Mons. Carlo Maria Viganò
Adelante la Fe, 02/10/2020
Entrevista de Francesco
Boezi a Monseñor Carlo Maria Viganò
28 de septiembre de 2020,
San Wenceslao, duque y mártir
Monseñor Viganò, ¿por qué ha
escrito una carta en favor de Trump?
El 14 de agosto de 2011
Benedicto XVI me comunicó que estaba convencido de que en aquel momento mi
puesto providencial estaba en la nunciatura ante los EE.UU. Me escribió lo
siguiente: «Quisiera expresarle que he reflexionado y rezado con respecto a su
situación después de los acontecimientos más recientes. La dolorosa noticia del
fallecimiento de S.E. monseñor Pietro Sambi me ha reafirmado en la convicción
de que el puesto providencial para V.E. en este momento está en la nunciatura
ante los Estados Unidos de América. Por otra parte, tengo la certeza de que su
conocimiento de sus conocimientos sobre ese gran país lo ayudarán a afrontar el
exigente desafío que supone dicha misión, que en muchos sentidos resulta
determinante para el futuro de la Iglesia Universal».
Aunque mi misión oficial en
aquel inmenso país al que tanto quiero ya terminó, aquel desafío al que el papa
Benedicto aludió de forma casi profética y en el que me había empeñado, sigue
más en pie que nunca. De hecho ha adquirido caracteres más vivos y alcanzado
una magnitud impresionante: en este momento el destino del mundo se decide en
el frente estadounidense.
Libre ya de mi cargo
oficial, la motivación que me confió el papa Benedicto permite que me dirija al
presidente Trump con la máxima libertad, poniendo de relieve cuál es su misión
en el contexto nacional e internacional, y hasta qué punto es decisiva su
misión en el enfrentamiento de proporciones épicas que está delineándose en
estos meses.
¿En serio? ¿Tiene
proporciones épicas?
La Santa Sede se ve asaltada
hoy en día por fuerzas enemigas. Hablo como obispo, como sucesor de los
Apóstoles. El silencio de los pastores es ensordecedor e inquietante. Algunos
incluso prefieren apoyar al Nuevo Orden Mundial sumándose a la postura de
Bergoglio y el cardenal Parolin, asiduo participante en las reuniones del Club
Bilderberg que se ha sometido servilmente a los dictados de éste al igual que
muchas figuras de la política y de los medios mayoritarios de comunicación.
Tengo el convencimiento de
que todo lo que denuncié en la carta abierta que dirigí en junio al presidente
Trump sigue vigente y puede ser la clave para entender los sucesos a los que
estamos asistiendo. Sigue siendo una invitación a la esperanza.
La Iglesia Católica
estadounidense se muestra dividida en lo que se refiere a las elecciones
presidenciales y en otros aspectos. Dice que dividir es obra del Demonio, pero
la división en el episcopado de EE.UU. es evidente. ¿Qué pasa?
La división en el seno del
episcopado estadounidense es fruto de una labor ideológica dirigida
especialmente desde los años sesenta por las universidades católicas –de los
jesuitas en particular– con miras a formar generaciones enteras de jóvenes. El
adoctrinamiento progresista (en el frente político) y modernista (en el
religioso) ha creado un apoyo ideológico al Mayo del 68 que se inició con el
Concilio Vaticano II, como por otra parte confirmó Benedicto XVI en su ensayo
Teología de los principios católicos: «La adhesión a un marxismo anarquista y
utópico (…) contó con el respaldo en primera línea de numerosos capellanes
universitarios y asociaciones juveniles, que veían en el florecimiento de las
esperanzas cristianas. El hecho dominante está en los sucesos de Mayo de 1968
en Francia. Tras las barricadas había dominicos y jesuitas. La intercomunión realizada durante una misa
ecuménica en apoyo a las barricadas se consideró como un hito en la historia de
la salvación, una suerte de revelación que inauguraba una nueva era del
cristianismo».
Está división que se está
produciendo en EE.UU. se hace más patente ahora ante la inminencia de las
elecciones presidenciales, y también se ha extendido por Europa e Italia: las
altas esferas de la Iglesia han optado por algo radical –y a mi juicio
lamentable– prefiriendo adherirse al pensamiento mayoritario del ambientalismo,
el inmigracionismo y la ideología LGTB en vez de dar la cara valerosamente
contra todo eso y proclamar fielmente la verdad salvífica anunciada por Nuestro
Señor. Opción que ha dado un gran salto adelante a partir de 2013 con la
elección de Jorge Mario Bergoglio, pero que se remonta a hace al menos sesenta
años. Es significativo que ya por aquel entonces los jesuitas y toda la
intelectualidad católica de izquierda vieran un interlocutor privilegiado en la
China de Mao, algo así como una promotora de las aspiraciones de renovación
social. Así es ni más ni menos como ve La civiltà cattolica, dirigida por el P.
