jueves, 30 de junio de 2022

SE CUMPLEN 50 AÑOS

 

 de la «profecía» de Pablo VI: «Por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios»


infovaticana | 29 junio, 2022

 

El 29 de junio de 1972, el Papa Pablo VI celebraba su décimo aniversario de toma de posesión como «Cabeza» de la Iglesia Católica.

 

Montini celebraba la Misa del comienzo de su décimo año de pontificado. Durante su homilía predicada en la festividad de San Pedro y San Pablo, quiso centrar su discurso en hablar sobre la Iglesia.

 

«El sacerdocio significa la capacidad de adorar a Dios, de comunicarse con él, de ofrecerle algo digno en su honor, de hablarle, de buscarle siempre en una nueva profundidad, en un nuevo descubrimiento, en un nuevo amor. Este impulso de la humanidad hacia Dios, nunca suficientemente realizado, ni suficientemente conocido, es el sacerdocio de quienes se insertan en el único Sacerdote, que es Cristo, tras la inauguración del Nuevo Testamento. Quienes son cristianos están, por tanto, dotados de esta cualidad, de esta prerrogativa de poder hablar al Señor en términos verdaderos, como de hijo a padre», dijo el Pontífice.

 

Pablo VI añadió que «los fieles, que son llamados a la filiación de Dios, a participar del Cuerpo Místico de Cristo, deben ejercitar este diálogo, esta conversación, esta conversación con Dios en la religión, en el culto litúrgico, en el culto privado, y extender el sentido de sacralidad también a las acciones profanas».

 

El Papa italiano afirmó que «estamos invitados a dar al pueblo cristiano, que se llama Iglesia, un sentido verdaderamente sagrado. Y sentimos que debemos contener la ola de blasfemia, de desacralización, de secularización que asciende y quiere confundir y abrumar el sentido religioso en el secreto del corazón, en la vida privada o incluso en las afirmaciones de la vida exterior».

 

«Hemos perdido, señala Pablo VI, el hábito religioso, y muchas otras manifestaciones externas de la vida religiosa», lamentaba Pablo VI. Una realidad que en estos tiempos ha ido a más. También es de justicia reconocer que algo de aire fresco empieza a correr, especialmente entre las vocaciones sacerdotales y religiosas más jóvenes. Son, en general, los jóvenes quienes están volviendo a vestir con hábitos, sotanas y cleryman.

 

La Iglesia de los años 70

En plena época del postconcilio, refiriéndose a la situación de la Iglesia de 1972, fue cuando Pablo VI afirmó que tenía la sensación de que «por alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios».

 

«Hay duda, incertidumbre, problemas, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no confiamos en la Iglesia; confiamos en el primer profeta profano que viene a hablarnos de algún periódico o de algún movimiento social para perseguirlo y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida», añadió el Santo Padre.

 

Además, Montini subrayó que «la duda entró en nuestras conciencias, y entró por ventanas que en cambio debían abrirse a la luz. De la ciencia, que está hecha para darnos verdades que no se aparten de Dios sino que nos hagan buscarlo aún más y celebrarlo con mayor intensidad, ha venido en cambio la crítica, ha venido la duda».

 

De igual modo, dijo el Papa italiano que en esos momentos «se celebra el progreso para luego poder derribarlo con las revoluciones más extrañas y radicales, para negar todo lo logrado, para volver a lo primitivo después de haber exaltado tanto el progreso del mundo moderno». Bien nos recuerda esta afirmación, cincuenta años más tarde, a situaciones que vivimos en estos momentos en donde se busca prohibir, restringir y limitar muchos avances tecnológicos.

 

Traduciendo la frase anterior de Pablo VI podría hacerse el símil con los coches. Un invento celebrado por todos, que ahora revoluciones extrañas (ultraecologismo) pretenden eliminar por ser instrumentos contaminantes y por tanto contrarrevolucionarios, para volver de nuevo al punto de partida.

 

Pablo VI también confesó que en ese momento «el estado de incertidumbre reina también en la Iglesia. Se creía que después del Concilio vendría un día soleado para la historia de la Iglesia. En cambio, ha llegado un día de nubes, de tormentas, de oscuridad, de investigación, de incertidumbre».

