miércoles, 24 de marzo de 2021

BENDICIÓN

 


de las uniones gay: “Roma locuta”…, o quizás no

Brújula cotidiana, 24-03-2021

 

La Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe que prohíbe la bendición de las parejas homosexuales ha obtenido valoraciones diferentes e incluso opuestas. Esto plantea el gran problema, una cuestión ciertamente no de secundaria importancia para la vida de la Iglesia, el valor y la utilidad eclesial de los pronunciamientos doctrinales. Alguien dirá que el Responsum fue un pronunciamiento pastoral, o como mucho disciplinario, y no doctrinal; pero, pasada la confusión habitual en materia de los límites entre doctrina y pastoral, ese pronunciamiento enuncia claramente la doctrina de la Iglesia, a partir de la cual la indicación pastoral de no impartir tales bendiciones. Por tanto, es un documento doctrinal.

 

Cardenales estadounidenses, obispos alemanes, sacerdotes austríacos, sacerdotes de la calle, capellanes castrenses, párrocos, entre otros, dijeron que estaban decepcionados y se opusieron a la declaración de la Congregación, que consideran más o menos inaceptable y de ser devuelta al remitente, de la cual se debe pedir disculpas a las personas homosexuales. Una abstracción teórica que no permite la aplicación del discernimiento caso por caso, en adherencia a la vida concreta. Los muy confiados en la “revolución” de Francisco dicen estar decepcionados por el Papa que, al aprobar esta declaración, daría un paso atrás y volvería a posiciones que consideraban superadas. Algunos incluso dicen que ese texto debe leerse a la luz de las “aperturas” hechas por Francisco hacia las personas homosexuales, con tal de limitar su valor.

 

Por el contrario, muchos consideran insuficiente esta toma de posición, tanto desde el punto de vista del contenido normativo como desde su eficacia pastoral. Desde el primer punto de vista, se evidenció que en el texto hay una frase: “La presencia en tales relaciones de elementos positivos, que en sí mismos son de apreciar y de valorar...” (que ya ha tratado la Brújula), que fue considerada “ambigua”, pero que ciertamente se puede considerar incorrecta. En la relación homosexual como relación no puede haber nada de positivo, porque implica violencia hacia uno mismo y hacia el otro. Desde el segundo punto de vista, la eficacia pastoral, muchos han observado que a medio y largo plazo esta Nota será olvidada y reducida. A esto podemos agregar que no viene aplicada incluso ahora y las bendiciones de las parejas homosexuales en la iglesia seguirán existiendo, a pesar de que Ladaria y Morandi -con el consentimiento del Papa- lo han prohibido.

 

En esta situación de partidos contrarios, toda declaración doctrinal se convierte en un hecho político. ¿Se hace para aclarar la doctrina o para dar un aliciente, quizás sin excederse mucho, a una parte más que a la otra? ¿Se pronuncia porque quiere que tenga un seguimiento práctico o sin preocuparse de si se aplicará y cómo se aplicará? Cuando ni siquiera sucede que se hace con la vista puesta en el equilibrio político interno de la curía romana.

 

Entonces nos encontramos frente a un cuadro inestable, desquebrajado y caótico. Las cosas que doctrinalmente no son admitidas y no son admisibles se siguen aplicando a pesar de no ser admitidas ni admisibles (la absolución a los convivientes divorciados ya se dio ampliamente incluso antes de Amoris laetitia, las bendiciones de las parejas homosexuales se han implementado desde hace ya mucho tiempo). Los pronunciamientos doctrinales que vienen emitidos para aclarar y orientar son inciertos en su formulación, en contraste con la práctica implementada por los propios líderes eclesiásticos (el Papa Francisco dio la comunión a los protestantes, violando en primera persona una prohibición doctrinal), disputada e inaplicable. En este contexto, los pronunciamientos doctrinales manifiestan toda su fragilidad.

 

El problema tiene raíces profundas. En la Iglesia se utilizan dos códigos de pensamiento distintos, expresivo y de comportamiento, para que todo se vuelva interpretable en modo diverso. El Responsum de la Doctrina de la Fe, por ejemplo, distingue entre “sacramental” y “sacramento”, haciendo de esta distinción una cuestión de esencia. Ahora bien, este enfoque que podríamos definir como metafísico (cuando se tocan las esencias se está en este contexto), ya no es comprensible ni siquiera para quien en cambio examina la vida cristiana desde el punto de vista existencial, donde no hay esencias sino, precisamente, existencias que se entrelazan y cambian continuamente. Las mismas diferencias “esenciales” entre hombre y mujer, entre convivencia de facto y matrimonio, entre matrimonio civil y religioso, etc., se desvanecen en una visión existencial, procedimental y temporal de las cosas. El amor entre dos personas homosexuales se clasifica en la categoría de amor de la misma manera que marido y mujer, esposo y esposa.

