¡QUÉ PARADOJA!
Héctor Aguer*
Brújula
cotidiana, 31_07_2023
¡Qué paradoja! Un
país como la Argentina, sin moneda, con lenguaje inclusivo impuesto por la
ignorancia gramatical de los políticos, y con Fuerzas Desarmadas -es decir,
casi un NO país, según la caracterización de país ofrecida por el Gral. De
Gaulle-, ha colonizado a la Roma papal. El Sumo Pontífice es argentino, y ahora
también lo será el Prefecto del más importante Dicasterio, el de la Doctrina de
la Fe.
La carta del
Sucesor de Pedro a su elegido para el cargo, pretende implícitamente rehacer la
historia del ex Santo Oficio. Fernández, el destinatario, aseveró en
declaraciones que "ese nombre, o el de Inquisición -como también se
llamaba- da un poco de miedo, porque era un lugar de persecución de herejes; el
Papa Francisco dice que a veces se han usado métodos inmorales, como una suerte
de inteligencia y de control y aún en algún momento de torturas".
Lo primero que se
me ocurre es que esa lejanísima alusión olvida siglos de historia eclesial. Muy
bien podría detenerse, por lo menos en parte, en comentar el todavía presente
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, protagonizado por el Cardenal
Joseph Ratzinger -luego Benedicto XVI- durante dos décadas del pontificado de
Juan Pablo II. Ratzinger es el autor de una obra teológica monumental, en curso
de publicación completa, no de unos libritos de espiritualidad. Esta obra aúna
el saber teológico, la penetración filosófica, la ascética y la mística y una
amplísima cultura. Esta referencia a la obra personal de Ratzinger viene a
propósito, pues en ella se encuentran los criterios de su desempeño como
Prefecto. El oficio incluye el examen de las ideas difundidas, y la necesidad
de ponderar lo que se difunde en la Iglesia a la luz de su Tradición
autoritativa.
Mons. Fernández
-que era hasta ahora arzobispo de La Plata- continúa transmitiendo lo que
Francisco le dijo, que "es muy claro. Vos tenés que cuidar la enseñanza
de la Iglesia pero no controlando o persiguiendo, sino haciéndola crecer,
profundizando las reflexiones, tratando de ir a la profundidad del tema. Eso
nos hace crecer a todos. Si hay un problema o acusan a alguien de haber dicho
algo fuera de lugar, se charla y se conversa". Indica también el nuevo
Prefecto sobre la insistencia del Papa para que aceptara el cargo lo cual
"muestra la enorme delicadeza de él, y el respeto que tiene por la
conciencias de las personas". Según estas referencias, ponderan la
"novedad muy grande", la cual se reflejaría asimismo en el próximo
sínodo, en el que "van a salir una multitud de temas porque está planteado
con una apertura nunca vista; es un espacio único donde el Papa se sienta, no a
bajar línea, sino a escuchar a la diversidad de opiniones y de procurar llegar
a algunos consensos".
Continúa:
"Hay una misión, y es que tengo que procurar que las cosas que se digan
tengan coherencia con lo que nos ha enseñado Francisco. Nos dio una mirada, una
comprensión más amplia, y no se puede responder hoy lo mismo que se respondía
hace 40 años". Traduzco: hay libertad absoluta para todas las
invenciones y macaneos; sólo hay que cuidarse de los "indietristas"
que siguen pertinazmente la Tradición eclesial. A un buen entendedor, lo dicho
explica el sentido de la ideología pontificia, según la cual la monarquía papal
persigue y liquida a quienes no se ponen al día del relativismo doctrinal que
profesa el oficialismo latinoamericano - argentino, deberíamos decir.
La posición que he
reseñado basándome en declaraciones auténticas, que han sido recogidas por los
periódicos, es absolutamente contraria a la hondura histórica del cuidado
eclesial de la Fe, desde tiempos de los Apóstoles. Aún en épocas en que el
poder pontificio era ejercido por hombres cretinos, mujeriegos, mundanos, o
víctimas de las intromisiones imperiales, siempre cuidó que no se mancillara la
Verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia.
Repasemos la
enseñanza apostólica registrada en el Nuevo Testamento. Me limito a una sola
cita: "Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a
los vivos y a los muertos, y en nombre de su Manifestación y de su Reino:
proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende,
exhorta, con paciencia incansables y con afán de enseñar. Porque llegará el
tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario,
llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les
halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas
(el texto griego dice mitos). Tú, en cambio, vigila atentamente..." Así
escribió el Apóstol Pablo a su discípulo Timoteo (2 Tm 4, 1-5).
Los Padres de la
Iglesia asimismo lucharon contra los errores; en los seis primeros siglos se
multiplicaron los catálogos de herejías, reprobándolas. Recordemos, por
ejemplo, el Adversus haereses, de San Ireneo de Lyon, el De haeresibus, de San
Agustín, y otras obras homónimas de distintos autores. Los concilios incluían
en sus decisiones la condenación de personajes que difundían errores. Es una
actitud constante. No solo corresponde profundizar, iluminar, y difundir la
Verdad; se la debe vindicar cuando es menoscabada, como se ha hecho siempre,
para lo cual es preciso vigilar. En la cita de 2 Tm 4, 5 se dice, en griego: sy
de nēphe en pasin; es una ocupación laboriosa y totalizante.
Como complemento
hago referencia a un caso no católico. El filósofo de la existencia Soeren
Kierkegaard, luterano en busca continua del Cristianismo auténtico, en su
Diario, que ocupa 19 volúmenes de su obra, la emprende contra el mundo moderno
y sus errores, que implican la abolición del Cristianismo.
Argentinos en
Roma. En un reciente comentario sobre la situación de nuestro país, Francisco
ha dicho que "el problema somos los argentinos". ¡Sí, pero hemos
colonizado la Roma papal! Una última noticia: el Sumo Pontífice ha convocado a
un joven sacerdote argentino para que lo ayude como secretario personal.
*Arzobispo emérito
de La Plata