el problema de los laicos y las mujeres en el
dicasterio
Brújula cotidiana,
16-07-2022
Cuota rosa al
Dicasterio para los Obispos. Tras del nombramiento, en noviembre del año
pasado, de sor Raffaella Petrin de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía,
como secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano,
ahora tenemos el nombramiento de tres mujeres como miembros del Dicasterio para
los Obispos.
El Papa había
anticipado el nombramiento de dos damas, aproximadamente una semana antes,
durante una entrevista con Phil Pullella de Reuters. Pero, como sabemos, no hay
dos sin tres; y así son tres las mujeres que compartirán con los demás
miembros, todos obispos (y un abad), la responsabilidad del nombramiento de los
obispos, así como de la constitución, agrupación o supresión de iglesias
locales y de la erección de Ordinariatos militares o personales, tareas propias
del dicasterio presidido por el cardenal Marc Oullet.
Además de sor
Raffaella Petrini, ya en carrera, la cuota rosa también se nutrirá de la
presencia de la superiora general de las Hijas de María Auxiliadora, sor Yvonne
Reungoat, y de la socióloga argentina Maria Lia Zervino, presidenta de la Unión
Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas y perteneciente al Ordo Virginum.
En general, la noticia fue bien recibida, como un signo de apertura de la
Iglesia católica hacia las mujeres y de reconocimiento de su contribución
única.
También se ha señalado
correctamente que estos tres nombramientos están en la línea con las
indicaciones de reforma de la Curia romana, expresadas en la Constitución
Apostólica Praedicate Evagelium, publicada el pasado 19 de marzo.
El § 10 favorece
la presencia de laicos en los diversos dicasterios de la Curia, debido a que
“el Papa, los obispos y otros ministros ordenados no son los únicos
evangelizadores de la Iglesia”. La Constitución subraya que “todo cristiano, en
virtud del Bautismo, es discípulo-misionero «en la medida en que se ha
encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús”. Por eso, en el proyecto de
actualización de la Curia, “debe prever la participación de los laicos, incluso
en funciones de gobierno y responsabilidad”, cuya presencia se considera incluso
“esencial”.
Pero hay un, sin
embargo. Y lo hizo presente el padre Gerard Murray, sacerdote de la
archidiócesis de Nueva York y canonista dijo: “La presencia de laicos en la
Congregación de Obispos es un gran problema. Los obispos de la Congregación
proponen al Papa los candidatos para ser promovidos como obispos y lo hacen
sobre la base de compartir el gobierno de la Iglesia, como asesores del Papa,
siendo ellos mismos obispos”. Fr. Murray explica que de este modo se
produce una inversión entre pastores y ovejas: las ovejas acaban desempeñando
el papel de pastores, en la elección de sus pastores; tanto Juan Pablo II como
Benedicto XVI habían advertido sobre la clericalización de los laicos, dándoles
roles y ministerios que pertenecen en cambio a los ministros sagrados.
El gobierno, en la
Iglesia, sólo puede ser ejercido legítimamente por los pastores, que se hacen
tales por la ordenación sacramental. No se trata fundamentalmente de
habilidades y competencias, sino del orden sagrado. En la Audiencia General del
26 de mayo de 2010, Benedicto XVI explicó que la palabra “jerarquía” significa
“origen sagrado”, es decir: esta autoridad no proviene del hombre mismo, sino
que tiene su origen en lo sacro, en el Sacramento; por tanto, somete a la
persona a la vocación, al misterio de Cristo; hace al individuo siervo de
Cristo y sólo como siervo de Cristo puede gobernar, guiar por Cristo y con
Cristo”. Este es el principio sagrado el que crea al pastor; y el pastor lo es
“precisamente por guiar y custodiar el rebaño, y en ocasiones impidiendo que se
disperse. Aparte de una visión clara y explícitamente sobrenatural, no se
comprende la tarea de gobernar propia de los sacerdotes”.
No es casualidad
que el capítulo IV del Código de Derecho Canónico, dedicado a la Curia Romana,
se inserte no sólo en la segunda parte relativa a “la constitución jerárquica
de la Iglesia”, sino incluso en su primera sección, titulada “la suprema
autoridad de la Iglesia”. Los Dicasterios de la Curia Romana son órganos de
gobierno de la Iglesia; y especialmente la de los obispos. Ahora bien, dado
que el gobierno de la Iglesia pertenece a los pastores y dado que se entra en
la jerarquía de la Iglesia por el orden sagrado, el nombramiento de laicos para
funciones de gobierno en la Iglesia no puede más que suscitar muchas preguntas.
¿Se trata de una
maniobra descuidada para “modernizar” la Iglesia?, ¿en correspondencia con la
creciente demanda de dar más espacio a las mujeres? O ¿es un paso más para
avanzar en la dirección del sacerdocio femenino, concediendo en tanto, sin
ordenación, lo que solo se puede conferir con ordenación?
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