y la Iglesia sin
Iglesia
Por Stefano
Fontana
Observatorio Van
Thuan, 3 novembre 2020
Es muy llamativo
leer que, según un cardenal asiático, el cristianismo debería ser bautizado en
las religiones orientales: “La Iglesia necesita ser bautizada en el Jordán de
las culturas asiáticas, absorbiendo la simplicidad e interioridad de la
religión asiática”.
Como sabemos,
bautizar significa entrar en la nueva vida divina. Por lo tanto, uno se
pregunta qué tienen de divino las culturas orientales para purificar y elevar
el cristianismo y la Iglesia Católica. Siempre se ha dicho que fue el
cristianismo el que tuvo la fuerza para confirmar las culturas en sus elementos
legítimos de ley natural y luego purificarlas y elevarlas iluminándolas y
dándoles una nueva vida. Que un cardenal diga hoy lo contrario nos deja un poco
confundidos.
Hablo del cardenal
Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon (Myanmar), líder de una Iglesia de extrema
minoría en el país, creado cardenal hace cinco años, y de su entrevista con
“Newman”, el blog de Matteo Matzuzzi, publicada el 16 de octubre.
Su idea del
bautismo del cristianismo en las religiones orientales, muy problemática desde
el punto de vista teológico, también está motivada por el supuesto origen
“oriental” del cristianismo y por lo tanto por la expectativa, en el futuro, de
su regreso a casa después del “decepcionante período occidental”. El juicio es
insostenible en primer lugar por razones históricas: la Palestina de la época
de Jesús era el territorio del Imperio Romano y por lo tanto no gravitaba en el
Este sino en el Oeste, por lo que asegurar que el cristianismo es de origen
oriental es difícil.
También por
razones culturales: el cristianismo “occidental” no ha sido decepcionante.
Benedicto XVI, a cuya visión se opone drásticamente el cardenal Bo, había
argumentado que el cristianismo en Occidente había encontrado algo providencial
que no podía ser considerado patrimonio sólo de Occidente. Uno de estos
elementos providenciales fue el encuentro con la metafísica (griega) que nunca
se hubiera producido en Oriente, por lo que la formulación del símbolo
apostólico no habría sido posible: la Iglesia no habría sido inducida a hablar
con la razón de lo que creía, los grandes concilios de la antigüedad no habrían
tenido las categorías conceptuales para especificar la doctrina y el canon.
Habría sido bastante dañino, como podemos ver, un cristianismo “oriental” más
que “occidental”.
Está claro que en
Occidente nació algo que no es sólo occidental y que no puede transformarse en
oriental. Si los cardenales y obispos de las Iglesias Asiáticas siguieran
anclados en esta concepción geográfico-sociológica del “cristianismo
occidental”, sería un verdadero problema para la Iglesia.
El cardenal Bo, en
su entrevista, liquida el Occidente europeo considerándolo demasiado “profundo
y analítico” y el Occidente latinoamericano porque habría transformado el
cristianismo en una “parodia”. Asia en cambio, “con el profundo significado que
da a la energía interior y a la sacralidad del cosmos, es un terreno fértil
para el Jesús místico y trinitario”. Y agrega: “Sin Asia, el cristianismo
podría convertirse en historia. Ni Asia ni África quieren contribuir a esta posible
tragedia”. Aunque tengamos en cuenta que una breve entrevista no puede ser nada
más que una aproximación como demuestran de hecho estos pasajes, se señalan
aquí dos graves errores de enfoque.
El misticismo
cristiano y también la simple contemplación tienen muy poco en común con el
misticismo oriental, algo desgraciadamente descuidado hoy en día, tanto que
incluso el Papa Francisco ha llegado a equiparar al monje católico con el monje
budista. Creo que ningún Dupuis será capaz de cerrar la brecha entre las dos
visiones del misticismo. El primero es el desarrollo del conocimiento
metafísico (sin metafísica no hay misticismo católico) mientras que el segundo
es un misticismo de auto-disolución en el Todo.
Incluso entre la
visión cristiana del cosmos y la de las religiones asiáticas hay una diferencia
abismal. En la primera el cosmos ha sido dado a la responsabilidad co-creativa
humana, a la penetración racional y a la manipulación técnica legítima, en la
segunda en cambio es un todo viviente del cual el ser humano no es un señor
sino un elemento.
En cuanto a la
“tragedia” de un cristianismo que quiere “convertirse en historia” hay que
recordar que es inevitable dado que Cristo es el Señor de la historia, y es
extraño que ahora los cardenales asiáticos lo cuestionen. Por supuesto, es
difícil pensar en ello así sin las categorías filosófico-teológicas
“occidentales”, pero precisamente esto explica que fuesen formuladas en
Occidente aunque no sean sólo occidentales. Si los cardenales asiáticos las
rechazan por la primera razón, pierden la segunda, y eso es muy grave.
La Iglesia
católica de Myanmar es una gran minoría en el país. El cardenal Bo lo sabe pero
cree que así debe ser, que Cristo no quiere Iglesias mayoritarias sino sólo
Iglesias suburbanas: “Un puñado de cristianos sacudió el poderoso Imperio
Romano con su robusto testimonio de amor. Hablar de ‘Iglesia fuerte’ es por lo
tanto impropio. El poder y la dominación son la antítesis de la Iglesia de
Cristo. El milenio de la triunfante y espectacular Iglesia ha terminado”.
Palabras claras en
su confusión: la Iglesia ya no es misionera porque debe seguir siendo una
minoría, la misión representaría por lo tanto poder y dominio, la Iglesia
tendría que vivir en las catacumbas feliz de estar allí y con la intención de
permanecer allí, debería ser bautizada y no volver a bautizar. Muy bien, pero
si así fuera… ¿Seguiría siendo la Iglesia?
Stefano Fontana
(brujulacotidiana.com)
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