Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote
Catolicos-on-line, Octubre 2018
Mientras el Sínodo sobre los jóvenes sigue adelante,
en medio de un silencio que se justifica oficialmente diciendo que así los
obispos pueden expresarse con más libertad, otras cosas han sido noticia esta
semana.
En primer lugar, las durísimas afirmaciones del Papa,
el pasado miércoles, contra el aborto. No debería ser noticia que un Papa, este
o cualquier otro, condenara el aborto. De hecho, Francisco se ha manifestado en
contra de él en muchas ocasiones. La novedad es que esta vez ha comparado el
aborto con los crímenes llevados a cabo, por encargo, por los sicarios. Nunca
he oído una afirmación tan dura en la forma e implica que para el Papa los que
hacen posible el aborto (los médicos, por ejemplo) son como los asesinos a
sueldo, que trabajan para la mafia o para los narcotraficantes. Por extensión,
las mujeres que abortan serían comparables a los que encargan esos asesinatos,
aunque estoy seguro de que en la intención del Papa no estaba llevar la
comparación a esos extremos.
La segunda noticia la ha protagonizado el cardenal
Cupich, arzobispo de Chicago e íntimo amigo del depuesto cardenal McCarrick. No
hay que olvidar que poco antes de que estallase el escándalo sexual -pero ya
siendo conocido por muchos-, que le supuso a McCarrick perder el cardenalato,
Cupich le dio el “premio Francisco”, que se otorga en Estados Unidos a los que
más se han identificado con el actual Pontífice, y se deshizo en elogios hacia
el después castigado purpurado. Pues bien, con esos antecedentes y esas
amistades peligrosas, Cupich no ha tenido reparo en declarar a una televisión
norteamericana, WTTW, que en Chicago se da la comunión a los homosexuales que
viven en pareja. “No es nuestra política negarles la comunión”, afirmó.
Pero en esta misma semana, se ha sabido también que la
Congregación para la Educación Católica, presidida por el cardenal Versaldi, ha
negado el “placet” al P.Wucherpfenning, jesuita, para que pueda seguir siendo
rector de la Universidad de St.Georgen, en Frankfurt, propiedad de los
jesuitas. El motivo ha sido que el P.Wucherpfenning es un destacado activista
pro gay y ha llegado a afirmar en público que él mismo ha dado la bendición a
varias parejas de ese tipo. El provincial de los jesuitas y el obispo de
Limburg han protestado por lo que consideran un abuso.
Tenemos, pues, dos noticias claramente
contradictorias. Por un lado, un cardenal, amigo del Papa, elegido
personalmente por él para estar en el Sínodo ya que no había sido votado por
sus compañeros en el Episcopado, dice abiertamente que en su diócesis se da la
comunión a los homosexuales activos. Por otro, el Vaticano ha impedido que sea
rector de una universidad alguien que opina lo mismo que Cupich; me parece
imposible que en Roma hayan tomado esta decisión tan seria sin conocimiento del
Pontífice, primero porque es el rector de una universidad alemana y, sobre
todo, porque afecta a un jesuita y el Papa es jesuita.
Para colmo, un obispo vecino a Cupich, Thomas
Paprocki, de la diócesis de Springfield, también en Illinois como Chicago,
anunció que los gays que viven en pareja no podrán recibir funerales católicos
cuando fallezcan.
Es decir, en una diócesis se admite a lo más íntimo,
que es la comunión, a los homosexuales activos y en otra se les niega incluso
el funeral. Vuelvo a repetir, la confusión es tremenda y eso está haciendo un
daño enorme a la gente. Pone en peligro, si es que no se ha roto ya, una de las
notas características de la Iglesia, la de la unidad. Y también pone en peligro
otra nota esencial, la de la apostolicidad, pues ésta no significa sólo que los
obispos son sucesores en línea directa de los apóstoles, sino que enseñan la
misma doctrina que enseñaron ellos -contenida en los Evangelios, en las Cartas
y en el resto del Nuevo Testamento- y que ha sido transmitida fielmente de
generación en generación (a eso se le llama la Tradición), siempre
evolucionando, pero nunca contradiciéndose.
Hay que recordar las palabras del Señor: “Todo reino
en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa…” (Lc 11, 14-23).
Recemos para que termine pronto esta terrible confusión que tanto nos está
haciendo sufrir.
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