jueves, 25 de noviembre de 2021

CÓMO EN LA IGLESIA

 

se mistifica el tema del aborto

 

Ricardo Caciolo


Brújula cotidiana, 24-11-2021

 

Desde hace un tiempo no hay diario, periódico o programa periodístico en televisión que no dedique un artículo a los llamados católicos “no vax”, con obvia descripción de personajes bizarros, obispos y sacerdotes reducidos a caricaturas, en los límites si no fuera de la Iglesia. Obviamente todo está ligado a los enemigos imaginarios del papa Francisco. No falta además la habitual figura eclesiástica autorizada que explica cómo la Iglesia ya se ha pronunciado sobre estas vacunas anti covid, afirmando claramente que se pueden, o más bien se deben, utilizar sin ningún problema moral o sanitario. La referencia es a la famosa Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) sobre la moralidad del uso de ciertas vacunas anti-Covid 19, publicada el 21 de diciembre de 2020, refrendada por el papa Francisco.

 

Ahora bien, al margen de esta definición de No Vax que -como hemos dicho muchas veces- es un odioso intento de descalificar inmediatamente a todo aquel que cuestione el uso de estas vacunas, hay que preguntarse si los que tanto hablan de esta Nota, atribuyéndole un nihil obstat [una autorización plena y definitiva] a las vacunas que utilizan líneas celulares de fetos abortados, la han leído y entendido realmente alguna vez.

 

En efecto, se trata de un documento breve, cuya redacción se puede objetar, pero que no dice en absoluto que estas vacunas no presentan ningún problema. Mientras tanto, la Congregación limita el alcance de su intervención, que es sólo lo moral vinculado a la utilización de líneas celulares “procedentes de fetos abortados”. Por otro lado, “no se pretende juzgar la seguridad y eficacia de estas vacunas, aunque sea éticamente relevante y necesario, cuya evaluación es responsabilidad de los investigadores biomédicos y de las agencias de medicamentos”. En otras palabras, también es importante hacer un juicio moral sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas: en el momento en que se publicó la Nota, la vacunación acababa de empezar y era seguro que la pandemia terminaría con las dos dosis previstas, cuya eficacia se vendía como cercana al 100%. Un año después sabemos que no es así, que la eficacia es limitada en el tiempo y que las reacciones adversas graves también son un problema, por mucho que el régimen informativo intente ocultar los datos. Por tanto, es precisamente la Nota la que nos exigiría una seria reflexión ética, precisamente sobre la seguridad y la eficacia de estas vacunas.

 

Pero volvamos al tema propio de la declaración de la Congregación. En primer lugar, la Congregación se remite a documentos anteriores sobre este tema, en particular al “pronunciamiento de la Academia Pontificia para la Vida, titulado Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas con células extraídas de fetos humanos abortados (5 de junio de 2005)”. En resumen, la legitimidad moral de estas vacunas se basa en dos condiciones: el estado de necesidad y la falta de alternativas “éticamente irreprochables”. Respecto a la primera condición, cabe señalar que si bien el uso de estas vacunas por parte del paciente constituye una cooperación material pasiva remota, el “deber moral de evitar” estas vacunas sigue siendo válido, a menos que haya “un peligro grave, como la propagación -por otro lado incontenible- de un agente patógeno grave”. Y aquí volvemos a la necesidad de una verificación de esta condición a la luz de lo ocurrido en este año de vacunaciones.

 

Pero admitamos también -sin concederlo- que se cumplen las dos condiciones para el uso lícito de estas vacunas (después de todo, hemos abordado estas cuestiones varias veces en los últimos meses). Aquí nos interesa poner en evidencia otros dos aspectos que se desprenden de la Nota.

 

El primero es la afirmación de que “la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, debe ser voluntaria”. Si no es una obligación moral, menos aún puede ser una obligación legal. Y sin embargo, muchos de los que pontifican en estos días, erigiéndose en representantes exclusivos de la Iglesia, impulsan incluso la obligación legal; y ya son muchos los casos de obispos que obligan a los sacerdotes y seminaristas a vacunarse. ¿Dónde está entonces la ideología? ¿Entre los que se plantean problemas morales, además de seguridad y eficacia, o entre los que doblegan los documentos de la Iglesia a su propio uso y consumo para hacerlos superponibles a las indicaciones del gobierno?

