nació el tribunal
de la inquisición?
Por: Jorge Balvey
| Fuente: www.arvo.net
Entrevista con
Beatriz Comella, Historiadora
La Inquisición fue
y sigue siendo un tema polémico para el gran público. Los historiadores se han
ocupado de esta institución de modo científico y sin prejuicios ideológicos,
especialmente desde un Congreso internacional celebrado en Cuenca en 1978.
Recientemente la Santa Sede convocón -en 1998- en Roma a expertos de diversos
credos y nacionalidades para clarificar la actuación histórica del Santo
Oficio. Sobre este argumento responde para Escritos ARVO, Beatriz Comella,
autora del libro La Inquisición española (Rialp, 1988; 3ª edición en noviembre
1999).
¿Cuándo y porqué
nació el tribunal de la inquisición?
El primer tribunal
inquisitorial para juzgar delitos contra la fe nació en el siglo XIII. Fue
fundado por el Papa Honorio III en 1220 a petición del emperador alemán
Federico II Hohenstaufen, que reinaba además en el sur de Italia y Sicilia. Parece que el emperador solicitó el tribunal para
mejorar su deteriorada imagen ante la Santa Sede (personalmente era amigo de
musulmanes y no había cumplido con la promesa de realizar una cruzada a Tierra
Santa) y pensó que era un buen modo de congraciarse con el Papa, ya que en
aquella época el emperador representaba el máximo poder civil y el Papa, el
religioso y, era conveniente que las relaciones entre ambos fueran al menos
correctas. El romano pontífice exigió que el primer tribunal constituido en
Sicilia estuviera formado por teólogos de las órdenes mendicantes (franciscanos
y dominicos) para evitar que se desvirtuara su misión, como de hecho intentó
Federico II, al utilizar el tribunal eclesiástico contra sus enemigos.
—¿Existía en el
siglo XIII alguna razón de justificara la creación de ese tribunal que
consideraba la herejía como delito punible?
—Conviene aclarar
que los primeros teólogos cristianos de la talla de Tertuliano, San Ambrosio de
Milán o San Martín de Tours sostuvieron que la religión y la violencia son
incompatibles. Eran más partidarios de la doctrina evangélica que recomienda
corregir y amonestar a quien dilapida el bien común de la fe. La represión
violenta de la herejía es, como ha señalado Martín de la Hoz, un error
teológico de gravísimas consecuencias, implicado en la íntima relación que de
hecho se trabó entre el poder civil y la Iglesia en la Edad Media. La herejía
pasó a ser un delito comparable al de quien atenta contra la vida del rey, es
decir, de lesa majestad, castigado con la muerte en hoguera como en el siglo
IV, bajo los emperadores Constantino y Teodosio.
A principios del
siglo XIII aparecieron dos herejías (albigense y valdense) en el sur de Francia
y norte de Italia. Atacaban algunos pilares de la moral cristiana y de la
organización social de la época. Inicialmente se intentó que sus seguidores
abandonaran la heterodoxia a través de la predicación pacífica encomendada a
los recién fundados dominicos; después se procuró su desaparición mediante una
violenta cruzada. En esas difíciles circunstancias nace el primer tribunal de
la Inquisición.
—Es lógico, pues,
que la Inquisición resulte una institución polémica.
—Desde luego,
porque, afortunadamente, hoy sabemos que es injusto aplicar la pena capital por
motivos religiosos. Los católicos de hoy conocemos la doctrina del Concilio
Vaticano II sobre la libertad religiosa, que coincide, en sus planteamientos
básicos con la de muchos teólogos cristianos de los cuatro primeros siglos de
nuestra era. Por este motivo, el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica
Tertio Milenio Adveniente (10-11-94) subrayó la necesidad de revisar algunos
pasajes oscuros de la historia de la Iglesia para reconocer ante el mundo los
errores de determinados fieles, teniendo en cuenta la unión espiritual que nos
vincula con los miembros de la Iglesia de todos los tiempos.
—¿Entonces, la
"leyenda negra", más que leyenda es una realidad histórica?
—Es preciso
advertir que la polémica sobre la Inquisición se nutre de otra actitud muy
distinta a la ya expuesta; me refiero a la ignorancia histórica, la falta de
contextualización de los hechos, el desconocimiento de las mentalidades de
épocas pasadas, la escasez de estudios comparativos entre la justicia civil y
la inquisitorial... Todo esto contribuye a formar no sólo una polémica
justificada sino una injusta leyenda negra en torno a la Inquisición.
