martes, 21 de noviembre de 2023

EL PAPA ASEGURA

 

 estar preocupado por la deriva cismática de la Iglesia en Alemania

 

(Katolisch/InfoCatólica) 21-11-23

 

 En febrero de este año, las cuatro teólogas alemanas anunciaron su intención de abandonar el sínodo de la Iglesia en su país porque suponía alejarse del resto de la Iglesia. Dijeron entonces:

 

«La participación en un proceso en el que se han ignorado repetidas intervenciones y aclaraciones por parte de las autoridades vaticanas y del propio Papa significaría apoyar un curso que está conduciendo obviamente a la Iglesia en Alemania al aislamiento de la Iglesia universal. No podemos compartir ni compartiremos la responsabilidad por ello».

 

Posteriormente, La teóloga Katharina Westerhorstmann, profesora en la Universidad Franciscana de Steubenville (EE.UU), explicó su decisión indicando que las decisiones del sínodo sobre la moral sexual estaban tomadas de antemano.

 

Ya en septiembre del 2019, la teóloga Marianne Schlosser se retiró del síndo al negarse a debatir sobre el sacerdocio de las mujeres, ya que esa es una cuestión zanjada por el Magisterio de la Iglesia.

 

Die Welt informó el martes sobre la carta y la publicó en Internet. Una de las destinatarias, la teóloga Katharina Westerhorstmann, confirmó la existencia de la carta a la Katholische Nachrichten-Agentur (KNA).

 

En ella, Francisco invita a «abrirse y salir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas, especialmente de aquellos que se encuentran en los umbrales de las puertas de nuestras iglesias, en las calles, en las cárceles, en los hospitales, en las plazas y en las ciudades», en lugar de buscar la «salvación» en comités siempre nuevos «y discutir una y otra vez sobre los mismos temas con cierto egocentrismo».

 

El Papa se refiere al camino sinodal

 

En la carta, escrita en alemán y firmada a mano «Franziskus», el Papa se refiere a uno de los frutos del sínodo alemán. Se trata del Comité sinodal, que se ha constituido desde entonces, debe preparar el establecimiento de un Consejo sinodal. En este órgano, obispos y laicos quieren proseguir sus consultas sobre los temas del poder, el papel de la mujer, la moral sexual y el modo de vida sacerdotal. El comité sinodal inició sus trabajos el 10 de noviembre.

 

Este planteamiento podría alejar a los alemanes de la unidad de la Iglesia, afirma la carta. Un «órgano consultivo y decisorio», como el que se está preparando, «no puede conciliarse con la estructura sacramental de la Iglesia católica». Algo que ya indicó la Santa Sede a los obispos alemanes en enero de este mismo año, sin que los prelados hayan hecho el menor caso.

 

La carta de Francisco del 10 de noviembre es una respuesta a una carta fechada el 6 de noviembre. Además de Westerhorstmann, la teóloga Marianne Schlosser, la periodista Dorothea Schmidt y la filósofa religiosa Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz expresaron su preocupación por la unidad con Roma en vista del curso reformista alemán.

 

Las cuatro mujeres no desean publicar su carta original a Francisco, según ha declarado Westerhorstmann a KNA. Sin embargo, el Papa ha accedido por escrito a la publicación de su carta. La profesora de la Universidad Franciscana de Steubenville en Gaming, Austria, comentó sobre la carta de respuesta:

 

«¡Nos sorprendió mucho la pronta respuesta y agradecemos la claridad expresada en las líneas del Papa!»

 

Admonestación previa al Sínodo alemán

 

No es la primera vez que el Papa hace pública su preocupación por el camino tomado por la Iglesia en el país germano. Antes de que se celebrara la asamblea sinodal, envió una «Carta al pueblo de Dios que peregina en Alemania», en la que advirtió:

 

«...así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia Universal, y si se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y efectiva la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos encierra en nosotros mismos y en nuestras particularidades a fin de poder mirar a los ojos, escuchar o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino». 

miércoles, 15 de noviembre de 2023

MÁS ENFOQUES RADIOGRÁFICOS

 

Monseñor Héctor Aguer 

 

Infocatólica, 15/11/23

 

1. El 25 de octubre de 2023 debería conservarse como fecha destacada en los anales de la Iglesia Argentina. Ese día, Mons. Gabriel Barba, Obispo de San Luis, reformuló el dogma de la Santísima Trinidad. En la catedral de la diócesis se realizó un acto ecuménico de amplísima convocatoria. Hasta la Superstición Umbanda estuvo presente: fue invitada o «se coló». La ceremonia concluyó con la bendición episcopal. Una bendición inolvidable «en el Nombre del Padre y del Espíritu Santo». El «ecumenismo» del Obispo incluyó también a no cristianos, a quienes no se podía ofender mencionando al Hijo, segunda Persona de la Trinidad, que con el Padre y el Espíritu Santo es un solo Dios. ¿Y el dogma de Nicea? ¡Ha pasado tanto tiempo desde el 325! El progresismo no participó de aquella asamblea porque aún no se había inventado.