 

No sólo eso, la nota de la FCD reconoce indirectamente la posibilidad de la objeción de conciencia al recomendar a quienes rechazan la vacuna por este motivo, que se esfuercen por evitar “cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones clínicas o de otro tipo, y que son los más vulnerables”. Obsérvese aquí cómo la CDF asume la promesa de que la vacuna es totalmente eficaz, hasta el punto de considerar que no existe ningún riesgo de infección para los vacunados.

 

Segundo aspecto: la necesidad de detener el uso de estas líneas celulares. La CDF se preocupa en primer lugar por aclarar que “el uso lícito de estas vacunas no implica ni debe implicar en modo alguno la aprobación moral del uso de líneas celulares procedentes de fetos abortados”. A continuación, pide “tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni a los trabajadores sanitarios ni a los propios vacunados”. En la práctica, la CDF pide que se presione a las empresas farmacéuticas y a los gobiernos para que prohíban el uso de las líneas celulares en cuestión. El ejemplo de los activistas por los derechos de los animales demuestra que incluso una minoría bien organizada y motivada puede conseguir resultados importantes en este frente (véanse las campañas para abolir las pruebas de medicamentos en animales).

 

Pero en este punto el silencio es absoluto, el tema parece tabú. Se apremia continuamente a la vacunación, se hace todo lo posible -incluso en la Iglesia, tal vez más en la Iglesia- para dificultar la vida de los no vacunados, pero no se gasta ni una sola palabra para evitar que las vacunas, los medicamentos y la investigación científica se alimenten con el uso de fetos abortados. Incluso tenemos a quienes se les ocurre dar lecciones de defensa de la vida a los provida que no se vacunan, y luego callan sobre este aspecto que la CDF considera fundamental, una condición más para el uso de vacunas moralmente problemáticas.

La Conferencia Episcopal Italiana (CEI) tuvo una importante oportunidad para lanzar un llamamiento en este sentido y obligar incluso a nuestros gobernantes a tomar posición: el mensaje para la Jornada de la Vida, que se publicó en días pasados, con el título “Custodire ogni vita” (Custodiar cada vida). En cambio, si bien una gran parte del mensaje se dedicó a la pandemia, la CEI prefirió hacer hablar de sí misma por el pasaje en el que condena a quienes deciden no vacunarse; pero no se hizo ni una mención a las vidas utilizadas para la investigación científica y, en particular, en el ámbito farmacéutico. Tal vez, obnubilados por esta locura vacunal, ni siquiera han pensado en ello; o han calculado que era más conveniente no molestar al manipulador, tal vez pensando en el 8x1000. Tarde o temprano entenderán que se recoge lo que se siembra.

viernes, 19 de noviembre de 2021

PADRE MARIO PANTALEO

 


 camino a los altares


AICA, 19-11-21

 

Con un acto encabezado por el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, el 23 de noviembre a las 11 se dará inicio en la arquidiócesis de Buenos Aires, a la primera fase del proceso que busca elevar a los altares al padre Mario Pantaleo.

 

A 29 años de su muerte, e impulsado por su gran fama de santidad, con numerosos testimonios de curación de enfermedades atribuidas a su intercesión y una gran cantidad de fieles que cada año visitan el mausoleo donde descansan sus restos, la Iglesia respondió a la demanda del pueblo de Dios e inicia formalmente el camino a la santidad del padre Mario.

 

Giuseppe (o José) Mario Pantaleo era de origen italiano, y aunque su figura se asocia a la localidad de González Catán, en la diócesis de Gregorio de Laferrere, donde fundó una gran obra a favor de los más desprotegidos –que hoy sigue en pie y dando frutos-, la jurisdicción competente para iniciar la causa es la arquidiócesis de Buenos Aires, debido a que su muerte ocurrió en el sanatorio La Trinidad, de la capital.

 

El postulador de la causa de canonización, fray Ricardo Daniel Medina OAR, comentó a AICA los detalles de este primer paso en la causa de canonización, para el que se requirieron tres años de investigación, con el fin de "determinar que el padre tenía fama de santidad y había ejercido de modo heroico las virtudes”.

 

“Durante este tiempo se recogieron muchos documentos de su vida y obra, como también muchos testimonios acerca de las gracias recibidas. Particularmente se recibieron declaraciones de personas mayores que conocieron al sacerdote, para que estos testimonios no se pierdan”.

