El Papa, en su sitio
Autor: Santiago MARTÍN, sacerdote
Católicos-on-line, febrero 2020
En la Iglesia católica de rito latino, que es la práctica totalidad de la Iglesia católica, no va a haber curas casados. Y no va a haberlos porque el Papa Francisco no ha tomado en consideración la propuesta del Sínodo para la Amazonía que los pedía. Aquello, como el conjunto de las propuestas sinodales, tenía un valor consultivo y el que tenía que tomar la decisión, el Papa, ha optado por no acoger esa recomendación.
Lo de menos es si eso se debe a la intervención del Papa Benedicto, en el libro escrito junto al cardenal Sarah, o si ya lo tenía decidido así el Papa Francisco antes de la aparición de ese libro. Lo importante es el resultado final: no habrá curas casados. Supongo que el disgusto será enorme entre los que daban por seguro que el Santo Padre permitiría que los diáconos casados fueran ordenados sacerdotes. Espero que apoyen la exhortación apostólica con el mismo entusiasmo con que la hubieran apoyado si hubiera recogido lo que ellos pedían.
Ahora vamos con las consecuencias. La primera es que permite centrarse en los problemas de la región amazónica, que han estado opacados por la cuestión del fin del celibato sacerdotal. Al final, todo se había reducido a eso, como si los problemas que se presentan en la evangelización y defensa de los derechos de los indígenas y de la naturaleza se solucionaran sólo por el hecho de tener curas casados.
La segunda consecuencia es que el Rhin no va a llevar agua ni del Amazonas ni del Tíber. El verdadero problema, como he repetido ya muchas veces, no era la ordenación de casados -en la Iglesia católica los tienen los de rito griego y los del ordinariato anglicano-, sino que eso se hubiera interpretado como un primer paso para recorrer un camino que nos equipararía con las Iglesias protestantes. No es un invento mío, es lo que piden abierta y públicamente los que promueven la llamada “nueva Iglesia”, que se ve muy bien reflejada en el Sínodo alemán. Los cuatro pasos que ellos quieren dar empiezan por el fin del celibato sacerdotal, sigue por la aprobación de la homosexualidad y los curas casados homosexuales, continúa con el sacerdocio femenino y culmina con el episcopado femenino, tanto homosexual como heterosexual. Repito lo que ya he dicho: lo tienen los luteranos alemanes y suecos, entre otros, y es lo que la “nueva Iglesia” promueve abiertamente en un Sínodo que el cardenal de Colonia ha calificado ya de “protestante”.
Ahora lo van a tener más difícil, porque el primer paso -el de los curas casados- lo van a tener que dar ellos solos, sin justificarse en que ya había sido aprobado para las remotas regiones amazónicas. Y, tras ese, tendrán que dar los demás, pero sabiendo que van a tener enfrente al Papa Francisco, que si no ha cedido en lo de los curas casados mucho menos cederá en el resto.
Esta es la clave para interpretar la sorprendente renuncia del cardenal Marx a seguir liderando el episcopado alemán. Como se prevé que el choque entre ellos y Roma sea inevitable, se ha puesto a un lado porque no podría compaginar a la vez el liderazgo de una Iglesia enfrentada con el Vaticano y el asesoramiento al Papa en asuntos tan importantes como la economía. Mantendrá su presencia en Alemania, como arzobispo de Múnich, y en Roma, como asesor del Papa, pero dejará que sean otros los que carguen con la responsabilidad de aprobar normas contrarias a las enseñanzas de la Iglesia. Él hará de puente, si es que se puede hacer de puente en un contexto que se prevé de abiertas hostilidades.
En todo caso, lo importante ahora es que no se ha modificado el sacerdocio católico y que, por lo tanto, no se modificarán otras cosas. El Papa ha ejercido como tal, de una manera equivalente a lo que hizo San Pablo VI con la “Humanae vitae”. Es previsible que le lluevan las críticas de los que se sientan decepcionados, como le sucedió a aquel pontífice. Apoyémosle con nuestro cariño y con nuestra oración, como hemos hecho siempre. Sus verdaderos amigos hemos estado siempre a su lado, rezando por él y aceptando con paciencia que nos insultaran diciendo que éramos sus enemigos; han sido los que se decían amigos suyos los que le han manipulado y ahora posiblemente le vuelvan la espalda. Gracias, Santo Padre. Gracias, de todo corazón.
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