,12), arrastrándonos ante los poderes civiles y religiosos.

 

Si de todo esto tratamos de escapar cediendo o, más sutilmente, refugiándonos en una “iglesia” que nos garantice tranquilidad, Misa y catecismo “de siempre”, pero en una Iglesia que, en la teoría o en la práctica, escape a la autoridad de Pedro, entonces estaremos en la lógica de querer salvar nosotros mismos a la Iglesia, como los discípulos pretendían salvar al Señor, y de querer salvarnos a nosotros mismos, pero no como el Señor quería.

 

Sólo Santa María puede obtenernos la gracia de permanecer con Ella, de pie, fuertes, bajo la Cruz, sin ceder ni un milímetro, creyendo que, en Cristo, la muerte es vida, la cruz es triunfo, justo cuando todo parece decir lo contrario. Y creer que la Iglesia no puede fallar, que las puertas del infierno no prevalecerán (cf. Mateo 16,18), porque la Iglesia es de Cristo. Por eso no tenemos que salvar a la Iglesia, sino que es la Iglesia la que nos salva. Y la Iglesia es una. Por eso, a pesar de todo, permanecemos en la Iglesia, aceptando morir también con ella: “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11, 16).

miércoles, 12 de julio de 2023

NO QUEREMOS CONVERTIR A LOS JÓVENES A CRISTO


 

P. Javier Olivera Ravasi

 

Que no te la cuenten, 11.07.23

 

 

Hace apenas 10 años, en las “Jornadas de la Juventud” de Río de Janeiro (2013), se exhortaba a los jóvenes con el “id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19).

 

Fue entonces cuando se oyó, en tono de complicidad con la juventud, por primera vez el “hagan lío, hagan lío” papal, que no significaba otra cosa que -seguramente- hacer apostolado católico, intentando conquistar el mundo para Cristo.

 

Pues bien; apenas una década después, nos enteramos que, el encargado de las Jornadas de la Juventud 2023, en Lisboa, Portugal, el futuro cardenal Américo Aguiar, entiende que esa no es la finalidad de estas jornadas, sino más bien una sosa “fraternidad universal”.

 

“Nosotros no queremos convertir a los jóvenes a Cristo, a la Iglesia Católica. Nada de eso, absolutamente” (sic), sino “que todos entendamos que la diferencia es una riqueza” y bla-bla-bla.

MONS. ARGUELLO

 

 pide que se valore la contribución de la Reina Isabel la Católica a la evangelización

 

Presidida por el arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Javier Argüello, se celebró ayer lunes 10 de julio, en la Casa de espiritualidad de Valladolid, la reunión de final de curso de la Comisión de la Causa de Beatificación de Isabel la Católica. El prelado presentó a la monarca como una precursora de los Derechos Humanos

 

(InfoCatólica) 11-7-23

 

Monseñor Luis Argüello, al inicio de la reunión, destacó las líneas de fuerza que deben regir los trabajos de la Comisión: «la comprensión histórica del significado de la Reina Isabel La Católica para la historia y para la historia de la Iglesia y el reconocimiento y difusión de su devoción cada vez más creciente».

 

Precursora de los Derechos Humanos

 

En particular, incidió «en la necesidad de poner en valor lo que la Reina aportó la Evangelización y a la traducción de la Evangelización en el aspecto social y de la defensa de la dignidad de la persona, lo que hoy se llama la Doctrina Social de la Iglesia. Ése subrayado de la dignidad de la persona que estuvo presente en las actuaciones de la Reina durante toda su vida, en particular la contribución de la Reina a la siembra de lo que hoy se denominan los Derechos Humanos».

 

El arzobispo de Valladolid insistió en que «hacer bien esta tarea de recordar la decisiva contribución de la Reina Isabel la Católica a la configuración y articulación histórica de los Derechos Humanos es una tarea prioritaria para la Comisión».

 

Peregrinación a Roma

 

La Comisión de Isabel la Católica está preparando para finales del mes de febrero del próximo año una gran peregrinación a Roma con un importante programa de actos, que se harán públicos más adelante y que tendrán como lugar de referencia, entre otros, la Iglesia Nacional española de Monserrat y Santiago. Una peregrinación a la que se sumarán fieles no sólo de España sino también de Italia, Méjico y Argentina, entre otros países.