 

Conozco muy bien la diócesis de San Luis; en numerosas ocasiones el inolvidable Obispo Juan Rodolfo Laise me solicitó hablar a los jóvenes en conferencias y retiros. Sus dos sucesores inmediatos también me invitaron. Mons. Laise, durante su largo pontificado de treinta años, levantó un magnífico edificio espiritual y pastoral que ahora Mons. Barba se dedica sistemáticamente a destruir.

 

Lo del 25 de octubre fue un desafuero. Desaforar significa quebrantar, privar, descomponerse, atreverse. Un desafuero es algo desmedido, descomedido, un atrevimiento. No puede soslayarse el Nombre del Hijo. Entre cristianos la bendición se hace «en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No puede ofender a nadie.

 

2. En la Argentina la escasez del clero es una realidad histórica que se ha agravado en la última década, en contraste con el aumento de la población. Escasez significa pobreza o falta de lo necesario para subsistir. Actualmente sobreabundan los obispos, pero hay una gran penuria de vocaciones sacerdotales. Esta desgracia es una de las causas de la ineficacia de la Iglesia para cristianizar a la sociedad. Existe una confusión provocada por el periodismo: cuando se dice «la Iglesia» la referencia es a declaraciones del Episcopado. Pero la realidad, la sustancia de la Iglesia son los sacerdotes, en relación inmediata con los fieles laicos y en contacto también inmediato con la realidad social. La falta de sacerdotes es proporcional a la descristianización. Un fenómeno ancestral en la Argentina es que la mayoría de los bautizados no va a Misa. La Dominica dies se ha hecho secular: un mundo sin Eucaristía. Además, la familia fundada en el matrimonio sacramental ha dejado su sitio vacante a otras formas de «emparejamiento» y el número de hijos ha disminuido enormemente; se los reemplaza por las mascotas domésticas, perros y gatos. ¿De dónde han de salir entonces las vocaciones?

 

Muchas veces la intención vocacional se perfila cuando el niño o el adolescente se identifica con un sacerdote: «Quiero ser como él». Además, es el sacerdote quien puede acompañar y sostener el proceso vocacional. Puede hacerlo conociendo y viviendo lo que la Iglesia hoy enseña sobre el sacerdocio de segundo grado que es propio del presbítero. Apunto algunos datos sobre el tema.

 

En la sesión IX del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965 fue promulgado el Decreto Presbyterorum Ordinis sobre el ministerio y la vida de los presbíteros, una exposición amplia y profunda. En varios documentos el Concilio presentó a los presbíteros como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento y colaboradores del Orden episcopal, y señaló su lugar en la Iglesia. Además, en el Decreto Optatam totius abordó el tema de la formación sacerdotal, el itinerario que se propone al candidato a la Ordenación. Los jóvenes con fe e inquietudes vocacionales deberían conocer esta enseñanza. Sin exageración, se puede pensar que en este asunto el futuro de la Iglesia está en juego.

 

3. En nuestro país la Iglesia está ausente de los ámbitos donde se gestan las nuevas vigencias culturales. Este hecho social tiene una vertiente ideológica. No se piensa (¡no se cree!) que sea también misión suya forjar una sociedad cristiana. No siempre fue así. Esta tendencia se fue imponiendo después del Concilio; el progresismo, de un modo silente persuadió a los centros laicales de que aquella tendencia de evangelización de la cultura era un resabio nostálgico de la Cristiandad.

 

Dos momentos históricos quedan como modelos de lo que, con características actuales, los laicos católicos pueden llegar a impulsar. Hacia el final del siglo XIX, en la década de 1880, un grupo de católicos se hizo presente en la política de la época haciendo frente a la masonería dominante. Cito sólo algunos nombres: Estrada, Goyena, Achával Rodríguez, Pizarro… fueron diputados y combatieron lúcidamente por la libertad cristiana, prolongando lo mejor de nuestros orígenes patrios.

