a Dietrich Bonhoeffer hacia una cierta
reivindicación del tiranicidio?
Padre Federico
Infocatólica,
24.12.22
I.-
Hace unos días,
S.S. Francisco reabrió la «Comisión Testigos de la Fe», la cual fue fundada por
S.S. Juan Pablo II para estudiar los casos de ciertos cristianos no-católicos
que habrían estado en el error de buena fe y aparentemente habrían sido fieles
a su conciencia en casos extremos, como podría haber sido el caso de algunos
protestantes y focianos que cayeron en manos de regímenes no-cristianos, v.gr.,
en los gulags soviéticos, donde los comunistas ponían en práctica la utopía
marxista de la igualdad y la no-plusvalía, masacrando cristianos en el medio
del hielo o bajo el nacionalsocialismo, sistema este que, en palabras del Padre
Julio P. Meinvielle, fue un neo-paganismo estatolátrico. Así lo explica: «ésta
es la gran tarea del Tercer Reich alemán: Forjar un pueblo con un ideal nuevo,
ideal racista, pagano, estatolátrico, en el cual se haga carne la idea de una
grandeza nueva que lo absorbe todo, es a saber, que cada alemán es una
partícula del Tercer Imperio Alemán, el cual con su fuerza de pura raza aria va
a salvar a la humanidad» (1).
Allende la
imposibilidad teológica de canonizar almas acatólicas (y, por tanto, de
trascender un cierto elogio per accidens de algunas de ellas) y el enorme
riesgo objetivo de que las masas confundan «loas secundum quid» con
incorporaciones al Santoral, no deja de ser interesante, en el plano teórico,
el estudio biográfico (que nunca puede ser hagiográfico) de aquestos casos
límites donde el hombre se enfrenta a la muerte para no contradecir el dictum
de su conciencia. De todos modos, no es este el tópico de la presente nota.
Lo que nos
interesa en estas breves líneas es que la Santa Sede, por medio del Cardenal
Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos Su Eminencia Rev.
Marcello Semeraro, ha puesto como ejemplo paradigmático de los dichos cristianos
acatólicos, secundum quid supuestamente ejemplares, al pastor luterano Dietrich
Bonhoeffer. El Cardenal, durante una conferencia intitulada «La santidad hoy»
que tuvo lugar en el Augustinianum el 5-X-22, lo enalteció con estas palabras:
“Pongo un ejemplo:
me viene inmediatamente a la mente Dietrich Bonhoeffer, teólogo y pastor de la
Iglesia que fue asesinado por oponerse al nazismo. La Iglesia no lo proclama
mártir porque no era católico. Sin embargo, es una figura emergente como
testigo cristiano. Como Bonhoeffer hay muchos otros. La santidad no siempre es
inmediatamente evidente a los ojos de los fieles. Nuestro servicio es sacarla a
la luz”
(2).
En suma, para el
Prefecto encargado de las causas de canonización, Bonhoeffer se asemejó a los
mártires y es un testigo excepcional de la fe.
¿Y por qué es
interesante esto? No para reinvidicar a Bonhoeffer (ya que, como enseña S.S.
Pelagio II, «si fuera de la Iglesia [alguien] fuere muerto, no puede llegar a
los premios de la Iglesia» (3)), sino porque el elogiado Bonhoeffer fue un
tiranicida in voto, esto es, fue copartícipe de un complot (o conspiración)
para matar a Adolf Hitler. Y decimos in voto ya que la “operación tiranicida”
fracasó y el III Reich ejecutó a Bonhoeffer en las horcas del régimen.
Así lo reconocen
hasta los protestantes, como atestigua, v.gr., el evangélico William Mcleod,
quien da por hecho que «Bonhoeffer murió por estar involucrado en un complot
para asesinar a Hitler»(4); el diario «Protestante Digital» que festeja a este
pastor luterano no sólo por considerarlo «una de las figuras más fascinantes de
la iglesia luterana alemana del siglo XX» sino por «su participación en el
complot para asesinar a Adolf Hitler» y sobre todo quien es quizá el máximo
biógrafo de D. Bonhoeffer, Eric Metaxas, quien dedica los capítulos 23 («De la
Confesión a la Conspiración»), 24 («Complotando contra Hitler»), 27 («Matando a
Adolfo Hitler») y 29 («Valkyrias y el complot Stauffenberg») de su obra a
relatar y reivindicar la «operación tiranicida» bonhoefferiana, explicando
parte de la conspiración con sumo detalle y suspenso, la cual incluyó un plan
de «misión suicida» a la que se ofreció el Mayor Rudolf-Christoph von
Gersdorff, quien recibió a este fin unas bombas de manos de Schlabrendorff en
el Hotel Eden, un día antes de que la mayor parte del «clan Bonhoeffer» se
reuna en la casa de un tal Scheicher (5).
