miércoles, 6 de agosto de 2025

OCULTAN A CRISTO

 

 detrás del Discurso Social

 

P. Clodovis Boff

[InfoCatólica / CentroPieper] 29-6-2025

 

Quien fuera durante años un referente indiscutido de la Teología de la Liberación pero que más tarde se distanció de su deriva ideológica, el P. Clodovis Boff –no confundir con su hermano Leonardo Boff– ha escrito una contundente «Carta Abierta a los Obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM)» donde entre muchas cosas valiosas, dice sin rodeos: «Disculpen mi franqueza… Ustedes, los obispos del CELAM, repiten la misma cantinela de siempre: social, social, social. Llevan más de cincuenta años haciéndolo. Queridos hermanos mayores, ¿es que no ven que esa música ya cansa? ¿Cuándo nos darán las buenas noticias sobre Dios Padre, Cristo y su Espíritu? ¿Sobre la gracia y la salvación? ¿Sobre la conversión del corazón y la meditación de la Palabra? ¿Sobre la oración y la adoración, la devoción a la Madre del Señor y otros temas similares? Finalmente, ¿cuándo nos anunciarán un mensaje verdaderamente religioso y espiritual?».

 

Sacerdote de la Orden de los Siervos de María, el P. Clodovis lamenta, en su escrito de cuatro páginas, que los Obispos del Continente Iberoamericano en su documento sólo hablen de Cristo «dos veces, y en ambas ocasiones de pasada». Incluso denuncia que se leen allí las palabras «“Dios”, “Cristo”, “evangelización”, “resurrección”, “Reino”, “misión” y “esperanza”. Sin embargo, [estas] son palabras colocadas en el documento de forma genérica. No se ve en ellas un claro contenido espiritual», reaccionando así al documento final de la 40ª Asamblea General Ordinaria del CELAM, habida entre el 26 y el 30 de mayo pasado. «Es hora de restituirle [a Cristo] la primacía absoluta», dice, cerrando valientemente su Carta Abierta.

 

Recordemos que ya en el año 2007 nuestro Teólogo Brasileño publicó un artículo titulado «Teología de la Liberación y Vuelta al Fundamento», donde decía claramente que «el error de la teología de la liberación realmente existente fue haber puesto a los pobres en el lugar de Cristo, haciéndolos un fetiche y rebajando a Cristo a mero coadyuvante; cuando Cristo hizo lo contrario: se puso en el lugar de los pobres, para hacerlos partícipes de su dignidad divina».

 

Por el alto interés que ha suscitado este escrito –aunque no estemos de acuerdo absolutamente en todo–, es que ahora lo reproducimos enteramente para todos los lectores de nuestro Blog del Centro Pieper. Y lo hacemos muy especialmente por el itinerario espiritual de quien lo escribe. Pues, como alguna vez escribió Luis Fernando Pérez Bustamante: «Pocos ayudan tanto a la Iglesia como los que fueron heterodoxos dentro de ella, se dieron cuenta de su error, lo reconocieron, se arrepintieron y luego se dedicaron a combatirlo».

 

¡Vale la pena leerlo!

 

*   *   *

Carta abierta a los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM)

[Nota del Centro Pieper: las “negritas” son nuestras]

 

Queridos hermanos obispos:

 

     He leído el mensaje que publicaron al final de la 40ª Asamblea celebrada en Río a finales de mayo. ¿Qué buena noticia he encontrado en el mensaje? Disculpen mi franqueza: Ninguna. Ustedes, los obispos del CELAM, repiten la misma cantinela de siempre: social, social, social. Llevan más de cincuenta años haciéndolo. Queridos hermanos mayores, ¿es que no ven que esa música ya cansa? ¿Cuándo nos darán las buenas noticias sobre Dios Padre, Cristo y su Espíritu? ¿Sobre la gracia y la salvación? ¿Sobre la conversión del corazón y la meditación de la Palabra? ¿Sobre la oración y la adoración, la devoción a la Madre del Señor y otros temas similares? Finalmente, ¿cuándo nos anunciarán un mensaje verdaderamente religioso y espiritual?

 

     Eso es precisamente lo que más necesitamos hoy y lo que llevamos esperando mucho tiempo. Me vienen a la mente las palabras de Cristo: los hijos piden pan y les dais una piedra (Mt 7, 9). Incluso el mundo secular está harto de la secularización y busca la espiritualidad. Pero no, ustedes siguen ofreciéndoles lo social y siempre lo social; de lo espiritual, apenas unas migajas. Y pensar que son ustedes los guardianes de la riqueza más importante, la que más necesita el mundo y la que ustedes, en cierto modo, le niegan. Las almas piden lo sobrenatural, y ustedes insisten en darles lo natural. Esta paradoja es evidente incluso en las parroquias: mientras los laicos se complacen en mostrar signos de su identidad católica (cruces, medallas, velos y blusas con estampados religiosos), los sacerdotes y las monjas van a contracorriente y aparecen sin ningún signo distintivo.

 

     No obstante, ustedes se atreven a decir, muy convencidos, que escuchan los «gritos» del pueblo y que son «conscientes de los desafíos» de hoy. ¿Acaso escuchan de verdad o se quedan en la superficie? Leo su lista de «gritos» y «desafíos» de hoy y veo que no es más que lo que dicen los periodistas y sociólogos ordinarios. ¿Es que no escuchan cómo, desde las profundidades del mundo, se alza hoy un clamor formidable a Dios? ¿Un clamor que ya oyen incluso muchos analistas no católicos? ¿Es que el motivo de la existencia de la Iglesia y sus ministros no es precisamente escuchar este clamor y darle una respuesta, una respuesta verdadera y completa? Los gobiernos y las ONG están ahí para atender los clamores sociales. La Iglesia, sin duda, no puede quedarse al margen, pero no es la protagonista en este campo. Su ámbito de acción es otro más elevado: responder precisamente al clamor que busca a Dios.