 

En el siglo XX, en un amplio período desde los años 20, se desarrollaron los Cursos de Cultura Católica, que reunieron lo mejor de la época: filósofos, escritores, artistas (poesía y pintura, por ejemplo); convocaron aún a personalidades no católicas. Su testimonio quedó muchas veces impreso, y animó la creación de la Universidad Católica, cuyos primeros años fueron brillantes. Small is beautiful; hoy día es una enorme fábrica de títulos, no un centro del pensamiento cristiano en diálogo con el mundo y de cultivo de las artes. Pero el pasado, hecho presente, puede ser futuro.

 

4. No me caben dudas acerca de la legitimidad del bautismo de los niños. Digo esto porque es sabido que, en la antigüedad cristiana, el inicio de la vida en Cristo implicaba una conversión personal: uno se hacía cristiano, elegía el camino del Señor. La historia registra la elaboración de una teología del bautismo como fuente de la vida de la gracia y encaminamiento al Cielo, a la salvación. En este contexto, nada más natural que los padres cristianos desearan ese don sobrenatural para sus hijos. La Iglesia ha establecido las condiciones para que un niño reciba el bautismo, fundamentalmente que haya esperanza fundada de que será educado cristianamente; de allí el compromiso que adquieren sus padres y padrinos.

 

Mi experiencia pastoral como presbítero y como obispo me ha permitido reconocer los problemas pastorales que han surgido en la Argentina, y que se agravan en una sociedad descristianizada. En primer lugar, se puede advertir que el número de bautismos ha disminuido considerablemente. Luego, registremos algunos problemas principales, que son además urgentes, teniendo en cuenta que el cambio de actitudes acostumbradas lleva su tiempo. Se hace necesaria una catequesis de los padres con ocasión del bautismo del niño, con el objeto de que ellos perciban su responsabilidad y puedan asumirla conscientemente. La relación entre bautismo y conversión no puede ser olvidada. En este punto estriba una posibilidad de evangelización progresiva de la sociedad. El padrinazgo se ha desvirtuado; también los padrinos podrían recibir una breve catequesis para recuperar el sentido de su condición. La comunidad debería enterarse y acompañar el bautismo de los niños, de modo que este hecho constituya un acontecimiento eclesial, y no sea recluido en el orden privado o meramente familiar. Esta posibilidad requiere que la predicación actualice el misterio del bautismo y su profundización por los fieles.

 

Estas pocas sugerencias proponen un intento de renovación pastoral que tendrá también, seguramente, efectos culturales y sociales. El ideal es una sociedad cristiana.

 

5. Este enfoque es continuidad y complemento del anterior. Así como era muy frecuente bautizar a los niños, era también común enviarlos a la parroquia para la catequesis preparatoria de la Primera Comunión. Debo decir, más bien, de la Única Comunión, ya que la perseverancia ulterior era un problema que nunca pudo superarse. Este dato no es insignificante: es la incomprensión de la importancia y la centralidad de la Eucaristía. Alguna vez he definido a la Argentina como un país en el que los bautizados en la Iglesia Católica no van a Misa. Efecto cultural y social es la pérdida del sentido religioso de la Dominica dies, del Día del Señor. El defecto es crónico, y marcadamente mayor en las grandes ciudades; señala el ritmo de la descristianización.

 

Asimismo, la Confirmación era olvidada o postergada indefinidamente. En mi opinión, la cuestión principal era –y es aún en muchos lugares- el desconocimiento del orden, histórico y teológico, que estructura la iniciación cristiana. El sacramento que transmite el Espíritu Santo debe recibirse antes de la Primera Comunión. En un ciclo catequístico de tres años, se puede confirmar después del segundo año; es la ocasión de formar sobre el sentido de la Iglesia y de la pertenencia a ella. Resta el asunto de la edad de la Confirmación. Después del Vaticano II fue muy común postergar el segundo sacramento de la iniciación cristiana para bien entrada la adolescencia. Este vicio respondía a un error teológico y pastoral: confundir el don de la adultez espiritual que otorga el sacramento con una presunta madurez que sería propia del joven. Esta confusión era bastante común en la educación en la fe, y como consecuencia muchos católicos quedaban sin confirmar. Una mala teología tiene efectos ruinosos en el orden pastoral. No entiendo cómo muchos católicos entusiastas del Concilio no han comprendido el sentido de la Iglesia reflejado en la Constitución Lumen gentium. La renovación de la vida eclesial supone como necesario un conocimiento de los orígenes, de los acentos inconfundibles de la antigüedad cristiana.

