jueves, 19 de noviembre de 2009

Acerca de la columna escrita por el Rector de la Universidad Católica de Córdoba


Antonio M. Pereyra

Primero me refiero a la afirmación: “Noé significa el de larga vida”.
Que no le crea al Señor Rector ningún inventor de marcas de leche, ni se le ocurra ponerle “Noe” a los sachets de leche “larga vida” de su empresa… porque Noé no significa eso en el hebreo bíblico, como se puede comprobar consultando cualquier buen diccionario bíblico.

En el de H. Haag, A. van den Born y S. de Ausejo leemos que el nombre Noaj, si es hebreo, deriva de la raíz núaj y significa reposo, descanso, aunque en Génesis 5, 29 se lo interpreta como derivado de la raíz najam, consolar. Lo que después de bien reposado sirve para consolar es un buen vino. Y por eso Noé serviría para marca de alguna buena bodega.
La longevidad, la comparte Noé con los patriarcas antediluvianos, de los que es el último. Pero nada más.
No hay razón alguna para ir a buscar el significado del nombre del Noé bíblico mediante pases de magia erudita, como lo han hecho entre otros M. Burrows, en el nombre de algunos personajes mitológicos de las literaturas extrabíblicos pero sin fundamento en el universo de la revelación bíblica, que es la que se debe tener por normativa en una lectura teológica, que supone ubicar los detalles en su contexto amplio. Lo digo porque es posible que un Rector de Universidad se haya extraviado por vana erudición, más que por ignorancia.

En Mateo 24, 37-39, Lucas 17, 26s, Hebreos 11,7 y 2 Pedro 2, 5 los autores inspirados se ciñen al sentido literal del Antiguo Testamento e interpretan al personaje en la forma que se ha trasmitido tradicionalmente entre los creyentes.
Pero lo que es más lamentable es...
que el sacerdote rector de la Universidad católica (?) tome la Sagrada Escritura en un espíritu que suena frívolo e irrespetuoso hasta con Dios mismo en los oídos creyentes.

Un espíritu ajeno a la norma que da la Constitución Dei Verbum Nº 12 para interpretar la Sagrada Escritura: “en el mismo Espíritu con que fue escrita”.

La lectura del Señor Rector, no es una lectura religiosa del texto, sino una simple utilización de un texto religioso con una finalidad moralizante. Pero no se puede pretender fundar un comportamiento moral al margen o en contra del sentido de la revelación bíblica y sacando los textos sagrados de su sagrado contexto.

El Señor Rector escribe de espaldas al texto de Génesis 6, 5 y siguientes que revela un juicio de Dios sobre una humanidad malvada: "Cuando el Señor vio qué grande era la maldad del hombre sobre la tierra y cómo todos los designios que forjaba su mente tendían constantemente al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la tierra y sintió pesar en su corazón". Y también ignora que más adelante, en Génesis 8, 21, cuando Noe le ofrece un sacrificio, Dios "se dijo a sí mismo: nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre". De un versículo al otro, se describe un arco textual que pertenece a la esencia de lo revelado en él. Dar las espaldas a ese sentido literal bíblico es perderse su riqueza revelada y su sabiduría, y arriesgarse a elucubrar necedades que se tienen por más sabias que la revelación y que el Revelador mismo. Pero, lo que es peor: es dar ocasión de tropiezo en su fe a los oyentes o lectores.

Dar las espaldas a ese sentido literal bíblico, ya sea por ignorancia ya sea por ignorarlo, es perderse uno mismo y arrebatar a los demás, su riqueza revelada y su sabiduría, y arriesgarse a elucubrar necedades que se tienen por más sabias que la revelación y que el Revelador mismo.
Más vale que el Señor Rector deje tranquilo a Dios y a las Sagradas Escrituras e invente sus propios argumentos sobre sus propios pies mentales, sin manotear las Escrituras para bastón en su marcha mental por caminos ajenos a ella. En eso le va a él la salvación eterna y la cuenta que deberá de dar por otros.

Antonio M. Pereyra





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