 

     Sé que ustedes, como obispos, sufren día y noche el acoso de la opinión pública para que se definan como «progresistas» o «tradicionalistas», «de derecha» o «de izquierda». Pero ¿son estas las categorías adecuadas para los obispos? ¿No son, más bien, las de «hombres de Dios» y «ministros de Cristo»? En esto, San Pablo es categórico: «que los hombres nos tengan como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1Co 4, 1). No es ocioso recordar aquí que la Iglesia es, ante todo, un «sacramento de salvación» y no una simple institución social, progresista o no. Existe para proclamar a Cristo y su gracia. Ese es fin principal, su compromiso mayor y permanente. Todo lo demás es secundario. Perdónenme, queridos obispos, si les recuerdo lo que ya saben. Pero, si lo saben, ¿por qué, entonces, no aparece todo esto en su mensaje y en los escritos del CELAM en general? Al leerlos, uno casi inevitablemente llega a la conclusión de que, hoy, la gran preocupación de la Iglesia en nuestro continente no es la causa de Cristo y su salvación, sino causas sociales, como la justicia, la paz y la ecología, que ustedes mencionan en su mensaje a modo de cantinela.

 

     La misma carta que el Papa León envió al CELAM, a través de su Presidente, habla inequívocamente de la «urgente necesidad de recordar que es el Resucitado, presente en medio de nosotros, quien protege y guía a la Iglesia, reavivándola en la esperanza», etc. El Santo Padre también les recuerda que la misión propia de la Iglesia es, en sus propias palabras, «salir al encuentro de tantos hermanos y hermanas, para anunciarles el mensaje de salvación de Cristo Jesús». Sin embargo, ¿cuál fue la respuesta que dieron al Papa? En la carta que le escribieron, no se hicieron ningún eco de estas advertencias papales. Más bien, en lugar de pedirle que les ayudara a mantener viva en la Iglesia la memoria del Resucitado y a sus hermanos la salvación en Cristo, le pidieron que los apoyara en su lucha por «incentivar la justicia y la paz» y en «la denuncia de toda forma de injusticia». En resumen, lo que le dijeron al Papa fue la vieja cantinela de siempre: «social, social…», como si él, que trabajó durante décadas entre nosotros, nunca la hubiese oído. Dirán ustedes: «todas esas verdades se dan por supuestas, no hace falta repetirlas todo el tiempo». No es cierto, queridos obispos. Necesitamos repetirlas con renovado fervor cada día; de lo contrario, se perderán. Si no fuera necesario repetirlas una y otra vez, ¿por qué las recordó el Papa León? Sabemos lo que sucede cuando un hombre da por supuesto el amor de su esposa y no se preocupa por alimentarlo. Esto se aplica infinitamente más en relación con la fe y el amor a Cristo.

 

     Ciertamente, en su mensaje no falta el vocabulario de la fe. Leo en él: «Dios», «Cristo», «evangelización», «resurrección», «Reino», «misión» y «esperanza». Sin embargo, son palabras colocadas en el documento de forma genérica. No se ve en ellas un claro contenido espiritual. Más bien, hacen pensar en la cantinela habitual «social, social y social». Tomemos, por ejemplo, las dos primeras palabras, que son fundamentales y más que básicas para nuestra fe: «Dios» y «Cristo». En cuanto a «Dios», solo lo mencionan en las expresiones estereotipadas «Hijo de Dios» y «Pueblo de Dios». Hermanos, ¿es que esto no es pasmoso? En cuanto a «Cristo», solo aparece dos veces, y en ambas ocasiones de pasada. Una de ellas es cuando, recordando los 1.700 años de Nicea, hablan de «nuestra fe en Cristo Salvador», algo importantísimo en sí mismo, pero que carece de relevancia alguna en su mensaje. Me pregunto por qué no aprovechamos esta inmensa verdad dogmática para renovar, con todo fervor, la primacía de Cristo-Dios, que tiene hoy una presencia tan escasa en la predicación y la vida de nuestra Iglesia.

 

     Sus Excelencias declaran, y con razón, que desean una Iglesia que sea «hogar y escuela de comunión» y, además, «misericordiosa, sinodal y en salida». ¿Y quién no desea eso? Pero ¿dónde está Cristo en esta imagen ideal de la Iglesia? Una Iglesia que no tiene a Cristo como razón de ser y de hablar no es, en palabras del Papa Francisco, más que una «ONG piadosa». ¿No es precisamente a eso a lo que se dirige nuestra Iglesia? En el mejor de los casos, en lugar de hacerse agnósticos, a veces los fieles se hacen evangélicos. En cualquier caso, nuestra Iglesia pierde a sus ovejas. Vemos a nuestro alrededor iglesias, seminarios y conventos vacíos. En nuestra América, siete u ocho países ya no tienen una mayoría católica. El propio Brasil va camino de convertirse en «el mayor país ex católico del mundo», en palabras de un conocido escritor brasileño [Nelson Rodrigues]. Sin embargo, este continuo declive no parece preocuparles mucho a ustedes. Me viene a la mente la denuncia del profeta Amós a los dirigentes del pueblo: «no os afligís por la ruina de José» (Am 6, 6). Es extraño que, ante un declive tan evidente, ustedes no digan ni pío en su mensaje. Aún más terrible es que el mundo no católico hable más de este fenómeno que los obispos, quienes prefieren callar. ¿Cómo no recordar aquí la acusación de «perros mudos» que hizo San Gregorio Magno y que hace unos días repitió San Bonifacio [en el oficio de lecturas]?

 

     Ciertamente, la Iglesia en nuestra América no solo está en un proceso de decadencia, sino también de ascenso. Ustedes mismos afirman en su mensaje que nuestra Iglesia «sigue latiendo con fuerza» y que de ella brotan «semillas de resurrección y esperanza». Pero ¿dónde están estas «semillas», queridos obispos? No parecen estar en el ámbito social, como podrían imaginar, sino en el religioso. Se encuentran especialmente en las parroquias renovadas, así como en los nuevos movimientos y comunidades, fecundados por lo que el Papa Francisco llamó la «corriente de gracia carismática», de la cual la Renovación Carismática Católica es la forma más conocida. Aunque estas expresiones de espiritualidad y evangelización constituyen la parte eclesial que más llena nuestras iglesias (y los corazones de los fieles), no han merecido ni un solo saludo en el mensaje episcopal. Sin embargo, allí, en ese semillero espiritual, es donde se encuentra el futuro de nuestra Iglesia. Un signo elocuente de este futuro es que, mientras que en el ámbito social actualmente casi solo vemos «cabezas canosas», en el ámbito espiritual podemos observar una afluencia masiva de los jóvenes de hoy.

viernes, 1 de agosto de 2025

LA TILMA


 de la Virgen de Guadalupe, inexplicable para la ciencia

 

Repasamos los principales estudios científicos sobre la tilma que perteneció al indio San Juan Diego, en la que el 12 de diciembre de 1531 se imprimió milagrosamente la imagen de la Virgen de Guadalupe, que aún hoy se conserva intacta. La Bussola/Brújula entrevista a David Caron Olivares.