 

Los enfoques aquí presentados corresponden a la realidad argentina, pero valen análogamente para los diversos ambientes de la Iglesia. Responden a mis estudios y a mi experiencia episcopal.

 

Suplemento

Ya estaba concluida la redacción del quinto enfoque cuando me enteré de la insólita destitución de Mons. Joseph Strickland, obispo de Tyler, Estado de Texas, Estados Unidos de Norteamérica. Otra «hazaña» de la monarquía absoluta papal. Se me ocurre recordar ahora que San Pablo enfrentó a Pedro y le echó en cara su hipocresía. ¿Será aplicable hoy día este episodio ejemplar a las relaciones de los Sucesores de los Apóstoles con el Sucesor de Pedro?

 

Sin perjuicio de mi intención de escribir más detalladamente sobre este asunto, deseo ahora manifestar mi solidaridad con Mons. Strickland, a quien prometo mis pobres oraciones por el futuro estado como obispo «cancelado» y por sus intenciones.

 

Rezo, asimismo, por los obispos norteamericanos fieles a la Tradición (que no son pocos). El progresismo es estéril; los jóvenes aspiran a una Iglesia Católica fiel a sus orígenes y a lo mejor de su historia. Ellos son el futuro de la Katholiké.

 

+ Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata.

domingo, 12 de noviembre de 2023

MONSEÑOR SCHNEIDER

 


 sobre la destitución de Strickland: «Asistimos a una flagrante injusticia hacia un obispo que cumplió con su deber»

 

Por Redaccioninfovaticana, 11 noviembre, 2023

 

 

A pedido de InfoVaticana, el obispo Schneider nos ha remitido su valoración sobre la insólita decisión del Papa de destituir a Joseph Strickland como obispo de la diócesis de Tyler.

 

A continuación, les ofrecemos la valoración de monseñor Athanasius Schneider:

 

«La única acusación que ahora seguramente asegurará un castigo severo es el de guardar cuidadosamente las tradiciones de los Padres». Estas palabras de San Basilio (Ep. 243) son más apropiadas para ilustrar la deposición del Obispo de Tyler, TX/EE.UU., Su Excelencia Joseph E. Strickland. La deposición del obispo Joseph E. Strickland significa un día negro para la Iglesia católica de nuestros días. Asistimos a una flagrante injusticia hacia un obispo que cumplió con su deber de predicar y defender con parresía la inmutable fe y moral católicas y de promover la sacralidad de la liturgia, especialmente en el inmemorial rito tradicional de la Misa. Todos lo comprenden, e incluso los enemigos declarados de este obispo confesor, que las acusaciones formuladas contra él son, en última instancia, insustanciales y desproporcionadas y fueron utilizadas como una buena oportunidad para silenciar una incómoda voz profética dentro de la Iglesia.

 

Lo que les sucedió a los obispos durante la crisis arriana en el siglo IV, quienes fueron depuestos y exiliados sólo porque predicaban intrépidamente la fe católica tradicional, está sucediendo nuevamente en nuestros días. Al mismo tiempo, varios obispos que apoyan públicamente la herejía, los abusos litúrgicos, la ideología de género e invitan abiertamente a sus sacerdotes a bendecir a las parejas del mismo sexo, no son en absoluto importunados ni sancionados por la Santa Sede.

 

El obispo Strickland probablemente pasará a la historia como un “Atanasio de la Iglesia en Estados Unidos”, quien, pero, a diferencia de San Atanasio, no es perseguido por el poder secular, sino increíblemente por el propio Papa. Parece que una especie de “purga” de los obispos, fieles a la inmutable fe católica y a la disciplina apostólica, que se viene realizando desde hace algún tiempo, ha llegado ahora a una fase decisiva.

 

Que el sacrificio que Nuestro Señor pidió al Obispo Strickland dé abundantes frutos espirituales por el tiempo y la eternidad. Monseñor Strickland y otros obispos fieles, a quienes ya se les pidió su dimisión, que actualmente están marginados o que serán los siguientes en la fila, deberían decir con toda sinceridad al Papa Francisco: “Santo Padre, ¿por qué Usted nos persigue y nos golpea? ¿Intentamos hacer lo que todos los santos Papas nos pidieron que hiciéramos? Con amor fraterno ofrecemos el sacrificio de este tipo de persecución y exilio por la salvación de Su alma y por el buen estado de la Santa Iglesia Romana. ¡De hecho, somos Sus mejores amigos, Santísimo Padre!”