 

Sin doctrina, o con una doctrina debilitada y confusa, que enuncia principios de comportamiento que luego no son controlados y exigidos, que contradice la práctica de los mismos pastores que la enuncian, que busca la mediación entre partidos de política eclesiástica, que tolera lo intolerable después de declarar que es intolerable, pero sin decirlo del todo... no se puede ser gobierno de la Iglesia, un barco “en grande tempestad”.

EL GESTO

 


que estaban esperando

 

Por Fernando Beltrán

Infovaticana, | 24 marzo, 2021

 

Algunas veces se ha calificado a Francisco como el Papa de los gestos, y es que muchas veces, ciertamente, hay que fijarse más en lo que hace que en lo que dice. Hoy, ha tenido uno de ellos: un gesto hacía el sector progresista que se revolvía y protestaba ante el documento que la semana pasada publicaba el Vaticano ―y que el Santo Padre aprobó― en el que se afirmaba que la Iglesia no podía bendecir uniones de personas del mismo sexo.

 

Desde que el escrito de Doctrina de la Fe cayera como un jarro de agua fría sobre las cabezas de los “renovadores” y palmeros de este pontificado, éstos esperaban con ansia una reacción del Papa; no les valía como prueba su firma y aprobación del documento del “no” a la bendición de las uniones homosexuales.

 

Escudriñaban cada palabra y gesto de Francisco intentando sacar una rectificación al propio escrito que él había aprobado. Cogieron un par de frases sueltas del Ángelus del domingo pasado y gritaron a los cuatro vientos que era una rotunda respuesta al documento de Doctrina de la Fe ―el Papa estaría contradiciéndose a sí mismo, por otra parte. A saber:

 

 

“Se trata de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes, no con condenas teóricas, sino con gestos de amor. Entonces el Señor, con su gracia, nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades o persecuciones, o pretensiones de legalismos o moralismos clericales”.

 

Pero no resultaba convincente, Francisco comentaba el evangelio dominical y esa frase estaba cogida con pinzas. La siguiente fue una carta que el Papa dirigía al superior de los herederos de san Alfonso María de Ligorio, en el 150 aniversario de su nombramiento como Doctor de la Iglesia. El Papa, hablando del santo, decía frases como en las disputas teológicas, “prefiriendo la razón a la autoridad”, Ligorio no se detuvo “en la formulación teórica de los principios, sino que se deja interpelar por la vida misma”; o esta otra, “el anuncio del Evangelio en una sociedad que cambia rápidamente requiere la valentía de escuchar la realidad”. En fin, aunque estaba hablando de un santo italiano del siglo XVIII, los “renovadores” se dijeron “veis, otra respuesta del Papa al documento”; insisto, reafirmando que el Papa, o bien firma sin ver lo que firma, o algo peor, se desmiente a sí mismo.

 

Hoy, si se ha producido algo más llamativo: Francisco ha nombrado a Juan Carlos Cruz miembro de la Comisión Pontificia para la Tutela de los Menores. Y quién es este señor, se preguntarán algunos lectores. Cruz es una víctima de los abusos sexuales del sacerdote chileno Fernando Karadima ―detonante del escándalo de abusos sexuales que estalló en el país andino― que, aunque al principio tuvo divergencias con Su Santidad, un encuentro en Roma les hizo acercarse. “Juan Carlos, que tú seas gay no importa. Dios te hizo así y te quiere así y a mí no me importa. El Papa te quiere así, tú tienes que estar feliz con quien tú eres”, fueron las palabras que Cruz puso en la boca del Pontífice.

 

Al margen de esta anécdota, Cruz ha sido uno de los mayores críticos del documento del Vaticano sobre la bendición de las parejas del mismo sexo. “La Congregación para la Doctrina de la Fe, y en especial sus prefectos, están completamente en un mundo propio, alejados de las personas y tratando de defender lo indefendible. Lo vemos en esto, en la lentitud con que se tratan los delitos de abuso, su falta de humanidad y su falta de conocimiento del sufrimiento de las personas, tan contrario al papa Francisco”, comentó a LA NACION la semana pasada.

 

“Si la Iglesia y la CDF no avanzan con el mundo y además de vivir rechazando y hablar en negativo constantemente y no poniendo las prioridades donde deben estar, los católicos seguirán huyendo y nos convertiremos en una iglesia rígida, de normas, apuntando con el dedo a muchos y que solo logrará que las personas corran y se alejen”, explicaba el activista chileno.