 

Según el director de la Comisión de la Causa de Beatificación, José Luis Rubio Willen, es necesario destacar el éxito de algunas de las últimas publicaciones de la Comisión, como el Cómic con dibujos de Laura Cervantes Bernal, titulado «Isabel La Católica. Reina de España, madre de América», que, en pocas semanas, ha agotado varias ediciones.

 

O el libro divulgativo de Juan Manuel Rubio Moscoso: «Historia de una Reina», en edición de la Comisión. A estas actuaciones hay que sumar una nueva edición de la estampa devocional que se distribuye en la Capilla de los Reyes en Granada, con varias ediciones lingüísticas. También se ha constatado la creciente demanda por parte de los centros educativos de las obras de Teatro sobre Isabel La Católica, de las que se hará próximamente una nueva edición conjunta.

 

De las actividades realizadas en el último semestre se destacaron las conferencias en Madrid, Ávila, Valladolid y Granada, con masiva asistencia de público. También el Simposio sobre el perfil espiritual de la Reina, celebrado el pasado mes de noviembre en el Palacio de los Serranos, en Ávila, organizado por la Universidad Católica de esa ciudad.

 

La Comisión abordó también los ofrecimientos de las nuevas formas de colaboración personal e institucional con la Comisión desde diversos países del mundo, principalmente en Hispanoamérica y en Italia.

 

Favores y un posible milagro por su intercesión

 

Por último se informó a los miembros de la Comisión de numerosos favores que se han recibido por intercesión de la Reina. Favores que se han incrementado significativamente en los últimos meses. Además de la situación canónica en la que se encuentran un milagro en estudio, procedente de los Estados Unidos.

 

Estuvieron presentes los siguientes miembros de la Comisión: el director de la Comisión, José Luis Rubio Willen; la Rectora de la Universidad Católica de Ávila (UCAVILA), María del Rosario Sanz Yubero; el rector emérito de la Universidad San Pablo CEU, Juan Carlos Domínguez Nafría; el ecónomo de la diócesis de Valladolid, José María Conde; el secretario general de la UCAVILA, Francisco Truñén Galve; el historiador, Carlos Miguel García Nieto, sacerdote de Toledo; y los profesores historiadores de la Universidad San Pablo CEU, María Saavedra Inaraja, Carlos Pérez Fernández-Turégano, Carlos Gregorio Hernández y José Francisco Serrano Oceja.

jueves, 6 de julio de 2023

EL CARDENAL MULLER EXPLICA

 


 cuáles son las opiniones heréticas que sostiene Mons. Víctor Manuel Fernández

 

(LSN/InfoCatólica) 5-7-23

 

La siguiente es una entrevista que el cardenal Gerhard Müller concedió a Michael Haynes para LifeSiteNews por correo electrónico, respondiendo a la reciente noticia de la nominación del arzobispo Víctor Fernández para convertirse en el nuevo prefecto de la Congregación (ahora Dicasterio) para la Doctrina de la Fe (CDF).

 

El Cardenal Müller se desempeñó como Prefecto de la CDF desde 2012 hasta 2017, momento en el que el Papa Francisco lo reemplazó por el Cardenal Luis Ladaria Ferrer, SJ

 

Eminencia, usted ha declarado anteriormente que algunas de las declaraciones del Arzobispo Fernández son «heréticas». ¿Qué peligro representa ahora como jefe de la CDF, especialmente dada su escritura y promoción de Amoris Laetitia como apertura de la Comunión a los divorciados y 'vueltos a casar'?

 

La decisión de quién será prefecto de la congregación principal (o dicasterio) que asiste directamente al Romano Pontífice en su magisterio universal corresponde únicamente al Santo Padre. Él también debe responder de ello en conciencia ante Cristo, Señor y Cabeza de su Iglesia. Esto no excluye la preocupación de muchos obispos, sacerdotes y fieles de todo el mundo. Tienen derecho a expresar libremente sus preocupaciones (Lumen gentium 37).

