La homoherejía en
Ushuaia -sobre la bendición perversa de la unión entre homosexuales-
Infocatólica,
8.02.21
En estos días,
otro escándalo sacude y confunde la recta razón de muchos fieles en Argentina y
posiblemente en otros países: es la noticia –archidifundida y celebrada por los
medios - del supuesto “matrimonio” religioso de una pareja homosexual junto a
sus tres hijos adoptivos, celebrado en la principal parroquia de la ciudad de
Ushuaia, bajo la advocación de Ntra. Sra. De las Mercedes (ver aquí).
Paradójicamente, parecen haber elegido la advocación de la Redentora de
Cautivos para celebrar el beneplácito de los que se gozan en seguir luciendo
sus cadenas ante el aplauso del mundo, el demonio y la carne. Quienes lo
permiten no creen en ello; no son católicos, porque no basta haber sido
bautizado, sino sostener la fe de la Iglesia. Cuando ésta se niega y se
promueve otra cosa, tenemos a los herejes y apóstatas.
Significativamente,
ambos “contrayentes” resultan ser funcionarios públicos fuertemente
comprometidos con la pugna por imponer socialmente la agenda de la ideología de
género, y el espectáculo montado es ampliamente utilizado para ello, desde la
cinta del ramo que ostenta la persona que cumple el rol de “novia” hasta su
vestido negro, como “homenaje a todas las compañeras que no pudieron cumplir
con este sueño”.
Ahora bien, como
estas situaciones se prestan para que por todas partes se discutan opiniones
sobre lo que no es opinable, nos parece importante considerar tres elementos en
juego: el sacramento del matrimonio, el Orden Sagrado, el carácter de la
bendición, y la naturaleza de la homosexualidad.
Para la fe
católica, el matrimonio es uno de los siete sacramentos, y sin querer
simplificar el tema -que sobre todo desde Amoris Laetitia viene ocupando “ríos
de tinta"-, lo cierto y firme es que se trata de una institución divina
para sostener el núcleo de la sociedad que es la familia, cuyo origen biológico
es la unión fiel, indisoluble y perdurable entre un hombre y una mujer.
Yendo al Catecismo
de la Iglesia Católica, cuya validez sigue vigente más allá de las ocurrencias
personales de tal o cual sacerdote u obispo, citando a su vez el Derecho
Canónico por el que se rige la Iglesia, vemos que al referirse a los dos
sacramentos “al servicio de la comunidad”, enseña que
1601 "La
alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un
consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los
cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo
Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (CIC can. 1055, §1)
1602 La sagrada
Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a
imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26- 27) y se cierra con la visión de las
“bodas del Cordero” (Ap 19,9; cf. Ap 19, 7). De un extremo a otro la Escritura
habla del matrimonio y de su “misterio", de su institución y del sentido
que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo
largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y
de su renovación “en el Señor” (1 Co 7,39) todo ello en la perspectiva de la
Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,31-32).
1604 (…)
Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se
convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al
hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gn 1,31). Y
este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra
común del cuidado de la creación. «Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos
y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla"» (Gn 1,28).
1622 ”En cuanto
gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio […] debe ser
por sí misma válida, digna y fructuosa” (FC 67). Por tanto, conviene que los
futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el
sacramento de la Penitencia.
Más adelante, al
referirse al consentimiento matrimonial explicita el Catecismo que
1625 Los protagonistas
de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para
contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. “Ser libre”
quiere decir:
— no obrar por
coacción;
— no estar
impedido por una ley natural o eclesiástica.bodatrans
Valgan sólo estas
pequeñas citas para recordar mínimamente la grandeza de este sacramento, no
sólo por lo que significa como elemento “nuclear” para la sociedad, sino por el
lugar que ocupa en el Plan de Dios desde la misma Creación del hombre. Ahora
bien, cuanto más precioso y elevado es algo, más grave es el agravio contra él,
en pura lógica.
¿Y cuál es el
agravio contra este sacramento? En “castellano católico” se llama pecado, y se
peca contra el santo matrimonio (pues si es un sacramento es una realidad
sagrada, oportuno es recordarlo) con el adulterio, por ejemplo, o cuando se
hacen pasar como matrimonio a las uniones concubinarias con o sin “buenas
intenciones” (sic).
El caso es que
algo de importancia tendrá el asunto, para que Dios se ocupara de las uniones
conyugales en DOS Mandamientos, dando al hombre sólo diez para sintetizar una
“plataforma básica” de salvación y felicidad.
Hasta aquí lo que
diremos sobre la unión matrimonial.
El otro sacramento
que el Catecismo nos presenta “al servicio de la comunidad”, es el Orden
Sagrado.
¿Para qué
instituye Nuestro Señor a los diáconos, sacerdotes y obispos sino para
prolongar Su presencia y obra salvífica en la Iglesia hasta el fin de los
tiempos? La misión principal del sacerdote
y del Obispo -otro Cristo- se cifra en la salvación de sus hermanos, y para eso
ha de administrar los sacramentos, predicar, amonestar y gobernar porciones
delegadas de la Iglesia.
-¿De qué ha de
salvarlos? – De la condenación eterna, provocada por el pecado.
