y el neoarrianismo
Monseñor Héctor
Aguer
Infocatólica, 18/02/25
En este 2025 se
cumplen 1700 años del Concilio de Nicea, celebrado el 325; y que fue
completado, luego, por el de Calcedonia y el 1° de Constantinopla. En aquel
primero y gran Concilio de la Iglesia, se proclamó el misterio de la Santísima
Trinidad, al declarar que el Hijo, Jesucristo, es homoúsios tô Patrí,
consustancial al Padre, y por tanto Dios como Él.
El Concilio,
presidido por el obispo Osio, de Córdoba, reconoció la verdad proclamada por
Atanasio de Alejandría contra Arrio (256-336). El arrianismo resulta entonces
una doctrina de carácter unitaria, que sostiene que Jesucristo es el Hijo de
Dios procedente del Padre pero que no es eterno, no sería coeterno con el
Padre. Arrio y su discípulo Eunomio sostienen la total disimilitud entre el
Hijo y el Padre. El arrianismo se difundió en el Imperio Romano de Occidente,
protegido por los emperadores. También se impuso en varios pueblos germánicos,
y luego integró numerosas corrientes heréticas. Se reconocía el carácter
singular de Jesucristo y aun su resurrección, pero se negaba su divinidad.
En la Iglesia
actual, la centralidad del hombre y de los derechos humanos, tiene un carácter
semiarriano o neoarriano. Se hace necesario predicar a Jesucristo, verdadero
Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios. Una Cristología auténtica es
Trinitaria. El Credo de Nicea ha sido reemplazado por el llamado Credo
Apostólico, que es más breve y menos explícito. La Misa Tradicional conserva la
profesión del Credo Niceno, que disipa cualquier posible confusión.
Lamentablemente, el actual Rito romano adopta el Credo Apostólico y da lugar a
la difusión del neoarrianismo. Un antecedente notable puede discernirse en la
tradición jesuítica. El célebre Libro compuesto por Ignacio de Loyola, los
Ejercicios Espirituales, comienza: «El hombre… fue creado». No dice, en cambio,
como debiera: «Dios ha creado al hombre». De ahí procede el antropocentrismo
moderno y una concepción ultrahumanista, reforzada por la ideología de la
Revolución Francesa. Esta orientación se proyecta en la Cristología como
neo-arrianismo.
El así llamado
«diálogo interreligioso» postula, de hecho, que todas las religiones son la
verdad; el mandato evangélico queda devaluado. Ésta es la realidad mundialmente
admitida. El ex presidente de Estados Unidos ha elogiado al Papa Francisco por
«tender la mano a todas las religiones»; no es como eran los Papas. El «diálogo
interreligioso» puede realizarse afirmando la Verdad católica con respeto hacia
todos. La Tradición de la Iglesia nos habilita para que roguemos por la
conversión del mundo a Jesucristo.
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