lidera el último
asalto al Catecismo
Riccardo Cascioli
Brújula cotidiana,
06-04-2022
Ataque coordinado
para cambiar el Catecismo sobre la homosexualidad, y el escenario elegido para
la batalla es el Sínodo sobre la sinodalidad. En una larga entrevista, el
cardenal Marx apoya abiertamente la necesidad de revisar la doctrina para
legitimar los actos homosexuales, mientras que el domingo 3 de abril, Sor
Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo, se dirigió directamente a un grupo
LGBTQ estadounidense para legitimarlo.
“El amor es amor”,
declaró el entonces presidente estadounidense Barack Obama en junio de 2015
después de que la Corte Suprema diera luz verde al reconocimiento del
matrimonio entre personas del mismo sexo. Y “el amor es amor” repite ahora el
cardenal alemán Reinhard Marx, arzobispo de Múnich y Freising, para hacer
avanzar la agenda LGBTQ en la Iglesia.
En el impulso de las reivindicaciones que ya han surgido claramente del camino
sinodal alemán, el cardenal Marx también decidió sin más dilaciones pedir a
gran voz un cambio en el Catecismo en materia de homosexualidad.
Lo hizo en una
entrevista publicada por el semanario liberal Stern el 30 de marzo, en la que
afirma que el Catecismo “no está escrito en piedra” y que “es legítimo tener
dudas sobre su contenido”. Marx habla de una “ética inclusiva”, basada en el
“respeto por el otro”, mientras que “el valor del amor se muestra en la
relación: en no reducir a la otra persona a un objeto, en no usar o humillar a
la otra persona, en ser fieles y dependientes unos de otros”. Marx, obviamente
presionado por las preguntas del periodista, continúa afirmando que “la
homosexualidad no es un pecado. Y es un comportamiento cristiano cuando dos
personas, independientemente del género, se defienden mutuamente, en la alegría
y en el dolor”.
En definitiva, lo
que el cardenal Marx pretende afirmar es “la primacía del amor, especialmente
en los encuentros sexuales”. Y el arzobispo de Munich parece tener prisa: “En
los últimos años me he sentido cada vez más libre de decir lo que pienso, y
quiero que la enseñanza de la Iglesia progrese. La Iglesia también está
cambiando, junto con el mundo: las personas LGBTQ son parte de la Creación y
amadas por Dios y tenemos el desafío de combatir la discriminación”. Al final,
el cardenal Marx también confesó haber bendecido a una pareja homosexual en el
pasado: “Hace unos años en Los Ángeles, después de una celebración en la que
había predicado sobre la unidad y la diversidad, dos personas se me acercaron
para pedirme la bendición. Y se las di. Después de todo, no se trataba de un
matrimonio”.
La entrevista a
Stern no llega como un rayo en un cielo sereno. No sólo estuvo precedida por
las tesis análogas del camino sinodal alemán y por las declaraciones del
presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, monseñor Georg Bätzing, quien
pidió que el Catecismo reconociera el “sexo libre”, pero el mismo Marx ya había
lanzado el desafío al celebrar una misa a principios de marzo para celebrar los
20 años de la pastoral Queer en Munich. Obviamente con una bandera del arcoíris
frente al altar y con una homilía alabando una “Iglesia inclusiva”. Sin
embargo, el valor de ese gesto no había sido relanzado adecuada y
universalmente, por lo que Marx vuelve a intentarlo con una entrevista que es
imposible pasar desapercibida.
La salida del
cardenal Marx no tiene que ver simplemente con la reivindicación de la Iglesia
alemana, y no solo porque Marx sea miembro del restringido Consejo de Cardenales
que asiste al Papa Francisco en el gobierno de la Iglesia. De hecho, esto solo
debería sugerir que su posición pública sobre la homosexualidad tiene
relevancia universal. Pero
eso no es suficiente: llega en un momento que sugiere que nos enfrentamos a una
ofensiva coordinada para dar una dirección bien precisa pro-LGBTQ al Sínodo
sobre la Sinodalidad que tanto le importa al Papa Francisco. En febrero, por
ejemplo, fue el cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, presidente de los
obispos europeos, quien pidió un cambio de doctrina a favor de la
homosexualidad sin que se cuestionara su nombramiento como ponente general del
Sínodo sobre la Sinodalidad.
Pero especialmente
el domingo 3 de abril se produjo un hecho sin precedentes: la subsecretaria del
Sínodo de los Obispos, Sor Nathalie Becquart, pronunció una lectio magistralis
frente al público de New Ways Ministry, la organización estadounidense LGBTQ
cuyo objetivo es cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. Sobre New Ways Ministry, organización repudiada por
los obispos estadounidenses y condenada por la Congregación para la Doctrina de
la Fe hace ya 23 años, ya habíamos hablado en diciembre por una polémica
surgida en torno a la presencia de su material pro-LGBTQ en la web del Sínodo.
Pero las cosas han ido rápido para ellos desde entonces. Un paso fundamental
fue la rehabilitación de la monja cofundadora de New Ways Ministry, Jeannine
Gramick, incluso por parte del Papa Francisco, quien le escribió una carta de
gran agradecimiento por su trabajo con las personas LGBTQ considerado “al
estilo de Dios”. A partir de ahí, vino una participación cada vez más activa de
la organización LGBTQ en la preparación del Sínodo, hasta el evento del
domingo, que fue un verdadero reconocimiento oficial del movimiento LGBTQ.
Se trató de la
lectura anual dedicada al padre Robert Nugent, el otro cofundador del New Ways
Ministry, y el tema fue “La Sinodalidad como camino hacia la reconciliación”.
Más allá de las palabras pronunciadas, no hay duda de que es el hecho mismo el
que tiene una gran relevancia. La secretaría de New Ways Ministry tiene todas
las razones para argumentar que este es “un evento histórico”. A estas alturas
podemos hablar tranquilamente de un triunfo del lobby LGBTQ en la Iglesia, y no
podemos dejar de señalar que el liderazgo de la Iglesia no solo no ofrece
resistencia, sino que incluso es parte activa del proceso. No es casual que no
se hayan tomado -y nunca se tomarán- medidas contra el cardenal Marx por sus
declaraciones, ni será disminuido en su rol de asesor del Papa.
Al contrario,
después de nueve años bien podemos decir que los Sínodos han servido para
promover y realizar la revolución sexual en la Iglesia: los dos sínodos sobre
la familia han allanado objetivamente el camino para el divorcio y el segundo
matrimonio, y ahora la Sinodalidad sirve para legitimar la homosexualidad y
cualquier tipo de relación sexual. Y si en 2014 el pretexto era pastoral,
simulando no afectar la doctrina, ahora se ha quitado definitivamente la máscara
y pasamos directamente al cambio de doctrina. Como temía el entonces cardenal
Ratzinger ya en 1986.
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