 

La opinión (ndr: de Mons. Víctor Manuel Fernández), que yo critiqué en su momento, de que cualquier diócesis podía convertirse en la sede del sucesor de Pedro, ya fue calificada directamente por los Padres del Vaticano I como una contradicción herética contraria a la fe revelada en el 2º canon de la Constitución «Pastor aeternus» (Denzinger- Hünermann, 3058). El concepto de que «el Romano Pontífice tiene potestad plena, suprema y universal sobre la Iglesia» (Lumen gentium 22), es decir, la plenitudo potestatis, no tiene nada que ver con el mando ilimitado de los potentados seculares que se remiten a un poder superior.

 

La Iglesia del Dios Trino tampoco necesita una nueva fundación o modernización, como si se hubiera convertido en una casa ruinosa y como si hombres débiles pudieran superar al Divino Maestro Constructor. Ella ya está históricamente establecida en Cristo de una vez para siempre y perfectamente concebida en su doctrina, constitución y liturgia en el plan de salvación de Dios.

 

En el Espíritu Santo, la Iglesia sirve continuamente a los hombres como sacramento de la salvación del mundo. Su enseñanza no es un programa a mejorar y actualizar por los hombres, sino el testimonio fiel y completo de la revelación escatológica de Dios en su Hijo encarnado «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).

 

La tarea del dicasterio, al servicio del magisterio pontificio, es mostrar cómo se fundamenta bíblicamente la doctrina de la fe, cómo se ha desarrollado en la historia del dogma y cómo su contenido es expresado de modo autorizado por el magisterio. La obediencia religiosa debida por todos los católicos al episcopado universal, y especialmente al Papa, se refiere sólo a las verdades sobrenaturales de la doctrina de la fe y de la moral (incluyendo las verdades naturales en ontología, epistemología y ética, que son los presupuestos de la cognoscibilidad de la Palabra de Dios en nuestras mentes humanas).

 

El Papa y los obispos no pueden exigir obediencia por sus opiniones privadas, y ciertamente no por enseñanzas y acciones que contradigan la revelación y la ley moral natural. Esto fue declarado ya en 1875 por los obispos alemanes contra la mala interpretación de las enseñanzas del Vaticano I por el canciller alemán Bismarck. El Papa Pío IX estuvo expresamente de acuerdo con esto (Denzinger-Hünermann, 3115; 3117).

 

El Papa y los obispos están vinculados a la Sagrada Escritura y a la Tradición Apostólica y de ninguna manera son fuentes de revelación adicional o de revelación que supuestamente deba ajustarse para estar de acuerdo con el estado actual de la ciencia.

 

«El Romano Pontífice y los Obispos, por razón de su oficio y la importancia del asunto, trabajan celosamente con los medios oportunos para investigar adecuadamente y para proponer de una manera apta esta Revelación; y no aceptan ninguna nueva revelación pública como perteneciente al divino depósito de la fe (divinum depositum fidei)». (Lumen Gentium 25).

 

El arzobispo Fernández también ha defendido que las relaciones sexuales entre parejas que cohabitan no siempre son pecaminosas. ¿Qué peligro supone para él mantener tal postura en la CDF?

 

Invocando la voluntad original del Creador, el propio Jesús calificó el divorcio y las «segundas nupcias» de adulterio en sus discusiones con los fariseos de corazón duro, que esgrimían como argumento la realidad de la vida de sus contemporáneos y la incapacidad de cumplir los mandamientos de Dios (Mt 19,9).

 

Todo pecado grave nos excluye del reino de Dios mientras no nos arrepintamos de él y y pidamos perdón (1 Co 6,10). La misericordia de Dios consiste en reconciliar consigo al pecador arrepentido por medio de Jesucristo. De ninguna manera podemos justificarnos con referencia a nuestra fragilidad, para persistir en el pecado, es decir, en fatal contradicción con la voluntad santa y santificadora de Dios.