Brújula cotidiana,  01_08_2025

 

Es uno de los milagros permanentes más grandes que el buen Dios ha querido regalar a la humanidad. Se trata de una imagen con casi 494 años de historia: la de la Virgen de Guadalupe, que el 12 de diciembre de 1531 se imprimió instantáneamente, en presencia del obispo español Juan de Zumárraga (1468-1548) y otros siete testigos, en la tilma (una especie de manto hecho de fibras de agave) que llevaba el indio San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (1474-1548). El milagro ocurrió en el momento en que el santo abrió la tilma, en la que guardaba rosas de Castilla, recogidas en la cima del Tepeyac (Ciudad de México) según las indicaciones que le había dado la Virgen María: esas rosas debían ser la «señal» para convencer al obispo de la autenticidad de aquellas apariciones marianas, que habían comenzado tres días antes. Pero en realidad hubo dos señales: las rosas de Castilla (fuera de temporada y fuera de continente...) y la imagen en el manto de Juan Diego, que hoy se conserva en el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, construido en el lugar de las apariciones.

Se trata de una imagen acheropita, es decir, no hecha por manos humanas. Esta verdad ha sido corroborada por los múltiples estudios realizados a lo largo de los siglos sobre la tilma. Esa imagen y el mensaje de misericordia dejado por la Madre celestial en las apariciones tuvieron un impacto impresionante en la evangelización de México, liberando a los indios de los antiguos cultos aztecas, que se traducían en varios miles de sacrificios humanos al año.

La Nuova Bussola Quotidiana/Brújula Cotidiana ha entrevistado a David Caron Olivares, autor del libro Nuestra Señora de Guadalupe. La imagen ante el reto de la Historia y de la Ciencia, recién llegado de una conferencia sobre el tema celebrada en Italia el 22 de julio en el santuario milanés de Santa Maria alla Fontana.

A lo largo de los siglos se han realizado diversas investigaciones científicas sobre la tilma que lleva impresa la imagen de la Virgen de Guadalupe: ¿qué nos dicen estas investigaciones?
Resumamos algunos de los hechos inexplicables para la ciencia relacionados con la imagen impresa en la tilma del indio san Juan Diego:

1.    El tejido de la tilma sigue intacto y sin haberse deteriorado, a pesar de estar hecha de una fibra vegetal que normalmente se desintegra en pequeños fragmentos en menos de veinte años. Este tejido no sufrió el menor deterioro ni por el contacto con la muchedumbre, ni por el humo de las innumerables velas, ni por el polvo, no obstante a que estuvo expuesto sin ninguna protección por 116 años, pues el primer vidrio protector se colocó en 1647.

2.    La extraordinaria fineza de la imagen, imposible de realizar, incluso por un pintor experimentado, sobre este soporte rugoso sin ningún tipo de preparación previa.

3.    Los colores conservan una luminosidad extraordinaria, cuando deberían haber palidecido, cambiado de tonalidad y craquelado, al no estar protegidos por ningún barniz.

4.    El hecho de que en 1785 se derramara sobre la imagen una cantidad de ácido altamente concentrado y tan corrosivo como el ácido nítrico, sin destruir el tejido

5.    Los reflejos en la córnea y las pupilas de los ojos de la Virgen, de las personas presentes en la oficina del obispo durante la aparición de la imagen en el manto. Estos reflejos fueron revelados por los estudios realizados por científicos especializados en oftalmología en el siglo XX.

6.    Las estrellas en el manto, que corresponden a las constelaciones del norte y del sur que se ven desde México el 12 de diciembre, día de la última aparición.

7.    El hecho de que en 1921 una bomba colocada delante de la imagen la dejara intacta, mientras que el crucifijo que se encontraba en el mismo lugar quedó marcadamente retorcido.

Entre los primeros en profundizar en el misterio de la imagen impresa en el manto de San Juan Diego se encuentran algunos pintores, sobre todo entre los siglos XVII y XVIII. ¿Qué constataron las investigaciones y los experimentos pictóricos realizados sobre la tilma?
La imagen ha sido estudiada por varios equipos de pintores y médicos, particularmente en 1666 y en 1751.

En 1666, siete grandes pintores de la Nueva España inspeccionaron directamente la imagen y emitieron los resultados de su peritaje. Declararon que era imposible que un artista pintara una obra así sobre un tejido tan tosco y lograra tal belleza en el rostro. Una obra sobrenatural, decían. Al mismo tiempo, tres médicos llegaron a la misma conclusión: «Humanamente, no se puede explicar el fenómeno observado».

Los 3 médicos por su parte declararon unánimemente que, debido a la gran cantidad de humedad en la ermita, traída por el aire que provenía del sistema de lagos de México, y a la fuerte presencia de sales en el aire procedentes del río salado de Tlalnepantla (que hoy en día ya no existe), y que, debido a esta humedad, la imagen, expuesta al aire libre, debería haber presentado un gran número de marcas notorias de corrosión.

La conservación del tejido y de la imagen impresa en él son inexplicables, teniendo en cuenta la humedad que los rodea y la atmósfera salitrosa que afecta incluso a los metales; declararían que los colores están impregnados en el tejido, de modo que lo atraviesan y son visibles en el reverso de la imagen, lo que pone de manifiesto que el tejido no fue preparado para pintar sobre él, lo que también hace inexplicable el hecho de que la imagen siga ahí.

Con el visto bueno del Consejo del Santuario de Guadalupe, el 30 de abril de 1751,

Miguel Cabrera y otros seis pintores se dedicaron a examinar minuciosamente la imagen, descolgándola de su marco y retirando el cristal que la protegía. ¿Cuáles fueron sus conclusiones?

a) que la duración del tejido es inexplicable, teniendo en cuenta su antigüedad de 220 años en su época.

b) que la tilma está hecha de un tejido de origen vegetal

c) que el tejido no tiene preparación, no fue preparado previamente para pintar sobre él, y que la imagen es visible por el reverso.

d) que el dibujo y los rasgos de la Guadalupana están impecablemente proporcionados y dibujados

Este gran pintor mexicano, Miguel Mateo Maldonado y Cabrera, fundó la primera academia de pintura de México en 1753 y escribió en 1756 un importante tratado titulado Maravilla americana y conjunto de raras maravillas observadas según las reglas del arte y la pintura, en el que evoca la perfección de la imagen desde el punto de vista artístico. Mostró cómo el artista utilizó los defectos de la tela para representar el rostro: «La boca es una maravilla, tiene labios muy finos y el labio inferior cae misteriosamente en un defecto o nudo de la tela, para dar la gracia de una leve sonrisa».