 

El «humo de Satanás» en nuestros días

En el año 2015 con motivo del Sínodo de la familia el arzobispo de Astaná, Tomash Peta, advirtió a los demás padres sinodales de que ese «humo de Satanás» que trataba de meterse en el Sínodo lo hacía a través de la propuesta de que los divorciados vueltos a casar comulguen, la defensa de la cohabitación e incluso de la homosexualidad.

 

Con la fase diocesana recién terminada del Sínodo de la sinodalidad, muchos podrán pensar que ese humo más que colarse ha impregnado los muros vaticanos.

 

Por el momento, las diócesis de todo el mundo van cerrando sus síntesis y propuestas, muchas de ellas a cada cual más protestante y herética.

 

La propuesta de diaconado y sacerdocio femenino, la aceptación de las parejas homosexuales, el cambio y revisión del catecismo para adaptarlo en materia de moral sexual o la banalización de la liturgia y lo sagrado no son solo «propuestas de base».

 

Por desgracia, quienes deberían ser garantes y defensores del depósito de la fe y confirmar al pueblo de Dios en ella, en no pocas ocasiones son los causantes de grandes controversias y confusiones entre los fieles.

 

Sin ir más lejos, todas las propuestas citadas anteriormente, son defendidas y apoyadas por gran parte de la jerarquía de la Iglesia alemana, entre ellos, el cardenal Marx. De ahí que pensar que el humo de Satanás haya impregnado a miembros de la Curia romana resulta bastante verosímil. Al fin y al cabo, estamos hablando de posibles candidatos a ser Papa y que contradicen la doctrina católica.

sábado, 25 de junio de 2022

LA BATALLA CULTURAL

 

P. Pedro Trevijano Etcheverria


Infocatólica, 25/06/22

 

El jueves 16 asistí a la presentación de NEOS en La Rioja. Es una Asociación, que dirigida por Mayor Oreja y María San Gil pretende dar la batalla en defensa de los valores del Humanismo Cristiano.

 

Y es que hoy hay dos opiniones prevalentes: quienes niegan o prescinden de Dios y los creyentes que defienden los valores del Humanismo Cristiano. Es por tanto en torno al papel de Dios y a los conceptos de verdad y libertad donde se está librando la gran batalla ideológica de nuestro tiempo.

 

Con el paso del tiempo las teorías relativistas y positivistas un tanto oscurecidas tras la Segunda Guerra Mundial han vuelto a tomar auge. Si Dios no existe, nuestros derechos fundamentales encuentran como único fundamento el Estado, es decir el Gobierno de turno y no hay una Verdad objetiva que el hombre deba buscar. El relativismo intenta crear un nuevo tipo de ciudadanos, buscando liberar al hombre de sus ataduras más profundas, incluso las ligadas con la propia naturaleza humana. Se trata de realizar una libertad sin constricciones. Un muy conocido relativista, don José Luis Rodríguez Zapatero, decía: «La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero no deja ser un vestigio del pasado». Es decir, en su concepción relativista, como Dios no existe, la Izquierda, seguida actualmente por todos los Partidos políticos con representación parlamentaria, tras la caída del Muro de Berlín, ha buscado nuevos referentes ideológicos y ha creído encontrarlos en lo que ellos llaman los nuevos derechos humanos, especialmente en la Ideología de Género.

 

En cambio, la concepción cristiana, es también llamada jusnaturalista, por su defensa de la Ley y el Derecho Natural: «La Ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira» (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1954). El primer principio ético con el que nos encontramos es el de que hay que hacer el bien y evitar el mal.

 

Por ello hay un problema: sus nuevos derechos humanos son contradictorios con los verdaderos derechos humanos, con los artículos de la Declaración Universal. No nos extrañe que en la Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis»,Benedicto XVI diga:_ « Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables (nº 83)». Es decir los puntos de discrepancia fundamentales son la vida, la familia, la educación de los hijos y el bien común.

