Proteger a los
menores (Película Spotlight y declaraciones del cardenal Pell)
Ecclesia, 4-3-16
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede,
Padre Federico Lombardi, ha afirmado hoy cuanto sigue:
“Las declaraciones del cardenal Pell ante la Real
Comisión de investigación en conexión directa entre Australia y Roma, y la
coincidencia con la concesión del Oscar a la mejor película a Spotlight, sobre
el papel del Boston Globe en la denuncia de la cobertura de los delitos de
muchos sacerdotes pedófilos en Boston (sobre todo en los años 1960-80), se han
visto acompañadas de una nueva ola de atención de los medios y de la opinión
pública sobre la dramática cuestión de los abusos sexuales de menores, en particular
por miembros del clero.
La presentación sensacionalista de estos dos
acontecimientos ha hecho que, buena parte del público- especialmente si poco
informado o de memoria corta- piense que en la Iglesia no se haya hecho nada o
se haya hecho muy poco para responder a estas tragedias horribles y que haya
que empezar de nuevo. Una consideración objetiva demuestra que no es así. El
anterior arzobispo de Boston renunció en 2002 después de los acontecimientos de
que habla precisamente Spotlight (y
después de una famosa reunión de cardenales americanos convocada en Roma por el
Papa Juan Pablo II en abril de 2002), y desde 2003 (es decir, desde hace 13
años) la arquidiócesis está gobernada por el cardenal Sean O’Malley,
universalmente conocido por su rigor y su sabiduría a la hora de enfrentarse
con los problemas de abusos sexuales, hasta el punto de que fue nombrado por el
Papa Francisco entre sus asesores y designado presidente de la Comisión por él
establecida para la protección de los menores.
También los trágicos sucesos de abusos sexuales en
Australia son objeto de investigaciones y de procesos judiciales y canónicos
desde hace muchos años. Cuando el Papa Benedicto XVI fue a Sydney para la JMJ
de 2008 (es decir, hace 8 años) se encontró con un pequeño grupo de víctimas en
la sede de la arquidiócesis gobernada por el cardenal Pell, porque la cuestión
era ya entonces de gran actualidad y el arzobispo pensaba que ese encuentro era
muy oportuno.
Sólo para dar una idea de la atención con que fueron
seguidos estos problemas, la única sección del web vaticano dedicada a ”Abusos
de menores. La respuesta de la Iglesia”, que se abrió hace unos 10 años,
contiene más de 60 documentos o intervenciones.
El decidido compromiso de los papas para hacer frente
a las crisis que surgieron posteriormente en distintos países y situaciones –
como Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Bélgica y los Países Bajos, los
Legionarios de Cristo – no ha sido ni pequeño ni indiferente. Los
procedimientos y las normas canónicas universales renovadas; las directrices y
solicitudes a las conferencias episcopales, no sólo para responder a los
abusos, sino también para prevenirlos de manera adecuada; la visita apostólica
para intervenir en las situaciones más graves; la profunda reforma de la Congregación
de los Legionarios, han sido acciones destinadas a responder con profundidad y
clarividencia a una plaga que había manifestado una gravedad sorprendente y
devastadora, especialmente en algunas regiones y en algunos períodos. La carta
de Benedicto XVI a los fieles irlandeses en marzo de 2010 sigue siendo
probablemente el documento de referencia más elocuente, que va mucho más allá
del caso de Irlanda , para comprender la actitud y la respuesta legal, pastoral
y espiritual de los papas a estos dramas de la Iglesia de nuestro tiempo:
reconocimiento de los graves errores cometidos y petición de perdón, atención
prioritaria y justicia para las víctimas, conversión y purificación, esfuerzos
de prevención y renovada formación humana y espiritual.
Los encuentros de Benedicto XVI y de Francisco con
grupos de víctimas han acompañado este ya largo camino con el ejemplo de la
escucha, de la petición de perdón, del consuelo y de la implicación en primera
persona de los papas.
En muchos países, los resultados del compromiso de
renovación son alentadores, los casos de abusos se han vuelto muy raros y, por
lo tanto, la mayoría de los que hoy se tratan y que continúan saliendo a la luz
pertenecen a un pasado relativamente lejano de diversas décadas. En otros países,
por lo general debido a situaciones culturales diferentes y todavía
caracterizads por el silencio, aún queda mucho por hacer y no faltan
resistencias y dificultades, pero el camino que recorrer es ahora más claro.
La constitución de la Comisión para la Protección de
los Menores anunciada por el Papa Francisco en diciembre de 2013, integrada por
miembros de todos los continentes, indica la maduración del camino de la
Iglesia Católica. Después de configurar y desarrollar dentro de ella una
respuesta decidida a los problemas de abusos sexuales de menores (por parte de
sacerdotes u otros operadores eclesiásticos),se plantea de forma sistemática la
cuestión no sólo de cómo responder bien al problema en cada sector de la
Iglesia, sino también de cómo ayudar más a fondo a las sociedades en las que la
Iglesia vive para hacer frente a los problemas de los abusos y violaciones de
los menores de edad, dado que – como todos deben saber aunque a menudo hay
todavía una resistencia considerable a admitirlo – en todas las partes del
mundo la gran mayoría de los casos de abuso no se llevan a cabo en los ámbitos
eclesiales, sino fuera de ellos (en Asia podemos hablar de decenas y decenas de
millones de niños abusados y no precisamente en ámbito católico).
En resumen, la Iglesia, herida y humillada por el
flagelo de los abusos, quiere reaccionar no solamente para sanearse a sí misma,
sino también para poner a disposición su dura experiencia en este campo, para
enriquecer su servicio educativo y pastoral a toda la sociedad que, en general,
todavía tiene un largo camino por recorrer para darse cuenta de la gravedad de
los problemas y enfrentarlos. En esta perspectiva los hechos que han tenido
lugar en Roma en los últimos días finalmente se pueden leer desde una
perspectiva positiva.
Hay que reconocer que el cardenal Pell ha dado un
testimonio digno y coherente (¡cerca de veinte horas de diálogo con la Comisión
Real!) del que resulta una vez más un cuadro objetivo y lúcido de los errores
cometidos en muchos ambientes eclesiales (en este caso de Australia) en las
últimas décadas. Y esto es una adquisición, no inútil en la perspectiva de la
común “purificación de la memoria”.
Asimismo hay que reconocer que los diversos miembros
del grupo de las víctimas llegado de Australia han mostrado su voluntad de
establecer un diálogo constructivo con el cardenal y el representante de la
Comisión para la Protección de los Menores – el padre Hans Zollner SI,
Pontificia Universidad Grgeoriana – con quien han apurado las perspectivas de
esfuerzos eficaces para prevenir los abusos.
Por lo tanto, si los llamamientos que han seguido a
Spotlight y la movilización de las víctimas y organizaciones con motivo de las
declaraciones del cardenal Pell contribuyen a sostener y mejorar la larga
marcha de la lucha contra los abusos de menores en la Iglesia Católica
universal y en el mundo actual (donde la dimensión de estos dramas no tiene
límites) sean bienvenidos”.
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