Hay quienes se muestran escépticos sobre el origen milagroso de la tilma, subrayando la presencia de algunas intervenciones humanas secundarias, como el plateado de la luna, el dorado de los rayos solares y de las estrellas, el blanco de las nubes. ¿A cuándo se remontan estas intervenciones? ¿Y por qué no restan valor al hecho milagroso que ocurrió el 12 de diciembre de 1531?
Algunas de estas intervenciones son contemporáneas a la aparición milagrosa de 1531, otras son posteriores. Si bien es difícil precisar fechas exactas para cada una de ellas, se sabe que se realizaron retoques y repintes en distintos momentos a lo largo de los siglos.

Ahora bien, estas intervenciones humanas no restan valor al hecho milagroso de la aparición de la imagen por varias razones fundamentales:

La imagen original es inexplicable: Los estudios científicos más rigurosos sobre la tilma, a lo largo de los siglos, han encontrado características que desafían cualquier explicación humana o técnica conocida para la época, como: la durabilidad de la tela, la ausencia de pinceladas, los reflejos en los ojos que corresponden a los que se producirían en un ojo humano, etc.

Las intervenciones humanas se limitan a ciertos detalles y son superficiales, sin afectar la esencia o el misterio de la imagen principal. Es decir, lo que se considera milagroso es la existencia misma de la imagen y sus propiedades inexplicables en el tejido de agave, no los pequeños retoques posteriores que se le pudieron añadir por razones de devoción o embellecimiento en épocas posteriores.

En resumen, los escépticos pueden señalar las intervenciones humanas, pero estas son elementos secundarios que no alteran ni desmienten las propiedades extraordinarias y científicamente inexplicables de la imagen original en la tilma, que sigue siendo el centro del milagro de Guadalupe.

Uno de los estudios científicos más famosos fue realizado en 1936 por Richard Kuhn, futuro premio Nobel de Química. ¿Qué descubrió Kuhn con sus análisis de la tilma?
Kuhn comunicó unas conclusiones muy sorprendentes, indicando que, en ninguna de las dos fibras examinadas, una de color rojo y otra de color amarillo, existía ningún tipo de pigmento conocido en la naturaleza, ya fuera en el reino vegetal, el reino animal o el mundo mineral. Se trataba, por tanto, de colorantes desconocidos. Los colorantes sintéticos quedaban excluidos del debate, ya que no se utilizaron hasta la segunda mitad del siglo XIX. Por lo tanto, no pueden estar presentes en la tilma, que data del siglo XVI.

La imagen de la Virgen de Guadalupe está llena de elementos altamente simbólicos, desde el rostro mestizo hasta el cinturón morado, pasando por el manto azul lleno de estrellas. ¿Qué nos dicen estos símbolos? ¿Y cómo han favorecido la evangelización en el contexto mexicano y americano en general?
Esta imagen es un códice, una escritura pictográfica que hay que descifrar. La Virgen de la imagen está rodeada por los rayos del sol; bajo sus pies hay una luna creciente. La Virgen está embarazada, como lo demuestran el cinturón negro con doble nudo que las mujeres aztecas llevaban en la cintura durante el embarazo y la flor de cuatro pétalos en su vientre.

En la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, el obispo reconoció a la mujer del capítulo 12 del Apocalipsis: «¡Una gran señal apareció en el cielo, una mujer! El sol la envuelve, la luna está bajo sus pies y doce estrellas coronan su cabeza. Está embarazada...».

Para los aztecas, esta flor de cuatro pétalos llamada «Nahui Ollin» resumía todo el conocimiento del mundo, la manifestación de Dios. La flor de Nahui Ollin está colocada en el vientre de la imagen milagrosa, anunciando a los aztecas que el ser que lleva en su interior es el verdadero Dios. También vemos una serie de flores, que toman su raíz en el manto, que representa el cielo. Estas flores son por lo tanto símbolo de la verdad divina. Los indígenas catequizados entendieron que la tan esperada promesa del comienzo de una nueva era, bajo un nuevo sol, se cumpliría con el nacimiento del verdadero Dios, Jesús, que la Virgen de Guadalupe lleva en su seno. Desde todas partes, incluso desde muy lejos, los indios acuden en masa al Tepeyac. Y los bautismos se multiplican. En ocho años, nueve millones de indios y españoles solicitaron este sacramento. Fue una de las conversiones masivas más impresionantes de la historia de la Iglesia.

Ella realiza el milagro de la unidad: Desde la conquista, la unidad entre los indios y los españoles se vio seriamente amenazada. Los conquistadores querían esclavizar a los indígenas y comerciar con ellos, a lo que se oponían directamente los primeros evangelizadores, cuyas vidas también corrían peligro. Este es uno de los milagros más poderosos: la unidad total que logra en un momento apocalíptico. Une estas dos civilizaciones, en particular al adoptar la apariencia de una mestiza durante la aparición y anunciar este mensaje: «Yo soy tu madre, soy la Madre de toda la Humanidad».

En cuanto a las estrellas sobre el manto de la Virgen de Guadalupe, ha sido demostrado científicamente, que ellas representan las estrellas de las constelaciones vistas desde el valle de México el 12 de diciembre. Recordemos que el 12 de diciembre es el día del solsticio de invierno (en calendario juliano), día que corresponde a la fiesta más importante del año para los aztecas, la Panquetzaliztli, o Pascua indígena. El sol moribundo ha ganado la lucha contra las tinieblas, los días empiezan a tomar mayor vigor. Un nuevo ciclo comienza.

Cabe destacar también que el número de estrellas presentes en el manto de la Virgen (46), distribuidas en 23 estrellas a la izquierda y 23 a la derecha, corresponde al número de cromosomas de las células del cuerpo humano (23 pares). Esta observación sugiere una vez más que cada detalle de la tilma tiene su razón de ser. Podemos ver en ello un nuevo símbolo con el que la Virgen significa que su intervención concierne a cada ser humano y que llama a toda la humanidad a participar en la civilización del amor.