 

La Ideología de Género cuenta con una gran ventaja: sus ilimitados recursos económicos. Pero tiene grandes desventajas: carece de sentido común y de principios morales. Su desacuerdo con la Ciencia es total y hunde incluso aquello que dice defender. Cuando me enteré de lo que era no pude por menos de pensar el absurdo que por mi propia voluntad pueda ser mujer y, sobre todo, que es el fin del deporta femenino, como se han dado ya cuenta las Federaciones Internacionales de Natación y Ruby, a las que supongo seguirán las demás. Pero sobre todo cada vez más gente se da cuenta de sus numerosos disparates y empieza a reaccionar, como ha hecho el Tribunal Supremo de Estados Unidos en relación con el aborto, o el 99,88 % de los argentinos que se consideran varones o mujeres.

viernes, 24 de junio de 2022

CARDENAL SARAH

 


 «Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse»


Por Redaccioninfovaticana | 24 junio, 2022

 

El medio francés Valeurs Actuelles ha entrevistado al cardenal Sarah, prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a raíz de su último libro «Catecismo de la Vida Espiritual».

 

Compartimos la entrevista realizada por Charlotte d’Ornellas para Valeurs Actuelles:

 

P-Usted ha escrito un nuevo libro que lleva el título de Catecismo, no de la Iglesia, sino de nuestra vida espiritual… ¿Por qué ha sentido la necesidad de escribir sobre este tema?

 

R-La vida espiritual es lo más íntimo, lo más precioso que tenemos. Sin ella, somos animales infelices. Quería subrayar este punto: la espiritualidad no es un conjunto de teorías intelectuales sobre el mundo. La espiritualidad es una vida, la vida de nuestra alma.

 

Llevo años viajando por el mundo, conociendo a gente de todas las culturas y condiciones sociales. Pero puedo afirmar una constante: la vida, si no es espiritual, no es realmente humana. Se convierte en una triste y agónica espera de la muerte o en una huida hacia el consumo materialista. ¿Sabía que, durante el confinamiento, una de las palabras más buscadas en Google fue la palabra “oración”?

 

Nos hemos ocupado de la economía, de los salarios, de la sanidad, ¡esto está bien! Pero ¿quién se ha ocupado de su alma?

 

Quería responder a esta expectativa inscrita en el corazón de todos. Por eso he elegido este título, Catecismo de la vida espiritual. Un catecismo es una colección de verdades fundamentales. Tiene una finalidad práctica: ser un punto de referencia incuestionable más allá del flujo de opiniones. Como cardenal de la Iglesia católica, he querido dar a todos unos puntos de referencia para los fundamentos de la vida del alma, de la relación del hombre con Dios.

 

P-Usted ya había escrito un libro sobre La fuerza del silencio. En este libro, usted sigue insistiendo mucho en la necesidad vital de encontrar el silencio. ¿Qué podemos encontrar tan importante en el silencio?

 

R-Permítame que le dé la vuelta a la pregunta: ¿qué podemos encontrar sin el silencio? El ruido está en todas partes. No solo en las bulliciosas ciudades envueltas por el estruendo de los motores; incluso en el campo es raro no ser perseguido por un fondo musical intrusivo. Incluso la soledad está colonizada por las vibraciones del teléfono móvil.

 

Por consiguiente, sin el silencio, todo lo que hacemos es superficial. Porque en el silencio podemos volver a lo más profundo de nosotros mismos. La experiencia puede ser aterradora. Algunas personas ya no pueden soportar este momento de verdad en el que lo que somos ya no está enmascarado por ningún disfraz. En el silencio, ya no hay forma de escapar a la verdad del corazón. Entonces se revela nuestro interior: la culpa, el miedo, la insatisfacción, los sentimientos de carencia y el vacío. Pero este pasaje es necesario para escuchar a Aquel que habla a nuestro corazón: Dios. Él es “más íntimo a mí mismo que yo”, dice San Agustín.