 

“Como católico, pediría inmediatamente un cambio en el liderazgo de la Congregación de la Doctrina de la Fe que cada día se parece más a la del propio Torquemada y no a la de los pastores que nos propone Francisco”, señalaba el flamante nuevo miembro de la Comisión Pontificia, haciendo referencia, claro está, a la Inquisición española.

 

“La doctrina evoluciona”, aseguraba Cruz, “y con seres de mente inamovible y a veces siguiendo intereses propios, dañan un pontificado cercano y que ha hecho cosas notables y se ve opacado por seres apegados a una ley farisaica e hipócrita”, añadía.

viernes, 19 de marzo de 2021

KERIGMA Y DOCTRINA

 


 pastoral y estudio

Pareciera que la misión apostólica ya no es procurar que todos los pueblos reconozcan a Jesucristo como Salvador universal y se hagan discípulos suyos. Hace años ya, se ha difundido subliminalmente la teoría de Karl Rahner: todos serían «cristianos anónimos»

 

Monseñor Héctor Aguer

Infocatólica – 19/03/21

 

En algunos sectores de la Iglesia circulan dos posiciones que considero erróneas: la primera enaltece el kerigma, y descarta prejuiciosamente la doctrina; análogamente se privilegia la pastoral, y se menosprecia el estudio, como si hubiera un cierto antagonismo o incompatibilidad entre los dos órdenes. Las posturas referidas pueden expresarse quizá con algunos matices; no obstante, la oposición señalada resulta evidente, y hace daño, porque tergiversa la verdad sobre cuestiones esenciales.

 

Respecto del primer tema, entiendo que el mejor argumento es recordar lo que los cuatro Evangelios han registrado acerca de la actividad de Jesús; en todos esos testimonios aparece que kerigma y enseñanza (doctrina) son complementarios. No se puede afirmar entonces lo que lamentablemente se propone en ciertos ambientes eclesiales: el kerigma sería un grito que llega al corazón de los hombres; la doctrina, en cambio, una fría exposición de verdades incapaz de mover a nadie, y privada de toda eficacia evangelizadora. En el curso de esta nota se verá que se traza una caricatura de una realidad entrañable, denominada históricamente didajé o didascalía. Vayamos a los textos evangélicos, que desautorizan la pretendida oposición. Espero que la lista no fastidie, sino que permita advertir que el contraste y el descarte de marras carece de fundamento bíblico. Reproduzco los testimonios fragmentariamente, destacando las expresiones «anunciar», «evangelizar», «enseñar», «decir», «hablar», «exclamar»; esta última sólo en Lc 7, 37 (ékraxen).

 

San Mateo 4, 17 recoge el inicio de la actividad del Señor. «A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar (kerýssein): Conviértanse, porque el Reino de Dios está cerca»; el texto griego añade kailégein -y a decir: pareciera que no se trata de un grito-.

 

 4, 23: «Jesús recorría toda la Galilea, enseñando (didáskon), proclamando (kērýssōn) la Buena Noticia del Reino (tò euangélion tes basiléias)...» Aquí vemos la doble actividad: predicar y enseñar.

 

 5, 2: es la introducción del Sermón de la Montaña; con solemnidad se indica que Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, que se acercaron a él, abrió su boca y les enseñaba diciendo (edídasken autoùs légōn).

 

 9, 35: «Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando (didáskon) en las sinagogas de ellos, y proclamando (kērýssōn) el Evangelio del Reino...» Aquí se añade la función de sanación (therapéuein). Como en 4, 23, y más adelante en 11, 1 van unidos el anuncio y la enseñanza.

 

 10, 7: La misión de los Doce. «Por el camino, proclamen (kerússate) que el Reino de los Cielos está cerca, diciendo (légontes)...»

 

 11, 1: Jesús «partió de allí (después de dar instrucciones a los Doce, a quienes enviaba en misión) para enseñar (toû didáskein) y predicar (kērýssein) en las ciudades de la región».

 

 13, 53: Visita infructuosa a la incrédula Nazaret: «Se puso a enseñar (edídasken) a la gente en la sinagoga», suscitando la admiración de ellos (ekplēssesthai), que se escandalizaban de él (skandalídzonto en auto). Lo que despierta en la gente admiración o escándalo es la doctrina de Jesús, en la que reconocen una sabiduría cuyo origen les resulta misterioso.

 

 21, 23: Se acercaron a Jesús los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo «mientras enseñaba (didáskonti)».

 

 Pasemos ahora al Evangelio según San Marcos:

 

 1, 14: «Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba (kērýssōn) el Evangelio de Dios y diciendo (káilégon)».