 

+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María en Astana

sábado, 11 de noviembre de 2023

AL SON DE LA AMBIGUEDAD

 

 Fernández bautiza el Gender

 

Luisella Scrosatti

 

Brújula cotidiana, 10_11_2023

 

 

El contenido de las respuestas del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe a algunas preguntas planteadas el 14 de julio de este año por el obispo de Santo Amaro (Brasil), mons. José Negri, es una prueba más de su deseo de seguir su propio camino, que lamentablemente no coincide con el de la Iglesia católica. En esencia, para el cardenal Fernández, con el visto bueno del Papa, no habría ningún problema en bautizar a personas trans u homosexuales que convivan, ni en permitirles ser padrinos o testigos en una boda. La única precaución sería no «generar escándalo público ni desorientación entre los fieles».

 

La respuesta, firmada por el Papa el 31 de octubre de 2023, escrita en simples hojas blancas sin membrete (¿desde cuándo se escribe en papel reciclado?) y sin citar el texto de mons. Negri, es un strike de las respuestas más obvias que deberían darse si se considerara la doctrina de la Iglesia y el Derecho Canónico. Es decir, el bautismo sólo puede ser conferido a un adulto si está debidamente dispuesto a la profesión de fe y de vida moral. Se llama “catecumenado”, que no es un curso de formación que confiere un diploma si se asisten a dos tercios de las lecciones, sino un camino serio en el que se acompaña a la persona para que alcance la disposición a cooperar con la gracia que recibirá. Por tanto, es un hecho establecido que donde no hay voluntad de romper con una vida de pecado, el bautismo debe posponerse.

 

La otra cuestión se refiere al papel del padrino o de la madrina. El can. 874 - §1 explica claramente los requisitos: «sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir». No hay necesidad de más comentarios. El testigo de la boda, sin embargo, es diferente y puede que ni siquiera sea católico: de hecho, su deber es simplemente dar testimonio del intercambio de votos matrimoniales entre los novios.

 

Luego está la respuesta ambigua a la cuarta pregunta. Mons. Negri preguntó si «dos personas homo emocionales pueden aparecer como padres de un niño, que debe ser bautizado, y que fue adoptado u obtenido con otros métodos como el vientre subrogado». La respuesta parece fuera de tema: «Para que el niño sea bautizado debe haber una esperanza fundada de que será educado en la religión católica». Pero la cuestión no es si el niño confiado a dos personas homosexuales que conviven puede ser bautizado o no, sino si aquellos que no son padres pueden aparecer como tales. Y la respuesta sólo puede ser negativa, porque la realidad es la realidad: sólo la persona que posiblemente lo sea puede presentarse como padre; pero está claro que al menos uno de los dos, si no ambos, no son padres del niño al que se pide el bautismo.

 

La última respuesta del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe plantea más de una duda sobre su honestidad intelectual (porque ya todos estábamos poco convencidos de su catolicidad). En esta respuesta hay de hecho un aspecto de filigrana que deja claro por qué los obispos deben levantarse y pedir la destitución inmediata de Fernández por manifiesta ineptitud para desempeñar el rol de Prefecto del DDF: no existe ni una sola de las citaciones extra Franciscum que no hayan sido distorsionadas en su contenido para apoyar una tesis incorrecta preconcebida.

 

En primer lugar, la respuesta comienza así: «Las siguientes respuestas reiteran esencialmente los contenidos fundamentales de lo que ya ha dicho sobre el tema este Dicasterio en el pasado». Se esperaría una referencia a cualquier nota, respuesta, notificación, norma, carta o instrucción de la Congregación sobre el tema. En cambio Fernández se refiere a una nota confidencial sobre algunas cuestiones canónicas inherentes al transexualismo del 21 de diciembre de 2018, sub secreto pontificio. Se trata, pues, de una nota confidencial, cuyo contenido se desconoce y con la que Fernández dice estar de acuerdo “en esencia”, pero sin preocuparse en incluir una cita. Esto debería ser evidencia de una supuesta continuidad.

 

Pero mantiene silencio sobre una respuesta, esta vez pública, que la propia CDF dio en 2015, que no se puede encontrar en su página web, pero que se cita en un comunicado de 1 de septiembre de 2015 del obispo de Cádiz y Ceuta, monseñor Rafael Zornoza Boy, reportada por memoria de LifeSiteNews. El obispo expuso el caso de una mujer transexual que pidió ser “padrino” de su sobrino. La CDF había dado una respuesta diametralmente opuesta a la de Fernández: «Al respecto les informo la imposibilidad de que sea admitido. El propio comportamiento transexual revela públicamente una actitud contraria a la necesidad moral de resolver el problema de identidad sexual según la verdad del propio sexo. Por lo tanto, es evidente que esta persona no tiene la exigencia de llevar una vida según la fe y el rol de padrino (CIC, can 874 §1.3) y, por tanto, no puede ser admitida al rol de madrina o padrino».