—¿Qué hay, pues,
de verdad sobre la actividad de la Inquisición, concretamente en España?
—Se formaron los
primeros tribunales en 1242, a partir de un Concilio provincial de Tarragona.
Dependían del obispo de la diócesis y, por regla general, su actuación fue
moderada. Con la llegada de los Reyes Católicos al poder, el Santo Oficio
cambió de modo notable. Isabel y Fernando consideraron que la unidad religiosa
debía ser un factor clave en la unidad territorial de sus reinos. La conversión
de las minorías hebrea y morisca era la condición para conseguirlo; algunos se
bautizaron con convencimiento, otros no y éstos fueron perseguidos por la
Inquisición.
En 1478 los Reyes
Católicos consiguen del Papa Sixto IV una serie de privilegios en materia
religiosa, entre ellos, el nombramiento del Inquisidor General por la monarquía
y el control económico del Santo Oficio. Por otra parte, la actitud de los
cristianos ante las comunidades judía y morisca en España fue muy variada a lo
largo de la Historia. Había judíos asentados en España desde el final del
Imperio Romano. Durante la etapa visigoda fueron tolerados y perseguidos en
distintas épocas. Algunos reyes castellanos y aragoneses supieron crear
condiciones de convivencia pacífica, pero el pueblo llano no miraba con buenos
ojos a los hebreos prestamistas (el interés anual legal de los préstamos
ascendía al 33%); además se les consideraba, de acuerdo con una actitud muy
primaria, culpables de la muerte de Jesucristo. El malestar se transformó a
finales del siglo XIV en revueltas y matanzas contra los judíos en el sur y
levante español.
Los Reyes
Católicos no sentían animadversión personal contra los hebreos (el propio rey
Fernando tenía sangre judía por parte de madre) y en su corte se hallaban
financieros, consejeros, médicos y artesanos hebreos. Los judíos vivían en
barrios especiales (aljamas) y entregaban tributos directamente al rey a cambio
de protección. El deseo de unión religiosa y de evitar matanzas populares
impulsaron a los Reyes a decretar la expulsión de los judíos españoles (unos
110.000) en marzo de 1492. La alternativa era recibir el bautismo o abandonar
los reinos, aunque se preveían consecuencias económicas negativas en los
territorios españoles. Sólo unos 10.000 hebreos se adhirieron a la fe cristiana
y, entre ellos, bastantes por intereses no religiosos. Entonces surgió el
criptojudaísmo, la práctica oculta de la religión de Moisés mientras se
mantenía externamente el catolicismo. Contra estos falsos cristianos, como se
ha dicho, actuó la Inquisición.
Respecto a los
moriscos, unos 350.000 en el siglo XV, la política fue similar. Se intentó de
modo más o menos adecuado su conversión tras la toma de Granada, pero al
comprobar que su asimilación no era satisfactoria se procedió a la expulsión de
los no conversos, tras violentos enfrentamientos, en 1609, bajo el reinado de
Felipe III. Durante el siglo XVII aparece con fuerza el fenómeno social de la
limpieza de sangre: para acceder a determinados cargos u oficios era necesario
ser cristiano viejo, es decir, no tener sangre judía o morisca en los
antepasados recientes.
—¿Qué delitos
juzgaba el Tribunal de la Inquisición y cuáles eran las penas?
—Inicialmente el
tribunal fue creado para frenar la heterodoxia entre los bautizados: las causas
más frecuentes eran las de falsos conversos del judaísmo y mahometismo; pronto
se añadió el luteranismo con focos en Sevilla y Valladolid; y el alumbradismo,
movimiento pseudo-místico. También se consideraban delitos contra la fe, la
blasfemia, en la medida que podía reflejar la heterodoxia, y la brujería, como
subproducto de religiosidad. Además, se perseguían delitos de carácter moral
como la bigamia. Con el tiempo se introdujo el delito de resistencia al Santo
Oficio, que trataba de garantizar el trabajo del tribunal.
La pena de muerte
en hoguera se aplicaba a hereje contumaz no arrepentido. El resto de los delitos
se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y
limosnas penitenciales. Las sentencias eran leídas y ejecutadas en público en
los denominados autos de fe, instrumento inquisitorial para el control
religioso de la población.