 

El religioso aclaró que si bien “hay testimonios de intercesiones que habrían ocurrido después de su muerte, no podemos hablar propiamente de milagros porque ello corresponderá juzgarlo al tribunal de la causa”.

 

Con la apertura de la fase diocesana, detalló fray Medina, “el padre será Siervo de Dios y se continuarán tomando testimonios y declaraciones”, al tiempo que la comisión histórica deberá seguir trabajando para estudiar la vida del padre Mario.

 

Las causas de canonización suelen responder al 'pulso del pueblo', y para muchos fieles, el padre Mario ya es considerado un santo. De hecho, explicó el sacerdote, “es mucha la gente que comparte esta buena noticia, porque el pedido del comienzo de la causa es algo que surgió desde el mismo pueblo de Dios”.

 

Se piensa que el padre Mario obró muchos milagros de curación de enfermedades, pero además de su popularidad como cura sanador, característica que incluso llevó su historia a la pantalla con la película “Las Manos”, otras virtudes elevaron su figura en vida y lo dirigen hoy hacia un reconocimiento por parte de la Iglesia universal.

 

“Además de su popularidad como sacerdote sanador, el padre fue un sacerdote entregado no sólo a los enfermos sino también a los pobres, tenía gran amor por los niños y jóvenes, como lo demuestra la obra que dejó y continúa llevando la Fundación Padre Mario Pantaleo. El padre Mario es un ejemplo de sacerdote, todo lo hizo por amor a Cristo desde su ministerio. Predicaba de un modo sencillo que llegaba mucho a la gente. Su vida fue un ejemplo de entrega. Cada día, desde muy temprano, hacia las 4 de la mañana, luego de celebrar la misa y rezar, atendía durante horas a los enfermos”.

 

Mario soñó y llevó a cabo una gran obra, que comenzó en González Catán y continúa hasta hoy, creciendo y dando frutos entre los más necesitados, no sólo en aspectos materiales sino también en áreas como educación, salud, y en la dimensión espiritual de las personas. “Hoy mismo se puede visitar la obra que el realizó en González Catán para los más necesitados, y podemos imaginar que ese lugar en el tiempo del padre Mario tenía muchas más necesidades. Actualmente, la gente sigue visitando su sepulcro y se acerca al lugar con devoción”.

 

En la Argentina del 2021, herida profundamente por la desigualdad y las divisiones, el presbítero Medina considera que el padre Mario “nos deja un ejemplo de unidad y hermandad: él atendía a todos sin ningún tipo de distinción, muchos no católicos se acercaban para ser recibidos por el sacerdote. El llevó consuelo a todos. La fama de santidad del padre Mario perdura en el tiempo”.

 

“Como postulador, me siento muy contento y agradecido a la Iglesia, particularmente al cardenal Poli, que atendiendo al pedido de la gente y después de recibir los informes correspondientes, decidió dar inicio a la causa”, manifestó, y finalmente animó a que “el pueblo de Dios, privadamente, pueda continuar pidiendo gracias y la intercesión del padre Mario, y por supuesto rezar para pedir a Dios su canonización”.+

lunes, 8 de noviembre de 2021

PADRE PAUL HAFFNER

 

 


 Es peligroso que la Iglesia adopte la visión secular del Cambio Climático


Por Carlos Esteban


InfoVaticana, 03 noviembre, 2021

 

Si la Iglesia tiene una visión sobre el cuidado de la Creación -y naturalmente que la tiene-, esta no puede una mera aceptación sin objeciones de la ideología ecologista secular, advierte el padre Paul Haffner, autor de ‘Hacia una teología del medio ambiente’, en entrevista con el veterano vaticanista Edward Pentin en el National Catholic Register.

 

Si uno lee las muchas alocuciones y mensajes recientes del Papa sobre el medio ambiente, especialmente ahora que se celebra la cumbre internacional del clima COP26 en Glasgow, podrá advertir inmediatamente dos cosas: primero, que Su Santidad transmite urgencia y alarma sobre este asunto, animando a tomar medidas audaces e inmediatas y, segundo, que su visión sobre el medio ambiente coincide hasta la última coma con la que plantean la ONU y las principales organizaciones ecologistas.