 

martes, 3 de junio de 2025

EL MATRIMONIO

 

 no es un ideal: así “corrige” León XIV a Francisco

 

Stefano Fontana

Brújula cotidiana, 03_06_2025

 

El discurso del Santo Padre León XIV a los peregrinos con motivo del Jubileo de las familias, los abuelos y los ancianos es muy rico en contenido y no bastaría un artículo para señalarlo todo. Aunque invitamos a los lectores a la lectura personal del texto, puede ser útil destacar un pasaje, breve en número de palabras pero denso y eficaz desde el punto de vista doctrinal, que corrige en lo esencial los supuestos teológicos y pastorales de Amoris laetitia (AL). En el plano formal, un discurso no puede anular una exhortación apostólica, pero en el plano sustantivo y estrictamente teológico lo ha hecho, lo que hace esperar algún otro paso que sea más auténticamente magisterial. El breve discurso es el siguiente: “Por eso, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, os digo a vosotros, esposos: el matrimonio no es un ideal, sino el canon del verdadero amor entre el hombre y la mujer: amor total, fiel, fecundo (cf. San Pablo VI, Lett. Enc. Humanae vitae, 9)”.

 

“El matrimonio no es un ideal”, pero cuando en Amoris laetitia se habla de las llamadas situaciones “irregulares”, como las uniones sin matrimonio o después de un divorcio, se consideran situaciones de inadecuación con respecto a la plenitud de lo que nos propone Cristo. No como algo contrario e incompatible, sino como algo inadecuado, debido a la fragilidad humana o a las circunstancias de la vida. Algo inadecuado no es un mal que haya que condenar o evitar, sino algo positivo, aunque no completamente, que hay que hacer crecer y mejorar. Todos estamos ya en el buen camino, solo que unos están más adelantados y otros más atrasados.

 

Por ejemplo, al comienzo de la Exhortación, Francisco dice: “Por eso me detengo en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no corresponden plenamente a lo que el Señor nos propone”. El pecado, según Amoris laetitia, no es una respuesta errónea, sino una respuesta que no corresponde plenamente. En relación con el episodio evangélico de la samaritana, el texto de AL dice: “... y luego sola con Jesús, que no la condena y la invita a una vida más digna”, lo que hace pensar que incluso el adulterio tiene, en cualquier caso, algún aspecto digno.

 

Uno de los aspectos más disruptivos de la Exhortación es lo expresado en el párrafo 303, según el cual la conciencia puede reconocer “con sinceridad y honestidad” que esa situación irregular es “la donación que Dios mismo está pidiendo en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque no sea todavía plenamente el ideal objetivo”.

 

He aquí la palabra “ideal”, retomada ahora por León XIV para ser negada, un término clave de Amoris laetitia, que en su momento la vieja guardia del Instituto Juan Pablo II criticó con dureza. El cardenal Caffarra había observado, entre el llanto y la ironía: “La indisolubilidad, más en general el matrimonio entendido cristianamente, no es un ideal, una especie de meta a alcanzar y hacia la que tender. Me gustaría ver la reacción de una esposa a la que su marido le dijera: ‘Mira, la fidelidad hacia ti es para mí un ideal al que aspiro, pero que aún no poseo’”.

 

Cuando se presentan situaciones irregulares como etapas positivas hacia el matrimonio se está afirmando que es posible vivir como marido y mujer sin serlo. El cardenal Velasio de Paolis escribió durante el doloroso debate de hace ya diez años: “Lo que no es admisible para la ley moral y divina es precisamente que dos personas que no son cónyuges vivan como tales... Sería la destrucción total de la relación matrimonial y de la familia, y se derrumbaría toda la ley moral sobre la sexualidad”.

 

El breve pasaje del discurso de León XIV restablece así la verdad sobre un punto muy importante, su mención implica la revisión de toda la Exhortación Apostólica que se basaba en él, y representa también, implícitamente, una respuesta sintética a las famosas Dubia de los cardenales. Al mismo tiempo, es también un retorno a la Veritatis splendor de Juan Pablo II. Si la moral divina solo presenta un “ideal” y no es una “prescripción”, entonces no se pueden dar leyes divinas válidas siempre y para todos. Sin embargo, la Veritatis splendor condena las posiciones morales que “consideran que nunca se puede formular una prohibición absoluta de determinados comportamientos que serían contrarios, en todas las circunstancias y en todas las culturas, a esos valores” (n. 75). No es posible evaluar ciertos comportamientos como injustos o erróneos y, al mismo tiempo, calificar como justa y buena la voluntad de la persona que los elige. La tendencia al fin de la voluntad de quien actúa es ciertamente importante, pero esta se cumple cuando se realizan los contenidos buenos de la acción humana.

 

Si cae el principio de la ley moral divina como “ideal” y se vuelve a la Veritatis splendor, también se puede retomar la doctrina de las acciones intrínsecamente malas (intrinsece mala y, en el plano político, principios no negociables) y, esperemos, se podrá volver a hablar de “naturaleza” y de ley moral natural, expresiones de las que se había perdido todo rastro.

viernes, 16 de mayo de 2025

LA SANTA SEDE RECONOCE


 el milagro del rostro de Jesús en la Hostia

 

Ermes Dovico

Brújula cotidiana, 15_05_2025

 

 

Desde la India nos llega la noticia de otra inmensa gracia que Dios ha concedido a la Iglesia y a todos Sus hijos peregrinos en la tierra. La Santa Sede ha reconocido el milagro eucarístico ocurrido en la iglesia de Cristo Rey en Vilakkannur (en el estado indio de Kerala), donde el viernes 15 de noviembre de 2013 durante la Misa matutina, en el momento de la consagración, el rostro de Jesús quedó impreso en la Hostia gigante que sostenía el padre Thomas Pathickal.

 

El anuncio del reconocimiento vaticano, según informa Matters India, llegó el pasado viernes 9 de mayo y monseñor Joseph Pamplany, arzobispo de Tellicherry, lo ha dado a conocer durante una ceremonia celebrada en la misma iglesia donde tuvo lugar el milagro eucarístico hace once años y medio. Monseñor Pamplany informó de que el nuncio apostólico en la India, el arzobispo Leopoldo Girelli, había transmitido a su archidiócesis la comunicación en la que la Santa Sede reconocía el prodigio. La proclamación solemne está prevista para el próximo sábado 31 de mayo, también en la iglesia de Cristo Rey en Vilakkannur, donde presidirá la Misa el nuncio, monseñor Girelli.

 

Monseñor Pamplany, según informa Catholic Vote, ha asegurado que para la Santa Sede este milagro contribuye a aumentar la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Y efectivamente desde el principio ha habido grandes frutos espirituales. Al mismo tiempo, el arzobispo ha recordado que la presencia real es doctrina católica, cuya verdad no necesitas de milagros. Se trata, a todos los efectos, de un dogma fundado en las palabras de nuestro Señor; y la misma transubstanciación —es decir, la conversión (en el momento de la consagración) de toda la sustancia del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús— es un milagro en sí mismo, aunque no sea visible para nuestros sentidos.

Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en la misma línea del Concilio de Trento: «En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero"» (CCE, n. 1374).

 

Sin embargo, desde hace dos mil años, este dogma es objeto de escepticismo incluso por parte de muchos bautizados e incluso del clero. Pero en estos dos mil años, el Señor ha concedido muchas confirmaciones de que sus palabras (“éste es mi cuerpo”, “ésta es mi sangre”) no son meros símbolos, sino que atestiguan precisamente su presencia real en la Eucaristía. Y a la sabiduría divina, a lo largo de los siglos, le ha complacido que estos milagros eucarísticos reforzaran la fe no solo del pueblo llano, sino también de aquellos que actúan in persona Christi, es decir, los sacerdotes: nos lo recuerdan, sobre todo, los acontecimientos relacionados con el milagro de Lanciano (siglo VIII) y luego con el de Bolsena (1263), al que siguió, un año más tarde, bajo Urbano IV, la institución de la solemnidad del Corpus Domini.

 

El ocurrido en Vilakkannur se suma a otros milagros eucarísticos de nuestros días. Entre los más conocidos, recordamos en particular los tres ocurridos en Buenos Aires en los años Noventa del siglo pasado (1992, 1994, 1996), el de Tixtla, en México, en 2006, y los de las ciudades polacas de Sokółka y Legnica, respectivamente en 2008 y 2013 (milagros que se documentan en el libro de Franco Serafini, Un cardiologo visita Gesù. I miracoli eucaristici alla prova della scienza, Edizioni Studio Domenicano, 2018).

 

Para llegar al reconocimiento del milagro, la Iglesia católica se basa en un procedimiento riguroso que incluye la debida custodia de la Eucaristía objeto del milagro y la constitución, por parte del obispo, de una comisión de investigación que evalúe tanto el aspecto teológico como el científico (véanse las últimas Normas del Dicasterio para la Doctrina de la Fe para discernir presuntos fenómenos sobrenaturales). En la mayoría de los casos, el milagro ha consistido en el sangrado de la Hostia. Y los análisis de las muestras eucarísticas han revelado siempre el mismo grupo sanguíneo como resultado: AB (exactamente igual al de las pruebas realizadas en la Sábana Santa de Turín).

 

Volviendo al caso de Vilakkannur, el entonces párroco de la iglesia de Cristo Rey, el ya citado padre Pathickal, explicó en su momento a Matters India que, en el momento de la elevación, había notado una mancha en la Hostia Magna recién consagrada: “Se hizo más grande y más brillante y enseguida apareció un rostro”. El sacerdote decidió entonces apartar esa Partícula y continuar la Misa con otra Hostia conservada en el sagrario. Una vez concluida la celebración eucarística mostró la Hostia milagrosa al sacristán, quien le dijo que era el rostro de Jesús. El padre Pathickal colocó entonces la Hostia en un ostensorio y la expuso en el altar para la adoración de los fieles. Hacia las 11 de la mañana del 15 de noviembre de 2013, siguiendo las instrucciones del entonces arzobispo de Tellicherry, monseñor George Valiamattam, volvió a colocar la Hostia en el sagrario.

 

Con la difusión de la noticia del milagro, miles de personas llegaron al pueblo de Vilakkannur. La multitud de personas y vehículos era tal que bloqueó la carretera a Paithalmalan, una localidad turística, y requirió la intervención de altos funcionarios de la policía.

 

La archidiócesis decidió encargarse de la custodia de la Hostia e investigó lo sucedido tanto desde el punto de vista científico como teológico. Desde septiembre de 2018 hasta enero de 2020 se devolvió la Partícula a la iglesia de Cristo Rey de Vilakkannur para permitir su adoración pública. Posteriormente se entregó al entonces nuncio apostólico, Giambattista Diquattro.

 

El resto es noticia reciente gracias al reconocimiento del milagro por parte de la Santa Sede, anunciado, como ya se ha dicho, por monseñor Joseph Pamplany el 9 de mayo, apenas un día después de la elección de León XIV.

miércoles, 23 de abril de 2025

DE AMORES LAETITIA

 

 a Fiducia Supplicans: la moral invertida

 

Tommaso Scandroglio

Brújula cotidiana,  23_04_2025

 

En lo que respecta a las cuestiones de moral natural, el pontificado de Francisco ha marcado una ruptura radical con la doctrina católica. A continuación recordamos las principales etapas del camino emprendido por Francisco, que ha tocado algunos temas éticamente delicados.

 

Al principio fue Amoris laetitia la que hizo comprender a todos que el enfoque de las cuestiones morales había cambiado radicalmente. Era el año 2016. El párrafo 305, junto con la famosa nota 351 de esta exhortación, intentaba conciliar lo inconciliable: el adúltero, en los casos en que es inocente o no es plenamente culpable, puede acercarse a la Eucaristía sin dejar de ser adúltero.

Ese mismo año se publica una carta de los obispos de la región de Buenos Aires, titulada Acompañar, discernir e integrar las fragilidades, en la que se admite a la comunión a los divorciados vueltos a casar. Francisco declara que “el texto es muy bueno y explica de manera excelente el capítulo VIII de Amoris laetitia. No hay otra interpretación”. La carta y el comentario del Papa se recogen en 2017 en las Acta Apostolicae Sedis, convirtiéndose así en Magisterio.

 

Por continuidad temática, recordamos dos cartas motu proprio tituladas Mitis Iudex Dominus Iesus y Mitis et misericors Iesus, ambas publicadas en 2015 y relativas a la reforma del proceso canónico de declaración de nulidad matrimonial. En el art. 14 § 1 del primer motu proprio se indican una serie de circunstancias que, en sí mismas, no son causas de nulidad, pero que para Francisco pueden permitir el tratamiento de la causa. La intención subyacente es hacer que un matrimonio humanamente “fracasado” aparezca como un matrimonio canónicamente nulo. La indisolubilidad matrimonial sale mal parada entre Amoris laetitia y esta última carta. El nuevo curso doctrinal sobre el matrimonio ha llevado inevitablemente a rediseñar de manera radical la naturaleza del Instituto Juan Pablo II sobre Matrimonio y Familia.