Desde el siglo
XIII, la Iglesia admitió el uso de la tortura para conseguir la confesión y
arrepentimiento de los reos. No hay que olvidar que el tormento era utilizado
también en los tribunales civiles; en el de la Inquisición se le dio otra
finalidad: el acusado confeso arrepentido tras la tortura se libraba de la
muerte, algo que no ocurría en la justicia civil. Las torturas eran terribles
sufrimientos físicos que no llegaban a mutilar o matar al acusado.
—Una figura
inevitable en la polémica sobre la Inquisición es Torquemada. ¿Es tan fiero el
león como lo pintan? ¿Qué hubo en los juicios contra Carranza y Antonio Pérez?
—Fray Tomás de
Torquemada fue Inquisidor General entre 1485 y 1496. Gozó de la confianza de
los Reyes Católicos. Lo cierto es que no existe todavía una biografía
definitiva sobre este importante personaje. Desde luego sentía animadversión
hacia los judíos e influyó decisivamente en el decreto de expulsión de 1492,
sin embargo no era sanguinario, como cierta leyenda injustificada pretende
hacernos creer, aunque sí es obvio que presidió el tribunal en años de intensa
actividad . No obstante, redactó una serie de normas y leyes para garantizar el
buen funcionamientos del tribunal y evitar abusos.
Carranza era
arzobispo de Toledo y Primado de España. Fue acusado injustamente de
luteranismo y condenado a la pena capital por la inquisición española; por
tratarse de un prelado, la causa se inició con el permiso de Roma y fue
revisada por el Papa que no vio motivos proporcionados para tal veredicto.
Aunque éste no llegó a aplicarse, Felipe II destituyó a Carranza para subrayar
la autonomía del tribunal español respecto a la Santa Sede. Antonio Pérez era
secretario del rey y fue acusado de asesinato; como consiguió huir de la
justicia de Castilla, la Inquisición le imputó de ciertos cargos para poder
detenerlo. El reo salió de España y dio a conocer su caso en las cortes de
Francia e Inglaterra. Es un claro ejemplo de utilización política del tribunal
por parte del rey, que supo airear oportunamente su antiguo secretario. Por
otra parte, los casos de Carranza y Pérez ponen de relieve algo característico
del Tribunal de la Inquisición: su poder no hacía distinciones a la hora de
acusar a prelados, cortesanos , nobles o ministros; fue, en ese sentido, un
tribunal democrático con una jurisdicción sólo inferior a la del Papa.
—¿Cuál fue la
actitud del Santo Oficio español ante la brujería?
—En España hubo
pocos casos de brujería en comparación al resto de Europa. Fue un fenómeno más
destacado entre la población bautizada de los territorios americanos, por el
apego a sus ritos y tradiciones seculares. En la Península fueron
desgraciadamente famosas las brujas de Zugarramurdi (Navarra) condenadas en
1610. Desde entonces se tuvo en cuenta la acertada observación de un
inquisidor, para quien cuanto menos se hablara de ellas, menos casos habría; la
Inquisición prefirió considerarlas personas alucinadas o enfermas.
—Otra cuestión
espinosa que suscita la Inquisición es el número de víctimas ¿es posible saber
cuántas fueron?
La Inquisición
tuvo una larga vida en España: se instauró en 1242 y no fue abolida formalmente
hasta 1834 durante la regencia de María Cristina. Sin embargo, su actuación más
intensa se registra entre 1478 y 1700, es decir, durante el gobierno de los
Reyes Católicos y los Austrias. En cierto sentido no se puede calcular el
número de personas afectadas por la Inquisición: la migración forzosa de
millares de judíos y moriscos; la deshonra familiar que comportaba una
acusación del tribunal durante varias generaciones; la obsesión colectiva por
la limpieza de sangre, lo hacen imposible.
Respecto al número
de ajusticiados no hay datos definitivos porque hasta ahora no se han podido
estudiar todas las causas conservadas en archivos. Aunque parciales, son más
próximos a la realidad los estudios realizados por los profesores Heningsen y
Contreras sobre 50.000 causas abiertas entre 1540 y 1700: concluyen que fueron
quemadas 1.346 personas, el 1,9% de los juzgados. Es posible, aunque la cifra
no sea definitiva, que los ajusticiados a lo largo de la historia del tribunal
fueran unos 5.000. Afortunadamente, el cristianismo, a diferencia de las
ideologías, tiene siempre una doctrina buena, cierta y definitiva que le
permite rectificar los errores prácticos en los que pueden incurrir algunos de
sus miembros: el Evangelio.
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