Aica, 4 Ago
2015
El arzobispo de Ferrara, monseñor Luigi Negri, lamenta
que muchos católicos dejen que la prensa hostil sea la que defina su modelo de
iglesia y le cuente la historia de la Iglesia, porque “es suicida dejar que esa
prensa que quiere destruir a la Iglesia sea la que defina el modelo eclesial”.
“Un fenómeno muy grave -señala el arzobispo- existe en
la Iglesia de nuestro tiempo: la cesión total a la mentalidad catolaicista,
también porque estamos aceptando que sean los medios de comunicación laicistas
los que definan la imagen de la Iglesia, del sacerdote, de una auténtica pastoral”.
No minimiza la verdad monseñor Negri, ni siquiera en
esos días de fiesta que lo vieron celebrar con una solemne misa pontifical el
décimo aniversario de su ordenación episcopal. Diez años son un soplo, pero si
miramos atrás no podemos dejar de reconocer que mucho cambió en estos diez años
en la Iglesia, en Italia, en el mundo.
Pobreza cultural. La relación entre fe y cultura ha
estado en el centro de la reflexión de don Giussani y de Juan Pablo II. Hay una
frase de San Juan Pablo II que confirma y dilata el magisterio de Giussani
sobre fe y cultura: “La fe que no se convierte en cultura no ha sido
verdaderamente recibida, plenamente vivida, humanamente repensada”.
“Desde este punto de vista percibo una gravísima
incomodidad que es la irrupción, en el contexto de la cultura católica, de una
especie de catolaicismo: un catolicismo que intenta convivir con el laicismo
como forma sustancialmente de rechazo de la tradición cristiana, de la
presencia cristiana.
“Ejemplo: la historia de la Iglesia, que es leída e
interpretada casi universalmente, también en el mundo católico, como una
historia de la que hay que liberarse, más llena de sombras y de horrores, de
culpas e incomprensiones que de luces. Se trata de algo totalmente irreal; a
duras penas se salvan los santos, pero se los ve bajo una acepción moralista y
pietista que no es un honor a los santos, sino que demuestra la mezquindad
intelectual con la que se ve la historia de la Iglesia.
“Voy a dar un ejemplo. Desde hace algunos años en la
misa rezo cada día por Antoine Eleonore Leon Leclerc de Juinier, que fue obispo
de París desde 1782 hasta cuando, para no doblegarse a Napoleón, dimitió como
arzobispo. Fue a la asamblea constituyente cuando ésta decretó la confiscación
de todos los bienes de la Iglesia.
“Este obispo dijo algo muy simple: ‘Tomen todo el
dinero, tienen la arrogancia para hacerlo y la ley les da esa posibilidad. Pero
yo les anticipo lo que sucederá: al cabo de algunos meses se dividirán entre
ustedes todo ese dinero a un precio bajísimo y los pobres se quedarán sin
ningún recurso porque desde hace siglos la Iglesia francesa usó su dinero, sus
bienes, para una sola cosa: hacer que la pobreza de los pobres sea menos
dura".
“Hoy ¿hay alguien, aun a nivel eclesiástico, que no
sólo conoce este hecho sino que se sentiría profundamente en sintonía con este
hombre porque en él se ha expresado una conciencia auténtica y crítica de la
historia de la Iglesia? No es aceptable que eclesiásticos, hombres de cultura
católicos, tengan de entrada una actitud destructiva hacia la Iglesia y su
historia, de la que salvan a duras penas la Iglesia de hoy, como si la Iglesia
de hoy hubiera nacido o naciera repentinamente sin ninguna conexión vital,
existencial con el flujo de la tradición, que empieza con Jesús y sus amigos y
llega inexorablemente hasta nosotros, hoy.
“No se puede pensar, ya no se puede soportar, que los
medios de comunicación anticatólicos y laicistas sean puestos en la condición
de entrar masiva y opresivamente en la vida de la Iglesia hasta el punto de que
sean ellos quienes fijen la imagen de los sacerdotes de primera categoría,
contrapuesta al pobre clero que ha vivido la existencia según las
circunstancias concretas de su propia vida, obedeciendo a sus pastores e
intentando incrementar la vida del pueblo que guiaban. Es una posición suicida
aceptar que el modelo de la vida eclesial sea formulado según la posición de
quienes hasta ahora -y aún ahora– quieren destruir la Iglesia.
“En diez años muchas cosas cambiaron en el mundo: hoy
la persecución de los cristianos es un fenómeno sin precedentes. Sin embargo,
desde que hice poner en la fachada principal de la casa episcopal el signo del
Nazareno, casi cada día cientos de turistas se detienen, preguntan, la mayoría
no sabe siquiera qué significa. Esta persecución nos recuerda que nosotros vivimos
dentro de una confrontación escatológica entre la cultura de la vida –el
acontecimiento de Cristo- y la cultura de la muerte que es la nada y que se
convierte en alternativa a Dios.
“Estas son las proporciones de la confrontación en la
que vivimos, debemos ser conscientes de que la dimensión del martirio muerde
nuestra cotidianidad. Debemos saber que lo que está en juego es una adhesión a
Cristo que nos pone frente al mundo como gente que puede ser eliminada de un
momento a otro.
Por último el arzobispo de Ferrara se refirió a la
emergencia educativa, de la que tanto se habla. “Hoy, la emergencia educativa
demuestra que se ha perdido el tiempo porque no se tuvo el valor de enfrentarse
a la necesidad de hacer que la Iglesia fuera como había pedido Juan Pablo II en
la Novo Millennio ineunte: ámbitos de escuela de comunión, por lo tanto, de
cultura.
“Ahora, la ley de género es una lepra que se está
difundiendo en los corazones y en esto tiene totalmente razón el papa
Francisco. La cuestión de la emergencia educativa ha llegado a tales niveles
que o nos despertamos ahora o ya no nos despertamos, es decir, estamos
muertos”.+
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