 

 1, 21: Enseñanza en la sinagoga de Cafarnaún. «Cuando llegó el sábado, Jesús fue a la sinagoga y comenzó a enseñar (edídasken, enseñaba). Todos estaban asombrados de su enseñanza (didajé), porque les enseñaba (ên gàr didáskon) como quien tiene autoridad (hōs exousían éjōn)».

 

1, 38: «Vayamos a otra parte a predicar (kērýxō)... y fue predicando (kērýssōn) en las sinagogas...»

 

2, 13: «Jesús salió nuevamente a la orilla del mar, toda la gente (pâs ho ójlos) acudía allí y él les enseñaba (edídasken)».

 

4, 1: «Jesús comenzó a enseñar (erxato didáskein) de nuevo a la orilla del mar».

 

4, 2: «Él les enseñaba (edídasken autòus) muchas cosas por medio de parábolas, y en su enseñanza (didajé) les decía...».

 

6, 2: «Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar (erxato didáskein) en la sinagoga». Nuevamente se señala el asombro de la multitud ante esa doctrina, porque reconocen la sabiduría (he sophía) que le ha sido dada.

 

6, 7: «Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando (didáskon) a la gente».

 

6, 12: Los Apóstoles, según el mandato del Señor, fueron a predicar (ekēryxan) para que la gente se convirtiera.

 

6, 34. Jesús se compadeció de la muchedumbre desconcertada, «y estuvo enseñándoles (didáskein autoùs) muchas cosas» (también se puede traducir «largo rato»).

 

9, 31: El anuncio de la Pasión a los discìpulos: «enseñaba (edídasken) y les decía».

 

10, 1: Jesús estuvo nuevamente enseñando (edídasken) a la muchedumbre.

 

11, 17: Expulsión de los mercaderes del templo «... Y les enseñaba (edídasken) diciendo».

 

12, 1: »Jesús se puso a hablarles en parábolas (en parabolâis lalein)».

 

12, 14: Los fariseos dicen hipócritamente: «... sabemos que enseñas (didáskeis) con toda fidelidad el camino de Dios...».

 

12, 35: «Jesús se puso a enseñar (didáskon) en el templo... y decía (élegen)».

 

En el tercero de los Evangelios sinópticos encuentro las siguientes referencias al tema que estoy investigando:

 

Lc 4, 15: Comienzo de la predicación de Jesús en Galilea; la predicación es la enseñanza que impartía en las sinagogas (autòs edídasken).

 

4, 31s.: «Enseñaba los sábados (en didáskōn )». Todos estaban admirados de su enseñanza (didajé) porque lo hacía con autoridad; su palabra (lógos) tenía autoridad (exousía).

 

4, 43: «También a las otras ciudades debo anunciar el Reino de Dios... Y predicaba (en kērýssōn) en las sinagogas de Judea». Jesús, como enviado (apóstol) del Padre (apestálēn).

 

5, 3: «Enseñaba (edídasken) a la multitud desde la barca».

 

6, 20: Introducción al Sermón del Llano: fijando los ojos en sus discípulos, decía (élegen). Notar una solemnidad análoga a la que encabeza el Sermón de la Montaña, en el Evangelio de Mateo; allí decía: «abriendo la boca»».

 

7, 24: Testimonio de Jesús sobre Juan el Bautista: «comenzó a decir (érxato légein)...»

 

7, 40: «Simón (a Pedro), tengo algo que decirte (ti leipêin)...». Pedro lo llama Maestro (didáskale).

 

8, 1: Jesús recorría ciudades y aldeas predicando (kērýssōn) y evangelizando (euangelidzómenos) el Reino de Dios.

 

13, 10: Un sábado estaba enseñando (en didáskōn) en una sinagoga.

 

18, 1: «Les decía (élegen) una parábola... diciendo (légon)...»

 

18, 7: «Les aseguro (amen légo hymên)».

 

19, 47: «Y diariamente enseñaba (en didáskōn) en el templo».

 

20, 1: «Un día que Jesús enseñaba (didáskontos autôu) al pueblo en el templo y anunciaba el Evangelio (euangelidzómenou)...».

 

20, 17: La parábola de los viñadores homicidas. Se presenta la discusión que sigue con solemnidad: Jesús fijó la mirada sobre los oyentes (emblépsas) y dijo (eipen). Notar en muchos casos el detenimiento en la enseñanza, que es la trasmisión de las verdades de la Nueva Alianza.

