jueves, 1 de octubre de 2009

El odio a la Iglesia se ve en el odio al Papa

Por Juan Miguel Comas

Es verdad que cada vez son más los obispos que se revelan contra aquel que es su Cabeza. También lo hacen muchos sacerdotes y religiosos, y no digamos ya los laicos.
Corría al año 2005 cuando Joseph Ratzinger tuvo que enfrentarse, tal vez, a la pregunta más difícil de toda su vida: Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem? ("¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?"). Pocos días después, el nuevo Papa reinante se dirigía a la Curia romana en el que fue la continuación del discurso de inicio de Pontificado.

Esas palabras de Benedicto XVI rechinaron en los oídos de unos cuantos, que, desde aquel momento, disiparon sus dudas sobre lo que sería el "giro de timón" que el nuevo sucesor de Pedro pretendía iniciar, asistido por el Espíritu Santo, a la Iglesia de Cristo.

Ese discurso supuso el reconocimiento público de la existencia de dos hermenéuticas del Vaticano II, una de continuidad. Otra de ruptura. Cosa que hasta entonces se había negado en muchos sectores de la Iglesia, donde las cosas transcurrían de modo más o menos tranquilo. Una especia de "tensa calma" que ha acabado desembocando en una "estrategia de tensión" pocos años después.

Hoy se hace pues, más necesario que nunca, rezar. Rezar por la persona e intenciones de aquel que es el "dulce Cristo en la Tierra", como le gustaba decir a santa Catalina de Siena (1347-1380). Pues es verdad que cada vez son más los obispos que se rebelan contra aquel que es su Cabeza. También lo hacen muchos sacerdotes y religiosos, y no digamos ya los laicos, muchos de los cuales llevan apostatando de la Fe desde el más clamoroso silencio, sobre todo en la vieja Europa.

Sin embargo, Dios no deja de asistir a su Esposa, la Iglesia, llenándola de gracias y de dones para que sea capaz de cumplir la misión que Él mismo le confió: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio. Quien crea y sea bautizado, se salvará. Quien no crea, ya está condenado".

Porque "donde está Pedro, allí está la Iglesia" (san Ambrosio de Milán, 340-397). Y donde está la Iglesia los hombres encuentran el camino seguro de la salvación que Dios quiere para cada uno de nosotros. "Dios que te creó sin tí, no te salvará sin ti" (san Agustín, 354-430).

Elevemos hoy, nuestras súplicas a Dios: V./ Oremus pro Pontifice nostro Benedicto. R./ Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum ejus. (Oremos por nuestro Pontífice Benedicto. Que el Señor lo custodie, lo fortalezca, lo haga santo en la tierra, y no entregue su alma a sus enemigos),

Quien ama a María, ama a su Hijo, y a su representante en la tierra. Despreciar al Papa es despreciar a Cristo. Eso no viene de Dios sino del anticristo.

Triste incoherencia de los hombres que se enojan cuando se critica a sus representantes, pero son indolentes a los ataques a la Cátedra de Pedro guiada por el Espíritu Santo.

Fuente SectorCatólico.com

www.diario7.com.ar, 30-9-09

No hay comentarios:

Publicar un comentario