 

Se revela dentro del alma. Es ahí donde comienza la vida espiritual, en esa escucha y diálogo con el otro, el Totalmente Otro, en lo más profundo de mí. Sin esta experiencia fundacional del silencio y de Dios que habita en el silencio, nos quedamos en la superficie de nuestro ser, de nuestra persona. ¡Qué pérdida de tiempo! Cuando me encuentro con un monje o una monja ancianos, desgastados por años de silencio diario, me sorprende ver la profundidad y la radiante estabilidad de su humanidad. El hombre solo es verdaderamente él mismo cuando ha encontrado a Dios, no como una idea, sino como la fuente de su propia vida. El silencio es el primer paso en esta vida verdaderamente humana, en esta vida del hombre con Dios.

 

P-Entendemos que encontrar el silencio es bastante original para nuestro tiempo. Es más, usted nos recuerda que debemos obligarnos a encontrarlo… en una época de comodidad, bienestar y rechazo casi sistemático del esfuerzo. ¿Es necesario romper con los tiempos para ser un buen cristiano?

 

R-Tiene usted razón al señalar esto. ¡No animo a ir con el viento! Una ambición de hoja muerta, como dijo Gustave Thibon. Vivir, vivir plenamente, requiere un compromiso, un esfuerzo y a veces una ruptura con la ideología del momento. En un mundo donde el materialismo consumista dicta el comportamiento, la vida espiritual nos compromete a una forma de disidencia. No se trata de una actitud política, sino de una resistencia interior a los dictados de la cultura mediática.

 

No, la comodidad, el poder y el dinero no son los fines últimos. Nada bello se construye sin esfuerzo. Esto es cierto en todas las vidas humanas. Es aún más cierto en el plano espiritual. El Evangelio no nos promete una “superación personal sin esfuerzo” como muchas de las pseudoespiritualidades baratas que abarrotan las estanterías de las librerías. Nos promete la salvación, la vida con Dios. Vivir la vida misma de Dios implica una ruptura con el mundo. Esto es lo que el Evangelio llama conversión. Es un giro de todo nuestro ser. Una inversión de nuestras prioridades y nuestras urgencias. Significa a veces ir a contracorriente. Pero cuando todo el mundo corre hacia la muerte y la nada, ¡ir a contracorriente es ir hacia la vida!

 

P-El mundo ve a la Iglesia como una institución milenaria, pero a menudo plagada de los mismos males que el resto de la sociedad. El tema de la pedofilia es un ejemplo… ¿Cómo deben entender los cristianos (y quizás explicar) lo que es la Iglesia en sus vidas?

 

R-La Iglesia está formada por hombres y mujeres que tienen las mismas faltas, los mismos defectos, los mismos pecados que sus contemporáneos. Pero estos pecados, cuando son cometidos por hombres de la Iglesia, escandalizan profundamente a creyentes y no creyentes. Todo el mundo sabe intuitivamente que la Iglesia nos da los medios de la santidad, todo el mundo sabe que el fruto más hermoso de la Iglesia son los santos. San Juan Pablo II, Santa Madre Teresa, San Carlos de Foucauld son el verdadero rostro de la Iglesia.

 

Sin embargo, la Iglesia es también una madre que carga con los hijos recalcitrantes que somos. Nadie sobra en la Iglesia de Dios: los pecadores, los que flaquean en su fe, los que se quedan en el umbral sin querer entrar en la nave. Todos son hijos de la Iglesia. La Iglesia es nuestra madre porque puede darnos sus dos tesoros. Ella puede alimentarnos con la doctrina de la fe que recibió de Jesús y que transmite de siglo en siglo. Ella puede curarnos a través de los sacramentos que nos transmiten la vida espiritual, la vida con Dios, lo que se llama la gracia.

 

La Iglesia es, pues, una madre para nosotros porque nos da la vida. A menudo nuestra madre nos molesta porque nos dice lo que no queremos oír. Pero en el fondo la queremos con gratitud. Sin ella, sabemos que no seríamos nada. Lo mismo ocurre con la Iglesia, nuestra madre. Sus palabras son a veces difíciles de escuchar. Pero seguimos volviendo a ella, porque solo ella puede darnos la vida que viene de Dios.

 

La Iglesia es el rostro humano de Dios. Es veraz, justa y misericordiosa, pero a menudo desfigurada por los pecados de los hombres que la componen.