 

Volvamos a la Nota Confidencial. Según nuestras fuentes, se trataba en realidad de la posibilidad de que un niño con “padres” del mismo sexo recibiera el bautismo. Y se recordaron principios claros, a saber, la necesidad de verificar que exista «la garantía de que, una vez bautizado, el niño recibirá la educación católica exigida por el sacramento» y «la esperanza fundada de que el bautismo dé sus frutos», como explicó la Instrucción sobre el bautismo infantil de 1980, n. 30. Los mismos criterios se encuentran también en la Responsio del 13 de julio de 1970 del cardenal Franjo Seper (cf. Notitiæ, febrero de 1971 (61), pp. 64-73). Otros textos de la CDF olvidados por Tucho.

 

La amnesia de Tucho no termina ahí. Para sostener que el bautismo puede recibirse incluso cuando no hay arrepentimiento de los pecados, toma como pretexto la Summa Theologiæ (III, q. 69, a. 9), que no tiene nada que ver. De hecho, en el artículo Santo Tomás no se pregunta si el bautismo puede administrarse a un pecador impenitente, sino sólo si las pretensiones (falta de fe, desprecio del sacramento, inobservancia del rito, falta de devoción, es decir, de desprendimiento de pecado) impide el efecto del Bautismo. En cambio, el Prefecto olvida informar del único texto relevante, el art. 4 de la quæstio 68, en la que Tomás explica que si por pecador entendemos a alguien que tiene «la voluntad de pecar» y «la intención de persistir en el pecado (...) no debe conferirse el sacramento del bautismo». Tomás también señaló que «una persona nunca debe estar dispuesta a la gracia por la impresión del carácter bautismal, mientras manifieste la voluntad de pecar» (ad. 3).

 

Pero Santo Tomás no es el único al que le han tirado del cuello. Ni siquiera Sant'Agostino corrió mejor suerte. El texto citado (Discurso a los fieles de la iglesia de Cesarea, 2, ver aquí) simplemente afirma que el carácter impreso por el bautismo sigue siendo el de los SS. Trinidad, aunque quienes la recibieron se adhieran al cisma donatista. De ninguna manera sostiene que el bautismo deba conferirse a quienes no quieren seguir las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia.

 

La última obvia y clamorosa violencia se hace a una enseñanza de San Juan Pablo II. Tucho extrae seis palabras de una Carta del 22 de marzo de 1996 dirigida al Card. William Baum y los participantes en el curso anual sobre el foro interno organizado por la Penitenciaría Apostólica. Según Fernández, en esa carta el Papa instaba a conformarnos con una «propuesta de enmienda» que «no aparece plenamente manifiesta en el penitente». Más bien, el texto dice exactamente lo contrario: exige una «resolución seria de no cometer más [pecados] en el futuro», sin la cual «en realidad no habría arrepentimiento»; habla del «propósito sólido y generoso de la enmienda»; y sólo entonces precisa que «en la fidelidad de la intención de no volver a pecar» todavía puede surgir «el miedo a nuevos fracasos», lo que sin embargo «no perjudica la autenticidad de la intención, cuando ese temor se une a la voluntad de hacer lo que sea posible para evitar la culpa, sostenida por la oración». Exactamente lo contrario de lo que sostiene Fernández, quien no duda en sacar los textos de su contexto y utilizarlos para derribar la doctrina católica. Es una vergüenza.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

MULLER

 

«El Sínodo, un paso hacia la protestantización»

 

El cardenal Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, habla con la Brújula

 

Riccardo Cascioli

 

Brújula cotidiana, 01_11_2023

 

«Se han perdido los criterios de la eclesiología católica, (...) no se dice abiertamente pero el camino tomado es el de la protestantización». Es decididamente preocupante la valoración que hace el cardenal Gerard L. Müller del Sínodo sobre la sinodalidad recientemente concluido. Nos reunimos con el prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe al margen del Rome Life Forum, un evento de dos días organizado por LifeSiteNews, del que fue orador. E incluso desde el escenario, el cardenal Müller advirtió que es pura ilusión pensar en «modernizar la verdad del Evangelio con la ayuda de filosofías relativistas o de antropologías ideológicamente corruptas. Basta mirar las realidades locales donde prevalece esta teología progresista: seminarios vacíos, desaparición de la vida monástica, abandono de los fieles. Por ejemplo, en Alemania se han perdido 13 millones de católicos en 50 años, pasando de 33 millones en 1968 a 20 millones en 2023».