 

Sobre el aborto, es famosa la imagen de los médicos que se convierten en sicarios que Francisco utilizó en varias ocasiones. Sin embargo, al mismo tiempo se llevaba bien con quien había luchado en Italia por legalizar la profesión de sicario, Emma Bonino, y ciertamente no para intentar convertirla, también porque para él habría sido una forma inaceptable de proselitismo, sino para alabarla: “Un ejemplo de libertad y resistencia”, le dijo en su último encuentro. Sí, libertad de y resistencia contra la ley moral.

 

En materia de eutanasia cabe destacar la carta de 2020 de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, titulada Samaritanus bonus, que marca una continuidad con el Magisterio de siempre sobre el tema de la eutanasia. Continuidad que, en cambio, se cuestiona en varios puntos del Piccolo lessico del fine vita (“Pequeño léxico del final de la vida”), publicado por la Pontificia Academia para la Vida en 2024. También resultó ambiguo en algunos de sus pasajes el mensaje del Papa de 2017 a la conferencia de la Asociación Médica Mundial sobre el tema de la eutanasia.

 

En materia de moral natural, no podemos dejar de recordar la eliminación en 2018 de la pena de muerte del Catecismo de la Iglesia Católica: de acción moralmente buena en el respeto de algunos criterios a malum in se. La decisión fue relevante también porque se trató de la primera y única intervención de modificación del Catecismo por parte del Papa Francisco.

 

Para cerrar este rápido repaso de las intervenciones del Magisterio sobre temas morales, el primer lugar por heterodoxia declarada lo ocupa sin duda el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Fiducia supplicans, que abrió la puerta a la bendición de parejas homosexuales e irregulares. Sin duda, junto con la Declaración de Abu Dabi, es el peor documento firmado por un pontífice en la historia de la Iglesia, ya que, al bendecir relaciones intrínsecamente desordenadas, las califica de positivas desde el punto de vista moral.

 

¿Qué ha determinado estas derivas heterodoxas? Hace unos seis años, en estas mismas páginas, intentamos señalar los rasgos más destacados del pontificado de Francisco. A continuación, ofrecemos un resumen de esa reflexión, limitándonos al ámbito moral.

La característica principal del pontificado que acaba de concluir es la elaboración de una moral sin metafísica. Según la tradición clásica y católica, el fundamento próximo de la moral natural reside en la dignidad de la persona, en su valor intrínseco dado por el cuerpo y el alma racional que informa este cuerpo (el fundamento remoto es Dios). De este dato gnoseológico se derivan los principios de la ley natural, que son objetivos, inmutables, universales y absolutos. En relación con este último aspecto, recordemos los absolutos morales, es decir, el hecho de que existen acciones que siempre y en cualquier caso atentan gravemente contra la dignidad personal y, por lo tanto, deben evitarse siempre.

 

El enfoque de Francisco sobre la moral ha relegado a un segundo plano (cuando no eliminado por completo) el dato espiritual de la antropología, es decir, ha ignorado la relevancia paradigmática del alma racional. Una vez eliminada la referencia metafísica, la moral ha caído en el empirismo, la fenomenología ética, el historicismo y el inmanentismo, descolorando así los principios doctrinales y convirtiéndolos en subjetivismo, relativismo, “situacionismo” y utilitarismo. Las pruebas de esta deriva han sido evidentes. La atención de los dicasterios y del Papa se ha centrado casi exclusivamente en temas relacionados con la pobreza material, el trabajo, el malestar y la marginación social, la inmigración, el sufrimiento psicológico como la soledad, la exclusión social y el medio ambiente. En resumen, la moral natural ha sido sustituida por la justicia social. Si la visión antropológica olvida el alma racional, las necesidades del hombre serán solo materiales, porque el hombre será solo su cuerpo. He aquí el inmanentismo.

 

Si luego el paradigma es la realidad empírica, esta cambia con el tiempo. El historicismo se convierte así en criterio de juicio también ético y en criterio que debe utilizarse también con el Evangelio, que debe contextualizarse, adaptarse a las exigencias de la contemporaneidad y no imponerse desde arriba de manera abstracta. Lo transitorio se convierte en clave interpretativa de los principios de fe y moral, que son atemporales. Y así, también los principios morales pueden y deben cambiar, y las acciones intrínsecamente malas que antes lo eran, hoy pueden dejar de serlo. Tendremos así una moral que se modela según lo real, no en el sentido de que haya que encontrar las formas más eficaces de declinar los principios éticos inmutables en lo contingente, sino en el sentido de hacer contingentes estos principios. De ahí el “situacionismo”, la prioridad de lo particular sobre lo universal, que encuentra su expresión peculiar en el famoso discernimiento, un recurso para arrinconar los mala in se, y en el que la conciencia ya no es el lugar donde se declina la verdad en la circunstancia particular, sino el lugar donde se crean verdades personales, identificadas para satisfacer placeres y utilidades igualmente personales.

 

La universalidad de la naturaleza humana, con sus igualmente universales exigencias morales básicas, se sustituye así con la particularidad de las existencias individuales con sus igualmente individuales exigencias morales. Esta dinámica recibe el nombre de relativismo subjetivista. Se declara así la guerra a los dogmas, a las leyes, a los principios, jaulas formales que sofocan la realidad multiforme. Ya no es esta última la que debe ajustarse al principio, sino al contrario. La ética se ve invadida por un movimiento que ya no es trascendente, sino descendente.

 

El legado que Francisco ha dejado a su sucesor está lleno de deudas hacia la verdad y el bien. Este último solo tendrá ante sí tres soluciones, de las cuales la última es la única correcta: conservar esta orientación sin continuar con la obra de destrucción; avanzar en la misma dirección; invertir el rumbo.

martes, 22 de abril de 2025

EL FIN DE UN PONTIFICADO


 marcado por el “cambio de paradigma”

 

Luisella Scrosati

Brujula cotidiana,  22_04_2025

 

El pontificado del primer Papa jesuita de la historia ha llegado a su fin: las oraciones de todo el pueblo cristiano se ofrecerán en sufragio por el alma del Pontífice fallecido durante los tradicionales novenarios. Desde la tarde de aquel 13 de marzo de 2013, cuando Francisco se asomó a la abarrotada plaza saludando a todos con un sencillo “buenas noches”, han pasado ya más de doce años. Años en los que el “cambio de paradigma” arrancó con el acelerador a fondo, pero también con el freno de mano echado dada la presencia de un Benedicto XVI silencioso, pero vigilante.

