no es un ideal: así “corrige” León XIV a
Francisco
Stefano Fontana
Brújula cotidiana,
03_06_2025
El discurso del
Santo Padre León XIV a los peregrinos con motivo del Jubileo de las familias,
los abuelos y los ancianos es muy rico en contenido y no bastaría un artículo
para señalarlo todo. Aunque invitamos a los lectores a la lectura personal del
texto, puede ser útil destacar un pasaje, breve en número de palabras pero
denso y eficaz desde el punto de vista doctrinal, que corrige en lo esencial
los supuestos teológicos y pastorales de Amoris laetitia (AL). En el plano
formal, un discurso no puede anular una exhortación apostólica, pero en el
plano sustantivo y estrictamente teológico lo ha hecho, lo que hace esperar
algún otro paso que sea más auténticamente magisterial. El breve discurso es el
siguiente: “Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, os digo a
vosotros, esposos: el matrimonio no es un ideal, sino el canon del verdadero
amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel, fecundo (cf. San Pablo VI,
Lett. Enc. Humanae vitae, 9)”.
“El matrimonio no
es un ideal”, pero cuando en Amoris laetitia se habla de las llamadas
situaciones “irregulares”, como las uniones sin matrimonio o después de un
divorcio, se consideran situaciones de inadecuación con respecto a la plenitud
de lo que nos propone Cristo. No como algo contrario e incompatible, sino como
algo inadecuado, debido a la fragilidad humana o a las circunstancias de la
vida. Algo inadecuado no es un mal que haya que condenar o evitar, sino algo
positivo, aunque no completamente, que hay que hacer crecer y mejorar. Todos
estamos ya en el buen camino, solo que unos están más adelantados y otros más
atrasados.
Por ejemplo, al
comienzo de la Exhortación, Francisco dice: “Por eso me detengo en una
invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que
no corresponden plenamente a lo que el Señor nos propone”. El pecado, según
Amoris laetitia, no es una respuesta errónea, sino una respuesta que no
corresponde plenamente. En relación con el episodio evangélico de la
samaritana, el texto de AL dice: “... y luego sola con Jesús, que no la condena
y la invita a una vida más digna”, lo que hace pensar que incluso el adulterio
tiene, en cualquier caso, algún aspecto digno.
Uno de los
aspectos más disruptivos de la Exhortación es lo expresado en el párrafo 303,
según el cual la conciencia puede reconocer “con sinceridad y honestidad” que
esa situación irregular es “la donación que Dios mismo está pidiendo en medio
de la complejidad concreta de los límites, aunque no sea todavía plenamente el
ideal objetivo”.
He aquí la palabra
“ideal”, retomada ahora por León XIV para ser negada, un término clave de
Amoris laetitia, que en su momento la vieja guardia del Instituto Juan Pablo II
criticó con dureza. El cardenal Caffarra había observado, entre el llanto y la
ironía: “La indisolubilidad, más en general el matrimonio entendido
cristianamente, no es un ideal, una especie de meta a alcanzar y hacia la que
tender. Me gustaría ver la reacción de una esposa a la que su marido le dijera:
‘Mira, la fidelidad hacia ti es para mí un ideal al que aspiro, pero que aún no
poseo’”.
Cuando se
presentan situaciones irregulares como etapas positivas hacia el matrimonio se
está afirmando que es posible vivir como marido y mujer sin serlo. El cardenal
Velasio de Paolis escribió durante el doloroso debate de hace ya diez años: “Lo
que no es admisible para la ley moral y divina es precisamente que dos personas
que no son cónyuges vivan como tales... Sería la destrucción total de la
relación matrimonial y de la familia, y se derrumbaría toda la ley moral sobre
la sexualidad”.
El breve pasaje
del discurso de León XIV restablece así la verdad sobre un punto muy
importante, su mención implica la revisión de toda la Exhortación Apostólica
que se basaba en él, y representa también, implícitamente, una respuesta
sintética a las famosas Dubia de los cardenales. Al mismo tiempo, es también un
retorno a la Veritatis splendor de Juan Pablo II. Si la moral divina solo
presenta un “ideal” y no es una “prescripción”, entonces no se pueden dar leyes
divinas válidas siempre y para todos. Sin embargo, la Veritatis splendor
condena las posiciones morales que “consideran que nunca se puede formular una
prohibición absoluta de determinados comportamientos que serían contrarios, en
todas las circunstancias y en todas las culturas, a esos valores” (n. 75). No
es posible evaluar ciertos comportamientos como injustos o erróneos y, al mismo
tiempo, calificar como justa y buena la voluntad de la persona que los elige.
La tendencia al fin de la voluntad de quien actúa es ciertamente importante,
pero esta se cumple cuando se realizan los contenidos buenos de la acción
humana.
Si cae el
principio de la ley moral divina como “ideal” y se vuelve a la Veritatis
splendor, también se puede retomar la doctrina de las acciones intrínsecamente
malas (intrinsece mala y, en el plano político, principios no negociables) y,
esperemos, se podrá volver a hablar de “naturaleza” y de ley moral natural,
expresiones de las que se había perdido todo rastro.