 

Y a la Brújula reitera: «Con este Sínodo se quiso cambiar la estructura jerárquica de la Iglesia, se toma como modelo la iglesia anglicana o protestante, pero lo que vemos es que la sinodalidad destruye la colegialidad».

 

Su Eminencia, ¿qué quiere decir con cambio en la estructura de la Iglesia?

 

Simplemente que cuando el Papa llamó a los laicos cambió la naturaleza del Sínodo, que en cambio nació como expresión de la colegialidad de todos los obispos con el Papa. No es sólo el Papa quien gobierna la Iglesia, como algunos aduladores del Papa Francisco quisieran hoy, pero los obispos locales también tienen responsabilidades con toda la Iglesia. Por este motivo Pablo VI, actuando el Concilio Vaticano II, instituyó el Sínodo.

 

Podría parecer una simple reforma para potenciar el papel de los laicos...

 

... En realidad, se ignora el sacramento del orden, que no es sólo una función de servicio, sino una institución directa y especial de Jesucristo. Él estableció la Iglesia con su jerarquía. Apelar al sacerdocio universal, de todos los creyentes, es en este caso una manera de negar esta estructura deseada por Cristo. Todos los fieles recibieron el Espíritu Santo, pero los obispos recibieron la consagración para gobernar y santificar la Iglesia. Si se quiere hablar con los laicos, muy bien, existen otras herramientas, por ejemplo, la Comisión Teológica Internacional. O se pueden crear otras instituciones ad hoc, no hay problema, pero el Sínodo tiene una naturaleza diferente y el Papa no puede cambiar la estructura sacramental de la Iglesia. No se puede otorgar autoridad episcopal a alguien que no es obispo.

 

¿Es por eso por lo que usted también criticó la disposición de que los obispos no usen el talar fileteado durante los trabajos del Sínodo?

 

La cuestión del vestido puede parecer un detalle insignificante, pero indica la posición que decía antes. La comodidad no es un criterio: cuando voy a una boda no voy vestido como en la playa, sería más cómodo, pero no apropiado para la ocasión. Un sínodo, como un concilio, es una liturgia, una veneración de Dios, no es una asamblea cualquiera. Así que incluso el vestido dice en qué se ha convertido el sínodo: en mera chachara.

 

Por cierto, dado que el tema era la sinodalidad, ¿de qué se habló realmente?

 

En realidad, después de muchas discusiones nadie sabe qué es la sinodalidad. Se habló de muchas cosas, en las mesas estaban los “facilitadores” que día a día daban los temas haciendo preguntas, pero también el debate fue muy rígido, hubo tiempo limitado para las intervenciones (tres minutos) y todo quedó grabado. Cada uno de los participantes tenía un monitor delante y cada intervención quedó grabada, incluso en vídeo. Luego de este continuo “debemos escucharnos”, nadie quería hacer el papel de “perturbador”, en definitiva, se produjo una domesticación. E incluso durante la plenaria, muchos obispos se sintieron decepcionados, se quejaron del bajo nivel de las intervenciones; y además no se pueden abordar cuestiones teológicas con las emociones.

 

¿Puede dar un ejemplo?

 

Llegó un testimonio, una mujer habla de una persona cercana a ella que se suicidó porque era bisexual, y dice que el párroco la había condenado por su bisexualidad. E inmediatamente después viene la otra intervención: es la demostración de que la Iglesia debe cambiar la doctrina. En definitiva, al final la culpa es de la doctrina de la Iglesia, es decir, de Dios que creó al hombre y a la mujer. ¿Cómo se hace para afrontar los temas así? Ahora los LGBT se erigen en auténticos intérpretes de la Palabra de Dios, pero transmiten una antropología perversa y falsa: no se interesan por las personas individuales, por su salvación, sino que explotan a las personas con problemas para afirmar su ideología. Quieren destruir la familia y el matrimonio.

 

En este sentido, usted ya ha declarado que al final este Sínodo sólo quería promover la agenda LGBT y el diaconado femenino. ¿Qué le dio esta impresión?