Ahora bien, entre
los muchos elementos con que cuentan los pastores para guiar al rebaño, se
hallan los sacramentales,
1667… “signos
sagrados con los que se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos
por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir
el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas
circunstancias de la vida” (SC 60; CIC can 1166; CCEO can 867).
Y prosigue
explicando claramente sus características:
1668 Han sido
instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios
eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la
vida cristiana, así como del uso de cosas útiles al hombre. (…) Comprenden
siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la
imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que
recuerda el Bautismo).
1669 Los
sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a
ser una “bendición” (cf Gn 12,2) y a bendecir (cf Lc 6,28; Rm 12,14; 1 P 3,9).
Por eso los laicos pueden presidir ciertas bendiciones (cf SC 79; CIC can
1168); la presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado
(obispos, presbíteros o diáconos, [cf. Bendicional, Prenotandos generales, 16 y
18]), en la medida en que dicha bendición afecte más a la vida eclesial y
sacramental.
1670 Los
sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los
sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen
a cooperar con a ella. (…)
Y llegamos
entonces al primer sacramental, y a su significado último:
1671Entre los
sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa,
de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para
obtener sus dones. En Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre “con
toda clase de bendiciones espirituales” (Ef 1,3). Por eso la Iglesia da la
bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo habitualmente la señal santa
de la cruz de Cristo.
1672 Ciertas
bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a
Dios y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares.
Habiendo repasado
estas nociones, tenemos elementos para juzgar con pleno derecho el pisoteo y
escarnio de la fe que bajo la venia del Obispo de Ushuaia perpetró el sacerdote
Fabián Colman en el día de ayer con el sacrílego espectáculo que ofrecieron en
una bendición ilegítima, formalmente demoníaca, disfrazada de misericordia,
cuando en su homilía sostuvo que “la Iglesia es de todos, y cuando digo todos,
son todos".
Y el error público
merece una corrección pública, porque resulta que este señor dice una gran
mentira: la Iglesia NO es de todos los que la tienen ocupada. Es la Iglesia de
Cristo, y no del demonio; es Arca de salvación para quienes quieren salvarse;
no es una plaza pública para pasear al perro, ni un predio para campeonatos de
ajedrez. Y sobre todo, no es escenario para fines políticos de los enemigos de
la Cruz. Es familia de los hijos de Dios, y éstos no son todos, sino los
bautizados.
Que todos están
invitados a formar parte de ella, por supuesto, pero esto conlleva condiciones,
y negar la realidad de que muchos, muchísimos la rechazan de plano, es una
mentira. Y si alguien no quiere ir a mi casa cuando lo invito, no tengo por qué
permitirle que vaya a hacer allí lo que quiera, como y cuando quiera.
Porque no hay sino
dos banderas, y sólo puede bendecirse en nombre de Cristo, y Él no bendice el
pecado ni la contranatura, que se burla de la Creación de Dios pervirtiendo la
naturaleza del hombre.
Para abundar sobre
la homosexualidad, remitimos a la gran cantidad de artículos y noticias sobre
el tema en este portal, pero fundamentalmente es necesario tener en cuenta a la
ideología de género como una auténtica embestida bélica, es decir, una causa
con tácticas y estrategias bien precisas para convencer al hombre de que la ley
natural es pura invención, y que en todo caso, el “seréis como dioses” es un
mandato sin límites: el hombre debe auto-realizarse, auto-percibirse,
auto-salvarse, auto-crearse, y toda limitación debe ser abolida como un ataque
a lo que creen sus legítimos derechos. En cuanto a las personas que
protagonizaron esa ceremonia no son sólo victimarios sino víctimas, en primer
lugar de la Revolución, que hoy se ha hecho con el poder político, pero sobre
todo, de unos pastores que en vez de ayudarlos, los han traicionado con la peor
de las traiciones, justificándolos en su pecado y boicoteándoles la verdad; la
verdad del Evangelio, la verdad sobre Cristo y la verdad sobre el hombre, su
pecado y su posibilidad real de conversión. Completamente confundidos en su
rumbo, declaran lastimosamente a la agencia Télam:
“Es un momento muy
significativo para el colectivo LGBTIQ+, porque es un lugar que se nos venía
negando, como tantas otras cosas. Por eso lo pensamos como un acto de
reconciliación y como un regreso a casa, en este caso la casa de Dios".
No es con Dios ni
con su Iglesia con quien se han reconciliado, sino con la ideología
intrínsecamente perversa a la que están siendo funcionales. ¿Y si no es
verdadera bendición, qué es entonces lo que se ha hecho? Si no es blanco, es
negro, porque claramente Nuestro Señor nos pidió que “sea vuestro lenguaje sí, sí;
no, no, y todo lo que pasa de esto, proviene del Maligno” (Mt.5, 37) Y si viene
del Maligno no ha de ser bendición, sino maldición.
Para más certeza,
nos enteramos por un diario local que no
satisfechos con una burda parodia de sacramento del Matrimonio bajo la
pretendida “bendición”, ha habido también una profanación de la Eucaristía al
dar la Comunión a quienes públicamente están privados de ella por ley divina,
porque “cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera
indigna, será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor.(…y)
porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia
condenación” (I Cor.11, 29).