 

P-Los que no se declaran católicos aman a la Iglesia cuando se transforma en una ONG global, a la escucha de los más pobres, de las minorías, de los perseguidos, de los diferentes… Y es una tentación que a veces parece impulsarla. ¿En qué es más que una súper ONG con sucursales en todos los países del mundo?

 

R-Los que no se identifican como creyentes no esperan que la Iglesia sea una ONG internacional, una sucursal de la bienpensante ONU. Lo que describe usted es más bien el caso de cristianos acomplejados que quisieran ser aceptables para el mundo, populares según los criterios de la ideología dominante.

 

Por el contrario, los incrédulos esperan que hablemos de fe, que hablemos claro. Esto me recuerda lo que viví en Japón cuando me encargué de llevar la ayuda humanitaria de la Santa Sede tras el tsunami. Frente a estas personas que lo habían perdido todo, comprendí que no solo debía dar dinero. Comprendí que necesitaban algo más. Una ternura que solo viene de Dios. Así que recé durante mucho tiempo en silencio frente al mar por todas las víctimas y los supervivientes. Unos meses después, recibí una carta de un budista japonés que me decía que cuando había decidido suicidarse por desesperación, esta oración le había devuelto el sentido de la dignidad y el valor de la vida. Había experimentado a Dios en ese momento de silencio. ¡Esto es lo que el mundo espera de la Iglesia!

 

P-Usted insiste mucho en la oración. ¿Cómo podemos rezar cuando tenemos la impresión de repetir lo mismo una y otra vez, de ser más o menos escuchados…? ¿Qué debemos buscar realmente en la oración?

 

R-Esta es una cuestión fundamental. La oración no consiste en una letanía de peticiones. Y la eficacia de la oración no se mide por si se responde más o menos. De hecho, es muy sencillo. ¡Rezar es hablar con Dios! No necesitamos fórmulas extravagantes para ello, aunque a veces puedan ayudarnos. ¿Qué tenemos que decir a Dios?

 

En primer lugar, que lo adoramos, que reconocemos su grandeza, su belleza, su poder, tan lejos de nuestra pequeñez, de nuestro pecado, de nuestra impotencia. Adorar es la actividad más noble del hombre. Occidente ya no puede mantenerse en pie porque ya no sabe arrodillarse. No hay nada humillante en ello. Arrodillarse es ocupar un lugar ante Dios.

 

Rezar es también decirle a Dios nuestro amor. Con nuestras palabras, le agradecemos su amor gratuito por nosotros, por la salvación eterna que nos ofrece. Rezar es decirle nuestra confianza, pedirle que apoye nuestra fe. Rezar es, finalmente, callar ante Él, hacerle un hueco.

 

¿Me pregunta qué hay que buscar en la oración? Le respondo que no busque nada. Busque a alguien: a Dios mismo, que se revela con el rostro de Cristo.

 

P-Un catecismo escrito por un cardenal se dirige necesariamente a los cristianos… ¿Los que no tienen fe y que nos leen hoy también forman parte de su reflexión? ¿Los que no creen que Dios existe necesitan el mismo silencio?

 

R-¡Por supuesto! Me dirijo a todos. El silencio no está reservado a los monjes, ni a los cristianos. El silencio es un signo de humanidad. Me gustaría invitar a todas las personas de buena voluntad, creyentes o no, a experimentar este silencio. ¡Atrévanse a parar! Atrévanse a callar. Atrévanse a dirigirse a un Dios que quizás no conozcan, en el que ni siquiera crean.

 

»Benedicto XVI repite a menudo una frase que leyó en Pascal, el filósofo francés: “¡Haz lo que hacen los cristianos y verás que es verdad!”. Me atrevo a decir a todos: atrévanse a experimentar la oración, aunque no crean, y verán. No se trata de revelaciones extraordinarias, visiones o éxtasis. Pero Dios habla al corazón en silencio. El que tiene el valor del silencio acaba encontrándose con Dios.

 

»Charles de Foucauld es el mejor ejemplo de ello. No creía, había rechazado la fe de su infancia y no llevaba una vida cristiana, por no decir otra cosa. Sin embargo, tras experimentar el silencio en el desierto, su corazón se abrió al deseo de Dios. Dejó que surgiera en su vida.

