viernes, 6 de febrero de 2009

Violencia y cristianismo


Benedicto XVI: «Las manifestaciones de violencia no pueden atribuirse a la religión en cuanto tal, sino a los límites culturales con los que se vive y desarrolla en el tiempo… De hecho, testimonios de la íntima vinculación que se da entre la relación con Dios y la ética del amor se registran en todas las grandes tradiciones religiosas». mensaje conmemorativo del XX aniversario del encuentro interreligioso de oración por la paz convocado por Juan Pablo II en Asís, en octubre de 1986.

La violencia es fruto del pecado
Padre Jordi Rivero
La violencia es fruto del pecado. Es la ruptura del amor que Dios quiso desde el principio. La Iglesia existe para comunicar ese amor divino a los hombres. Ella lo anuncia a todos pero cada uno es transformado en la medida que renuncia al pecado y se abre a la gracia.
La religión y aun el Cristianismo han sido utilizados como pretexto para la violencia y la guerra. En estos casos se está sublimando el mal con la pretensión de justificarlo y hasta pretender una causa divina. En cuanto al Cristianismo se refiere, este comportamiento es totalmente contradictorio con la fe ya que Cristo nos mandó a amar a nuestros enemigos.
Si hay guerra es porque hay falta de fe. En el Norte de Irlanda, por ejemplo, los terroristas se identifican como católicos y protestantes, pero el odio entre ellos nada tiene que ver con la fe. Es un asunto de enemistad causada por invasiones y las reacciones al invasor, o sea, por abusos históricos. El hecho de que unos son protestantes y los otros católicos solo se utiliza como máscara. Cuando el Santo Padre visitó Irlanda del Norte, condenó muy fuertemente la violencia y pidió de rodillas que cesara la violencia. A pesar de ello, sigue habiendo terroristas que se proclaman católicos. Y no faltarán los que siguen culpando a la Iglesia por eso. Quienes juzgan así a la Iglesia no quieren ver la enseñanza de la Iglesia sobre el terrorismo ni los esfuerzos de paz que ésta siempre lleva a cabo. Insisten en presentar a los terroristas como representativos de la violencia de la Iglesia.
En Nigeria, marzo 1998, Juan Pablo II dijo que tanto los musulmanes como los católicos están de acuerdo «en el hecho de que, en materia religiosa, no deben darse coerciones». «En especial --aclaró--, cada vez que se practican violencias en nombre de la religión tenemos que aclarar a todos que, en estas circunstancias, no nos encontramos ante la verdadera religión».
Cuando los católicos causan violencia, no la causan por ser católicos. Más bien la causan por no ser buenos católicos. Ellos, como todo pecador, no están siendo consecuentes con la verdad. Es injusto culpar a la Iglesia por los males cometidos por sus hijos. La causa de la violencia está en el corazón del hombre y no en la Iglesia como tal. Cuando entramos en la Iglesia, seguimos siendo influenciados por su carne, la cultura y por el demonio.
En ninguna época la Iglesia ha transformado totalmente la cultura. Los cristianos viven en el mundo y no están libres de sus influencias. La Iglesia es más bien una luz que brilla en las tinieblas, pero al mismo tiempo las tinieblas alcanzan el corazón de sus hijos por el pecado. Esta es la lucha de todos. Cada uno irá creciendo en la luz, unos más que otros según la apertura del corazón.
Las cruzadas y la inquisición son ejemplos de instituciones que tenían una legítima causa de defensa pero en ellas ocurrieron graves abusos. Católicos se dejaron arrastrar, utilizando los medios del mundo, o sea, los que siempre han usado los hombres en general para lograr sus objetivos y los que se usaban también por todos en la época: estos son la violencia y el poder. Es curioso que el mundo ahora quiera pretender que solo la Iglesia ha utilizado estos medios. Es como culpar a los médicos por las enfermedades porque sus consultas están llenas de enfermos.
¿Estoy tratando de justificar la violencia en la Iglesia? De ningún modo. El mal es mal hágalo quien lo haga. Pero hay que distinguir entre la Iglesia, misterio de salvación y las obras de sus hijos. Al médico lo valoramos por el bien que imparte a los pacientes que siguen sus recetas, no por los que rehúsan sus instrucciones. A la Iglesia se la debe juzgar por los santos, y no por los pecados que resultan por no atenernos a la gracia que nos ofrece.
http://www.corazones.org/index.html
Esta página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María

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