 

20, 21: Los espías enviados por los dirigentes judíos dicen hipócritamente sobre la cuestión del impuesto debido al César: «Maestro (didáskale), sabemos que hablas (légeis) y enseñas (didáskeis) con rectitud... enseñas (didáskeis) con toda fidelidad el camino de Dios».

 

A continuación anoto lo hallado en el Evangelio de Juan:

 

4, 25: Habla la samaritana: «Cuando él venga (el Mesías) nos anunciará (anangelêi) todo».

 

6, 59: «Jesús enseñaba (decía enseñando: êipen didásken) todo esto en la sinagoga de Cafarnaún».

 

7, 14: «Jesús subió al templo y enseñaba (edídasken)».

 

7, 16: A continuación el Señor discute con los judíos: «»Mi enseñanza (didajé) no es mía sino de aquel que me envió».

 

7, 17: «El que quiere hacer la voluntad de Dios conocerá si esta enseñanza (perì tes didajés) es de Dios».

 

7, 37: «Jesús, poniéndose de pie, exclamó (ékraxen) diciendo (légon)».

 

8, 2: «Entonces se sentó (kathísas) y comenzó a enseñarles (edídasken)».

 

8, 12: «De nuevo Jesús les habló (elálesen) diciendo (légon)».

 

8, 20: «Él pronunció estas palabras (elálesen) en la sala del Tesoro, cuando enseñaba (didáskon) en el Templo».

 

10, 6: La parábola del Pastor auténtico. «Jesús les hizo esta comparación (paroimían êipen)...».

 

16, 15: La misión del Espíritu Santo, que comunica lo que recibe del Padre y de Cristo. «Recibirá de lo mío y se lo anunciará (anangélei) a ustedes».

 

Notar que en el cuarto Evangelio la enseñanza de Jesús es llamada didajé, doctrina. Según los testimonios recogidos, el Maestro (didáskalos) se dedicó principalmente a enseñar. Lo hizo con detenimiento y comunicando contenidos, verdades.

 

Comprendo que cuando se identifica el kerigma con un grito se emplea lenguaje metafórico, como cuando se habla en la Iglesia de soñar. ¡Y hasta Dios ahora sueña! Esta forma de expresión tiene algo de romántico, y no me ocuparía del asunto si no advirtiera la intención de desprestigiar a la doctrina, sobre todo cuando ésta expone la Gran Tradición católica, y contradice los errores de la cultura moderna, que parecen haber obtenido ciudadanía eclesial. La enseñanza católica, tal como está expresada en el Catecismo que debemos al celo apostólico de San Juan Pâblo II, desautoriza el menoscabo de la fe que se filtra en cierta interpretación relativista del diálogo ecuménico e interreligioso, y de la «cultura del encuentro». Pareciera que la misión apostólica ya no es procurar que todos los pueblos reconozcan a Jesucristo como Salvador universal y se hagan discípulos suyos. Hace años ya, se ha difundido subliminalmente la teoría de Karl Rahner: todos serían «cristianos anónimos». Los términos didajé y didaskalía han sido empleados habitualmente por los Padres de la Iglesia desde el inicio para significar el contenido del cristianismo.

 

Es oportuno recordar lo que enseña el Apóstol Pablo en 2 Tim 4, 1-5: «Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su Epifanía y de su Reino: proclama (kēryxon) la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia y con afán de enseñar (doctrina, didajé). Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina (didaskalías); por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se buscarán una multitud de maestros (didáskalous) que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas (mýthous, mitos)». Ese «tiempo» llegó varias veces en la historia de la Iglesia, y hoy vivimos en él; los mitos se llaman ahora «nuevos paradigmas».

 

Los textos evangélicos que he reunido en una apretada recensión muestran claramente que el Señor transmitía una enseñanza, una doctrina; lo hacía detenidamente, comunicando las verdades que acogidas en la fe conducen a la salvación. Al relativismo actual esa enseñanza de la Verdad le parece inoportuna o innecesaria; insistir en ella es una manía de los tradicionalistas apegados al pasado, de gente «de derecha», según se dice en el idioma de la grieta eclesial. El cambio de lenguaje no es indiferente. San Vicente de Lerins afirmaba en su Conmonitorio que es «más propio de herejes que de católicos». La Verdad sería actualmente el empeño en el mundo -interconfesional-; la acción social para resolver los numerosos problemas que afligen a los hombres, de modo que vivan felizmente en este mundo.