II.-
Hace unas décadas
que la Iglesia ya no canoniza guerreros o héroes que tomaron las armas, salvo
el caso del pequeño San José Sánchez del Río que llegó a combatir unos
instantes en las vísperas de su martirio, pero parece que ahora esta decisión
prudencial provisoria está cambiando ya que el Cardenal Prefecto de la
Congregación para las Causas de los Santos está reivindicando con bombos y
platillos a un tiranicida.
¿Acaso se está
alentando a los católicos a recurrir al tiranicidio en ciertos casos? ¿Puede en
ciertos casos asemejarse al mártir quien muere ejecutado por el tirano cuando
fracasa el plan tiranicida? Son preguntas interesantes que se plantean, mas no
porque un luterano pueda ser canonizado sino porque si podría ser digno de
cierto elogio un protestante tiranicida, ¿cuánto más no será digno de encomio
el católico que, buscando dar testimonio de la fe y dadas ciertas condiciones,
intenta matar al tirano?
Dejamos las
preguntas abiertas, que son todo menos fáciles, máxime cuando S.S. Martín V,
rubricando el Concilio de Constanza (1414-1418), condenó la proposición que
exige que todo tirano sea matado por cualesquier persona, pero parece haber
guardado silencio sobre muchas hipótesis tiranicidas(6), y cuando Santo Tomás
parece quizá haber dejado la cuestión algo abierta ya que en sus obras de
madurez enumera tres medios legítimos para deponer el tirano (la deposición
papal, el tiranicidio a cargo de una autoridad superior y la oración) y en otra
obra suya, si bien es de juventud, el Comentario a las Sentencias, parece
aprobar la clásica sentencia de Cicerón que reza «qui ad liberationem patriae
tyrannum occidit, laudatur, et praemium accipit», esto es, «aquel que mate a un
tirano en orden para liberar a su país es alabado y recompensado»(7). De todos
modos, pensamos, no necesariamente la enumeración tripartita de madurez se
opondría a la sentencia ciceroniana.
La realidad es que
ni la sentencia constanziana ni la doctrina tomasiana al respecto son del todo
claras y definitivas, lo cual deja la cuestión tan abierta que hay tomistas que
se oponen totalmente al tiranicidio, como el Padre Miguel Ángel Fuentes, y otros que lo defienden, incluso antes del célebre
jesuita Juan de Mariana –que legitima el tiranicidio bajo ciertas condiciones–,
como Vázquez de Menchaca, quien polemizando contra Domingo de Soto, en su
Controversiarum illustrium aliarumque usu frequentium (Barcelona, 1563)
interpreta la doctrina de Santo Tomás sobre el tiranicidio(8) y así este autor,
“Después de evocar
lo que se puede asimilar a un deber de injerencia (en realidad ya esbozado por
Vitoria en sus reflexiones sobre la guerra), añade que, en ausencia de ayuda
exterior, los propios súbditos pueden intervenir, hasta matar al tirano,
incluso si es un rey legítimo: “si el príncipe abusase intolerablemente del
supremo poder, pueden los mismos ciudadanos darle muerte” (9).
La realidad es que
el complotista Bonhoeffer y el Cardenal Semeraro, queriéndolo o no, explícita o
implícitamente, de facto reintroducen la célebre y compleja quaestio disputata
del tiranicidio, la cual hoy parece devenir más actual que nunca.
Padre Federico
Highton, S.E.
Diciembre de
MMXXII
Fuentes
Diario Protestante
Digital, «Bonhoeffer, el pastor asesinado por conspirar contra Hitler»,
16-11-12.
Lomonaco, A.,
«Jubileo: nace la Comisión para los testigos de la fe», Vatican News, 5-10-22.
Macleod, W., «Bonhoeffer – A Reliable Guide?»,
Banner of Truth, 23-9-16.
Meinvielle, J.,
Entre la Iglesia y el Reich, Adsum, Buenos Aires 1937.
Merle, A., «El De
rege de Juan de Mariana (1599) y la cuestión del tiranicidio: ¿un discurso de
ruptura?», Criticón [en línea], 120-121 [2014], 89-102.
Metaxas, E., Bonhoeffer. Pastor, Martyr,
Prophet, Spy. A righteous gentile VS. The Third Reich, Thomas Nelson, Dallas
2010.
S.S. Pelagio II,
Carta 2 Dilectionis Vestrae a los obispos cismáticos de Istria en Denzinger,
E., Manual de los símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en
materia de fe y costumbres, Herder, Barcelona 1963.
Santo Tomás de
Aquino, Scriptum super libri Sententiarum, VI, Parm., París 1856.
Notas al pie:
(1) Meinvielle,
J., Entre la Iglesia y el Reich, Adsum, Buenos Aires 1937.