 

Otra cosa bien distinta es el trato pastoralmente sensible a las muchas personas cuyos matrimonios y familias se han visto dañados o rotos por culpa propia o ajena. Sin embargo, la Iglesia no tiene autoridad para relativizar las verdades reveladas sobre la unidad del matrimonio (monogamia), su indisolubilidad y su fecundidad (aceptación de los hijos como don de Dios). Una buena pastoral se basa en una buena dogmática, porque sólo un buen árbol con raíces sanas produce también buenos frutos.

 

Monseñor Fernández ha declarado que «en muchos temas soy mucho más progresista que el Papa». Como ex prefecto de la CDF, ¿qué consejo le daría al arzobispo Fernández para que pueda proteger con seguridad las doctrinas de la fe?

 

En América Latina, la Iglesia ha perdido la mitad de sus fieles. En la Alemania sinodal, más de 500.000 católicos han renunciado públicamente a su comunión con la Iglesia sólo en 2022. En todas partes, los seminarios están vacíos, los monasterios están cerrando, y el proceso de descristianización de las Américas y Europa es impulsado de manera sofisticada y violenta por las «élites» anticlericales.

 

Sólo un necio puede hablar de una primavera en la Iglesia y de un nuevo Pentecostés. Las alabanzas de los grandes medios de comunicación a los reformadores progresistas no se han reflejado todavía en un giro de la gente hacia la fe en Jesucristo. Porque sólo en el Hijo del Dios vivo pueden depositar su esperanza de vivir y morir.

 

Pensar aquí todavía en las viejas categorías teórico-culturales de «progresistas/liberales y conservadores», o clasificar a los creyentes en la escala política de «derecha a izquierda», es ya criminalmente ingenuo.

 

Lo que importa no es dónde nos situamos en el espectro ideológico, sino si «rendimos al Dios revelado en Cristo la 'obediencia de la fe' y asentimos voluntariamente a su revelación». No nos orientamos hacia los hombres y sus ideologías, sino hacia el Hijo de Dios, el único que puede decir de sí mismo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». (Juan 14:6).

 

Que mi consejo sea deseado por los destinatarios es dudoso. En cuanto a la doctrina de la Iglesia sobre la fe verdadera y salvífica, y lo que el prefecto y su dicasterio están obligados a hacer a la luz del magisterio universal del Romano Pontífice, preferimos dejar que digan los Padres del Vaticano II:

 

«Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que proviene y ayuda, a los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da «a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad». Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones». (Dei verbum 5).

martes, 4 de julio de 2023

"TUCHO" EN EL ANTIGUO SANTO OFICIO

 

 para dejar pasar la “línea Paglia”

 

Luisella Scrosati

 

Brújula cotidiana, 04_07_2023

 

Desde hace tiempo se sabe de la relación muy privilegiada entre "Tucho" y Bergoglio: su nombramiento como Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, en 2009, fue obra del entonces Cardenal Arzobispo de Buenos Aires quien, al parecer, tuvo que viajar a Roma para desbloquearlo, ya que la Congregación para la Educación Católica se le había opuesto por la cuestionable ortodoxia del candidato. Luego, apenas ascendió al trono de Pedro, el papa Francisco lo nombró arzobispo y, en 2018, lo colocó al frente de la diócesis de La Plata.

 

Es curioso que en el comunicado de nombramiento no figure la fecha precisa del inicio del encargo, sino la simple afirmación de que “tomará posesión de los cargos a mediados de septiembre de 2023”. Día más, día menos, como si se hubiera decidido a toda prisa. Un “como si” que se convierte en “muy probable” si se leen algunos pasajes de la carta del propio Fernández, publicada en su página de Facebook en respuesta al nombramiento, en la que revela que el Papa Francisco ya le había pedido aceptar el encargo. “Sin embargo, cuando estaba en el hospital, me volvió a preguntar lo mismo. Pueden imaginar que era imposible decir que no”.

 

En la práctica, hace menos de un mes, el Papa habría decidido uno de los nombramientos más importantes desde el hospital, durante su convalecencia, con una llamada telefónica. Al modo Bergoglio: sacando uno de los números de su agenda, informando (quizás) sólo a sus amigos más cercanos – quién sabe si entre ellos todavía estaba su amigo de Pescara, el que había llamado en su anterior hospitalización en el Gemelli -, y dando entonces orden de despejar el escritorio del Cardenal Ladaria, dado que “Tucho” estaba por llegar. Un momento perfecto para evitar la molestia de encontrar algún cardenal furioso en el camino, como cuando corrió el rumor del posible nombramiento de Mons. Heiner Wilmer, obispo de Hildesheim, como sucesor de Ladaria.