 

Porque sobre esto se ha dicho mucho y muy poco sobre los temas esenciales de la fe, es decir, sobre la encarnación, la salvación, la redención, la justificación, el pecado, la gracia, la naturaleza humana, la finalidad última del hombre, la dimensión trinitaria y eucarística de la Iglesia, las vocaciones, la educación. Estos son los verdaderos desafíos, así como la propagación de una gran violencia, por parte de quienes la justifican en nombre de Dios, como los fundamentalistas musulmanes. De esto nada, en cambio muchas intervenciones sobre la homosexualidad, y todas unilaterales.

 

Después de todo, basta con mirar a los invitados...

 

Exacto, ¿por qué no se invitó a personas que eran homosexuales practicantes y luego redescubrieron su heterosexualidad?, que escribieron libros sobre su experiencia, como Daniel Mattson, por ejemplo (autor de “Perché non mi definisco gay. Come mi sono riappropriato della mia realtà sessuale e ho trovato la pace”, Cantagalli 2018, ed.).  El padre James Martin estaba allí, sólo estaba allí para hacer propaganda. Nunca habló de gracia y de salvación para estas personas, sólo que “la Iglesia debe aceptar, la Iglesia debe..., debe..., debe...”. Pero ¿cómo puede la Esposa de Cristo ser objeto de nuestras invectivas? No es la Iglesia la que debe cambiar, sino que somos nosotros los que debemos convertirnos.

 

También causó cierto revuelo el hecho de que durante el Sínodo el Papa Francisco recibiera y elogiara a sor Jeannine Gramick, fundadora de un movimiento LGBT “católico” en Estados Unidos, condenado en su momento por Juan Pablo II y Benedicto XVI.

 

El cardenal Hollerich (relator general del Sínodo, ed.) dijo que la homosexualidad no fue el tema del sínodo, pero luego se habló de ello e incluso se hicieron gestos evidentes, como éste. Y el Papa siempre se presenta con estas personas. La justificación es pastoral, pero ¿se favorece así la pastoral de estas personas o se acepta esta condición como expresión legítima de la naturaleza humana y de la fe cristiana? La cuestión queda abierta, pero claramente se favorece una cierta interpretación.

 

Nadie ha tenido el valor de abordar realmente este tema, sólo ha sido utilizado como pretexto para atacar al clero. Todo es culpa del clericalismo, pero al final la culpa es de Jesucristo que estableció el apostolado. El clero es el grupo de todos los obispos, sacerdotes y diáconos. No es su existencia la causa del abuso, sino el hecho de que algunas personas no respeten el sexto mandamiento. Pero esto no se quiere decir, nunca se habla del pecado contra el sexto mandamiento, se encuentran otras excusas. En cuanto a la bendición de las parejas homosexuales: se dice que debe evitarse la confusión con el sacramento del matrimonio. Pero este no es el tema. El tema es que los actos homosexuales y extramatrimoniales son pecado mortal y, por tanto, no pueden ser bendecidos. La confusión no tiene nada que ver, siempre se intenta desviar el punto.

 

¿Cree entonces que la acusación de clericalismo es un pretexto para atacar a los sacerdotes como tales?

 

De hecho, incluso en el Sínodo siempre se hablaba mal de los sacerdotes y el Papa también lo hizo. Si hay algunas buenas palabras en el documento final, es obra de los redactores porque muchos se quejaron. Pero el tono general del Sínodo fue muy negativo. Se hace una caricatura del sacerdocio católico, como si fuera una casta en contraste con los laicos. En realidad, somos una sola comunión, pero con una especificidad porque no todos han recibido esta potestas sacra. Aquí está la diferencia con el protestantismo, ellos niegan esta diferencia esencial con el sacerdocio universal de los fieles, Lutero dice que el sacramento del orden no existe, que es un instrumento del diablo. No es posible llegar a un acuerdo sobre este punto. Y en cambio en la Iglesia se intenta minimizar el sacerdocio ministerial, hablando siempre negativamente de los sacerdotes: abusadores, que someten a las mujeres, que azotan a los pecadores en el confesionario, siempre negativo. Pobres sacerdotes de hoy, atacados por todos lados, parece que las vocaciones molestan. ¿Dónde está la pastoral vocacional? Es Jesús quien llama, no el Papa; los sacerdotes pertenecen a Jesús, no al Papa y este ejemplo también repercute en muchos obispos que aprenden de esto y gobiernan contra los sacerdotes en sus diócesis.

 

En definitiva, desde el planteamiento del Sínodo hasta la forma de hablar de los sacerdotes, parece que el ideal hacia el que queremos avanzar es el protestantismo.

 

No lo expresan así, pero al final se llega a este punto.