Spadaro SJ, la China de Xi Jinping. Los jesuitas, que han apoyado las
guerrillas en Hispanoamérica y que en el Mayo del 68 estaban entre las
barricadas, se sirven hoy de los medios sociales para plantear reivindicaciones
análogas, siempre son la mirada puesta en Pekín y el mismo rencor hacia los
EE.UU.
Es cierto que dividir es
obra del Demonio: Satanás siembra división entre el hombre y su Creador. El
Señor, por el contrario, no divide, pero separa; fija un límite entre la Ciudad
de Dios y la de Satanás, entre quienes le sirven y quienes lo combaten. Él mismo
separará a los buenos de los malos en el Día del Juicio (Mt.25,31-46) después
de haber sido puesto como «piedra de tropiezo» (Rm.9, 32-33). Según las
enseñanzas del Señor, hay que distinguir la luz de las tinieblas, el bien del
mal, para que podamos seguir a Cristo y rechazar a Satanás. Pero también es
necesario discenir cuando hay que escoger entre quien defiende mejor los
derechos de la Fe de los católicos de quienes a pesar de proclamarse católicos
de nombre en la práctica promueven leyes que se oponen palpablemente a la ley
divina y la ley natural. Del mismo modo, también es causa de divisiones el
pastor que pone en guardia al rebaño ante los ataques del lobo (Jn. 10,1-18).
Acusar a Trump de no ser
cristiano por el mero hecho de querer defender las fronteras de su país; de
evocar el espectro del soberanismo como si fuera una calamidad mientras se
facilita la trata de seres humanos; de callar ante la persecución de cristianos
en China y otros países, o ante los millares de profanaciones de iglesias que
desde hace meses tienen lugar por todo el mundo… ¿acaso estas cosas no son
causa de división?
Aunque Joe Biden es
abortista, parece que algunos sectores católicos de EE.UU. pasan de puntillas
por este aspecto. Fíjese por ejemplo en el P. Martin. ¿Qué piensa de ello?
El P. James Martin SJ es el
abanderado de la ideología LGTB, y a pesar de ello –mejor dicho, gracias a
ello– ha sido nombrado por Bergoglio consultor de la Secretaría para las Comunicaciones
de la Santa Sede. La obra de Martin –ésa sí que es divisiva en la peor acepción
del término– contribuye a reforzar dentro del cuerpo de la Iglesia una quinta
columna del proyecto progresista a fin de originar una fractura ideológica y
doctrinal en el seno de la Iglesia y hacer creer que las aspiraciones del progresismo, incluida la
homoherejía, proceden de las bases. En realidad, sabemos de sobra que los
fieles están mucho menos inclinados a las innovaciones de cuanto quieren hacer
creer a la opinión pública, y que querer mostrar una presunta voluntad popular
para legitimar opciones incompatibles con la enseñanza perenne de la Iglesia es
una maniobra de distracción a la que ya se ha recurrido en otras ocasiones
tanto a nivel eclesial (pensemos en la reforma litúrgica, que ninguna había
pedido) como civil (por ejemplo, la ideología de género).
Le recordaré las palabras
del prelado estadounidense Fulton J. Sheen (1895-1979): «Abstenerse de tomar
partido ante los grandes problemas ya es en sí una decisión. Supone un
consentimiento tácito del mal. La tragedia de nuestro tiempo es que a quienes
creen en la virtud les falta el fuego y la convicción, mientras que los
partidarios del vicio rebosan de apasionada convicción1». Dado que no se puede
servir a dos señores, aprendamos a discernir entre quien está con Cristo y
quien está contra Él.
V.E. ha hablado de la
iglesia profunda. ¿Es posible que exista algo así? ¿Quienes la integran?
La expresión iglesia
profunda expresa bien la idea de lo que sucede paralelamente a nivel político y
a nivel eclesial. La estrategia es la misma, así como son idénticos sus
objetivos y, en última instancia, la mens que se oculta detrás. En este
sentido, la iglesia profunda es para la Iglesia lo que el estado profundo para el
Estado: un cuerpo extraño, ilegal, subversivo y desprovisto de toda
legitimación democrática que se vale de la institución en la que se ha
enquistado a fin de alcanzar fines diametralmente opuestos a los de la
institución misma.