 

Me dedico ahora a la segunda postura que deseo criticar, y que guarda analogías con la anterior. Se contraponen estudio y pastoral. Un sacerdote que dedica su vida al estudio, a la investigación, la enseñanza y las publicaciones, según este prejuicio no «haría pastoral». Se lo dice, o se lo piensa, y se obra en consecuencia. Esta novedosa extravagancia daña especialmente la formación sacerdotal. Los seminaristas deben pasar en una parroquia, a la que son prematuramente enviados, algunos días de la semana. El estudio entonces se resiente, ya que en los años de formación hay que dedicarle el tiempo necesario, con el cual no podrán contar cuando entren de ello en el ejercicio del ministerio. No gusta que algunos jóvenes sacerdotes bien dotados sean enviados a centros prestigiosos del exterior para estudios de posgrado, o bien se pretende que quienes en ellos preparan la licenciatura o el doctorado trabajen además como vicarios parroquiales. Otra vez la manía: hay que «hacer pastoral». Esta política priva a los Seminarios y a las Universidades Católicas de profesores de primer nivel; además, se renuncia a la iluminación intelectual de la pastoral, la cual se convierte muchas veces en devaneos que no conducen al crecimiento de los fieles y de las comunidades en el crecimiento y amor de Jesucristo. Lamento tener que expresarme con esta dureza; lo hago ratificando mi respeto y afecto por todas las personas, pero muy preocupado por el presente y el futuro de la Iglesia.

 

Acerca de este segundo error, me limito a oponer el caso del Padre Cornelio Fabro, el máximo filósofo católico del siglo XX, restaurador de la metafísica tomasiana. En recuerdo de su muerte, sus hermanos de religión (la Congregación Estigmatina) escribieron: «El Padre Cornelio Fabro, religioso y sacerdote... fue apóstol y misionero de la cultura, y a través de la cultura. El estudio fue su vocación. La cátedra universitaria su púlpito. La pluma ágil e incisiva el instrumento de evangelización como anuncio y servicio de la Verdad que es preciso acoger y hacer. La investigación, su itinerario ascético-espiritual. Ha vivido con sufrimiento apostólico el drama de la fractura entre fe y cultura, entre cultura y vida. Ha luchado para que la cultura fuese promoción y búsqueda de la Verdad liberadora de toda esclavitud ideológica». ¡Palabras exactas y bellas! La dedicación al estudio es una forma exquisita de pastoral. Sin ánimo de comparación, observo que casos semejantes se han dado entre nosotros, y podrían seguir verificándose, en sacerdotes diocesanos, como los del arzobispo Octavio Nicolás Derisi, y Monseñor Gustavo Eloy Ponferrada, que pertenecieron al clero de la Arquidiócesis de La Plata; y fueron frutos eximios de su Seminario Mayor San José.

 

Me permito una digresión. Es increíble que muchos sacerdotes desconozcan la teología y la espiritualidad del ministerio sacerdotal expuestas por el Concilio Vaticano II, en los decretos Presbyterorum ordinis, y Optatam totius Ecclesiae, que considero especialmente valiosas para el clero diocesano, y que se inscribe en la concepción de la Iglesia de la Constitución Lumen gentium. Me cuesta comprender que sacerdotes diocesanos que desean vivir una vida interior más intensa e ignoran la doctrina conciliar, se inscriban como miembros o simpatizantes de Sociedades que profesan una espiritualidad sentimental. De allí las fantasías, como una de la que he tenido noticia recientemente. En un retiro de seminaristas, el predicador, que también celebraba la Santa Misa, indicó que los asistentes debían comulgar por sí mismos. Cada uno pasaba, tomaba una hostia consagrada, la mojaba en el cáliz que contenía la Sangre del Señor, y se daba la comunión a sí mismo. La he llamado fantasía, ajena a la teología de la comunión eucarística y contraria a la disciplina de la Iglesia: la Eucaristía es un don que hay que recibir, no una presa de la que uno se apodera. Parece algo menor, pero el efecto antiformativo es evidente.

 

La postura analizada es un elemento no pequeño de la situación vocacional en la Argentina. Diócesis de ochocientos mil, y aún más, de un millón de habitantes cuentan con unas pocas decenas de sacerdotes para su servicio, y los seminaristas se pueden sumar con los dedos de una mano. ¡Pero no les falta un obispo auxiliar, y aun dos! No creo que en esas condiciones la Iglesia pueda ponerse exitosamente «en salida».

 

+ Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata

REBELIÓN

 

 


contra el “no” a las bendiciones de uniones gays

 

Por Carlos Esteban

Infovaticana, | 17 marzo, 2021

 

“Llamada a la desobediencia 2.0” es el título de un manifiesto de la asociación austriaca de sacerdotes progresistas Iniciativa Pastor (“Pfarrer-Initiative”), en la que anuncian que desafiarán la prohibición romana a las bendiciones eclesiásticas a parejas del mismo sexo.