(2) Lomonaco, A.,
«Jubileo: nace la Comisión para los testigos de la fe», Vatican News, 5-10-22.
(3) S.S. Pelagio
II, Carta 2 Dilectionis Vestrae en Denzinger, E., Manual de los símbolos,
definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres,
Herder, Barcelona 1963, 88: D-247. Sin perjuicio, claro está, de que la
pertenencia a la Iglesia puede ser invisible, como enseña el Magisterio y Santo
Tomás.
(4) El texto original dice así: «Bonhoeffer
died for being involved in a plot to assassinate Hitler» (Macleod, W.,
«Bonhoeffer – A Reliable Guide? », Banner of Truth, 23-9-16).
(5) Cf. Metaxas, E., Bonhoeffer. Pastor,
Martyr, Prophet, Spy. A righteous gentile VS. The Third Reich, Thomas Nelson,
Dallas 2010, 429-431.
(6) El texto
magisterial dice así: « El sagrado Concilio, el 6 de julio de 1415, declaró y
definió que la siguiente proposición: «Cualquier tirano puede y debe ser muerto
lícita y meritoriamente por cualquier vasallo o súbdito suyo, aun por medio de
ocultas asechanzas y por sutiles halagos y adulaciones, no obstante cualquier
juramento prestado o confederación hecha con él, sin esperar sentencia ni
mandato de juez alguno»… es errónea en la fe y costumbres, y la reprueba y
condena como herética, escandalosa y que abre el camino a fraudes, engaños,
mentiras, traiciones y perjurios. Declara además, decreta y define que quienes
pertinazmente afirmen esta doctrina perniciosísima son herejes» (S.S. Martín V,
Concilio de Constanza en Denzinger, E., Manual de los símbolos…, 199-200:
D-690).
(7) Santo Tomás de
Aquino, Scriptum super Sententiis II, d.44, q.2, a.2, ad 5um (p. 788): «Ad
quintum dicendum, quod Tullius loquitur in casu illo quando aliquis dominium
sibi per violentiam surripit, nolentibus subditis, vel etiam ad consensum
coactis, et quando non est recursus ad superiorem, per quem judicium de
invasore possit fieri: tunc enim qui ad liberationem patriae tyrannum occidit,
laudatur, et praemium accipit». Merle intenta componer un equilibrado resumen
de la posición del Aquinate: «Compuesto hacia 1265-1267 y dejado inacabado por
santo Tomás, el De regno, ad regem Cypri (también conocido como De regimine
principum, título de la edición en latín de 1486) fue probablemente terminado
por su discípulo Ptolomeo de Luca, quien murió en 1327. En ciertos fragmentos,
el autor parece desaconsejar toda intervención contra el tirano, puesto que en
muchos casos el remedio se revela peor que el mal. Pero también evoca la
opinión de «algunos» que legitiman el tiranicidio en casos extremos; tras
observar que la licitud del tiranicidio puede incitar a matar sin motivo a los
gobernantes, parece concluir que la acción contra los tiranos debe ser decidida
por la autoridad pública y no dejarse a la iniciativa privada. La naturaleza de
la autoridad en quien recae dicha responsabilidad es variable según las
modalidades de designación del gobernante (la comunidad entera, si tiene la
posibilidad de elegir a su gobernante, o el superior quien lo ha nombrado…). En
el caso en que la intervención de esta autoridad superior sea imposible o
inoperante, no queda más remedio que dirigirse a Dios. Pero a continuación se
lee que el poder de un tirano no puede ser duradero, puesto que todos le odian.
Estas ambigüedades permitieron que, en la famosa querella desencadenada por el
asesinato del duque de Orléans por el duque de Borgoña, tanto Jean Petit, quien
defendía a este último, como su adversario Gerson, se valieran de la autoridad
de santo Tomás. También fueron de uso para tratar el tema del tiranicidio el
Commentum in IV Libros Sententiarum magistro Petri Lombardi, una obra de
juventud en la que santo Tomás cita a Cicerón (quien, en el De Officiis, se
hace eco de los elogios dirigidos a los tiranicidios) aunque sin dar a conocer
su opinión personal, y la Summa theologiae» (Merle, A., «El De rege de Juan de
Mariana (1599) y la cuestión del tiranicidio: ¿un discurso de ruptura?»,
Criticón [en línea], 120-121 [2014], 89-102, 93, n. 14).
(8) Cf. Merle, A.,
«El De rege de Juan de Mariana…», 94.
(9) Merle, A., «El
De rege de Juan de Mariana…», 94-95. De todos modos, aclara Merle, Vázquez de
Menchaca, «no dice con claridad es si un simple particular puede tomar esta
iniciativa, sin decisión previa de alguna asamblea» (Merle, A., «El De rege de
Juan de Mariana…», 95).
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