de Catholic Voices para defender la fe
sin levantar la voz: sacar lo mejor del otro
Religión en Libertad, 29-7-18
Cuando los compañeros de trabajo, amigos o parientes
acuden a ti para comentarte alguna “barbaridad” que creen que ha dicho o ha
hecho la Iglesia, no debes espantarte, sino alegrarte: es una oportunidad para
compartir tu fe y la verdadera enseñanza de la Iglesia.
Cada controversia es una oportunidad: significa que tu
interlocutor tiene tu atención, está dispuesto a hablar contigo... aunque,
probablemente, poco tiempo. Hay que aprovecharlo.
Esa es la realidad que propone el método Catholic
Voices, que nació en 2010 y ahora se recopila en el libro en español Como
defender la fe sin levantar la voz: respuestas civilizadas a preguntas
desafiantes (Palabra).
Catholic Voices cuenta con laicos bien formados para
explicar en público y en la prensa la postura de la Iglesia respecto a
numerosos temas: se presentan como voces autorizadas (con permiso de los
obispos para ejercer este servicio) pero no oficiales.
“Desde 2010 hemos formado a docenas de oradores, hemos
aparecido en cientos de informativos y hemos orientado e impartido talleres a
muchas organizaciones católicas. El proyecto se ha expandido a más de 15 países,
y ha desembocado en una serie de nuevos proyectos como cursos de hablar en
público, prácticas y talleres”, explica el libro.
Los temas controvertidos pueden ser muchos, pero en
Occidente , y especialmente en los medios de comunicación y ámbitos sociopolíticos,
son siempre estos pocos:
- La relación entre Iglesia, Estado y política
- La Iglesia y el sexo: anticoncepción, castidad,
homosexualidad, etc...
- La Iglesia y la demografía, el sida, la pobreza, la
ecología, el control de poblaciones...
- El matrimonio, el divorcio, el matrimonio del mismo
sexo...
- El aborto (la defensa del no nacido)
- Eutanasia y suicidio asistido
- La Iglesia y la educación (escuelas católicas,
educación en valores, adoctrinamiento estatal, derecho de los padres)
- Los abusos sexuales en entornos eclesiales
- La mujer en la iglesia
Cómo defender la fe enseña a abordar estos temas en
333 páginas ágiles y rápidamente documentadas, pero reforzando siempre las 10
claves que los años de experiencia han mostrado que son necesarias para una
comunicación católica que ilumine de verdad y sea eficaz.
1. En lugar de enfadarte, reformula
Hay que buscar los valores cristianos escondidos bajo
esa crítica y aceptarlos. Después hay que reformular la historia colocando a la
Iglesia en el lugar que honradamente le corresponde.
Por ejemplo, si se acusa a la Iglesia de no
preocuparse por el problema del sida en África se puede recoger así el valor
cristiano compartido: “A ti te preocupan los enfermos de sida en África, y
también a mí, y a la Iglesia, porque Cristo enseña a cuidar a los enfermos.
Todos coincidimos en esto y debemos colaborar en este esfuerzo".
Y podemos reformular el tema dando el contexto real:
“Precisamente, la Iglesia es quien atiende al 75% de los enfermos de sida en
África, y a casi todos los de zonas remotas, con la Fundación El Buen
Samaritano ha ayudado a retrovirales accesibles en países pobres y sus
estrategias contra la pandemia, enraizadas en la población local, defendiendo
la abstinencia, la fidelidad matrimonial y la reducción de parejas, son las
medidas que han funcionado bien, como demuestran el caso de Uganda, Zimbabue y
Kenia y, por ejemplo, los estudios del epidemiólogo Edward Green”.
2. Echa luz, no leña al fuego; iluminemos, no
acaloremos
El objetivo es comunicar, iluminar, que se entienda
qué defiende la Iglesia y por qué. Por eso se explican las cosas con calma. Son
conversaciones, a menudo breves y en entornos complicados, en las que no
podemos pretender convertir a nadie (aunque, si sucede, bendito sea Dios) sino
echar luz en un tema confuso que la gente no entiende.
Señalar con el dedo y regañar no ayuda a evangelizar:
se trata de iluminar un tema sin acalorar a nadie; ¡luz, no calor!
3. Piensa en triángulos
El Papa Francisco a menudo reduce sus homilías a tres
ideas o tres puntos, porque es una forma eficaz de comunicar. De igual forma,
en un diálogo oral, un encuentro breve, una charla informal, en la que vas a
tener poco tiempo, es bueno tener 3 ideas claras, incluso memorizadas, y poder
decirlas. Si las cosas se ponen feas (no dejan hablar, hay ataques que se salen
de tema, un brillante interlocutor ha secuestrado la charla) siempre puedes
decir: “Mira, ¿puedo simplemente decir 3 cosas?”
De esas tres cosas, la primera ha de recoger el valor
positivo del interlocutor (“Mira, te preocupa el sida en África, y también a mí
y a la Iglesia”) y las otras dos lo reformulan (“por eso la Iglesia, y no otras
entidades, atienden al 75% de enfermos de sida allí, y lo previene con campañas
eficaces de prevención, como demuestran los casos de Uganda, Kenia y Zimbabue,
donde con campañas de fidelidad y abstinencia se han reducido los contagios”).