 

P-Usted también habla de la práctica de los sacramentos para alimentar el alma. ¿Puede explicar lo que son realmente, ya que reprocha que a veces se malinterpreta su significado?

 

R-Los sacramentos son contactos reales con Dios a través de signos sensibles. Nuestra época tiende a reducirlas a ceremonias simbólicas, ocasiones rituales para reunirse, para tener una celebración familiar. Son mucho más profundos que eso. Mediante el signo sensible del agua derramada en la frente de un niño en el bautismo, Dios lava realmente el alma de este niño y viene a habitarla. No se trata de una metáfora poética. ¡Es una realidad! A través de los sacramentos, Dios nos toca, nos lava, nos cura, nos alimenta.

 

»Tal vez a veces nos sintamos un poco celosos de los apóstoles y de los que conocieron a Cristo. Lo tocaron, lo besaron, lo abrazaron. Él los bendijo, los consoló y los fortaleció. Y nosotros… tantos años nos separan de Él. Pero tenemos los sacramentos. A través de ellos, estamos físicamente en contacto con Jesús. Su gracia viene a nosotros. No se trata de un símbolo bonito que solo es tan bueno como nuestro fervor. No. Los sacramentos son efectivos. Pero debemos dejar que produzcan su fruto en nosotros, preparando nuestras almas mediante la oración y el silencio. Entonces, de verdad, si me confieso, es el mismo Jesús quien me perdona. Si participo en la misa, estoy participando realmente en el sacrificio de la cruz. Si comulgo, es realmente Él, Cristo, Jesús, quien entra en mí para alimentarme. Los sacramentos son los pilares de la vida espiritual.

 

P-Los sacramentos también van acompañados de una liturgia… ¿No es necesario también un acompañamiento para que todos puedan tomar conciencia del valor real de estos signos?

 

R-Es cierto. ¡Hay una inmensa necesidad de catecismo! Con demasiada frecuencia, las enseñanzas de los sacerdotes se desvían y se convierten en comentarios sobre la actualidad o en discursos filosóficos. Creo que la gente espera de nosotros un catecismo claro y sencillo que explique el sentido de la vida cristiana y los ritos que la acompañan. Sería bueno que las homilías explicaran el significado de los gestos de la misa. ¡Eso sería fructífero! Pero también creo que la liturgia habla por sí misma. Habla al corazón. El canto gregoriano no necesita traducción porque evoca la grandeza y la bondad de Dios. Cuando el sacerdote se dirige a la cruz, todo el mundo entiende que nos señala la dirección de nuestra vida, la fuente de luz. La liturgia es un catecismo del corazón.

jueves, 23 de junio de 2022

EL CARDENAL KASPER


 califica el «Camino sinodal» alemán de intento de golpe de estado


El cardenal Walter Kasper ha advertido contra una reforma que convierta a la Iglesia «en una masa que se puede amasar y moldear de nuevo según la situación». En el contexto de una jornada de estudio en línea de la iniciativa «Nuevo Comienzo», que examina críticamente el «Camino Sinodal» alemán, Kasper dijo el domingo: «La renovación no es innovación. No significa intentar algo nuevo e inventar una nueva iglesia».

 

(CNAd/InfoCatólica) 22-6-22

 

La renovación se trata, según el cardenal alemán, de «ser hechos nuevos por el Espíritu de Dios y recibir un corazón nuevo. Análogamente, el término «reforma» significa poner a la Iglesia «en forma», «es decir, en la forma que Jesucristo quería y que dio a la Iglesia». Jesucristo es la piedra angular, nadie más puede ponerla (1 Cor 3,10 s); es al mismo tiempo la piedra angular que mantiene todo unido (Ef 2,20). Él es el estandarte, el Alfa y Omega de toda renovación».

 

Críticas al autocompromiso de los obispos

Ante el autocompromiso de los obispos de aplicar ciertas propuestas de reforma o de no aplicar el derecho canónico vigente, Kasper dijo que lo consideraba «un truco y, además, un truco perezoso».

