jueves, 29 de enero de 2009

Las Cruzadas, entre el mérito y el mea culpa


Los historiadores hacen una relectura en el noveno centenario
En coincidencia con el noveno centenario de la
primera expedición a Tierra Santa (15 julio 1099), guiada por
Godofredo de Bouillon y Raimundo de Tolosa, que se concluyó con la
victoriosa conquista cristiana de Jerusalén, las páginas culturales de
los diarios se han llenado de artículos, se han celebrado exposiciones
y congresos de estudiosos para recordar este evento.

Como es bien conocido, el asunto de las Cruzadas es controvertido y
una cierta publicidad ha utilizado siempre las Cruzadas para
criticar ásperamente a la Iglesia católica. Una postura que se ha
hecho común y que no ha tenido nunca en cuenta los resultados de las
investigaciones históricas.

Aunque los medios de comunicación presionan para que los católicos,
ante el Jubileo, carguen con todas las culpas, nuevos descubrimientos
históricos demuestran que el asunto de las Cruzadas fue mucho más
complejo de lo que se cree. El jesuita Carmelo Capizzi, profesor de
Historia Medieval en la Pontificia Universidad Gregoriana, ha escrito
un artículo en el último número de «Civiltà Cattolica» en el que
sostiene que: «Muy lejos de haber sido inútiles o nefastas, las
Cruzadas contribuyeron a crear situaciones históricas positivas, que
desembocaron en procesos internacionales todavía abiertos y de vital
importancia».

El artículo critica valoraciones «demasiado superficiales sobre el
evento histórico» e invita a los estudiosos a acercarse a él libres
de condicionamientos ideológicos. El padre Capizzi invita a «rescatar»
a las Cruzadas de la que él considera historiografía de signo laicista
y por tanto fuertemente condicionada. Hubo errores, admite el padre
Capizzi, pero estos no justifican la condena de las Cruzadas que, en
su opinión, se deben considerar como un factor de progreso social y
cultural. «Se equivocan --concluye-- quienes atribuyen a la Cruzada
finalidades que ésta no se propuso jamás como, por ejemplo, la
propagación de la fe a mano armada».

El artículo de «Civiltà Cattolica» es compartido por el escritor
católico Vittorio Messori, que ha declarado al «Corriere della Sera»
que «se olvida que en Jerusalén, cuando llegaron los musulmanes,
destruyeron todas las iglesias de la cristiandad, lo mismo que
hicieron en el Norte de Africa, en Turquía y en la parte de España que
ocuparon durante ochocientos años».

Para el historiador Franco Cardini, los equívocos sobre este problema
nacen de una visión reductiva de la historia: «Se separa el hecho
militar (la Cruzada) de un contexto profundamente denso y positivo».
Para valorar mejor la situación, añade Cardini, «haría falta
reinsertarla en su contexto histórico con lo que muchas polémicas no
tendrían razón de ser». «Por otra parte --explica el historiador
medievalista-- la palabra Cruzada es una expresión moderna que se usa
sistemáticamente sólo desde el siglo XVIII. Hasta entonces había
términos que definían al "cruzado" pero no existía la palabra
abstracta. Esto significa que, hablando de Cruzadas desde el 1700 a
hoy, se ha hecho toda una serie de generalizaciones engañosas».

Monseñor Rino Fisichella, obispo auxiliar de Roma y vicepresidente de
la Comisión teológico-histórica del Jubileo, ha explicado a Radio
Vaticana que «el tema de las Cruzadas es complejo. No estoy de acuerdo
con quienes sólo hacen de las cruzadas una lectura religiosa o una
guerra santa. No olvidemos que se trata de un fenómeno que abarca
cerca de 200 años de historia y no se puede reducir todo a una sola
lectura religiosa. El juicio sobre las Cruzadas debe ser complejo y
global, de otro modo existe el riesgo de hacer una transposición de
las concepciones y las conquistas que el pensamiento ha hecho hoy y
llevarlas al pasado. Ante el Jubileo, es justo que tratemos de evaluar
cuáles han sido, en los hechos de nuestra historia, los aspectos
positivos que han llevado progreso, que han hecho madurar la
conciencia y el comportamiento de algunos cristianos y los que han
sido limitadores, que no han permitido dar una visión plena y profunda
de la santidad de la Iglesia».

«Las Cruzadas --afirma monseñor Fisichella-- han sido presentadas en
el pasado como un enfrentamiento entre Oriente y Occidente, para decir
ver quién tenía razón y quién estaba equivocado, entre quién era más
fuerte y quién era más débil. Pero hoy, a la luz de la historia, de otras
conquistas de la humanidad, y de la mayor conciencia que la Iglesia tiene
de su historia, creo que es mejor hablar de complementariedad. No es ya
un enfrentamiento entre Oriente y Occidente sino la conciencia de que los
dos mundos, las dos culturas, las dos realidades tienen que conocerse e
integrarse mutuamente».

ROMA, 18 julio 1999 (ZENIT).-


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