Carrera a favor de la anticoncepción y de la
reproducción asistida
Luisella Scrosati
Brújula cotidiana,
05-07-2022
En el Vaticano se
siguen abriendo nuevos “procesos” en la línea inaugurada por la encíclica
Amoris Laetitia. El volumen Ética teológica de la vida. Escritura, tradición,
desafíos prácticos, publicado por la Libreria Editrice Vaticana, que acaba de
salir a la luz, recoge los frutos de un seminario interdisciplinar de tres días
de duración promovido por la Pontificia Academia para la Vida; un seminario
que, según su Presidente, monseñor Vincenzo Paglia, sería un unicum, ya que
pretendía “poner a dialogar [...] opiniones diferentes sobre temas incluso
controvertidos, proponiendo muchos argumentos de discusión. Por tanto, la
perspectiva es la de prestar un servicio al Magisterio abriendo un espacio para
hablar que posibilite y fomente la investigación. Así es como interpretamos el
papel de la Academia”. Evidentemente, todo en un clima de parresía y, según
Paglia, “con un procedimiento análogo al de las quaestiones disputatae:
plantear una tesis y abrirla al debate. Y el debate puede llevar a vislumbrar
nuevos caminos, para hacer avanzar la bioética teológica”.
Y, efectivamente,
la bioética teológica avanza, pero parece que hacia el precipicio. De hecho, el
1 de julio ha salido a la luz una información (ver aquí) que revelaría uno de
los “objetivos” de la nueva edición de las quaestiones disputatae medievales:
revisar la tan odiada “prohibición” de la anticoncepción. El volumen, que
leeremos en cuanto esté disponible, sostendría la tesis de que en “condiciones
y circunstancias prácticas que harían irresponsable la elección de engendrar”,
se podría recurrir “con una sabia elección” a técnicas anticonceptivas,
“excluyendo obviamente las abortivas”.
La noticia, que
aún no ha recibido ningún desmentido, se opone claramente a la enseñanza de la
Humanae Vitae recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica (§ 2370), que
define como “intrínsecamente mala ‘toda acción que, ya sea en previsión del
acto conyugal, ya sea en su realización, ya sea en el desarrollo de sus
consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, impedir la
procreación’”. De hecho, la anticoncepción en todas sus formas contradice
objetivamente los dos significados intrínsecos del acto conyugal, a saber, la
apertura a la vida y la donación personal en su totalidad. Este “avance de la
bioética teológica” apunta directamente a la relativización de los preceptos
negativos de la ley moral, exactamente como ya lo había hecho Amoris Laetitia:
el carácter absoluto de los preceptos negativos se limita a la teoría, para
relativizarlos –y por tanto negarlos como absolutos- en el caso concreto.
Lo que sí es
seguro es la presencia en el volumen de otro ejemplo de “apertura de los
espacios de diálogo”, según informó el padre Jorge José Ferrer, S.I., al
presentar la publicación de las actas en el último número de La Civiltà
Cattolica. No cabía duda de que todas las iniciativas surgidas de la Academia
Pontificia para la Vida después de Amoris Laetitia se orientarían a subrayar
los “límites del derecho a la hora de determinar cómo se realizar el bien en la
situación concreta” (AL 304).
Sin embargo, el
autor tiene que reconocer que enfocarse en la situación particular no supone
nada nuevo para la reflexión moral porque la elección ética de una persona
siempre tiene que ver con una decisión prudencial en el caso concreto. ¿Cuál es
la diferencia entonces? Nos lo sugiere Ferrer, señalando que el actual
pontificado ha contribuido a “una configuración decididamente renovada de la
ética teológica de la vida, alejada del rigorismo que todavía alimenta algunos
discursos eclesiales y contribuye a una visión caricaturesca de la moral
católica que encontramos con frecuencia en los medios de comunicación, las
redes sociales y la percepción popular”.
¿La superación del
rigorismo moral no especificado -categoría polivalente y plástica en la que
pueden entrar aquellas posiciones definitivas del Magisterio que se quieren
derrocar- ha llevado por tanto a la “revisión” de la enseñanza católica sobre
la anticoncepción antes mencionada? Probablemente. Sin embargo, lo que sí es
cierto es la aplicación de este vago criterio con respecto a la reproducción
asistida homóloga. Si hay formación de embriones supernumerarios, el juicio
sería negativo; pero ¿y si no la hay?
Una intervención
realizada en este volumen considera que en este caso “la generación no se
separa artificialmente de la relación sexual, porque esta última es, en sí
misma, infecunda. Por el contrario, la técnica pone a disposición una
intervención que permite remediar la esterilidad, sin suplantar la relación,
sino haciendo posible la generación”, llevando “a buen término lo que la
relación sexual de estos cónyuges no puede lograr. La técnica no puede ser
rechazada a priori en medicina: debe ser objeto de discernimiento para
comprobar si cumple la función de una forma de atención a la persona”. La
intervención médica se consideraría “terapéutica” “permitiendo que la relación
conyugal de los cónyuges infértiles alcance su plena realización como donante
responsable de una nueva vida, abriendo su amor a la generación de un tercero”.
Según Ferrer, este
texto estaría "en tensión con la letra de la Donum Vitae”, indicando así
de forma bastante explícita que la inversión de la enseñanza de la Iglesia en
este aspecto estaría justificada por una continuidad con el “espíritu” del Magisterio
anterior. El hecho es que la valoración dada por la Instrucción no se basaba en
la comprobación de que la intervención técnica de la procreación asistida
dependía y estaba conectada al “cuidado de la persona”, ni tampoco en el caso
de “suplir” una relación genérica entre los cónyuges, sino que estaba basada en
si “efectuaba la disociación de los gestos destinados a la fecundación humana
del acto conyugal” (Donum Vitae, 2. 5).
Ferrer concluye
que “sin suscribir necesariamente las posiciones concretas, consideramos
legítimo que esta interpretación innovadora surja en el marco de la quaestio
disputata”, un marco que sirve para “abrir nuevos horizontes, que siempre
quedan sometidos al juicio final de los pastores, en particular del magisterio
del Romano Pontífice”.
“Horizontes que se
abren” es la expresión eufemística para indicar la cuidadosa preparación de un
verdadero revés, porque el juicio final del Magisterio del Romano Pontífice ya
se ha pronunciado repetidamente. Pero evidentemente hay Pontífices y Pontífices.
Por otro lado, es el propio monseñor Paglia quien explica que el volumen
publicado “es un intento, ciertamente mejorable, de aceptar la invitación de la
Veritatis gaudium (par. 3) a un cambio radical de paradigma en la reflexión
teológica”.
Ésta es la nueva
misión de la Academia Pontificia para la Vida y de su Presidente: cambiar el
paradigma abriéndose a lo que la Iglesia se ha cerrado claramente y cerrando
inflexiblemente lo que debe permanecer abierto. Una forma bastante original de
entender el poder de las llaves.
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