un autor no confiable
P. Javier Olivera Ravasi
9.03.20
El nombre de Ariel Álvarez
Valdés puede ser desconocido para el público en general; aunque no para todos.
Sus libros y panfletos se encuentran en varias librerías “católicas” del mundo
hispánico (ejemplo de ello son las que se hallan en ediciones de la “Editorial
San Pablo”, editorial “católica” (católica sociedad anónima, claro…).
Se trata de un sacerdote
argentino que abandonó el estado clerical en 2010, oriundo, de la provincia de
Santiago del Estero que, luego de sus estudios de seminario fue enviado a
Europa y Tierra Santa para especializarse en la Biblia.
A su regreso y desde la
década de los ‘90, con ágil pluma digna de literatura de fanta-ciencia, comenzó
a publicar una serie de trabajos de divulgación a fin de des-mitificar las
verdades reveladas en el Antiguo y Nuevo Testamento; la Virgen no era virgen,
los milagros tenían explicación natural, el demonio era un cuento chino, Adán y
Eva eran mitos pues venimos del mono, etc., etc., etc.
Era sincero, al menos, pues
señalaba que, nada de lo que él decía lo había sacado de la galera, sino que es
lo que se enseñaba (y enseña al día de hoy) en la mayoría de las universidades
pontificias. Y tenía razón, de lo contrario, pregúntenle a quien haya pasado
alguna vez por el Biblicum de Roma…
Sus heterodoxias y
disparates (varios y constantes), hicieron que, ya cansados de tanto hablar,
una serie de biblistas hispanoamericanos comenzaran, primero, a corregirlo
fraternalmente para, luego alertar a Roma (allá por el año 1996), acerca de la
inconveniencia de que el santiagueño se siguiera presentando como sacerdote y
“autor católico”, ante una feligresía desinformada.
Se escribió, se explicó qué
pasaba y, finalmente, en tiempos de Benedicto XVI (año 2008) la Iglesia se
expidió por medio del obispo de su diócesis, impidiéndole enseñar y publicar.
Dos años después, Álvarez
Valdés abandonaría el sacerdocio para “dedicarse a la Biblia”, decía jugando a
ser un mártir.
Pero cambia, todo cambia… y,
en 2016, Roma aclaró confusamente, que no persistían sanciones vaticanas en su
contra.
Es decir: sí…, pero no…,
no…, pero sí… (…)
Que no te la cuenten…, 9-3-20
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