 

«Imagínense a un funcionario que se deja nombrar y luego renuncia al ejercicio de sus funciones legales», dijo el cardenal. «Seguramente se enfrentará a un procedimiento en virtud de la ley de la función pública. En última instancia, ese compromiso voluntario equivaldría a una renuncia colectiva de los obispos. Constitucionalmente, todo el asunto sólo podría calificarse de golpe, es decir, de intento de golpe de Estado».

 

El Sínodo no es una institución permanente

La Iglesia nunca podrá ser gobernada sinodalmente, subrayó Kasper: «Los sínodos no pueden hacerse institucionalmente permanentes». En cambio, dijo, un sínodo es «una interrupción extraordinaria» de los asuntos normales de la Iglesia.

 

Comprensión para los críticos de la vía sinodal alemana

Kasper, que cumplirá 90 años el próximo año y que fue presidente de Pontificio Consejo (ndr: hoy dicasterio) para la Unidad de los cristianos durante muchos años, se mostró comprensivo con las críticas internacionales a la «vía sinodal».

 

«El pecado original del Camino Sinodal» fue que no partiera de la carta del Papa a la Iglesia alemana con su «propuesta desde el Evangelio y desde la misión básica de la evangelización» «y tomara su propio camino con criterios en parte diferentes».

 

La objeción de los obispos de todo el mundo «se repetirá y reforzará y, si no la atendemos, romperá el cuello del Camino Sinodal», advirtió Kasper.

 

No es la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que el cardenal germano, a quien el Papa tiene en mucha consideración, se posiciona muy críticamente contra la deriva cismática de la Iglesia en Alemania

martes, 21 de junio de 2022

RESPONSUM

 

de la Congregación para la Doctrina de la Fe a un dubium sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo



Vatican.va 15.03.2021

 

A LA PREGUNTA PROPUESTA:


¿La Iglesia dispone del poder para impartir la bendición a uniones de personas del mismo sexo?

 

SE RESPONDE:


Negativamente.


 

Nota explicativa


En algunos ambientes eclesiales se están difundiendo proyectos y propuestas de bendiciones para uniones de personas del mismo sexo. No pocas veces, estos proyectos están motivados por una sincera voluntad de acogida y de acompañamiento de las personas homosexuales, a las cuales se proponen caminos de crecimiento en la fe, «con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida»[1].

En estos caminos, la escucha de la palabra de Dios, la oración, la participación en las acciones litúrgicas eclesiales y el ejercicio de la caridad pueden desempeñar un papel importante con el fin de apoyar la tarea de leer la propia historia y de adherirse con libertad y responsabilidad a la propia llamada bautismal, porque «Dios ama a cada persona, como también lo hace la Iglesia»[2], rechazando toda discriminación injusta.

Entre las acciones litúrgicas de la Iglesia revisten una singular importancia los sacramentales, «signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo de carácter espiritual, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida»[3]. El Catecismo de la Iglesia Católica específica, además, que «los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella» (n. 1670).

Al género de los sacramentales pertenecen las bendiciones, con las cuales la Iglesia «invita a los hombres a alabar a Dios, los anima a pedir su protección, los exhorta a hacerse dignos, con la santidad de vida, de su misericordia»[4]. Ellas, además, «instituidas imitando en cierto modo a los sacramentos, significan siempre unos efectos, sobre todo de carácter espiritual, pero que se alcanzan gracias a la impetración de la Iglesia»[5].

En consecuencia, para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, cuando se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita – más allá de la recta intención de aquellos que participan – que aquello que se bendice esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados plenamente por Cristo Señor. Por tanto, son compatibles con la esencia de la bendición impartida por la Iglesia solo aquellas realidades que están de por sí ordenadas a servir a estos designios.

Por este motivo, no es lícito impartir una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo[6]. La presencia en tales relaciones de elementos positivos, que en sí mismos son de apreciar y de valorar, todavía no es capaz de justificarlas y hacerlas objeto lícito de una bendición eclesial, porque tales elementos se encuentran al servicio de una unión no ordenada al designio de Dios.