 

Este juego de fuerzas opuestas se entendió muy bien durante el Sínodo sobre la Familia, que dio lugar a la conocida exhortación postsinodal Amoris Lætitia, en la que quienes querían introducir elementos evidentes de ruptura tuvieron que contentarse con “desviarlos” en las notas. Luego vinieron los Dubia de cuatro cardenales —Caffarra, Burke, Brandmüller, Meisner— que nunca obtuvieron respuesta, señal de que el Papa quería seguir su camino sin dar razones de su actuación, ni siquiera a quienes están más estrechamente unidos al papa en el gobierno de la Iglesia universal, en razón de su nombramiento cardenalicio. La línea inicial fue, en cualquier caso, el intento desesperado de mostrar una supuesta “continuidad” entre el Papa alemán y el argentino, lo que llevó al ridículo caso de monseñor Darío Edoardo Viganò, obligado a manipular la respuesta de Benedicto XVI a la solicitud de un texto de respaldo a la teología del Papa Francisco, presentado en una colección de once pequeños volúmenes editados por la Librería Editrice Vaticana.

 

Luego fue el turno del Sínodo sobre la Amazonía, con el claro intento de hacer facultativo el celibato sacerdotal, que naufragó por la oportuna publicación del libro Desde lo más profundo de nuestro corazón, de Benedicto XVI y el cardenal Robert Sarah. Luego se publicaron las encíclicas sociales Laudato si' y Fratelli tutti, cuya carga no será fácil de eliminar, dado que difieren en muchos puntos de la enseñanza de la doctrina social católica.

 

Un nuevo Sínodo sobre la sinodalidad sellaba la “conversión sinodal” de la Iglesia, con posiciones de apertura sobre temas candentes como las bendiciones de parejas del mismo sexo, el diaconado femenino, el ejercicio de la autoridad en la Iglesia; todos ellos aspectos que provocaron una nueva serie de Dubia por parte de cinco cardenales: Burke, Brandmüller, Sarah, Zen y Sandoval. El 2021 fue el año de Traditionis custodes, que borró de un plumazo el otro motu proprio del Papa Benedicto, Summorum Pontificum, y puso de manifiesto una ceguera llena de rencor hacia células vivas de la Iglesia y del rito más difundido, hasta hace unos pocos años, además de uno de los más longevos de la Iglesia latina. Fue un golpe al corazón para muchos católicos, practicantes o no del rito antiguo, pero también para el propio Ratzinger, que había dedicado su vida a esta laboriosa e indispensable reconciliación interna de la Iglesia.

 

Con la muerte de Ratzinger se produjo el colapso: tras la destitución del cardenal Ladaria, el nombramiento de Fernández para el Dicasterio para la Doctrina de la Fe aceleró aún más la disolución interna del catolicismo, que alcanzó una crisis sin precedentes con la publicación de la declaración Fiducia supplicans. Éste y otros nombramientos de hombres totalmente desprovistos del sentido de la Iglesia, ampliamente ideologizados y caracterizados hasta la médula por lo que el Papa Benedicto había bautizado como “la hermenéutica de la ruptura”. Y, en no pocos casos, también por una conducta moral que resultaría ser todo menos íntegra.

 

Por si fuera poco, la propia figura del Papa sale destrozada tras estos años de pontificado. Desde la primera “tímida” entrevista a Eugenio Scalfari, comenzó un pontificado que se desarrolló en la plaza mediática, complaciendo sus cánones y expectativas, hasta el “sello mediático” de un pontificado que se ha cerrado con las dos últimas apariciones públicas de Francisco, si se exceptúan las fugaces y “silenciosas” apariciones en silla de ruedas de estos últimos días, en el programa de Fabio Fazio y en el Festival de San Remo respectivamente. Intelligenti pauca.

 

El sucesor del apóstol Pedro, que existe para confirmar con su palabra franca y ponderada la fe de los hermanos, se volvió omnipresente en los medios de comunicación: entrevistas “oficiales” concedidas en el avión al regreso de sus viajes apostólicos y otras menos oficiales, apariciones habituales en programas de televisión, documentales e incluso mensajes en TikTok. La salvación eterna, la vida moral y sacramental y la persona de Jesucristo se llevaron a la plaza pública con expresiones chapuceras y descuidadas, enseñanzas incompletas o afirmaciones engañosas. Como cuando el Papa Francisco se inventó que “todas las religiones son un camino para llegar a Dios”, sin más precisiones, anulando con estas pocas palabras la verdad de que solo en Jesucristo hay salvación, por ejemplo.

 

Esta “omnipresencia” mediática ha sufrido la consecuencia inevitable de toda sobreexposición: la palabra del Papa se ha convertido en una más, quizás un poco más autoritaria por su antigüedad y su prestigio moral, pero nada más. Lo que el público lee o escucha ya no se considera la palabra del sucesor de Pedro, que aún hoy hace resonar la fuerza de la palabra del Señor, sino la opinión de un hombre que se mezcla con la cacofonía de muchas otras voces.

 

Si el Papa ya no habla para enseñar la verdad de Jesucristo, sino para expresarse con improvisación sobre los temas más variados del momento, entonces, a los ojos de los hombres, el sentido del cargo que Dios le confió en el momento de su aceptación se diluye hasta ocultarse detrás del simple hombre que ocupa ese cargo. El Papa “no debe proclamar sus propias ideas, sino vincular constantemente a sí mismo y a la Iglesia a la obediencia a la Palabra de Dios, frente a todos los intentos de adaptación y dilución, como frente a todo oportunismo”. Así lo dijo Benedicto XVI en su homilía de investidura en la Cátedra Romana: Francisco ha hecho exactamente lo contrario. El justo duelo por la muerte del Papa no debe borrar hipócritamente esta amarga realidad. Por el bien de la Iglesia.

 

¿Se percibe ahora la Iglesia más cercana al hombre de hoy, con esta sobreexposición mediática de Francisco? La dramática verdad es otra y hay que tener el valor de reconocerla: lo que ha llegado al hombre moderno no es “la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3, 15), sino aquella imagen de la Iglesia que queda tras el “lifting” de los criterios mediáticos, más parecida a una modesta organización espiritual y humanitaria, útil al sistema de moda mientras le sirva mansamente. El pontificado de Francisco, que ha hecho de la denuncia de la mundanidad su caballo de batalla, ha imprimido de hecho una aceleración sin precedentes a la autosecularización de la Iglesia. Recemos para que el nuevo pontífice tenga la fuerza de la verdad para un decidido cambio de rumbo.