«Los miembros de Iniciativa Pastor estamos profundamente consternados por el nuevo decreto romano que quiere prohibir la bendición de las parejas del mismo sexo», afirman en la nota.

La decisión refrendada por Su Santidad es en realidad, dicen, una involución hacia épocas “que esperábamos ver superadas con el Papa Francisco”. Siempre, siempre es igual. La idea que se han hecho tantos ‘renovadores’ eclesiales del actual pontífice no deja de arrastrarles a la frustración una y otra vez, cuando, finalmente, el Santo Padre no hace lo que, en cualquier caso, no puede hacer de ninguna manera: cambiar la doctrina perenne de la Iglesia.

 

Pero el clero de habla alemana está decidido a tirar el niño con el agua de la bañera e izar la bandera de la rebelión, como hace esta “llamada a la desobediencia”: “En solidaridad con tantos, no rechazaremos a ninguna pareja en el futuro que pida la bendición de Dios, que experimentan todos los días, en el culto.

 

Según el meloso y sentimental alegato, «la realidad ha demostrado desde hace mucho tiempo» que las parejas del mismo sexo unidas por amor merecen que se celebre la bendición de Dios en la iglesia. Esta práctica responsable se basa en una teología de vanguardia”. Recuérdenme, por favor, todos los casos en los que Cristo alabó las novedades y la vanguardia. Me valen también los Padres de la Iglesia.

 

La asociación protesta con vehemencia contra la premisa de que las parejas del mismo sexo no son parte del plan divino. “Aquí se intenta socavar la realidad de la creación con presunciones dogmatizantes. Lamentamos profundamente que este decreto, que intenta reavivar el espíritu de tiempos anhelados, ensanche la brecha entre la burocracia romana y el mensaje liberador de Jesús de la Iglesia local ”.

 

La Iniciativa Pastor es un movimiento austriaco de sacerdotes y diáconos católicos que hacen campaña para reformar la iglesia en un sentido ‘progresista’ Según sus propias declaraciones, sus objetivos son “congregaciones animadas, estructuras eclesiásticas sinodales contemporáneas y, sobre todo, una iglesia global creíble y de mente abierta que se centre en el servicio sincero a las personas”. Fundada en abril de 2006 por nueve sacerdotes, la iniciativa cuenta ahora con alrededor de 350 miembros de las filas de la iglesia oficial católica romana. Más de 3.000 laicos y laicos apoyan el movimiento de reforma en torno al pastor Helmut Schüller.

martes, 16 de marzo de 2021

LITURGIA


comienza la “investigación” sobre la gestión del cardenal Sarah

Nico Spuntonni

Brújula cotidiana, 16-03-2021


Tres semanas después de que el Papa aceptara la dimisión del cardenal Robert Sarah podría producirse un giro en el misterio de la silla del prefecto que ha permanecido extrañamente vacía todo este tiempo. Según informaciones indiscretas obtenidas por la Brújula Cotidiana, de hecho, se ha organizado una Visita Apostólica a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos que comenzará el lunes 15 de marzo. Una medida que parece polémica dado que no es una diócesis o un instituto religioso, sino nada menos que un Dicasterio de la Curia Romana.


Una investigación sobre el terreno cuyo contenido y motivaciones se desconocen por el momento: ¿Se referirá a la pasada gestión del ex prefecto guineano o, más bien, se proyectará de forma más general al futuro de la Liturgia? Por ahora lo que sabemos es que el visitador podría ser un obispo italiano, pero no monseñor Vittorio Francesco Viola, al que muchos daban como favorito para suceder a Sarah en el cargo de prefecto. Según los rumores recogidos por Oltretevere será monseñor Claudio Maniago quien se encargará de la visita al Palacio de las Congregaciones.


Maniago, actual obispo de Castellaneta, es también presidente de la Comisión de Liturgia de la Conferencia Episcopal Italiana. Una elección, por tanto, que estaría en continuidad con lo visto en el último Consistorio, confirmando el momento positivo que el episcopado italiano –o al menos una parte de él- parece estar disfrutando en Santa Marta. El nombramiento del obispo de Albano, Marcello Semeraro, como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos también iba en esta dirección. Una señal de atención, tal vez, en vista de la próxima apertura del tan deseado Sínodo nacional de la Iglesia italiana, que anteriormente había encontrado resistencia por parte de la CEI antes de llegar a la presentación del proyecto nada menos que cinco años después del discurso con el que el Papa lo pidió en la Conferencia de Florencia.