Así lo describe el
diario mencionado:
“La novia ingresó
a la iglesia con la marcha nupcial, y, durante el acto religioso oficiado por
el cura párroco Fabián Colman, con acuerdo del obispado regional, se leyó el
Evangelio, se realizó la promesa de fidelidad de los cónyuges, se rezó el Padre
Nuestro y el Ave María, y comulgaron los novios y varios de los 60 feligreses
presentes.”
Quienes así
proceden, despreciando la salvación de los pecadores que la Providencia puso en
sus manos, dejándolos regodearse en su pecado –que clama al cielo- en vez de
amonestarlos paternalmente para ayudarlos a convertirse, no pueden ser llamados
pastores, sino ministros de Lucifer, que procede como ángel de luz, arrastrando
hacia el abismo.
Y la “frutilla de
la torta”, es la otra bofetada a la fe de los fieles, en que el obispo, Mons.
Ignacio García Cuerva, no sólo no amonesta severamente ni suspende al sacerdote
(como seguramente hubiera sucedido si alguno no se hubiera presentado sin el
bozal reglamentario), sino que en un ridículo comunicado que envió a los demás
obispos para ser distribuido al clero, se limita a lavarse las manos desligando
responsabilidades y minimizando la cuestión, que por lo visto sólo amerita una
“advertencia":
Río Gallegos, 7 de
febrero de 2021
Desde la sede
episcopal de la diócesis de Río Gallegos, y en referencia al acontecimiento sucedido
en el día de ayer en la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de
Ushuaia, al haber tomado conocimiento del mismo expresamos que no se autorizó
desde este Obispado dicha celebración.
Al tiempo que
acompañamos a todas las personas sin excepción alguna en su legítimo deseo de
recibir la bendición de Dios, dejamos constancia que en este caso no se trata
del sacramento de matrimonio tal como lo cree y sostiene la Iglesia.
El sacerdote en
cuestión ya fue advertido convenientemente.
Como pastor propio
de esta Iglesia diocesana quiero hacer llegar a todo el pueblo de Dios que
peregrina en Santa Cruz y Tierra del Fuego mi cercanía, pidiendo que todos
recemos para que siempre mantengamos la caridad cristiana hacia nuestro
prójimo, acompañando sus dolores y sufrimientos, sus gozos y esperanzas, y a la
vez conservando el depósito de la enseñanza de Jesús, el Señor.
+ Mons. Jorge I.
García Cuerva
Obispo de Santa
Cruz y Tierra del Fuego
Diócesis de Río
Gallegos
Releemos: “En este caso no se trata del sacramento de
matrimonio tal como lo cree y sostiene la Iglesia.”
¿Sugiere acaso que
hay “otro modo” de matrimonio, que no es como lo cree la Iglesia, sino como lo
sostiene el mundo? ¿Y por qué se lo celebra dentro de la Iglesia, presidido por
un ministro de la Iglesia?
Si alguien hace
algo que no se corresponde con lo que debe hacer, en el lugar y la forma en que
debe hacerse, ¿no se trata de una parodia? ¿o es que quien lo hace, es un
impostor, que no responde al fin para el cual se realiza lo que se hace y donde
se hace?
A ver, más claro:
si se sostiene la fe de la Iglesia, debemos convenir que la homosexualidad
práctica, consentida y defendida de forma militante es pecado grave, y el
pecado no puede bendecirse. Ergo, ¿para qué se monta este espectáculo? ¿A quién
están favoreciendo estos presuntos pastores, a las ovejas o al lobo?
Quien quiera
entender, que entienda. Y quien no quiera…en fin; Nuestro Señor curó a los
ciegos que pedían ver, y no a quienes se ufanaban de su ceguera.
Recordemos
entonces que entre los sucesores de los apóstoles puede haberlos de San Andrés,
de Sto. Tomás, o también de Judas, y según los frutos, podremos distinguirlos.
Lo
cierto es que no se trató de ninguna “distracción” episcopal ni de meras
actitudes pastorales, sino de otro credo que pasito a paso pretende ir tomando
el sitio del credo católico. García
Cuerva es el mismo “cura villero” que hace ya varios años, exactamente en el
2012 utilizó la basílica céntrica del Santísimo Sacramento para protagonizar el mediático bautismo de los hijos de quien -como
hijo de la Iglesia- fuera bautizado como Carlos Trinidad, pero que hoy se hace
llamar Flor de la Vega (fuertemente militante de la “causa” abortista), bajo el
rotundo silencio del entonces Cardenal J. M. Bergoglio.
Suponemos que
aquel alarde de “misericordia” habrá sido tenido en cuenta para la elevación de
García Cuerva al episcopado, que le fue conferido a su vez por Mons. Lugones…
El lema de la
carta pastoral del 2020 del obispo de Río Gallegos fue “una iglesia renovada,
una caridad creativa”, lo cual deberíamos leer: “una iglesia que no es
católica, una caridad perversa”, más bien su caricatura, porque no hay caridad
sino en la Verdad, y ésta es Una, ayer, hoy y siempre.