 

La venganza de Bergoglio llegó desde el hospital, lugar ideal para quien quiere la Iglesia como hospital de campaña, un proyecto que con este nombramiento quedará plenamente cumplido, con muertos y heridos por todos lados. Porque Fernández, en fondo, ya lo conocemos: es como Francisco. Y Francisco es Fernández, hasta que la muerte los separe; o que los separe uno de esos claros de luna con los que el pontífice ya ha tirado por la ventana, en repetidas ocasiones, a esos “amigos” que había dejado entrar por la puerta.

 

Hoy en día están en simbiosis, no solo porque ambos son argentinos. De hecho, se sabe que detrás de la redacción de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium estuvo la mano de Fernández, quien incluso nos dejó su firma en la cita del § 263 (nota 207), como si fuera un Padre de la Iglesia. ¿Y qué hubo de brillante en el discurso de apertura del I Congreso Nacional de Doctrina social de la Iglesia, de 2011, para nombrarlo en un documento pontificio? Nada. Una simple exhortación a no considerar nuestros tiempos más difíciles que otros. Pero era la cita de “Tucho”.

 

Se sabe que Amoris Laetita (AL) también fue en gran parte fruto del trabajo del exrector, con cientos de sus escritos recogidos en el texto de la exhortación postsinodal, como señaló Sandro Magister en 2016. El arzobispo argentino también fue uno de los principales autores de la carta confidencial que los obispos de la región pastoral de Buenos Aires enviaron al Papa Francisco el 5 de septiembre de 2016, con las directrices para la interpretación y aplicación de AL. En esta carta se sostenía que, en algunos casos concretos, AL abre la puerta a la posibilidad de recibir válidamente la absolución y de comunicar a los fieles que siguen viviendo more uxorio. A esta carta, el Papa respondió el mismo día, confirmando esa interpretación. Cuatro cardenales hicieron preguntas sobre la controvertida exhortación, pero ninguno de ellos era digno de una respuesta. Al “Tucho” en cambio la respuesta le llegó en tiempo récord.

 

Una de nuestras fuentes, que conoce el catolicismo argentino y los escritos de Fernández, tiene más que sospechas de que incluso la carta de nombramiento del Papa es obra suya: “es su forma de escribir: corta, precisa, con órdenes prácticas, tratando de causar una buena impresión a todos, notas inútiles y repetitivas. Sus objetivos se encuentran en esa carta... ‘En nombre de un Dios al que no se le pueden poner límites’ –expresión que le gusta repetir– dañará la fe católica revelada”.

 

Incluso la polémica referencia, cuya razón de ser es sólo el desconocimiento de la historia y de la fe, a los “métodos inmorales” que el Santo Oficio y la Congregación para la Doctrina de la Fe habrían utilizado “en otros tiempos (...) en el que, más que promover el conocimiento teológico, se perseguían los errores doctrinales”, es un tema no ajeno a las manifestaciones de Fernández. Basta pensar en la homilía del pasado 5 de marzo (de ella hablamos aquí), en la que el arzobispo de La Plata señalaba con el dedo a la Iglesia, que “durante muchos siglos (…) sin darse cuenta ha tejido toda una filosofía y una moral llena de clasificaciones, para clasificar a las personas, de poner etiquetas: esto es así, éste puede comulgar y éste otro no, éste puede ser perdonado y éste otro no”. Es una singular coincidencia que en la carta de nombramiento se haga referencia explícita a no ser “enemigos que señalan y condenan”.