Además, ya que las bendiciones sobre personas están en relación con los sacramentos, la bendición de las uniones homosexuales no puede ser considerada lícita, en cuanto sería en cierto modo una imitación o una analogía con la bendición nupcial[7], invocada sobre el hombre y la mujer que se unen en el sacramento del Matrimonio, ya que «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia»[8].

La declaración de ilicitud de las bendiciones de uniones entre personas del mismo sexo no es por tanto, y no quiere ser, una discriminación injusta, sino reclamar la verdad del rito litúrgico y de cuanto corresponde profundamente a la esencia de los sacramentales, tal y como la Iglesia los entiende.

La comunidad cristiana y los Pastores están llamados a acoger con respeto y delicadeza a las personas con inclinaciones homosexuales, y sabrán encontrar las modalidades más adecuadas, coherentes con la enseñanza eclesial, para anunciarles el Evangelio en su plenitud. Estas, al mismo tiempo, están llamadas a reconocer la cercanía sincera de la Iglesia – que reza por ellas, las acompaña, comparte su camino de fe cristiana[9] – y a acoger las enseñanzas con sincera disponibilidad.

La respuesta al dubium propuesto no excluye que se impartan bendiciones a las personas individuales con inclinaciones homosexuales[10], que manifiesten la voluntad de vivir en fidelidad a los designios revelados por Dios así como los propuestos por la enseñanza eclesial, pero declara ilícita toda forma de bendición que tienda a reconocer sus uniones. En este caso, de hecho, la bendición manifestaría no tanto la intención de confiar a la protección y a la ayuda de Dios algunas personas individuales, en el sentido anterior, sino de aprobar y fomentar una praxis de vida que no puede ser reconocida como objetivamente ordenada a los designios revelados por Dios[11].

Mientras tanto, la Iglesia recuerda que Dios mismo no deja de bendecir a cada uno de sus hijos peregrinos en este mundo, porque para Él «somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer»[12]. Pero no bendice ni puede bendecir el pecado: bendice al hombre pecador, para que se reconozca como parte de su designio de amor y se deje cambiar por Él. Él, de hecho, «nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos»[13].

Por estos motivos, la Iglesia no dispone, ni puede disponer, del poder para bendecir uniones de personas del mismo sexo en el sentido anteriormente indicado.

El Sumo Pontífice Francisco, en el curso de una Audiencia concedida al suscrito Secretario de esta Congregación, ha sido informado y ha dado su asentimiento a la publicación del ya mencionado Responsum ad dubium, con la Nota explicativa adjunta.

Dado en Roma, desde la Sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 22 de febrero de 2021, Fiesta de la Cátedra de San Pedro, Apóstol.

 

Luis F. Card. Ladaria

Prefecto

 

Giacomo Morandi

Arzobispo tit. de Cerveteri

Secretario

 

1] Francisco, Ex. ap. postsinodal Amoris laetitia, n. 250.

 

2] Sínodo de los Obispos, Documento final de la XV Asamblea General Ordinaria, n. 150.

 

[3] Concilio Vaticano II, Const. Lit. Sacrosanctum Concilium, n. 60.

 

[4] Ritual Romano ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum auctoritate Ionnis Pauli PP. II promulgatum, Bendicional, Orientaciones generales, n. 9.

 

[5] Ibidem, n. 10.

 

[6] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357.

 

[7] De hecho, la bendición nupcial hace referencia a la narración de la creación, en la que la bendición de Dios sobre el hombre y sobre la mujer está en relación a su unión fecunda (cfr. Gen 1, 28) y a su complementariedad (cfr. Gen 2, 18-24).

 

[8] Francisco, Ex. ap. postinodal Amoris laetitia, n. 251.

 

[9] Cfr. Congregación para la doctrina de la fe, Carta Homosexualitatis problema sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, n. 15.

 

[10] El Bendicional presenta, de hecho, un amplio elenco de situaciones para las que invocar la bendición del Señor.

 

[11] Cfr. Congregación para la doctrina de la fe, Carta Homosexualitatis problema sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, n. 7.

 

[12] Francisco, Audiencia General del 2 de diciembre de 2020, Catequesis sobre la oración: la bendición.

 

[13] Ibidem.