Continuar con la
reconstrucción del postconcilio
Stefano Fontana
Brújula cotidiana,
07-01-2023
Ahora que el
funeral celebrado el miércoles ha marcado el final del período inmediatamente
posterior a la muerte terrenal de Benedicto XVI y se han recordado los diversos
aspectos de su grandeza, uno no puede evitar mirar hacia delante y preguntarse
qué quedará de su legado en un futuro próximo. Para algunos quedará poco o nada
de ella, porque las posiciones oficiales de la Iglesia actual ya parecen haber
superado a las de Benedicto XVI, su muerte habría eliminado un escollo y
continuar por el nuevo camino ahora debería ser más fácil. Por otro lado están
los “continuistas”, según los cuales el pontificado de Francisco está en la
línea del de Benedicto, que hasta ahora simplemente se ha desarrollado de
acuerdo con las premisas que él estableció y así seguirá siendo. Ambas posturas
me parecen insatisfactorias. Por lo tanto, voy a intentar presentar otra.
Ratzinger/Benedicto
representa una época, la del Concilio y el postconcilio. Él encarnó la
interpretación más equilibrada de aquella época, logrando elaborar un cuadro
convincente de la misma de tal manera que no dejó (casi) nada fuera, ni
siquiera los errores cometidos y las cuestiones que siguen abiertas y por
reconsiderar. Su legado, por tanto,
consiste en retomar todo el asunto desde donde lo dejó, sin llevar a cabo una
transición de una época a otra, continuando con la contención de las tendencias
disolventes y prosiguiendo con la reconstrucción. Francisco, en cambio,
pretende dejar atrás esta época que, según él, considera que la Iglesia todavía
está en una posición de conservación y no de salida. Quiere ser postconciliar.
Es cierto que se refiere a menudo al Concilio, pero precisamente para decir que
ya no hay que detenerse en él y en la época que inauguró. El debate entre
Concilio y postconcilio se ha acabado para él. La prueba más clara de esta
posición, entre las innumerables que podríamos mencionar, fue el motu proprio
Traditionis custodes, que estableció que la “cuestión litúrgica” había
terminado y, con ella, la “cuestión” de toda una época. Pero ésta era
precisamente la cuestión principal que Benedicto XVI consideraba necesario
dejar abierta.
Si esta síntesis
mía tiene algo de verdad, la solución “continuista” se cae por su propio peso.
¿Y qué sucede con la otra? ¿Es la que queda de pie? ¿Quiere decir esto que el
nuevo paradigma se impondrá definitivamente, la época conciliar y postconciliar
será borrada y la resistencia aplastada? No lo creo, y explicaré por qué.
Lo que hemos visto
en los últimos días pertenece al género de la épica religiosa: Cuántas personas
han rendido homenaje a Benedicto, cuántas personas han declarado implícitamente
que se han sentido “tocadas” por él, cuántos han testificado que su muerte
terrenal no es la muerte de su legado sino más bien lo contrario, cuántos han
revivido el discurso de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006 y sus otros
escritos, cuántos se han ocupado de casos no resueltos como la prohibición de
hablar con sabiduría para que no se tergiversara la verdad sobre él. Por
supuesto, también hemos visto otras actitudes, por lo general bastante
mezquinas, como siempre ocurre en estos casos. Pero la adhesión de
inteligencia y corazón de los fieles a Benedicto ha sido impresionante y, visto
lo visto en estos días de su muerte y funeral, el legado de Benedicto no se desvanecerá
tan pronto, sino que toda la Iglesia se verá afectada durante mucho tiempo.
Incluso me
atrevería a decir que Benedicto y su legado influirán en la Iglesia aún más
después de su muerte física que antes, cuando estaba vivo. Todos recordamos sus
dos últimas intervenciones públicas: una sobre los abusos del clero y otra
sobre el celibato sacerdotal con el cardenal Sarah. Estas dos intervenciones
“frenaron” algunos procesos negativos y evitaron decisiones que quizá ya se
habían tomado pero estaban congeladas. Con su muerte esto ya no será posible,
pero esta labor la continuarán a partir de ahora aquellos que han asumido su
legado. Esto representa una fuerza aún mayor, primero porque contarán con la
ayuda de un “mecenas celestial”, y segundo porque la causa estará alejada de
las contingencias de la historia, adquiriendo así un valor emblemático y, por
tanto, más movilizador.
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