 

Esta homilía revela otra superposición importante entre los dos argentinos: la condena de quienes se atreven, de acuerdo con el Derecho Canónico, a negar la Comunión a ciertas categorías de fieles y la fijación en querer llevar adelante la idea heterodoxa de que el sacerdote debe absolver siempre, sin exigir las tres condiciones esenciales para la validez del sacramento: contrición, confesión y satisfacción. Y fue también herética la delirante tesis de "Tucho" de que el Papa puede residir en las Maldivas y montar dicasterios por todo el mundo (aquí la dura condena del cardenal Müller).

 

Está claro que la persona de Fernández y la misión específica que le encomienda la carta de nombramiento están hechas a la medida de la Asamblea Plenaria del Sínodo que comenzará en otoño: cualquiera que se atreva a objetar las “aperturas” que se están ventilando, será inmediatamente acusado de ser uno de los que había utilizado los “métodos inmorales” y podrá saborear los métodos dialogantes y suaves del dúo argentino. Un nombramiento estratégico, pero también una señal de que el Papa advierte evidentemente que la arena de la clepsidra de sus propias fuerzas está abandonando el cono superior.

 

Pero Fernández también es la persona adecuada para dejar pasar, finalmente sin problemas, la línea que Mons. Paglia adoptó para la Academia Pontificia para la Vida y el Instituto Juan Pablo II. Es un fanático del discernimiento supra todos, del caso por caso, de la inexistencia de actos intrínsecamente desordenados. En definitiva, no solo es el clon de Francisco, sino también el de Paglia. Pero algo exquisitamente original podría traer el “Tucho”: un curso obligatorio en el Instituto JPII sobre el arte de besar, o incluso una propuesta de modificación al cardenal Roche sobre el signo litúrgico de la paz, que podría transformarse en un hermoso beso estilo ruso. Así podría ampliarse el libro más conocido de “Tucho”, que lamentablemente la Oficina de Prensa del Vaticano olvidó dar a conocer en las numerosísimas publicaciones de este nuevo genio de la teología.

lunes, 3 de julio de 2023

CON FERNÁNDEZ NACE

 


 el Dicasterio contra la Doctrina de la Fe

 

Stefano Fontana

 

Brújula cotidiana, 03_07_2023

 

 

El Papa Francisco ha nombrado prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe al arzobispo Víctor Manuel Fernández, su fiel compañero de toda la vida y a quien ha promovido paulatinamente en Argentina a cargos significativos, como el rectorado de la Universidad Católica y el ordinariato en La Plata en un apresurado reemplazo de monseñor Héctor Aguer, culpable de discrepar con el papa en Amoris laetitia.  

 

Como Fernández es un calco de Francisco (algunos sospechan incluso lo contrario), además de figurar entre los autores materiales de sus encíclicas y exhortaciones, y como hace tiempo que se proyecta en la línea vanguardista de la reforma de la Iglesia, Fernández era el “innombrable” para quienes hoy están preocupados por el proceso en marcha que lidera Santa Marta, especialmente en vísperas del Sínodo sobre la sinodalidad.  

 

Éste podrá ahora desarrollarse en la línea de acoger los temas candentes –bendición de parejas homo, diaconado femenino, superación del celibato sacerdotal- sin más controles de Roma, es más, con su cobertura y connivencia. Por eso, el nombramiento ha sorprendido a muchos que ven en él un acto de arrogancia, un desprecio a los muchos que en la Iglesia están justamente preocupados por el actual avance descontrolado, una aceleración sin precedentes y sin freno en el intento de llegar a la cuenta final. Un nombramiento destinado a acentuar el conflicto en la Iglesia, forzando al otro bando a una resistencia más dura. 

 

Si el nombre de la persona nombrada es muy preocupante, más aún lo es la carta -también  sorprendente- que el Papa le ha dirigido, escrita en el mismo estilo que la carta de respuesta del nuevo prefecto: el lenguaje utilizado es perfectamente el mismo, hasta el punto de que algunos malintencionados han especulado con la posibilidad de que Fernández haya sido ghost writer también en esta ocasión, escribiendo él mismo ambas cartas.  

 

Se trata de una carta con contenidos perturbadores respecto a lo que hasta ahora se ha considerado la finalidad específica del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y, de hecho, lo que se ha considerado la Doctrina de la Fe. Hasta el punto de que, tras su lectura, cabe preguntarse con aprensión qué será de este Dicasterio central de la Curia Romana, teniendo en cuenta que si cambia esta Congregación, cambia toda la Iglesia.  

