por Roberto
Gorostiaga
Periódico El
Restaurador, 29 de octubre de 2023
Los mártires de la
revolución francesa
Como dijo
Rousseau, “para establecerse y subsistir el Estado revolucionario deberá
destruir a la Iglesia y los cuerpos naturales de la sociedad”.
Así, la Asamblea
Legislativa francesa dijo: “Los males que resultan de las corporaciones han
sido expuestos. La tendencia natural que ellas tienen a crecer, la oposición
constante de su interés con el interés general se han visto con toda claridad.
Los proyectos de los enemigos de la revolución se fundan sobre los bienes del
clero... devolvedlos a la Nación y ellos serán destruidos”. (Diario de decretos
y debates -9 de abril de 1790- nr 238) Por eso el papa Pío VI enseñó:
“La Asamblea
Nacional se ha abrogado la potestad eclesiástica, estableciendo tantas y tantas
cosas contrarias no sólo a los dogmas sino también a la disciplina eclesiástica
y obligando a todos los obispos y eclesiásticos con juramento a la observancia
de su decreto. Más esto de ningún modo debe maravillar a aquellos que por la
constitución misma de la Asamblea fácilmente comprenden que a ninguna otra cosa
se encamina ni de ninguna otra cosa trata que de abolir la religión católica...”
(Breve Quod Aliquantum, del 10 de febrero de 1791).
Veamos sólo
algunos hechos de cómo procedió con la Iglesia la “gloriosa Revolución”, cuyo
bicentenario acaba de celebrarse:
El 12 de noviembre
de 1789 los bienes del clero son puestos a disposición de la Nación.
El 13 de febrero
de 1790 se decreta la secularización de los religiosos, prohibiendo los votos
de religión.
El 20 de marzo se
decreta se hagan los inventarios de las iglesias y locales del clero. Desde la
Revolución las iglesias católicas son del Estado, que —desde el Concordato de
1801 a que fue obligado por la resistencia vandeana— facilita su uso a la
Iglesia.
La Asamblea
Nacional francesa votó del 9 de abril al 12 de julio de 1790 “la Constitución
civil del clero” que instaura una Iglesia nacional.
Allí Robespierre
dijo que: “La Nación debe conservar (en sus manos) todo lo que es necesario
para el culto, para el sostén de la religión católica...”. Y reclama la
supresión del celibato eclesiástico.
El 6 de abril de
1792: la Asamblea Legislativa suprime el hábito religioso.
El 18 de agosto de
1792: supresión de todas las congregaciones religiosas.
El 17 de noviembre
de 1792: se aprueba el matrimonio de los clérigos.
El 22 de enero de
1783: Circular del consejo ejecutivo para imponer al clero “constitucional” la
obligación de casar a los divorciados y a los sacerdotes.
El 3 de abril de
1789 (14 germinal, año VI): Resolución del directorio relativo al calendario y
a los mercados para impedir el ayuno de los viernes.
Mártires y
víctimas de la Revolución
La Iglesia ha
beatificado hasta ahora 374 mártires, asesinados por “odio de la fe” a saber:
Las 16 carmelitas
de Compiegne, guillotinadas el 17 de julio de 1794 (beatificadas por la Iglesia
en 1906).
Las 15 religiosas
de Valenciennes (3 Hijas de la Caridad y 11 Ursulinas) guillotinadas el 26 de
junio de 1794 (beatificadas en 1920).
Las 32 religiosas
de Bollene, guillotinadas en Orange del 6 al 26 de agosto de 1794 (beatificadas
en 1925).
El padre Noél
Pinot, guillotinado el 21 de febrero de 1794 (beatificado en 1926).
Los 191 mártires
guillotinados en la prisión del Carmelo el 2 de septiembre de 1792
(beatificados en 1926.
El padre
Pierre-René Rogue, guillotinado en Vannes el 3 de marzo de 1796 (beatificado en
1934).
Los 19 mártires de
Laval, guillotinados el 21 de enero de 1794 (beatificados en 1955).
Los 99 mártires de
Angers (12 sacerdotes; 3 religiosas y 94 laicos, de ellos mujeres) ejecutados
entre octubre de 1793 y octubre de 1794.
Otras causas en
proceso de beatificación en Roma son los de:
El padre Jean
Poulín de Arras ejecutado el 22 de agosto de 1793 y otras 157 víctimas de la
misma ciudad, entre 1793 y 1798.
El padre Ignacio
José Gosseau, de Valenciennes y 46 sacerdotes y religiosos de la misma ciudad,
ejecutados entre 1792 y 1799.
Tomás Merle de
Castillon y otras 71 personas ejecutadas en Lyon entre 1792 y 1794.
Los 5 capuchinos
ejecutados en Nimes el 14 de junio de 1790, Jean Baptiste Souzy ejecutado en
L'Ile Madame el 27 de julio de 1793 y sus 102 compañeros también muertos por la
fe entre 1793 y 1795.
Los 110 niños de
menos de 7 años masacrados en Lucs-sur-Boulogne en Vendee, por la “columna
infernal” del general Cordellier.
No se agota con
esto la lista de quienes murieron por causa directa de su fe.
Así, en Nantes,
están los 143 sacerdotes ahogados en el río Loira a fines del año 1793.
En Toulouse el
padre Duchein, ejecutado el 7 de noviembre de 1793.
En París, Ana
Poulain y su criada Margarita, condenadas a muerte el 21 de diciembre de 1793
por haber escondido a un sacerdote proscripto.
El padre Fenelon,
sobrino nieto del autor de “Telémaco” guillotinado también en París, julio
1794.
En Puy la señora
de Beauzac, madre de un sacerdote refractario a la Constitución civil del
clero; y la familia Best (el marido, su esposa y su cuñada) guillotinados en
enero de 1794 por ayudar al clero fiel.
En Dax sor
Margarita Rustau, Hija de la Caridad, guillotinada el 9 de abril de 1794.
En Montpellier,
María Coste, campesina guillotinada el 3 de mayo de 1794 por haber alimentado a
un sacerdote proscripto.
Se calculan en 2
millones de personas las víctimas del terror en Francia. A ellos deben agregarse las víctimas de las guerras
de la Revolución y el imperio napoleónico en toda Europa, desde España hasta
Rusia. Todo ello en nombre de los derechos del hombre y el ciudadano.
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