Autor: Santiago MARTÍN,
sacerdote FM
Católicos on line, setiembre
2019
Lo último que sabemos de lo
que está sucediendo en Alemania, es que doce obispos contra cincuenta y uno,
han votado en contra de los Estatutos de su Sínodo, porque no cumplen lo que ha
pedido el Papa. Uno de ellos, el de Tubinga, ha advertido además que abandonará
el Sínodo si se aprueban cosas contrarias a la fe católica que él ha jurado
defender con su vida.
El cisma, real desde hace
cincuenta años, está a punto de hacerse oficial por parte de los que no aceptan
ni la Palabra ni la Tradición. Pero, ¿por qué ha ocurrido y por qué
precisamente con este Papa? ¿Por qué los obispos alemanes liberales se
enfrentan a un Pontífice con el que se sienten identificados, al que han
aclamado desde el principio y al que ayudaron a llegar al Pontificado?
El Papa Francisco gobierna
la Iglesia basándose en cuatro principios que él mismo ha expuesto, sobre todo
en la Evangelii gaudium: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece
sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es
superior a la parte. De todos ellos, el que más puede ayudarnos a entender lo
que pasa en Alemania, es el primero. El Papa ha dicho muchas veces que él
quiere poner en marcha procesos que luego no permitan la vuelta atrás. Esto
implica dos cosas: tomar decisiones que favorezcan esos procesos y tener
paciencia para no dar un paso en falso que genere una reacción tan fuerte que
los anule. Lo primero se hace con los nombramientos, ante todo de cardenales
(Kasper acaba de declarar que con los últimos cardenales electos ya está
asegurada la elección de un Papa en la línea de Francisco) y también de obispos
para sedes clave en la Iglesia (Lima, Chicago o Bolonia son ejemplos de esto).
Lo segundo, requiere ir poco a poco, confiando en que la historia nunca da
marcha atrás y en que con los hombres pasa lo mismo que con las ranas cuando se
las mete en una cazuela de agua que se va calentando poco a poco: no saltan,
hasta que el agua hierve y es demasiado tarde.
Ahí es donde se ha
presentado el conflicto con los alemanes. No sería, aparentemente al menos y
según declaraciones del propio cardenal Marx, un conflicto de fondo -como sí lo
hubiera habido con los Pontífices anteriores, con los cuales, precisamente por
eso, no estalló-, sino un conflicto de oportunidad. Los alemanes no están
dispuestos a esperar. Posiblemente no creen lo de que el tiempo es superior al
espacio y opinan que en la historia de la humanidad han sido muchos los que han
dejado todo atado y bien atado y luego han terminado con sus huesos en un
estercolero. Por eso tienen prisa. Les parece demasiado aguardar otros diez o
veinte años para que la homosexualidad sea aceptada y para que llegue la hora
del sacerdocio femenino, entre otras cosas que reclaman. Para ellos es ahora o
nunca. El Papa les pide paciencia y ellos no la tienen.
Yo también creo que el
tiempo es superior al espacio y que poner en marcha procesos es más importante
que precipitar las cosas. Lo que pasa es que, por encima de estos principios de
comportamiento basados en perspectivas humanas, creo en Dios. Y sé que Dios es
el Señor del tiempo, es el Señor y dueño de la historia. Por eso confío en que
lo que se pretende dejar atado de forma que no haya marcha atrás posible, se
pueda desatar en cualquier momento, porque de repente sucede algo imprevisto
que hace que todo cambie. No sé si los alemanes comparten mi fe y es por eso
por lo que tienen prisa, pero desde luego no están dispuestos a esperar.
Si a esta situación se le
añade el no menos conflictivo Sínodo de la Amazonía, podemos hacernos una idea
de cómo está la Iglesia. El Papa, que aparentemente alentó los procesos, pone
el freno, como se tira de las riendas del caballo para que no se desboque. Es
como si dijera: hay que ir, pero más despacio y eso lleva incluso a dudar de
sus intenciones a los que quieren ir más de prisa. Mientras, los que no
queremos ir por ese camino y aguantamos todos los días los insultos y las
amenazas, sólo podemos contemplar con tristeza el espectáculo de ver cómo ellos
se pelean y suplicar a Dios que salve a su Iglesia.
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