Ejemplo de ello es John Podesta,
católico liberal, democrático, ex colaborador del matrimonio Clinton y asociado
al Center for American Progress de John Halpin. En un correo fechado el 11 de
febrero de 2012, Sandy Newman escribe a Podesta pidiéndole consejo para
«sembrar las semillas de una revolución» en la Iglesia en materia de
anticoncepción, aborto e igualdad de género. Podesta le respondió confirmando
que para alcanzar esa primavera de la Iglesia (obsérvese la semejanza de la
expresión con la de primavera conciliar) se habían creado organizaciones como
Católicos Aliados por el Bien Común y Católicos Unidos. Estas asociaciones
ultraprogresistas están financiadas por George Soros, como las fundaciones de
los jesuitas, y como el viaje apostólico de Bergoglio a EE.UU. en 2015.
Es preciso recordar también
la conspiración de la Mafia de San Galo, que tenía por objeto destronar a Benedicto XVI en confabulación
con Obama y Hilary Clinton, que consideraban a Joseph Ratzinger un obstáculo
para la difusión del proyecto mundialista.
Como católico y como persona
consagrada, ¿qué le parece el comportamiento de Trump?
Me limito a observar lo que
ha hecho Trump en los años que lleva ejerciendo como presidente. Defiende la
vida del nasciturus, suspende la financiación a la multinacional abortera
Planned Parenthood y, en estos últimos días, ha promulgado un disposición que impone el cuidado inmediato de los
neonatos que sobrevivan a un aborto; hasta ahora se los dejaba morir o se los
utilizaba para extraer y vender sus órganos. Trump está combatiendo la
pedofilia y el satanismo pedófilo. No ha abierto nuevos frentes de guerra y ha
reducido drásticamente los ya existentes, estipulando acuerdos de paz. Ha
devuelto a Dios el derecho de ciudadanía después de que Obama suprimiera la
Navidad e impusiera medidas que ofendían la religiosidad de los
estadounidenses.
Observo asimismo que la
guerra mediática librada por la prensa y los centros de poder contra el
Presidente: desde 2016 no dejan de demonizarlo, a pesar de que obtuvo
democráticamente la mayoría de los votos. Se entiende perfectamente el odio
hacia él, nada diferente del que hay en Italia contra las más blandas figuras
de la oposición– obedece a que conocen la fundamental misión que cumple en la
lucha contra el estado profundo y todas sus ramificaciones internas y externas.
Su valerosa denuncia del comunismo –que tiene en el movimiento Antifa y en el
Black Lives Matter su versión mundial y su incubadora en la China comunista–
viene en cierta forma a contrarrestar el silencio de la Iglesia, que a pesar de
los fervientes llamamientos de la Virgen María en Fátima y en La Salette, ha
optado por no renovar la condena de tan infernal ideología. Y si monseñor
Sánchez Sorondo es capaz de afirmar impunemente y contra toda evidencia que “la
China es quien mejor cumple la doctrina social de la Iglesia”, las palabras del
presidente de los Estados Unidos y las no menos valerosas de su secretario de
estado Pompeo son motivo de alegría.
Parece que Bergoglio no va a
recibir al Secretario de Estado de EE.UU.
Hemos llegado a la paradoja,
a unos extremos ridículos. Hay actitudes que parecen más propias de un escolar
indisciplinado que de la prudencia y el protocolo diplomático. Pompeo denuncia
la violación de los derechos humanos en China, y de Santa Marta llega la
irritada respuesta: «Ya no juego más contigo». Son comportamientos indignos,
por los que empiezan a sentir vergüenza los propios integrantes del círculo
mágico de Bergoglio. El cual no sólo se niega a recibir al Secretario de Estado
para que no se oiga decir a voces que EE.UU. no se quedará cruzado de brazos
mientras la Iglesia se pone en manos de una dictadura feroz, sino que ni
siquiera da respuesta a la solicitud del cardenal Zen para que lo reciba en
audiencia, lo cual confirma la voluntad precisa del Vaticano de renovar su
sumisión al Partido Comunista Chino.
¿Por qué ha organizado un
rosario por Trump?
Muchos me han pedido que emprenda esta iniciativa y
no he vacilado en aceptar, haciéndome adalid de esta cruzada espiritual.