 

Pero “para la Iglesia es un poco peligroso aceptar una visión concreta del cambio climático, expuesta por la ONU y diversos gobiernos de todo el mundo”, sostiene el padre Paul Haffner, quien acaba de publicar un libro sobre la teología católica con respecto al medio ambiente, Towards a Theology of the Environment (Gracewing). “Como en el asunto Galileo, si te comprometes con una posición, luego la ciencia cambia y te deja con el pie cambiado. Así que hay que navegar con mucha, mucha atención por aguas tan turbulentas”.

 

Haffner recuerda que para que exista una verdadera ‘teología ecológica’ cristiana, primero tiene que partir de la teología cristiana sobre la Creación y no copiar las ideología fundantes de la ecología secular; no puede atribuir al universo material atribuciones divinas ni tampoco debe olvidar que “se nos dará una nueva creación, porque esta es pasajera y temporal”.

 

La visión ‘canonica’ del cambio climático se funda sobre un frágil y cuestionado consenso, señala Haffner, mientras que la visión católica sobre la Creación y su cuidado debe basarse en la Revelación. La Iglesia debe ofrecer la visión cristiana a partir de esa revelación, de sus propias fuentes, y luego dejar que el mundo desarrolle sus ramificaciones científicas, políticas y económicas.

 

“La Iglesia no tiene respuestas específicas para todas las preguntas, y tampoco debería tenerlas en este asunto”, subraya Haffner. “Se me antoja una locura especificar demasiado en los detalles o afirmar que debemos aceptar el dogma del cambio climático. Puede ser cierto, pero no al nivel de una declaración dogmática”, aclara.

 

Y, sí, en la mente de muchos católicos el cambio climático ha alcanzado el carácter de dogma, advierte Haffner, porque al no poder ser ‘falsado’, siguiendo a Popper, no puede tener carácter propiamente científico. “La ciencia está siempre evolucionando, y la ciencia climática no es una ciencia exacta sino muy aproximadamente porque sus mediciones son bastante difíciles de determinar”, sostiene el sacerdote.

 

De hecho, Haffner teme que la ecología se haya convertido ya en una religión, “básicamente un cosmocentrismo en el que se coloca el cosmos en el centro y que considera al hombre una molestia que hay que marginar. Por lo tanto, el aborto, la eutanasia y la despoblación son parte de esta agenda perversa, que evidentemente quiere poner a las personas en segundo o tercer lugar, exaltando a los animales y poniéndolos al mismo nivel que los seres humanos. La doctrina bíblica tradicional es que los hombres y las mujeres son la cima de la creación. En la creación existe una jerarquía, algo que se olvida porque lo que se promueve está basado en el ecologismo, una ideología socialista o comunista que pretende igualarlo todo”.

viernes, 5 de noviembre de 2021

HADJADJ

 


 un premio que recuerda la misión del cristianismo


Andrea Mariotto


Brújula cotidiana, 04-11-2021

 

Fabrice Hadjadj ha recibido el Premio Internacional de Cultura Católica. En la conferencia que pronunció para la ocasión, el filósofo francés explicó que la Revelación cristiana “no está al mismo nivel que las culturas” ya que “es lo que permite a cada cultura crecer”. Pero hoy asistimos a un nuevo paradigma deletéreo, tecnocrático, y el cristianismo tiene una nueva “misión de salvación”.

 

“Al hacerme cristiano, me he convertido en un contemporáneo de Moisés, Pablo, Agustín, Tomás de Aquino, Dante, Manzoni, pero también de Sófocles, Aristóteles, Virgilio, que preparan el camino al Evangelio. Sé que, en el fondo, las preguntas que se hacen Shakespeare o Goldoni siguen siendo válidas para mí”. Incluso los escritos de Marx y Nietzsche “sólo tendrán posteridad en la Iglesia porque los católicos seguirán interesados en sus escritos, cuando los seguidores de los algoritmos, el animalismo o el fundamentalismo los hayan abandonado desde hace tiempo”. Éste es uno de los pasajes finales de la conferencia que el filósofo francés Fabrice Hadjadj pronunció el viernes 29 de octubre en Bassano del Grappa (Vicenza) al recibir el 39º Premio Internacional de Cultura Católica. Una conferencia en la que, además de la cultura, el galardonado abordó otro tema muy querido para él, el del transhumanismo y la relación entre el hombre y la tecnología.

