testimonio del padre Philippe
Blot en París
María Arratíbel, el 15.04.17
Infocatolica
“Como misionero, como sacerdote católico, hablo aquí
en nombre de todos esos coreanos que desde hace más de 60 años viven uno de los
más largos Via Crucis de la historia de la humanidad.”
Así hablaba el padre Philippe blot, sacerdote
misionero de las Misiones Extranjeras de Paris (MEP) en Corea del Sur, quien
compartió el pasado 24 de marzo en la catedral de Notre Dame de Paris un escalofriante
testimonio sobre el infierno que vive el pueblo crucificado por la dictadura
comunista en Corea del Norte.
El testimonio se enmarcó en la celebración de una
“Noche de los testigos”, evento que Ayuda a la Iglesia Necesitada organiza
periódicamente para difundir la realidad de la persecución, y que ofrece a los
asistentes la oportunidad de orar por nuestros hermanos perseguidos por su fe.
La Noche de los testigos celebrada en París contó con
tres testimonios excepcionales: el del hermano Jacques Mourad –monje sirio,
secuestrado por el Estado Islámico durante cinco meses-, la madre
Marie-Catherine Kingbo –religiosa de la congregación de las Siervas de cristo
en Níger y, finalmente, el padre Philippe Blot, misionero en Corea del Sur.
Al final de este post podrán visionar el vídeo de la
velada completa que la cadena francesa de televisión KTOTV ha compartido en su
canal de youtube. Los tres testimonios comienzan en los minutos 23:00 (Jacques
Mourad), 47:50 (madre Kingbo) y 1:14:55 (padre Blot). El vídeo está
integramente en francés, de modo que les voy a traducir a continuación el
testimonio completo del padre Blot, para darles a conocer la terrible situación
que viven milllones de seres humanos en el infierno comunista de Corea del
Norte:
Desde hace más de 70 años Corea, llamado “el país del
amanecer tranquilo”, está partida en dos tras una guerra fratricida
particularmente trágica. En un primer momento, como sacerdote de las Misiones
Extranjeras de París, pude ir a Corea del Norte y, a pesar de la vigilancia de
las autoridades, pude verificar la verdad de algunos reportajes y testimonios
de refugiados norcoreanos.
En primer lugar la situación en los hospitales es
dramática: sin antibióticos, sin vendas, sin jabón. (…) También los colegios en
Pyonyang ilustran la subalimentación crónica de toda la población, que no
afecta en absoluto al aparato del régimen. Un niño norcoreano de 7 años mide
veinte centímetros menos y pesa diez kilos menos que un niño de su edad de
Corea del Sur.
Es necesario sobornar a miembros del partido para
obtener productos de primera necesidad: la corrupción es lo común.
No hay minusválidos; el régimen, racista y eugenésico,
está obsesionado por la pureza de la raza, a la que personas que no son
“normales” no pertenecen. Éstas son expulsadas de las ciudades.
Corea del Norte es un país tan cerrado que nadie puede
entrar ni salir sin visado, “incluido Dios” – añaden los refugiados a modo de
broma.
Los dos pilares de la represión son un control total
de los movimientos de la población, por un lado y, por otro, la ignorancia
total del mundo exterior: los refugiados descubren espantados otra realidad
completamente diferente de lo que les habían contado desde su infancia, y
evocan la propaganda marxista desenfrenada hacia la población, para aprender a
someterse al Partido Comunista.
El dictador es presentado como un Dios, referencia
incuestionale de discursos, enseñanzas e informaciones. La dinastía de los Kim,
de abuelo a nieto (este último hoy en el poder), es objeto de una propaganda
delirante: hay 30.000 estatuas de enormes dimensiones dispersas en todas las
ciudades y pueblos del país.
Los norcoreanos se espían, denuncian unos a otros si
observan la mínima falta hacia el gran líder. Después del arresto del culpable
se reúne al pueblo y la familia para condenar públicamene la transgresión del
culpable. Todos asisten a su ejecución. Hay una alternativa: los campos de
reeducación.
Hablemos de estos campos, que nos darán ocasión de
hablar de los cristianos de este país.
El relato de los testigos y las imágenes tomadas con
satélite permiten estimar que hay entre 100.000 y las 200.000 personas
detenidas en estos campos de concentración. La brutalidad de los guardianes es
el pan de cada día de los prisioneros, que trabajan 16 horas al día, sufren
torturas atroces, sin contar las ejecuciones públicas de los rebeldes.
Entre estos presos políticos los que sufren el peor
tratamiento son los cristianos, considerados espías, antirrevolucionarios de
primera clase. Serían 13.000 según el régimen, y entre 20 y 40.000 según las
organizaciones humanitarias.
Los cristianos son objeto de un tratamiento
particularmente cruel. Se les crucifica, se les ahorca en árboles o bajo
puentes, se les ahoga, se les quema vivos. Algunos testigos hablan de torturas
tan horribles que la decencia no me deja describirlas ante ustedes…
Para los dirigentes toda religión debe ser prohibida,
es decir, tanto el cristianismo como el budismo ya que, como dice el catecismo
marxista, es el “opio del pueblo”.