4. La gente no recuerda qué dijiste, sino qué sintió
al escucharte
La Verdad, por sí sola, no convence tanto como la
Verdad expresada de forma educada, empática, clara y amable. No se trata de
“emitir ideas”, como una máquina, sino de tener un trato interpersonal, un
encuentro, un conocerse mutuamente y compartir un rato, sentimientos, pasiones
y preocupaciones... Tu interlocutor, ¿quedará con ganas de seguir tratándote,
de acudir a ti y consultarte... o se sentirá atacado cuando hables y aliviado
cuando calles? Los sentimientos del interlocutor son más importantes a la hora
de comunicarse entre humanos que la exactitud del discurso.
5. No lo digas, muéstralo
La gente prefiere un testimonio personal antes que una
argumentación filosófica. La gente quiere oír cosas que se puedan imaginar. Si
hablas del sida en África, ¡lo mejor es que hayas estado en África y cuentes lo
que has visto y tocado!
Si no has estado en África, describe lo que cuentan
los que sí han estado: dispensarios remotos, monjas con retrovirales en canoa
que llegan a poblados de cabañas de paja donde no va nadie, enfermos que piden
algo tan sencillo como vitaminas o comida, jefes, ancianos y familias que se
reúnen para hablar de cómo enseñar la fidelidad matrimonial a los jóvenes,
etc...
6. Acuérdate de decir “sí”
A menudo al católico se le pregunta ¿“por qué estáis
en contra de tal cosa”? Es una trampa: hablar “en contra” te dará mala imagen,
a ti y a la iglesia, y tu comunicación será ineficaz. El contertulio pensará en
la Iglesia como en una antipática policía moral, en vez de ver un testimonio
del amor de Dios, como Madre Teresa. Hay que reformular el tema para explicarlo
en positivo.
Por ejemplo, si preguntan “¿por qué estáis en contra
del preservativo en África?” se puede responder que “estamos a favor de la
vida, de las familias, de combatir el sida de forma realmente eficaz, cosa que
el preservativo no consigue en el contexto africano; estamos a favor de cambiar
los hábitos para que sean más sanos, como los mismos africanos defienden y han
demostrado en Uganda, Kenia y Zimbabue: monogamia, abstinencia hasta el
matrimonio, atención a los enfermos...”
7. La compasión importa
Mucha gente ha sufrido abusos, traumas sexuales, malos
tratos por parte quizá de algún eclesiástico... o experiencias duras de
enfermedad, dolor, infertilidad, deseos frustrados... y descarga eso contra la
Iglesia y contra Dios. Si hablas con ellos, o hablas sobre ellos (enfermos que
sufren y piden la eutanasia, madres asustadas que creen que necesitan abortar,
etc...) has de dejar claro que sientes compasión, solidaridad, que los
entiendes en sus sentimientos, que empatizas. La Iglesia es madre y las madres
se duelen con sus hijos dolidos. Los enemigos de la Iglesia la presentarán una
y otra vez como una máquina fría, insensible. Como voz católica, en encuentros
personales, muchas veces, en vez de dar argumentos, habrás de mostrar compasión,
acogida y escucha.
8. Las cifras son complicadas y no convencen mucho
“Las estadísticas pueden resultar abstractas e
inhumanas, o simplemente una tapadera. No es extraño que, cuando un político
las usa, la gente piense que está mintiendo. No bases la argumentación en
cifras y datos, aunque puedes usarlos para ilustrar el argumento principal”,
enseña el modelo de Catholic Voices, pensando sobre todo en el coloquio
hablado. Además, hay que simplificar las cifras: no digas “un 33,5%” sino “uno
de cada tres”. Con todo, en una
exposición por escrito, o con gráficos visuales, pueden ayudar.
9. Se trata de dar testimonio, no de vencer a nadie
La gente casi nunca cambia de mentalidad ante un
argumento firme, sino ante una realidad visible... que suele ser una persona.
Por ejemplo, quien veía a la Iglesia como fría e insensible puede cambiar al
ver cristianos empáticos y compasivos. Para que “se vea”, el cristiano ha de
testimoniarlo. Los interlocutores hostiles a Jesús le tendían muchas trampas y
mostraban su fuerte oposición, pero Él respondía sin violencia y sin
victimismo. La mentalidad de “ganar la argumentación”, o peor aún, “hundir al
otro” no sirve para dar testimonio, no ilumina.
10. No se trata de ti
Como Juan el Bautista, el cristiano anuncia a alguien
más grande, Cristo y su Iglesia, y se retira, sin protagonismos. Es bueno rezar
antes de un debate, charla, encuentro... y ponerlo en manos de Dios, saber que
es cosa Suya, no tuya. Hay que pedir al Espíritu Santo que hable a través de
ti. E incluso si lo haces mal, puedes aprender en cada ocasión sabiendo que lo
pones en manos de Dios y vas a intentar mejorar.
En Catholic Voices, antes de una intervención, rezan
una oración pidiendo “los dones del Espíritu Santo que necesitamos para este
trabajo, en especial los de sabiduría, dulzura, valor y alegría” y solicitando
la intercesión de la Virgen Trono de Sabiduría, de San Juan XXIII, de San Juan
Pablo II y de los beatos Tito Brandsma, Catalina de Siena y cardenal Newman.
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