OBSERVATORIO CARDENAL VAN THUAN
SOBRE LA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA:
BOLETÍN
Nº
1032 10/10/2019
Una
luz para hoy.
Puede ser muy útil,
mientras se desarrolla el Sínodo de la Amazonia, releer el Discurso de
Benedicto XVI en la Inauguración de la V Conferencia de los Obispos
Latinoamericanos y del Caribe en Aparecida el 13 de Mayo del 2007.
Lo primero que se
observa es una visión providencial y cristiana del proceso de evangelización de
aquel continente. “¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana por los
países de América Latina y del Caribe?” se preguntaba el Papa y respondía “Para
ellos ha significado conocer y acoger a Cristo… ha significado también haber
recibido, con las aguas del Bautismo, la Vida Divina que los ha hecho Hijos de
Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo, que ha venido a
fecundar la cultura de ellos, purificándola”. De una manera diversa de las
tesis que presentan la evangelización como un fenómeno de violenta conquista,
Benedicto XVI aclaraba que “El anuncio de Jesús y de Su Evangelio no comportó
en ningún momento la alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición
de una cultura extranjera… Sólo la Verdad unifica y su prueba es el amor… El
Verbo de Dios, haciéndose carne en Jesucristo, se hizo también historia y
cultura”.
Hoy experimentamos
que la Iglesia propone las culturas precolombinas como modelo para sí misma y
para la humanidad en general, pero Benedicto XVI decía: “La utopía de volver a
dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia
universal no sería un progreso, sino más bien un regreso. En realidad, sería
una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado”.
El título de la
conferencia de Aparecida estaba totalmente centrado en Cristo y era totalmente
misionero: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, a fin de que nuestros
pueblos tengan vida en Él”. No se ponían en el centro las emergencias
ecológicas o sociales, sino la fe del Pueblo de Dios en aquel Continente, para
recordar a los fieles que “En virtud de su Bautismo son llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo”. Benedicto XVI ponía en el centro la
Evangelización y no pensaba que bautizar fuese una forma de proselitismo de la
cual abstenerse por respeto de las culturas. En su Discurso en efecto citaba el
Evangelio de Marcos: “Id a todo el mundo y proclamad la Buena Noticia a toda
criatura. El que crea será bautizado, será salvo”. Venía así propuesta de nuevo la versión
tradicional de anuncio, misión y evangelización.
En el Discurso de
Aparecida la centralidad no concierne a los pueblos latinoamericanos, de la
Amazonia o de otra región: Concierne a
Dios. Se parte y se retorna siempre a Dios. Hablar primero y sobre todo de Dios
y no de los problemas sociales –señalaba Benedicto XVI- suscitaba la acusación
de huir de la realidad. Y he aquí la respuesta clara y radical del Papa. “El
que excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de ‘realidad’ y, en
consecuencia puede terminar sólo en caminos errados y con recetas
destructivas”.
Hoy el método
teológico y pastoral pide partir no de Dios sino de la “realidad”, de la
situación histórica y cultural de los pueblos, y luego releer el mensaje de
Dios. De opuesto parecer es Benedicto XVI: “Sólo el que reconoce a Dios, conoce
la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La
verdad de esta tesis resulta evidente frente al fracaso de todos los sistemas
que colocan a Dios entre paréntesis”. El lugar teológico es la Revelación de Dios confiada a la Tradición Apostólica.
Si Gustavo Gutiérrez decía que la teología es “acto segundo”, después de la
toma de posición frente a los problemas sociales, Benedicto XVI restituye a
Dios su puesto, el primer puesto.
Benedicto XVI se
plantea después la pregunta: “¿Qué nos da la fe en este Dios?”. Y no responde
refiriéndose a la fraternidad humana o a la justicia y a la paz sobre la
tierra, o a la conservación de la biodiversidad ambiental… sino a la Iglesia:
“Nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. A la
centralidad de Dios corresponde la centralidad de la Iglesia.
Así como no parte de
la situación de los pueblos latinoamericanos para releer el Evangelio, sino del
Evangelio, así Benedicto XVI no parte de la praxis sino de la doctrina. Él
invita a conocer la Palabra de Dios, a hacer catequesis para “conocer” el
mensaje de Cristo sin lo cual no se lo puede ni siquiera volverlo guía de la
vida. Invita también a una “adecuada formación en la Doctrina Social de la
Iglesia, siendo muy útil para ésta el Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia”.
Dos son los puntos
centrales del Discurso de Aparecida: la centralidad de Dios y la relación entre
la fe y la recta razón. Ambas cosas, juntas, fundan el catálogo público de la
fe católica: “Una sociedad en la cual Dios está ausente no encuentra el
consenso necesario sobre los valores morales y la fuerza para vivir según el
modelo de estos valores, aun contra los propios intereses”.
Dado el aire que
sopla alrededor del Sínodo de la Amazonia, no tenemos duda de que la lectura de
este discurso de Aparecida sea muy útil.
Stefano Fontana
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