Los norcoreanos no saben qué es una biblia, quién es
Dios.
Hace unos años el gobierno norcoreano ha abierto en
medio de una gran propaganda una iglesia católica, un templo protestante y una
iglesia ortodoxa en la capital…pero sólo son simulacros.
A pesar de todo esto hay una iglesia subterránea en
Corea del Norte, que es objeto de una persecución continua. A los refugiados
norcoreanos a los que les he preguntado “¿Habéis oído hablar o visto a un
vecino vuestro detenido en flagrante delito de rezar en su casa o en un lugar
secreto?” muchos me han respondido afirmativamente.
Algunas informaciones nos hablan de una mujer, hace
dos años, arrestada en posesión de 20 biblias. La molieron a palos y fue
colgada por los pies en público.
En mayo de 2010 20 cristianos pertenecientes a una
iglesia clandestina fueron arrestados. Tres de ellos , responsables del grupo,
fueron al instante ejecutados. Los otros, deportados.
Se estima que desde 1995 unos 5000 cristianos han sido
ejecutados sólo porque rezaban en secreto o distribuian biblias. Muchos de
estos cristianos han sido precisamente cristianos por la presencia de
misioneros extranjeros en la frontera con China. Se sabe también que dos
pastores, americano y canadiense de origen coreano, están ahora en campos de
prisioneros por ayudar a refugiados.
He encontrado refugiados en “un país limítrofe” con
Corea del Norte que, de ser descubiertos, arriesgaban la repatriación, el campo
de concentración…la muerte.
Si en este país vecino a Corea del norte no son
repatriados se arriesgan a caer en manos de organizaciones criminales, de
tráfico de órganos y de prostitución.
Las mujeres y niñas norcoreanas son secuestradas y
vendidas en algunos casos a propietarios de prostíbulos. Una jovencita
norcoreana puede ser vendida por entre 800 y 1000 dólares.
Desde hace más de 60 años los norcoreanos tratan de
alcanzar un país libre, pero esto no es fácil. Hay que pasar por China, que no
reconoce el estatuto del refugiado, que sigue considerándoles inmigrantes
ilegales, sin papeles y por tanto sin destino. Muchos trabajan como pueden: mal
pagados, sin derechos, a merced del empleador.
Para sacarlos de allí, traficantes bien pagados llevan
a los refugiados a Corea del Sur, Canadá y otros países a través de Birmania,
Laos, Mongolia o Tailandia. Son necesarios entre 4000 y 5000 euros para los pasaportes falsos, el transporte, la
comida, el “salario” de los traficantes y los sobornos. Por supuesto, se trata
de “contratos aleatorios”, y en el último momento los traficantes podrían
decidir un aumento de precio…
En el encuentro con refugiados norcoreanos he recibido
testimonios tan insoportables que lágrimas de sufrimiento y vergüenza surcaban
mi rostro. ¿Los seres humanos pueden cometer tales atrocidades? ¿¿¿Cómo tantas
vidas humanas pueden ser pisoteadas entre una tan gran indiferencia???
Por todo ello, como misionero, como sacerdote
católico, hablo aquí en nombre de todos esos coreanos que desde hace más de 60
años viven uno de los más largos Via Crucis de la historia de la humanidad.
Hablo en nombre de aquellos a quienes se les arranca un ojo, o un miembro, sin
anestesia, para transplantarlos a ricos chinos o japoneses. Hablo en nombre de
esas jovencitas norcoreanas víctimas de mercaderes de esclavas.
Pero la vida de estos miles de seres humanos, mujeres
y hombres, representa un hecho de dimensiones mayúsculas, del que hay que
subrayar el aspecto político y diplomático.
Desgraciadamente los países vecinos de Corea del
Norte, o los más lejanos de Europa, América…sólo reclaman algunos cambios en
nombre de los derechos humanos, sin destacar el status quo actual, en nombre de
ese estilo del “equilibrio” de las relaciones internacionales que garantiza una
paz de compromiso con aquellos que quieren la liberación de Corea del Norte y
la reunificación del país.
En conclusión, si nos quedamos en lso estrictos
cálculos geopolíticos, los 23 millones de coreanos se arriesgan a tener que
esperar un largo tiempo antes de ver mejorar su suerte, a menos que haya una
intervención de Dios, a quien rogamos cada día por este pueblo crucificado, y
que aspira a la reconciliación, la reunificación y la paz.
Les propongo orar por la unidad, la reunificación y la
reconciliación de este pueblo:
Señor Jesús, te pedimos por todos nuestros hermanos
norcoreanos que mueren de hambre corporal y espiritual. Posa tu mirada de amor
y misericordia sobre toda la península coreana, para que reencuentren la
unidad, la paz y la reconciliación. Amén.”
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