Cambio de rumbo de EE. UU. en política
exterior
Ermes Dovico
Brújula cotidiana,
03_12_2025
La pendiente
resbaladiza de los "nuevos derechos" puede revertirse si existe la
voluntad política para hacerlo. Así lo confirma el anuncio del Departamento
de Estado de EE. UU. de que, a partir de 2026, cambiará significativamente la
forma de elaborar su informe anual sobre el respeto de los derechos humanos en
el mundo. En concreto, se considerarán violaciones de los derechos humanos:
los tratamientos hormonales y las intervenciones quirúrgicas destinadas a la
«transición de género» de los niños; los abortos financiados por los gobiernos;
las leyes que atentan contra la libertad de expresión; las políticas DEI
(acrónimo inglés que significa «diversidad, igualdad e inclusión») en materia
de contratación, es decir, las vías preferenciales basadas fundamentalmente en
la raza y en la identificación como LGBT; la eutanasia coercitiva.
El cambio fue
comunicado por el Departamento de Estado mediante un telegrama enviado el
pasado 20 de noviembre a todos los consulados y embajadas estadounidenses.
«Este telegrama contiene instrucciones precisas que suscitan una profunda
gratitud en los representantes del movimiento pro-vida de todo el mundo»,
escribe Raimundo Rojas, miembro de National Right to Life. En lo que respecta
al asesinato de los no nacidos, a partir del próximo año, los diplomáticos
estadounidenses deberán indicar no solo si los gobiernos subvencionan el aborto
y las sustancias abortivas, sino también la estimación del número total de
abortos practicados cada año en un País determinado. En resumen, el aborto
voluntario se considerará lo que es, un gravísimo ataque contra la vida y la
dignidad humana. Se trata de un hecho de alcance histórico con respecto al
pasado reciente, ya que marca un cambio decisivo en la política exterior de
Estados Unidos.
Desde la década de
1970, el Departamento de Estado elabora un informe anual sobre la situación de
los derechos humanos en cada País miembro de la ONU. Este informe es
considerado por muchos como el estudio más completo realizado por un solo
gobierno sobre esta cuestión. Pero a lo largo de los años, y más aún en este
tercer milenio, la evaluación de cuáles son los derechos humanos y sus violaciones
ha cambiado considerablemente en función del "color" de la
administración, ya sea demócrata o republicana. Por citar un par de ejemplos
emblemáticos, durante los mandatos de Barack Obama y Joe Biden en la Casa
Blanca, los informes del Departamento de Estado incluían una sección sobre los
llamados «derechos reproductivos», en respuesta a las demandas de los grupos de
presión a favor del aborto. En el primer mandato de Donald Trump, esta sección
simplemente se eliminó. Algo similar ocurrió con las nuevas categorías —fruto
de la ideología LGBT— de «orientación sexual e identidad de género»: incluidas
bajo Obama, se redujeron durante la primera presidencia de Trump.
En este segundo
mandato del magnate está ocurriendo algo nuevo. Como resume Rebecca Oas en
Friday Fax: «La administración Trump no se limita a eliminar las cuestiones
controvertidas, sino que pasa al ataque». Además de la ya mencionada crítica al
aborto, en los próximos informes se condenará a los gobiernos que favorecen la
transexualidad, es decir, lo que el Departamento de Estado denomina
«mutilaciones químicas o quirúrgicas» en perjuicio de los niños.
También serán
objeto de crítica las investigaciones o detenciones relacionadas con los
llamados «discursos de odio». A este respecto, cabe recordar que, en los
últimos años, varios países occidentales han debatido y aprobado leyes que
limitan la libertad de expresión en materia de aborto, reivindicaciones Lgbt
(véanse las normas sobre "homofobia" y «transfobia») y similares,
hasta llegar, como en el Reino Unido, a arrestar a pacíficos defensores de la
vida naciente, culpables de ofrecer ayuda e incluso de rezar mentalmente dentro
de una zona de amortiguación. Recordemos a este respecto el discurso
pronunciado por J. D. Vance en Múnich en febrero de 2025, cuando el
vicepresidente de los Estados Unidos citó el caso del británico Adam
Smith-Connor (véase aquí) como víctima de un Estado que pisotea «las libertades
fundamentales», hasta el punto de incriminarlo por un "delito" de
pensamiento.
Entre las
violaciones de los derechos humanos se incluirá también el hecho de facilitar
la inmigración masiva o ilegal «a través del territorio de un País hacia otros
Países».
Un alto
funcionario del Departamento de Estado, según informa la BBC, afirmó, tras solicitar
permanecer en el anonimato, que las nuevas instrucciones pretenden ser «una
herramienta para cambiar el comportamiento de los gobiernos». El mismo
funcionario explicó que «Estados Unidos sigue fiel al reconocimiento de la
Declaración de Independencia de que todos los hombres han sido dotados por el
Creador de ciertos derechos inalienables», y añadió que los derechos «nos han
sido dados por Dios, nuestro Creador, y no por los gobiernos». En definitiva,
un reconocimiento de que los únicos derechos verdaderos son los basados en la
ley moral natural, emanación de la ley divina. Una verdad que la concepción
moderna de los derechos humanos tiende a ignorar, como demuestran las protestas
de organizaciones como Amnistía Internacional, que ha hablado de un «alejamiento
de los derechos humanos universales hacia unos “derechos naturales” elusivos e
indefinidos».
Pero la medida del
Departamento de Estado, dirigido por Marco Rubio, va en la dirección correcta,
precisamente la de combatir «las nuevas ideologías destructivas» en las que se
basan las violaciones de los derechos humanos, como explicó Tommy Pigott,
portavoz del mismo Departamento. En el movimiento pro vida estadounidense hay
quienes esperan, con razón, que la propia administración Trump reconsidere otro
fruto perverso de las ideologías actuales, la fecundación artificial, que no
solo desvincule el acto unitivo del procreativo, sino que también conlleva la
congelación y la muerte de innumerables embriones, degradando la dignidad del
ser humano, tratado como un medio.
En cualquier caso,
sigue siendo notable el giro del Departamento de Estado, que puede influir
positivamente en un mayor respeto de la dignidad humana en el mundo.
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