 

En cuanto a la cultura, explicó, es necesario tener un enfoque campesino, dado que “la palabra se refiere ante todo a una relación con la tierra”. Hacen falta paciencia y conciencia de que “el hombre no es el que inicia ni el que controla totalmente la obra. La obra procede de un don inicial, el de la semilla”. Así, el hombre de la cultura, sea quien sea, “reconoce siempre el don inicial del material y la inspiración y sabe que su propia mano está a merced de la artritis”. En este contexto, la Revelación cristiana ocupa un lugar especial. “El catolicismo no es una cultura rival porque no se pone al mismo nivel que las culturas. Si se pueden comparar las culturas con las especies vegetales, la Revelación cristiana no es una especie más viva y más bella que debería sustituir a las demás, como una hierba maravillosa más virulenta que una mala hierba. Es más bien el sol, la lluvia y las tijeras del jardinero. Es lo que permite a cada cultura crecer, purificarse, dar flores más bellas y frutos más sabrosos”.

 

“Ahora me temo que ya no estamos en los días de la cultura”, continuó. “El modelo ya no es el de la agricultura, el del regalo y el de los días de pompa. Es la del ordenador, la del control total y, por supuesto –dado que este control produce un exceso de tensión-, la de la pérdida total del control”. Ya no existe la paciencia que requiere la cultura, la del hombre que planta un árbol y sabe que probablemente no será él quien disfrute de su fruto, o la del artesano que ayuda a construir una catedral sabiendo que no será él quien vea la obra terminada, sino sus nietos. “Si el dispositivo tecno-emocional nos arrastra tan fácilmente a la instantaneidad y al presentismo es porque no tenemos esperanza. A diferencia de los antiguos que creían en la transmisión, a diferencia de los modernos que creían en el progreso, los posmodernos ya no creen en el futuro.... No plantan árboles. Realizan los pedidos con entrega urgente”.

 

A la hora de reconstruir Notre-Dame, destruida por un incendio, por ejemplo, lo más grave, según Hadjadj, no fue tener que reconstruir la catedral, sino “la constatación de que, aunque reparáramos ese edificio y lo rehiciéramos idéntico, ya no estamos en la época de los constructores de catedrales. Su cultura se ha perdido irremediablemente. Para conservar los vestigios, estamos destinados a recurrir a ingenieros agnósticos”.

 

Entonces, “¿cómo podemos garantizar una continuidad histórica suficiente para que los nietos sigan teniendo una vida cuya esencia se parezca a la de sus abuelos?”, se preguntaba el filósofo. La respuesta que dio está precisamente en la Revelación: “La Revelación católica no es una cultura, pero se convertirá cada vez más en el lugar donde las culturas pueden seguir existiendo. En un mundo tecnocrático que siempre rompe con el pasado, en el que ya no se habla más que de colapso, sólo queda la Iglesia, en la milagrosa permanencia de su magisterio, para mantener la unidad de la condición humana desde el momento de la expulsión del Edén hasta el descenso de la Jerusalén celestial”. El cristianismo tiene, pues, una verdadera “misión de salvación” para la cultura actual: “Cada vez más, en el futuro, será necesario responder al Escucha Israel, para volver a escuchar a Mozart o leer En busca del tiempo perdido...”.

 

La presidenta de la Escuela de Cultura Católica, Francesca Meneghetti, también habló de la Revelación “como objeto de nuestro interés, porque buscamos profundizar en la enseñanza del Evangelio a la luz del Magisterio de la Iglesia”. Junto a ‘Revelación’ hay otras dos palabras clave que han impulsado la acción de la asociación en sus primeros 40 años (que se celebran en 2021 con la publicación por parte de Edizioni Ares de un volumen que recoge los textos de diez conferencias de la primera década de la Escuela): son la palabra ‘realidad’ “como sociedad y mundo que nos rodea, en el que estamos inmersos y actuamos” y ‘responsabilidad’, “la que tenemos como laicos hacia lo que hemos recibido”. Sobre estos fundamentos descansa la labor de profundización en un momento histórico que Meneghetti resumió con una cita del propio Hadjadj: “La nuestra es una época bendita, en la que el Eterno, en su insondable providencia, nos ha permitido vivir y dar testimonio”.