lunes, 9 de noviembre de 2020

EL CARDENAL BO

 


y la Iglesia sin Iglesia

 

Por Stefano Fontana

Observatorio Van Thuan, 3 novembre 2020


Es muy llamativo leer que, según un cardenal asiático, el cristianismo debería ser bautizado en las religiones orientales: “La Iglesia necesita ser bautizada en el Jordán de las culturas asiáticas, absorbiendo la simplicidad e interioridad de la religión asiática”.

 

Como sabemos, bautizar significa entrar en la nueva vida divina. Por lo tanto, uno se pregunta qué tienen de divino las culturas orientales para purificar y elevar el cristianismo y la Iglesia Católica. Siempre se ha dicho que fue el cristianismo el que tuvo la fuerza para confirmar las culturas en sus elementos legítimos de ley natural y luego purificarlas y elevarlas iluminándolas y dándoles una nueva vida. Que un cardenal diga hoy lo contrario nos deja un poco confundidos.

 

Hablo del cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon (Myanmar), líder de una Iglesia de extrema minoría en el país, creado cardenal hace cinco años, y de su entrevista con “Newman”, el blog de Matteo Matzuzzi, publicada el 16 de octubre.

 

Su idea del bautismo del cristianismo en las religiones orientales, muy problemática desde el punto de vista teológico, también está motivada por el supuesto origen “oriental” del cristianismo y por lo tanto por la expectativa, en el futuro, de su regreso a casa después del “decepcionante período occidental”. El juicio es insostenible en primer lugar por razones históricas: la Palestina de la época de Jesús era el territorio del Imperio Romano y por lo tanto no gravitaba en el Este sino en el Oeste, por lo que asegurar que el cristianismo es de origen oriental es difícil.

 

También por razones culturales: el cristianismo “occidental” no ha sido decepcionante. Benedicto XVI, a cuya visión se opone drásticamente el cardenal Bo, había argumentado que el cristianismo en Occidente había encontrado algo providencial que no podía ser considerado patrimonio sólo de Occidente. Uno de estos elementos providenciales fue el encuentro con la metafísica (griega) que nunca se hubiera producido en Oriente, por lo que la formulación del símbolo apostólico no habría sido posible: la Iglesia no habría sido inducida a hablar con la razón de lo que creía, los grandes concilios de la antigüedad no habrían tenido las categorías conceptuales para especificar la doctrina y el canon. Habría sido bastante dañino, como podemos ver, un cristianismo “oriental” más que “occidental”.

 

Está claro que en Occidente nació algo que no es sólo occidental y que no puede transformarse en oriental. Si los cardenales y obispos de las Iglesias Asiáticas siguieran anclados en esta concepción geográfico-sociológica del “cristianismo occidental”, sería un verdadero problema para la Iglesia.

 

El cardenal Bo, en su entrevista, liquida el Occidente europeo considerándolo demasiado “profundo y analítico” y el Occidente latinoamericano porque habría transformado el cristianismo en una “parodia”. Asia en cambio, “con el profundo significado que da a la energía interior y a la sacralidad del cosmos, es un terreno fértil para el Jesús místico y trinitario”. Y agrega: “Sin Asia, el cristianismo podría convertirse en historia. Ni Asia ni África quieren contribuir a esta posible tragedia”. Aunque tengamos en cuenta que una breve entrevista no puede ser nada más que una aproximación como demuestran de hecho estos pasajes, se señalan aquí dos graves errores de enfoque.

 

El misticismo cristiano y también la simple contemplación tienen muy poco en común con el misticismo oriental, algo desgraciadamente descuidado hoy en día, tanto que incluso el Papa Francisco ha llegado a equiparar al monje católico con el monje budista. Creo que ningún Dupuis será capaz de cerrar la brecha entre las dos visiones del misticismo. El primero es el desarrollo del conocimiento metafísico (sin metafísica no hay misticismo católico) mientras que el segundo es un misticismo de auto-disolución en el Todo.

 

Incluso entre la visión cristiana del cosmos y la de las religiones asiáticas hay una diferencia abismal. En la primera el cosmos ha sido dado a la responsabilidad co-creativa humana, a la penetración racional y a la manipulación técnica legítima, en la segunda en cambio es un todo viviente del cual el ser humano no es un señor sino un elemento.

 

En cuanto a la “tragedia” de un cristianismo que quiere “convertirse en historia” hay que recordar que es inevitable dado que Cristo es el Señor de la historia, y es extraño que ahora los cardenales asiáticos lo cuestionen. Por supuesto, es difícil pensar en ello así sin las categorías filosófico-teológicas “occidentales”, pero precisamente esto explica que fuesen formuladas en Occidente aunque no sean sólo occidentales. Si los cardenales asiáticos las rechazan por la primera razón, pierden la segunda, y eso es muy grave.

 

La Iglesia católica de Myanmar es una gran minoría en el país. El cardenal Bo lo sabe pero cree que así debe ser, que Cristo no quiere Iglesias mayoritarias sino sólo Iglesias suburbanas: “Un puñado de cristianos sacudió el poderoso Imperio Romano con su robusto testimonio de amor. Hablar de ‘Iglesia fuerte’ es por lo tanto impropio. El poder y la dominación son la antítesis de la Iglesia de Cristo. El milenio de la triunfante y espectacular Iglesia ha terminado”.

 

Palabras claras en su confusión: la Iglesia ya no es misionera porque debe seguir siendo una minoría, la misión representaría por lo tanto poder y dominio, la Iglesia tendría que vivir en las catacumbas feliz de estar allí y con la intención de permanecer allí, debería ser bautizada y no volver a bautizar. Muy bien, pero si así fuera… ¿Seguiría siendo la Iglesia?

 

Stefano Fontana

 

(brujulacotidiana.com)

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