Monseñor Maniago está vinculado a la ciudad toscana, donde nació y desde 2003 ocupaba el cargo de obispo auxiliar, el más joven de Italia en el momento de su consagración. Desde entonces se hablaba de él como un enfant prodige del episcopado italiano y ya en 2006 parecía estar ascendiendo meteóricamente en vistas a dirigir una diócesis. Su predestinada carrera dio un giro brusco en 2007 con las acusaciones de haber encubierto al sacerdote Lelio Cantini, reducido a estado laico por Benedicto XVI por el “delito de abusos múltiples y agravados a menores” y los testimonios sobre su supuesta conducta moral impropia que acabaron en una investigación del fiscal de Florencia sobre el ex sacerdote de Regina della Pace.


Su nombre había salido en los periódicos a causa de una filtración contra la que el entonces arzobispo de Florencia, el cardenal Antonelli, había tomado partido de forma contundente, enviando un correo electrónico a las parroquias en el que les pedía que se unieran en torno a su auxiliar contra el “barro” que le llovía.


Maniago no fue objeto de investigación, y de hecho la investigación de la fiscalía también acabó archivada, pero antes de llegar al frente de una diócesis tuvo que esperar hasta 2014 con su nombramiento como obispo de Castellaneta. En 2015 fue elegido presidente de la Comisión Episcopal para la Liturgia y posteriormente fue elegido por el Papa Francisco como miembro de la Congregación para el Culto Divino.


Su visita apostólica se abrirá en un momento en que el terreno de la liturgia vive un momento convulso en la Iglesia. Y convulso no tanto por la reciente dimisión del cardenal Robert Sarah, de quien Benedicto XVI dijo que la Liturgia estaría en buenas manos con él, sino por la publicación de un documento fechado el 12 de marzo por el que la Sección de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado ha ordenado que se supriman las celebraciones individuales en la Basílica de San Pedro, imponiendo las concelebraciones que deben ser “animadas litúrgicamente con la ayuda de lectores y cantores”.


Los obispos o los sacerdotes con grupos de peregrinos podrán celebrar la misa en las Grutas Vaticanas, mientras que se reserva una nota aparte para lo que se llama el “rito extraordinario” – y no una forma extraordinaria del único rito romano - para el que se especifica que “los sacerdotes autorizados podrán celebrar” en cuatro momentos concretos en la Capilla Clementina de las Grutas Vaticanas.


Las disposiciones entrarán en vigor a partir del 22 de marzo de 2021 y no se indica ninguna fecha de caducidad, lo que podría llevar a excluir que sea algo temporal. Y tampoco parece haber una relación directa con la emergencia sanitaria en curso, ya que se dice en el prefacio que la finalidad de la medida es asegurar “un clima de recogimiento y decoro litúrgico”.


Resulta anómalo que en el documento, que se refiere específicamente a la Basílica de San Pedro, esté completamente ausente la figura del arcipreste de la Basílica Vaticana, el cardenal Mauro Gambetti, recientemente nombrado en sustitución del cardenal Angelo Comastri.


El documento, publicado en exclusiva hace dos días por el blog Messainlatino.it, no ha gustado nada al cardenal Raymond Leo Burke, que ha emitido un comunicado en su página web criticando tanto la forma como el contenido. El prefecto emérito de la Signatura Apostólica advierte que las disposiciones suscitan preocupación “no sólo por la Basílica Papal de San Pedro, sino por la Iglesia universal, ya que la Basílica Papal de San Pedro es, de manera especial, la casa espiritual de todos los católicos y, como tal, debería ser un modelo de disciplina litúrgica para las Iglesias particulares”.


El cardenal norteamericano, experto canonista, señala que “se trata de un documento de la Sección Primera de la Secretaría de Estado sin firmar y sin número de protocolo, que además legisla sobre el aspecto más sagrado de la vida de la Iglesia, el ofrecimiento de la Santa Misa” y que aunque “parece auténtico, es decir, no falsificado, no puede considerarse un documento que contenga una legislación válida para la Sagrada Liturgia”.


En cuanto a la diferenciación de los celebrantes de la Forma Extraordinaria, el cardenal Burke cuestiona el uso de la expresión “sacerdotes autorizados” apelando a Summorum Pontificum, que afirma que “ningún sacerdote necesita autorización para ofrecer la Santa Misa según la Forma Extraordinaria del Rito Romano”. En esta declaración, el cardenal patrón de la Soberana Orden Militar de Malta pide la revocación del documento antes de que entre en vigor “por el bien de la fe católica y por el buen orden de la Sagrada Liturgia”.


¿Las nuevas normas sobre las celebraciones en la Basílica tienen alguna relación con la probable Visita Apostólica a la Congregación para el Culto Divino? Todavía es demasiado pronto para tener una respuesta a esta pregunta.