 

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe no es un centro cultural, no anima la investigación teológica, no provoca el debate y no inicia procesos de confrontación. Más bien hay que decir lo contrario. La Congregación dice la última palabra y cierra en ese punto la investigación, el debate y el proceso. En la instrucción Donum veritatis sobre la función eclesial del teólogo de la misma Congregación dirigida entonces por Ratzinger, se explica bien (n. 14) cómo el magisterio tiene un carácter “definitivo” para proteger “al pueblo de Dios de desviaciones y desconciertos, y garantizarle la posibilidad objetiva de profesar sin error la fe auténtica”.  

 

El Dicasterio está al servicio de esta necesidad de lo definitivo. Interviene (¿o más bien intervenía…?) para esclarecer la verdad cuando surgen dudas peligrosas o incluso cuando se niega, lo hace de manera afirmativa pero, indirectamente, también de manera negativa condenando el error. En su carta a Fernández, en cambio, Francisco dice que se debe alentar el “carisma de los teólogos y su empeño en la investigación teológica” siempre que “no se conformen con una teología de escritorio”, una “lógica fría y dura que pretende dominarlo todo”.   

 

Aquí se desmonta el significado del término “doctrina” y, por tanto, cambia la tarea de la Congregación. Con una imagen tan confusa como la “teología de escritorio” y con el forzamiento instrumental de la “lógica fría y dura” se echa por tierra la visión correcta y tradicional de la doctrina, entendida ahora como investigación en un contexto procedimental. El nuevo prefecto, por tanto, tendrá que velar no por la no siempre equilibrada creatividad de los teólogos para reconducirlos a su genuina vocación eclesial, sino por las evaluaciones de la Congregación, que ya no tendrán que ser doctrinales (“frías y duras” en lenguaje bergogliano), sino posibilistas y abiertas.  

 

Es fácil imaginar lo que esto significa para los temas candentes que están hoy sobre la mesa y que se volverán muy candentes con el Sínodo.  

 

Esta labor de animación, según la carta de Francisco, tendrá que hacerse en un clima de pluralismo tanto filosófico como teológico. “La Iglesia ‘necesita crecer en su interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad’ sin que esto implique imponer un único modo de expresarla. Porque ‘las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia”. Atrás quedan los conceptos de Revelación, Depósito de la Fe y Doctrina. También se ha roto la relación entre razón y fe, que hace imposible que la fe revelada coexista con todas las filosofías y todas las teologías, que el amor no puede armonizar sino pasando por su verdad y no contra ella. El amor respeta el principio de no contradicción.  

 

La carta también contiene un golpe bajo contra la conducta del Dicasterio durante pontificados anteriores: “El Dicasterio que presidirás en otras épocas llegó a utilizar métodos inmorales. Fueron tiempos donde más que promover el saber teológico se perseguían posibles errores doctrinales. Lo que espero de vos es sin duda algo muy diferente”. La astucia de la frase “en otras épocas” no oculta que la crítica se dirige al pasado reciente y especialmente a la larga era de Ratzinger al frente de la Doctrina de la Fe. 

 

Incluso dejando de lado a la persona nombrada, esta carta es suficiente para causar una gran preocupación sobre el futuro de este Dicasterio. Probablemente será un Dicasterio para la Doctrina de la Fe con poco interés en la Doctrina, o incluso opuesto a ella. Entenderá su papel como promotor del diálogo teológico, pero sin ejercer ninguna forma de control y garantía doctrinal. Se concebirá a sí mismo como el motor de un proceso y no como el Dicasterio que garantiza la meta del camino. Será pluralista y acogerá todas las filosofías y teologías. Será todo esto y quizás más. Que no se piense, sin embargo, que dejará de ser dogmático o que no será inflexible. Lo será, pero de un dogmatismo sin verdad y centrado en la praxis. Quienes no se ajusten a las nuevas prácticas serán condenados y perseguidos. E incluso la mera “resistencia” se convertirá en una acusación.