quiere abolir el
sacerdocio
Nico Spuntoni
Brújula cotidiana,
05-10-2021
El Camino Sinodal
ha dado luz verde, con un solo voto en contra, a una nueva revisión del texto
“La existencia sacerdotal hoy”, dejando prácticamente abierto el debate sobre
la abolición del sacerdocio. Una confirmación del “empuje herético” de este
Sínodo según el cardenal Cordes. Y una amenaza de cisma que el Papa está
llamado a afrontar.
“No puedo imaginar
que demandas como la abolición del celibato y la ordenación de mujeres al
sacerdocio puedan acabar con una mayoría de dos tercios en la Conferencia
Episcopal o que puedan alcanzar un consenso en la Iglesia universal”. Las
preocupaciones sobre el Camino Sinodal Alemán expresadas hace poco tiempo por el
cardenal Walter Kasper, uno de los teólogos más respetados por el Papa
Francisco y ciertamente nada sospechoso de ser “conservador”, parecen más que
fundadas. En efecto, el viernes
pasado, a falta de un solo voto, la asamblea plenaria del Synodale Weg dio luz
verde a una nueva revisión del texto de base del foro “La existencia sacerdotal
hoy”, trasladando el debate sobre la necesidad o no de contar con sacerdotes al
grupo de trabajo encargado del tema.
En definitiva, la
abolición del sacerdocio en la Iglesia católica sigue en la mesa de discusión
de este Camino Sinodal, en clara contradicción con la indicación enviada hace
dos años por la Congregación para los Obispos, que recordaba que la “forma de
vida sacerdotal” era una de esas cuestiones que “no conciernen a la Iglesia en
Alemania, sino a la Iglesia universal” y, por tanto, “no puede ser objeto de
deliberaciones o decisiones de una Iglesia particular”. El Papa Francisco, en su famosa Carta al Pueblo de
Dios en Camino en Alemania, publicada el 29 de junio de 2019, había subrayado
que “los interrogantes actuales, así como las respuestas que damos, exigen,
para que se produzca una sana actualización, una larga fermentación de vida y
la colaboración de todo un pueblo durante años”. En Frankfurt, sin embargo,
hubo un debate de unas pocas horas en el que una mayoría muy ajustada tomó
decisiones sobre temas extremadamente delicados, contraviniendo una de las
admoniciones papales más recurrentes: “La sinodalidad no es hacer parlamento”.
Comentando con la
Brújula Cotidiana las noticias procedentes de Alemania, el cardenal alemán Paul
Josef Cordes ha señalado que haber dado luz verde para que un grupo de trabajo
investigue la cuestión de si la Iglesia católica sigue necesitando sacerdotes
consagrados “revela de forma muy concreta el impulso herético de esta
aberración sinodal” y “documenta el intento de abandonar la Iglesia universal
(COMMUNIO)”. Para el presidente
emérito del Consejo Pontificio Cor Unum, con este pasaje, el Weg Sinodal
“propone negar la fe católica vinculante en el significado y el poder del
sacramento del Orden”. “Sería bueno –concluye el cardenal Cordes- que el Papa
Francisco, con la convocatoria el Sínodo Mundial de los Obispos, interceptase y
se opusiera a tales proyectos de división local”.
Además, en
vísperas de la cita de Frankfurt, el Papa fue atacado por medio centenar de
delegados que criticaron sus recientes decisiones de rechazar las dimisiones
del arzobispo de Hamburgo, monseñor Stefan Hesse, de los auxiliares de Colonia,
Dominikus Schwaderlapp y Ansgar Puff, y de conceder sólo un descanso al
arzobispo y cardenal Rainer Maria Woelki.
La asamblea
general se cerró el sábado por la tarde con un fracaso, hasta el punto de que
el presidente de la Conferencia Episcopal, Georg Bätzing, tuvo que anticipar la
conclusión porque quedaban menos de 150 delegados de los 214 y no había quórum.
Entre los ausentes estaban los cardenales Woelki y Marx. Este último, además,
en los días anteriores había levantado descaradamente una carpeta verde en señal
de aprobación a las palabras de un asistente parroquial a favor de la
participación de parejas homosexuales como agentes de pastoral en las iglesias.
Esta vez, sin embargo, el golpe de efecto del cardenal no fue suficiente para
aplacar la ira de muchos delegados por su débil respuesta al escándalo de los
abusos. De hecho, un sacerdote, el padre Christoph Uttenreuther, le criticó por
el paso atrás que había dado: “¿Qué clase de renuncia ha sido esa? ¿Quería una
confirmación de confianza o estaba realmente harto?”, preguntó retóricamente el
sacerdote de la archidiócesis de Bamberg.
La burocratización
del Camino Sinodal parece causar ahora decepción incluso entre los que
inicialmente apoyaron esta iniciativa con entusiasmo. El jueves pasado, en la
apertura de la asamblea plenaria de Frankfurt, Bätzing respondió casi con un
tono ofendido al vademécum de la Secretaría General del Sínodo: “Santo Padre,
no estamos trabajando en documentos, sino en esperanzas que tendrían que
crecer”. Estas esperanzas, sin embargo, soplan un viento de desobediencia hacia
Roma y pueden no ser suficientes para quienes habían exaltado el episcopado
alemán para la convocatoria del Camino Sinodal.
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