Estamos en una guerra sin cuartel en la que Satanás ha sido liberado de sus
cadenas y en la que las puertas del Infierno intentan a como dé lugar
prevalecer sobre la propia Iglesia. Una contradicción similar se afronta ante
todo con la oración, con el arma invencible del Santo Rosario.
La participación activa de
los católicos en la política, bajo la guía de sus pastores, es la acción
concreta que pueden llevar a cabo como ciudadanos y como miembros del Cuerpo
Místico de Cristo y del cuerpo de la sociedad. El católico no es un ser aislado
que en la iglesia cree que Dios es autor y Señor de la vida y luego en las
urnas o en el parlamento aprueba que se asesine a niños inocentes.
Esta acción de orden natural
se apoya –debe apoyarse– en que los
asuntos humanos, y junto con ellas el acontecer social y político, tienen una
dimensión espiritual trascendente en la cual es siempre determinante la
intervención de la Divina Providencia. Por ese motivo, el católico no se aísla
del mundo, no huye de la palestra política esperando pasivamente que el Señor
intervenga con rayos y truenos. Por el contrario, aporta un sentido a su obrar
diario, a su cometido en la sociedad dotándolo de alma y de una meta
sobrenatural.
En este sentido, la oración
invoca al Señor del mundo y de la historia para pedirle la gracia y el auxilio
especial que sólo Él puede dar tanto a la acción del ciudadano de a pie como a
la labor del gobernante. Y si aun reyes paganos pudieron ser en otros tiempos
instrumentos para el bien en manos de Dios, también hoy puede ser así en un
momento en que la bíblica batalla entre los hijos de las tinieblas y los hijos
de la luz ha llegado a un punto culminante.
¿Qué pueden esperar los
católicos del mundo en caso de que pierda Trump?
Si Trump pierde las
elecciones presidenciales, caerá el último katejón (2 Ts.2, 6-7), es decir lo
que impide que se manifiesten el misterio de iniquidad. Entonces la dictadura
del Nuevo Orden Mundial tendrá un aliado en el nuevo presidente de EE.UU., tras
haberse conquistado para su causa al propio Bergoglio.
Joe Biden no tiene
consistencia propia; no es sino la expresión de un poder que no se atreve a
manifestarse tal cual es y se oculta tras un personaje totalmente incapaz para
el cargo de presidente de los Estados Unidos, nada más por el degradado estado
de su salud mental. Pero precisamente por su degradado estado de salud mental.
Y también por su debilidad, por las
denuncias pendientes y porque es pasible de chantaje por conflictos de
intereses, Biden se muestra como una marioneta en manos de la élite, un títere
en manos de personajes ávidos de poder y dispuestos a todo para extender ese
poder.
Nos las veremos con una
dictadura orwelliana deseada por el estado profundo y la iglesia profunda en la
que derechos que hoy consideramos fundamentales serán conculcados con la
complicidad de los medios de comunicación de masas.
Me gustaría poner de
manifiesto que la religión universal que promueven las Naciones Unidas y la
Masonería tiene colaboradores activos en las altas esferas de la Iglesia
Católica, cuya autoridad usurpan y cuyo Magisterio adulteran. Al Cuerpo Místico
de Cristo, única arca de salvación para la humanidad, se enfrenta el cuerpo
místico del Anticristo, como profetizó el venerable arzobispo Fulton J. Sheen.
Ecumenismo, ambientalismo maltusiano, pansexualismo e inmigracionismo son los
nuevos dogmas de esta religión universal cuyos sacerdotes preparan la llegada
del Anticristo antes de la última persecución y de la victoria definitiva de
Nuestro Señor. Pero así como la gloriosa resurrección del Salvador estuvo
precedida de su Pasión y muerte, la Iglesia también camina hacia su propio
calvario. Y del mismo modo que el Sanedrín creía haber eliminado al Mesías al
crucificarlo, también la infame secta cree el eclipse de la Iglesia es preludio
de su fin. Queda un pequeño resto de católicos fervientes, de la misma manera
que a los pies de la Cruz quedaron la Madre de Dios, San Juan y la Magdalena.
Sabemos que el destino del
mundo no está en manos del hombre, y que el Señor prometió que no abandonaría a
su Iglesia: «Las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella» (Mt.16, 18).
Las palabras de Cristo son la roca sobre la que se afirma nuestra esperanza:
«Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo» (Mt.28, 20).
1 https://twitter.com/bishopoftyler/status/1309830562643955712?s=21
2
https://formiche.net/2016/10/clinton-podesta-papa-francesco/
(Traducido por Bruno de la
Inmaculada. Artículo original)
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