catolicos-on-line, 3-1-16
La última profanación ha causado alarma e indignación:
La figura del Niño Jesús de un belén fue robado y después apareció ahorcado en
una plaza en Pitelli, un pueblo de La Spezia, en el norte de Italia. Los
vecinos volvieron a colocarlo en el belén, que había sido construido para
recoger fondos destinados a la investigación de la leucemia. El obispo,
Giovanni Tassano, considera que este «grave acto sacrílego es una infamia hecha
con alevosía».
Pero no se trata de un caso aislado. En Seveso,
población de 23.000 habitantes en Lombardía, norte de Italia, unos vándalos
decapitaron una estatua del Niño Jesús de un belén situado en la céntrica plaza
Cardenal Confalonieri.
La misma suerte corrió el belén creado por los niños
de una escuela elemental de Motte Luino, también en la región lombarda: fue
decapitada la imagen del Niño Jesús, un acto innoble no solo para los vecinos,
sino muy especialmente para los niños que con trabajo y determinación habían
preparado el belén.
En Dorga, en Val Seriana, provincia de Bérgamo, el
decapitado fue San José, mientras los vándalos arrojaban a un foso al Niño
Jesús tras arrancarle un dedo. En Fibbiana, cerca de Florencia, también se
dieron cita en las últimas horas algunos salvajes que destrozaron el belén
colocado en la plaza central de San Rocco.
La indignación es grande en esos pueblos, malestar que
se refleja también en muchos medios, porque atentar contra esos símbolos supone
atacar valores muy radicados en nuestra cultura.
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